VERSIÓN PARA IMPRESIÓN |
13/07/25 |
![]() OCTAVA ENTREGACuentos & versos en cuarentenaMONTEVIDEO (Uypress) - Les presentamos los textos de Cristiano Martínez y de Alfredo Fernández Vicente. Seguimos recibiendo textos en: uypress@gmail.com.
Los textos de este viernes son: Poemas, de Cristiano Martínez Te cuento, de Alfredo Fernández Vicente Poemas Cristiano Martínez
Profanarte Escucho tu oración temblorosa y muda la esperanza ha muerto en ti desnuda, no sientes por ningún hombre atracción, de desnudarte la piel y entregarte a la pasión. Cargas una sombra que te cubre el alma y todas las noches te acompaña en calma es fría y consume años alimentándose de los engaños. ¿Si supieras que sueño con desatar el hábito, descubrir tu piel, deslizar el manto, para así profanar tu cuerpo santo? Beber de tu oculta seducción el vino en tu copa cual prisión ese, que has guardado en oración. Mujer lobo Se oscurece tu mente desdichada enrojeces con sangre la mirada la séptima carne destinada, desgarras tu vestido desesperada. Se cubre de pelaje oscurecido tu suave piel de semblante palidecido desgarras la noche con triste aullido tu cuerpo de sepulcros es nutrido. ¡Luna llena infernal oscura! Despiertas la más aguda locura portas la más cruel tortura, cubres cualquier estructura. ¡Mujer lobo! Sepulcral misteriosa nadie te ha cantado oscura rosa la séptima hermana más hermosa diferente a todas, de mirada dolorosa. ¡Déjame beber tu femenina esencia! Antes de que cambie tu apariencia ¡Quién sabe! Si así no me sumo a tu sentencia como lobos los dos juntos sin conciencia. Sofía Bosque tenebroso y pálido de tu sentir inhóspito y quebrado se refleja tu mundo olvidado y tu rosal se abre perfumado. El recuerdo del deseo has invocado se enciende en ti el instinto desatado la esencia de vida has reclamado sobre la mentira, tu verdad se ha proclamado. Tu alma hambrienta de carne ha despertado de su sueño mortuorio y sepultado de su cárcel tu cuerpo encadenado y de la tierra sepulcral se ha levantado. Desde el umbral del infinito te has alzado con sus huesos los muertos te han honrado diosa oscura, desnuda y sin calzado es tu carne el deseo más soñado. Mujer de cementerio te han llamado pero sé que Sofía te han nombrado me lo confesaste sobre lúgubre satén morado, cuando en la noche, me transformé en tu enamorado. El piano Cual cuervo musical y oscuro es tu piano, sinfonía de conjuro cantan a las nocturnas madrugadas tus finas e inquietas manos hechizadas. Embriagada por la magia misteriosa caminas hacia el piano silenciosa has escapado de la oscura sepultura para ofrendar a la noche repetida partitura. Tus pies desnudos juegan con la alfombra y son besados dulcemente por la sombra cual araña gigantesca tu perfume en sus redes infalibles me consume. Oscura seda cubre tu blanca piel mis labios beben tu dulce miel, mis manos cual espada fiel rompen tu pequeño broquel. ¡Abre tus alas sobre el piano! Recorreré tu deseo con mi mano sobre mi cuerpo escribiré la partitura que tus manos tocarán con fiel locura. Te cuento Alfredo Fernández Vicente La sombrilla es una cuchareta boca abajo con gajos de naranja cara al cielo. Se mece en la brisa de la tarde, llovida de sol, mientras sueña con ser flor. En realidad no nos importa su sombra, sino su florecer colorido sobre la arena. La sombrilla es una flor pero, sobre todo, es el lugar donde pedirle a Papá que nos cuente cuentos. Era un niño a la orilla del mar con un baldecito azul y una palita. Recogía agua de mar entre los pedacitos de olas venidos de la rompiente arenosa que le cubrían ya los pies, ya las rodillas. De pronto abrió muy grande la boca y los ojos, soltó el balde y vio poco más allá de la rompiente, casi a caballo de la ola, un alga, una flor, un juguete inflable colorido, una espuma brillante o una nube caída del cielo? Lo miró con una mirada profundamente azul, sacudió su melena dorada y se sumergió como si un patito biguá fuese, pero era una sirenita. Fue entonces, dijo Papá, que desde la segunda rompiente de olas más grandes y más fuertes, apareció flotando el agua viva de tentáculos violetas aproximándose fatalmente a la despreocupada sirenita. La medusa captura la presa con sus filamentos ácidos y la engulle alimentando su masa gelatinosa. Qué horror! Papá hizo un gesto con las manos como borrando imágenes del pizarrón y contó que, de improviso, una gran corvina negra emergió de las aguas oscuras y se comió al agua viva. Ahora era una agua viva muerta en la panza de la corvina. La gaviota suspendida en lo alto, ni piaba, con los ojos muy abiertos mirando la sombrilla colorida, al niño y al Papa. Silencio. Papi, contámelo de vuelta, pero sin corvina. Casi se confundían, ya, los filamentos gelatinosos con los cabellos de sol de la sirenita, cuando algo se movió rápidamente bajo el agua y una aleta emergió cortando la superficie raudamente. El tiburón se comió a la medusa y la sirenita ni se dio cuenta del peligro corrido. La gaviota planeó posándose en la arena mojada y se quedó muy quieta mirándolos con la cabecita muy parada sobre su largo pescuezo emplumado. Se sentía el silencio del viento aquietado. Papi, contámelo de vuelta, pero sin tiburón. La sirenita curioseaba la playa y hacía la plancha con los ojos cerrados al sol mientras los filamentos violetas y cáusticos empezaban a envolverla. Fue entonces que llegó superpapí, anudó los tentáculos formando una pelota de gelatina traslucida y la arrojó muy alto y lejos hasta lo propia cima del médano y rodó cuesta abajo enarenándose como si fuera una milanesa de pelota. La milanesa rodó espantando a la gaviota que dio un brusco volido y bajó un poco más allá. Pero no me pidas que te lo cuente de vuelta sin superpapí. Eso no es posible, porque mientras Papá miraba la pelota de medusa picar y correr por la playa, apareció por su espalda una ballena y se lo comió. Oh, a Papá?! Si, a Papá. Por lo que si quieres contarlo de vuelta tendrás que contarlo tu. Entonces, se recostó al mástil de la sombrilla colorida y, mientras con la palita llenaba el balde de arena, empezó a contar. Era un niño que estaba solo en la orilla del mar con un baldecito azul y una palita. Recogía agua de mar entre los pedacitos de olas que venían de la rompiente arenosa y le cubrían ya los pies, ya las rodillas. De pronto abrió muy grande la boca y los ojos, soltó el balde y vio poco más allá de la rompiente, casi a caballo de la ola, un alga, una flor, un juguete inflable colorido, una espuma brillante o una nube caída del cielo, una sirenita, un Papá, medusas, corvinas, tiburones o ballenas? La gaviota se acercó a la sombrilla cautelosamente, se detuvo a distancia prudencial, y quedó atenta, escuchándolo.
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