VERSIÓN PARA IMPRESIÓN
02/07/25

El mundo no es lo que era

Jaime Secco

El mundo no es lo que era

 

"Este era el lugar famoso: el mundo"

Virginia Wolf

En seis días, entre el 14 y el 20 de marzo de este año, la empresa 

BlackRock, compró mil quinientos cincuenta y ocho millones de fondos negociados en bolsa. La empresa había recibido de la Reserva Federal (banco central de Estados Unidos) US$4 mil millones de dólares como parte de un enorme desembolso para recuperar la economía y los usó para rescatarse a sí misma, ya que estos bonos estaban cayendo en picada.

Valga como una muestra de cómo está funcionando el mundo.

En una columna anterior (¿Volver a la viejísima normalidad?, https://www.uypress.net/auc.aspx?106022) sostuve que "Para que el Frente Amplio se pueda centrar en lo importante y recuperar la iniciativa, es necesario que vuelva a analizar cómo funciona el país; que sepa distinguir qué es lo importante y qué lo accesorio; qué cambiaron sus gobiernos y en qué temas nos oponemos a que se retroceda. Para ello, hay que empezar revisando el "sentido común frenteamplista" generado en los años 60." Argumenté qué es central para comprender cómo funcionó el país durante el estancamiento y cómo parece volver a funcionar.

Y en una posterior (Volver a leer la trenza en la historia nacional, https://www.uypress.net/auc.aspx?106224), dedicada a mirar cómo funcionó en el siglo XIX y qué debemos abandonar de nuestro relato de los 60, terminé citando al historiador Fernand Braudel y su definición de que el alto capitalismo sólo funciona vinculado al Estado. Terminaba señalando la importancia de analizar qué está pasando en el mundo.

Multinacionales y sociedad postindustrial

Otra vez, la idea es revisar nuestro "sentido común" de hace cincuenta o sesenta años. Entonces, el relato, que explicaba la desigualdad del mundo, al imperialismo y a nuestro subdesarrollo se inscribía en una tradición que va de los escritos de Raúl Scalabrini Ortiz, desde 1936, a Dependencia y desarrollo en América Latina, de Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, de 1969. 

En la primera de las columnas mencionadas arriba, digo que "Sigue siendo cierto que nuestro capitalismo era deformado, pero creo que hay que actualizar las explicaciones si queremos que sean útiles." Porque el mundo es otro, pero también porque esa tradición reveló deficiencias. "Hoy, el mundo funciona distinto. Si entonces el 70% de la producción industrial total se realizaba dentro de Estados Unidos, era verosímil suponer que ese país quería impedir el desarrollo de industrias locales. También, suponer que su sed de petróleo y otras materias primas era un eje central de su política internacional. Pero hoy, Estados Unidos es importador nato de bienes industriales y exporta a China materias primas, entre ellas gramos y petróleo. Seguir explicando su conducta de la misma manera es renunciar a pensar."

Esta columna no pretende abarcar toda una descripción del mundo ni encontrar una clave que explique todo. Bastará con señalar algunas tendencias que se precisa estudiar para elaborar nuestra política. Económicas, pero también geopolíticas y de debilitamiento de la democracia.

La financiarización

Para empezar, BlackRock es un ejemplo de que la economía mundial ha sufrido dos o tres generaciones de transformaciones. El año del golpe, 1973, ya se había popularizado explicar un fenómeno nuevo, las empresas transnacionales, que John Kenneth Galbraith había puesto sobre la mesa en 1967, pero no había modificado significativamente las visiones de la izquierda latinoamericana. También se había comenzado a hablar de sociedades postindustriales. De hecho, 1973 marcó el fin de los "treinta años gloriosos" de expansión del capitalismo en la postguerra y desarrollo del estado de bienestar en Europa, que dejaron paso a una crisis general y a décadas de expansión de la desigualdad en los países desarrollados.

Una segunda "evolución copernicana" es la "financiarización". Se habla hace años del nuevo auge del capital financiero. Se cita que de cada dólar que se intercambia entre países, uno corresponde a intercambios de bienes y 40 a transacciones financieras (esta cifra se ha citado tanto que es difícil saber su origen y, por supuesto, no puede ser un dato estático).

Rana Foroohar, coeditora de Financial Times, autora de un libro sobre el tema, resumió la situación a 2016. El sector financiero representa sólo 7% del producto de Estados Unidos, pero recoge la cuarta parte de las ganancias empresariales. Pero solo el 15% del capital que mueve se vuelca a inversión de empresas. Y por ende cae sostenidamente la inversión en nuevos emprendimientos. En su lugar, financian compras de activos existentes, como acciones o bienes raíces. Pese a la publicidad, la cantidad de empresas nuevas en Silicon Valley en 2012 era 44% menor que en 1978, en proporción al total. Las empresas del S&P 500 invertían hasta 95% de sus ganancias en recomprar acciones e inversamente cayó la inversión en investigación y desarrollo. El lanzamiento de nuevas empresas al mercado de valores era en 2016 un tercio que en 1996. Y, cuando las acciones iban al público, se detectó que sus innovaciones caen 40% por la presión de los accionistas que quieren ganancias inmediatas. De hecho, incluso las demás empresas intentan hacer dinero con las finanzas. Apple, con US$ 200 mil millones en caja, ha contraído préstamos por miles de millones para aprovechar las bajas tasas de interés y porque repatriar el dinero que factura en el exterior le saldría más caro porque tendría que pagar impuestos en EEUU. En resumen, dice, el sector financiero no fomenta la economía, sino que gira en torno a sí mismo y funciona promoviendo espirales de deudas. 

BlackRock, el "dueño de todo"

Pero BlackRock, que tomamos como ejemplo extremo, nos habla de una concentración financiera no conocida antes. Como Vanguard y State Street, no ses un banco, sino que son empresas que canalizan inversiones en bolsas y otros papeles, hechas por particulares u otras organizaciones como los fondos de pensión (equivalentes a afaps). Se trata de empresas casi sin regulación. Juntas, se convirtieron en el mayor accionista de casi el 90% de las firmas de S&P 500, las 500 mayores empresas, que capturan el 80% de la capitalización en los mercados bursátiles. 

En las últimas semanas salieron de las sombras a los titulares argentinos porque entre las tres tenían mas del 50% de los bonos que el gobierno quería renegociar; es decir, si no había acuerdo con ellos, no habría canje.

BlackRock es copropietario de 17 mil empresas. Sólo Estados Unidos y China tienen un PBI mayor que los US$6 mil millones de capital propio de la empresa, que además administra más de tres veces ese monto. Aunque alega que no tiene la posesión, ya que actúa en nombre de quienes le confían su dinero, de hecho vota en los directorios. Allí presiona para fusionar empresas y formar enormes monopolios. Y tiene peso en muchas empresas que debieran ser competidoras.

Black Rock presentó en agosto del año pasado un plan a la reunión anual de banqueros centrales en Jackson Hole, Wyoming. Consistía en que los bancos centrales crearan un fondo que sirviera a las autoridades fiscales (ministerios de economía), borrando las respectivas autonomías. Estos fondos serían encargados a "expertos". Nunca se aprobó. No hizo falta. A los pocos meses estaba en ejecución dotado con billones de dólares. ¿Y qué mejor experto?

Había antecedentes de autorrescate. BlackStone, empresa madre de BlackRock, se encargó de fondos similares conocidos como Maiden Lane de la Reserva Federal para comprar activos "tóxicos" que la entidad no está autorizada a adquirir y salió de la crisis de 2008 convertido en el mayor propietario de viviendas del país, compradas a precios de remate.

Una digresión leninista

Giovanni Arrighi demostró en 1994 que la imagen del imperialismo triunfante que describió Rudolf Hilferding en 1910, no fue la que finalmente triunfó y sucedió al ciclo de dominio británico. Vladimir Lenin, que no era economista, escribió un ensayo en el que, basado en Hilferding, discute sus implicancias políticas: El imperialismo, fase superior del capitalismo, que continuó leyéndose durante décadas, pese a no reflejar la evolución ocurrida.

El modelo inglés estuvo basado en empresas familiares relativamente pequeñas. El modelo alemán tendía a que las empresas dependieran de los bancos, que así creaban monopolios horizontales. Pero Alemania perdió la Primera Guerra Mundial. El modelo estadounidense se basó en empresas integradas verticalmente. Por ejemplo, Ford tenía desde plantaciones de caucho hasta automotoras en ciudades grandes y chicas. Los bancos se limitaban a recibir depósitos y prestar.

Arrighi pensaba entonces en un nuevo ciclo capitalista basado en Japón y luego escribió sobre China. No somos adivinos, pero esta concentración de BlackRock nos ubica en una realidad completamente distinta a la de la época fordista.

Rentismo y desigualdad

Otra tendencia a tener en cuenta es la concentración a niveles no vistos antes. 

Como observó Braudel, el alto capitalismo siempre busca evadir la competencia, no someterse a ella, y para eso busca de distintas maneras el apoyo estatal. Esto le permite obtener rentas cautivas, en lugar de meros porcentajes de ganancia.

Una de esas formas es el la propiedad intelectual. Mariana Mazzucatto, al estudiar la industria farmacéutica para la Comunidad Europea, estableció que el 77% de las moléculas nuevas y de interés relevante han sido financiadas por fondos públicos. Pero luego, mediante trucos como el cambio de color de la pastilla, logran extender la vigencia de las patentes casi indefinidamente y cobrar prácticamente lo que se les antoje. Los medicamentos de alto costo que provocaron polémica en Uruguay, en realidad sólo son de alto precio.

En el sector informático, a las patentes se suma otro fenómeno que se suele llamar "El que gana se lleva todo", como la canción de ABBA. Windows nunca fue el único ni el mejor sistema operativo; pero casi todo el mundo cree que precisa usarlo porque para él fueron creados los programas y es el que tienen las personas y empresas con las que nos relacionamos. Lo mismo puede decirse de Facebook y otras plataformas. Microsoft elaboró un sistema operativo propio para teléfonos y luego compró Nokia, pero fue derrotado las dos veces y tuvo que pasar a Android.

Sumados los procesos vistos más arriba, se llega a grados de concentración obscenos. Cada año los datos de Credit Suisse muestran que un número menos de hipermillonarios reúnen la mitad de la riqueza mundial. La peor indigencia y el hambre han disminuido desde 1990 a 2015, lo que no altera la desigualdad. Pero incluso esos avances se están revirtiendo.

Guerra permanente y China

Luego de decratado el fin de la historia con la caída del sistema socialista europeo, Samuel Huntington decidió ponerla a funcionar nuevamente. Había que conseguir un enemigo y eligió como motor el "choque de civilizaciones"; principalmente, entre los cristianos -o mejor, entre Occidente- y los musulmanes.

Ya Bill Clinton empezó a poner en práctica este choque cada vez que tenía un problema interno. Bombardeaba Bagdag cada vez que se le iba de cauce el affaire Monica Lewinsky. Sus sucesores desplegaron ataques a Afganistán e Irak y llegaron a tener presencia militar activa en cuarenta países. En general todos ellos quedaron convertidos en estados fallidos en guerra civil crónica.

Barack Obama, quien se jactaba de tener sobre su escritorio la lista de quienes iba mandando asesinar con drones en el país en que estuvieran, anunció en noviembre de 2014 un "giro a Asia". Más precisamente, un despliegue militar para cercar China, que entretanto, no dejaba de crecer.

Un giro, en efecto. Kori Schake, que en 2008 asesoró al candidato republicano John McCain, dijo que si Estados Unidos tiene una "gran estrategia" desde el final de la Guerra Fría, una estrategia compartida por los cuatro presidentes desde entonces, esta consiste en garantizar que existe una China próspera y democrática. 

Esos giros no dependen del humor. De manera que las relaciones con China, que eran idílicas, comenzaron a ser atacadas en todos los terrenos. Donald Trump profundizó ese enfrentamiento, con la virulencia que lo caracteriza, inspirado en su obsesión con el equilibrio comercial y su creencia de que así va a resucitar el cinturón metalúrgico del país. 

Entre los efectos del estilo Trump debe contarse la pérdida del consenso de Occidente. Hasta hace un lustro, cuando pasaba algo en un país, la prensa aclaraba la opinión de "la comunidad internacional"; es decir, Estados Unidos y los principales países europeos. Ahora, el liderazgo estadounidense está por el suelo y no es seguro que pueda volver a tener la fuerza que tuvo.

Otro efecto es la paralización de todo el entramado multilateral, desde la ONU a la OMS, pasando por la OMC. Y está claro que China aspira a una hegemonía mundial. Y está claro que sus intereses no son necesariamente los nuestros, por lo que apoyamos el multilateralismo.

Una consecuencia de ese giro es el renovado interés de Estados Unidos por América Latina, que en los primeros quince años de este siglo casi no ocupaba espacio en su política exterior. China es el principal comprador y vendedor de casi todos los países latinoamericanos, financia proyectos de infraestructura y brinda apoyo financiero. Esta parece ser la principal motivación de la nueva política hacia su patio trasero. No una presunta intención de vendernos bienes industriales o de comprarnos materias primas baratas.

Democracias debilitadas

La democracia plena, como define The Economist a lo que los politólogos denominan poliarquía, nunca fue predominante. Se esperaba, sin embargo, que fuera adoptada de alguna manera por muchos países luego de la caída de los muros. Ello casi no sucedió.

Las repúblicas ex soviéticas y las repúblicas populares cayeron salvo excepciones en manos de regímenes más o menos autoritarios. África ha mostrado algunos avances, pero retrocesos de similar magnitud. En el mundo musulmán casi no pueden contarse. Lo mismo en países del sur de Asia, incluyendo algunos que funcionaban bastante bien, como India. En América Latina se siente en muchos países un empuje autoritario -de derecha o izquierda-. Eso no quiere decir que no se realicen elecciones en muchos lados. También el dictador paraguayo Alfredo  Stroessner convocaba a elecciones con puntualidad.

Lo que no se esperaba es que se debilitara la democracia en el seno de la Comunidad Europea y América del Norte. Para The Economist, incluso estados Unidos -que tiene una tradición secular de leyes estaduales para restringir el voto de los afroamericanos- ha retrocedido a un segundo escalón. Los populismos de derecha europeos y de otras partes atacan expresamente al régimen liberal, aún cuando no sean declaradamente neonazis. Y por todo el mundo las encuestas muestran descensos en el porcentaje que adhiere a la democracia como el mejor sistema de gobierno.

La situación económica descrita más arriba, de estancamiento, aumento de la desigualdad y rebaja progresiva del nivel de ingresos de las neuvas generaciones, se menciona como un factor de desencanto con la democracia.

Para nuestra acción política en Uruguay, este proceso debe ser estudiado minuciosamente. Porque ya se nos instaló y porque hay organizaciones internacionales poderosas que impulsan activamente estas tendencias.

Golpe a golpe

Una capítulo especial, para nuestra posición internacional, refiere a la sofisticación de las técnicas de intervención de Estados Unidos. Luego de un siglo de intervenciones militares en América latina, desde la guerra a México de 1846, en la posguerra comenzó a perfeccionar la técnica de golpes militares por cuenta de los propios ejércitos nacionales. 

En 1968 Edward Luttwak publicó Coup d'État: Un manual práctico, que era precisamente eso, comenzando por cómo ganarse la confianza de algunos oficiales y cómo dividir a los países por cuestiones religiosas. El autor sintetizaba su propia experiencia en varios países del Oriente Medio.

Quizá lo dejaron publicar porque había novedades. El golpe de Estado de 1973 en Chile fue precedido por una desestabilización económica destinada a provocar descontento social, que incluyó hasta la caída del precio del cobre. Esta táctica más amplia fue copiada casi al pie de la letra contra la Revolución de los Claveles, incluyendo una huelga de camioneros.

Con todo, estas técnicas parecen primitivas al lado de las desarrolladas en los últimos años, cuya técnica se atribuye a Gene Sharp, autor de De la dictadura a la democracia, publicado en 2013, quien apunta a obligar a los gobiernos a reprimir violentamente manifestaciones masivas con el fin de debilitar la obediencia de los aparatos del estado. 

Por supuesto, la caja de herramientas se amplía, pero las anteriores no se dejan de usar; siguen desestabilizando y desarrollando intervenciones militares y bombardeos.

La postpandemia

Estas tendencias que mencionamos necesariamente se basan en datos previos a la propagación del Covid 2. Hay una miríada de especulaciones sobre lo que puede pasar luego. Muchas son expresiones de deseo de un futuro luminoso, fraternidad universal y respeto a la naturaleza.

Parece que lo más probable, sin embargo, es que se acentúen las peores tendencias a la vez que el mundo se sumerge en una etapa turbulenta y muy larga.

Cuando el Covid-19 despertaba el pánico, Larry Fink, presidente de BlackRock escribió a sus clientes: "En mis 44 años en las finanzas, nunca experimenté nada como esto. Cuando salgamos de esta crisis, el mundo será diferente". No explicó más, pero sí mencionó las "oportunidades tremendas" que se iban a presentar.

Jaime Secco

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias



Más información en:
https://www.uypress.net/Columnistas/Jaime-Secco-uc107030