El otro. El no yo. El diferente, el raro, el desconocido. Ese ser que despierta curiosidad y miedo. En la historia humana lo desconocido atrae y repele. El que viene de afuera causa rechazo y ganas de indagar sobre su diversidad. Lo diferente se presta para cualquier clase de ideas, de fantasías. Y en esta historia del Capitolio hay muchos otros.
Primero, están los "nosotros" los supremacistas blancos, los norteamericanos "de siempre", protestantes, por supuesto. ¿Hay alguien que puede decirse blanco hoy en día con exámenes de ADN que se hacen por todos lados y que nos revelan los cruces genéticos de nuestros antepasados? Norteamericanos de una, dos o máximo tres generaciones de nacidos en suelo americano, ¿pueden ser "de siempre"? Muchos afronorteamericanos son más "de siempre" que millones de blancos y ni hablar de los nativos, esos sí, serían "de siempre".
¿Se olvidaron del Melting Pot? Era uno de los orgullos de los norteamericanos, proclamar su diversidad y en base a ella hablar de democracia, libertades y convivencia pacífica (claro que sólo era un discurso útil del cual estaban excluidos los negros o latinos).
Desconozco la cantidad de variantes del cristianismo, judaísmo, islamismo, budismo, hinduismo, etc. que existen, pero son muchas y deben, la gran mayoría, estar presentes en Estados Unidos. Pero, se ha creado el imaginario que ser norteamericano y por tanto, tener derecho a una nación, es ser blanco, "de siempre" y protestante.
Después, tenemos a los de las más diversas variantes de las teorías de la conspiración, que tienen una versión alternativa de la historia creyendo que ciertos acontecimientos han tenido una mano negra detrás y con un infinito miedo a ser manipulados por fuerzas oscuras ocultas. Acá también tenemos gran ignorancia y explicaciones fáciles a acontecimientos políticos o económicos. La forma de informarse de los últimos años ha sido explicaciones simples, en blanco y negro, sin matices y que quepan en un tweet. Tienen la estrategia de repetir al infinito una idea y convertirla en verdad. Estos grupos pululan en las redes, son "incógnitos", anti-sistema, paladines de sus ideas, anónimos luchadores por una información libre. Realmente, ¿alguien cree que se puede ser incógnito en las redes sociales?, ¿alguien cree que estos grupos no son muy útiles y funcionales al sistema?, ¿alguien todavía no se da cuenta que todas estas teorías nos alejan cada día más de reflexionar sobre los temas transcendentes para nuestras vidas?, ¿alguien piensa que su financiamiento viene solo de sus feligreses?, ¿alguien cree que el establishment no sabe de su existencia y que son más inteligentes y se pasan por alto sus controles?.
El sentido de pertenencia de todos estos grupos es un aspecto que no hay que desdeñar. Somos gregarios por naturaleza (o por conveniencia social) y eso nos da apoyo y tranquilidad psicológica. Al estar entre iguales, entre nosotros, respiramos tranquilos, sabemos cómo movernos, dejamos que la costumbre haga fluir nuestras vidas. No necesitamos esfuerzo para entendernos. Hay supuestos que nos facilitan la vida y nos dan seguridad. Por el contrario, lo nuevo, lo desconocido exige esfuerzo, plantea adoptar nuevos puntos de vista, cambiar, mudar, desechar, incorporar. Trabajo arduo y que exige ceder mis valiosos puntos de vista, mi vida preestablecida y mis costumbres.
Varias tradiciones milenarias hablan de que existen sólo dos sentimientos: el amor y el miedo. El miedo es la llave del comportamiento humano. Y miedo es lo que se vio el 6 de enero. Miedo al otro, miedo a dejar de ser yo, miedo a lo desconocido, miedo a cambiar. El miedo obnubila, anula al yo. Se pierde cualquier razonamiento, sentimiento, sentido cuando entra el miedo. La mayoría de campañas políticas a nivel mundial, con más o menos énfasis, hablan del miedo. Si votas por A, se va a contratar deuda, si votas por B se aprobará el aborto, si votas por C pondrá más impuestos. Miedos, cucos, monstruos. El miedo crea monstruos. Y vaya si los seres humanos sabemos de monstruos. Uno de los que más me gusta es Medusa. Terrorífica. Era una mujer hermosa pero fue violada en el templo de Atenea y ésta convirtió sus cabellos en serpientes venenosas, sus ojos convertían en piedra a quien los mirase, su sangre que manaba del lado izquierdo de su cuello era un veneno y la del lado derecho resucitaba a los muertos, las serpientes venenosas del Sahara provenían de unas gotas de su sangre. Y su cabeza sin vida seguía teniendo estos poderes macabros. No le falta detalle de miedo.
Así mismo de terrorífico, se plantea al otro. El otro no es ese ser monstruoso de tres cabezas que viene a comernos. Es simplemente algo nuevo, diferente que nos saca de nuestra zona de confort. Es un profano más, no es un monstruo sobrenatural que habita en lo sagrado.
¿Nos seguiremos matando en nombre de esos seres monstruosos que nosotros mismos creamos?
Cinthia Andrade se define, según sus propias palabras, "como ecuatoriana, de izquierda (si es que todavía existe), y creyente de la utopía, que es algo que no han logrado robarme".