¿Renta básica ya, acá?
Adriana Marrero
06.07.2017
¿Renta básica ya, acá? El tema está sobre la mesa. Para algunos, es ese horizonte ya visible y deseable hacia el que caminar; para otros, una verdadera pesadilla: la de crear, con propósitos electorales, grandes masas de “zánganos” financiados con el dinero de todos. Entre medio, muy poco. No soy experta, y a lo mejor por eso mismo me atrevo, un poco irresponsablemente, como ciudadana, a escribir sobre esto.
Lo primero en lo que pienso, son las condiciones de posibilidad. ¿Es posible imaginar, en una sociedad donde toda la población pueda recibir una renta universal del gobierno, trabaje o no, para satisfacer sus necesidades básicas de vivienda, alimentación y vestimenta? Bueno, realmente, sí. Sí es posible concebir algo así. ¿Se acuerdan de la comparación entre la vida en una aldea "pitufa" y el modelo comunista de sociedad, tal como fue pensado por Marx?. Para no repetir aquello, baste decir que la sociedad comunista, donde las personas trabajan poco, o nada, a su placer, se basa en el supuesto marxista de un formidable incremento de la productividad debido a un nivel de tecnificación tal, que no alcanzamos todavía a avizorar. Si bien la tecnología destruye puestos de trabajo de modo creciente, también es capaz de generar, con la introducción de la robótica y la creación de nuevos trabajos ligados a la innovación, unos excedentes tan enormes, que, socializados, serían suficientes para mantener, con creces, a toda la población. Esa es, ni más ni menos, la condición de posibilidad de una renta universal: Un desarrollo tecnológico y productivo tal, que genere los medios de vida para toda la sociedad, de modo seguro, permanente y sostenido.
Este momento no ha llegado aún, y por eso el debate es, en el Uruguay de hoy, prematuro. Mucho más prematura es la propuesta de pensar en implementar la renta básica en un futuro cercano. Las condiciones de posibilidad no están dadas. Y si lo veo así, pienso que otorgar la renta básica en las condiciones actuales, y con los niveles de pobreza y vulnerabilidad actuales, podría traer más problemas, que soluciones. Me explico.
1) El trabajo es importante. Desde el punto puramente antropológico, el trabajo, junto con la comunicación, es lo que nos ha distinguido como especie, y un aspecto fundamental de la hominización. Toda nuestra historia ha sido una historia de producción, de transformación del mundo y de nuestro entorno social y cultural. Pensar en desembarazarnos, sin más, de una actividad de semejante importancia no sólo individual, sino para la historia de la especie, merece un poco más de detenimiento. No se trata de algo equiparable, ni por lejos, a la "abolición de la esclavitud". Se trata de algo mucho más fundamental y constitutivo de lo humano. No estoy negando la existencia de trabajo poco valioso, o de trabajo alienante. Me refiero a la actividad misma. El dar por sentado que la falta de trabajo puede sustituirse, sin más, por dinero, es una simplificación injustificada y difícil de sostener. El trabajo es mucho más. Es verdad que en los últimos tiempos hemos escuchado discursos que desvalorizan la actividad laboral, en el supuesto de que se desarrolla principalmente por un afán de "consumismo". Pero esto también es una simplificación insostenible. El trabajo es aquello que nos ha convertido en seres humanos, con toda nuestra riqueza y complejidad, y será el trabajo lo que nos libere algún día de las necesidades a las que nos condena la escasez.
2) La renta básica universal como forma de combatir la pobreza. Sacar a la gente de la pobreza es uno de los objetivos más loables de la izquierda (aunque no sólo), en el que debemos perseverar. Pero para eso, las políticas tienen que ser sustentables. A largo plazo, no se puede atar la supervivencia de la gente a una renta que, otorgada en un momento de prosperidad o de optimismo, puede perderse de la noche a la mañana, por un cambio de gobierno, de coyuntura regional, o de crisis internacional. Un cambio adverso en las condiciones económicas, puede arrojar a miles de familias a la miseria más absoluta, de un día para el otro, ya que, amparados por la seguridad de la renta, carecerían de otros recursos con los cuales hacer frente a las contingencias de la vida. Y aún sin esos vaivenes, se corre el riesgo de anclar a esas familias y a esos niños, a sus condiciones sociales, locativas, y culturales adversas, asegurando la reproducción de su marginalidad respecto de la sociedad más integrada y dinámica. Generar dependencia no es la solución. Lo que hay que hacer, como muchas veces se ha dicho, es generar las condiciones para que los pobres puedan dejar de serlo a través de la integración a las actividades productivas, educativas y culturales. Los recursos invertidos en programas sociales deberían estar orientados a incrementar las "capacidades" de las personas, no a atrofiarlas. Esto no refiere a la idea de contraprestación; sino a la de desarrollo de la capacidad de comprender el mundo y a los otros, de manejarse en el mundo, de innovar, de realizar actividades significativas y la de orientar las de los hijos, esto es, en suma, la idea de "producir una vida" y no simplemente, de reproducirla, o de dejarla pasar.
3) Estructurar la vida. La vida humana, para ser vivida de modo significativo, requiere de una cierta estructuración temporal, locativa y normativa; necesita ciertos objetivos, ciertas metas, cierto interés que vaya mucho más allá del día a día. Una actividad cualquiera, laboral, estudiantil, cultural, que proponga metas a más largo plazo tanto para los adultos como para los niños, brinda esta estructuración y un sentido que haga que la vida merezca ser vivida. La sociología -traigo ahora a Giddens- ha subrayado el importante papel de la rutina en la vida de las personas, en un mundo tan cambiante como el actual. Aunque pueda parecerle raro a alguien, es muy positivo el tener una hora para comenzar el día, para salir de casa, a trabajar, a estudiar, a reunirse, para luego regresar, contar a otros lo que hicieron, lo que vivieron, sus proyectos en esa actividad, compartir una comida, un programa de televisión, o estudiar, antes de irse a la cama. Sólo con esto, aunque el tiempo dedicado a la actividad sea breve, alcanza para experimentar y para mostrar a los niños que existe algo ahí afuera -de la casa, del barrio- donde realizarse, donde conseguir nuevas experiencias, donde el mundo es más ancho y más interesante, y que vale la pena asumir la responsabilidad de cumplir con esa actividad a diario y por un largo tiempo.
4) La integración social. El mundo del trabajo y del estudio son lugares de encuentro entre distintos, entre personas de distintas clases sociales, de distintos barrios, con distintos estilos de vida. Ese encuentro, el formar parte de grupos sociales nuevos, es fundamental para generar una conciencia de la diversidad del mundo y de las cosas, para adquirir una perspectiva ciudadana y humanística, para integrarse en una sociedad que es más vasta y mucho más diversa que el entorno inmediato, con distintas ideas y modos de estar en el mundo. La integración social es también, por eso, la condición para el ejercicio pleno de la democracia.
5. Vivir o subsistir. Uruguay no es un país europeo. No tiene al 70 u 80% de sus jóvenes en universidades o politécnicos. Apenas tiene el 25% de jóvenes estudiando al más alto nivel. Los pobres, no sólo son pobres económicamente, sino también en educación, en capacitación, en experiencia social y laboral. Como país, Uruguay no puede ser lo que todos queremos que sea, si aceptamos que haya una enorme cantidad de gente con su perspectiva estrechada por falta de educación. La educación abre nuevos horizontes, enseña a pensar, a imaginar, a proyectar otros modos posibles de vida, en el arte, en la técnica, en la filosofía, en la ciencia, en la política, en lo que sea, y enseña a movilizar nuestras capacidades para lograrlo. ¿Podemos pretender una cosa así con el 75% de la juventud de espaldas a los mejores niveles de educación? ¿Se puede pensar en una renta básica europea sin tener las condiciones técnicas y productivas, pero tampoco las condiciones educativas europeas, de modo que las personas logren vivir una vida interesante y significativa? La renta básica para gente poco educada, puede asegurarnos, en la mejor hipótesis, una legión de zombis encapsulados en sí mismos e incrustados en su entorno, desentendidos de todo y de todos, ni trabajadores ni ciudadanos, ni sociables ni sensibles, enchufados a tecnologías que no conocen ni dominan, pasivos y vacíos ante mensajes que no comprenden y los dominan.
Por ahora, me digo que, si llegamos a enfrentar, en un plazo breve, una destrucción masiva de empleo por una rápida tecnificación y un aumento de la productividad -y si es por esto, ¡ojalá!-, la mejor solución sería incrementar el nivel salarial acorde a la productividad, acortar la jornada y compartir los puestos de trabajo, como se ha hecho ya en muchos países ricos. Es, sin duda, una mejor solución que la de dejar a las personas sin más perspectiva que la de pasar el tiempo. Pero mientras ello no ocurre, ahora mismo, acá, me pregunto: ¿Hay necesidad de instalar este debate ahora, en este momento, en este país, con esta matriz productiva, con este PBI, con este desarrollo tecnológico, con tanta gente sin educar, ni capacitar? ¿Quién lo instala? ¿Por qué? Son preguntas que haríamos bien en hacer.
Adriana Marrero
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