¿DE QUIÉN ES ESTA BOCA? / ENTREVISTA

Candidato a Rector Álvaro Rico: “Me siento un continuador de las políticas institucionales resueltas colectivamente por la Universidad de la República”

01.08.2014

MONTEVIDEO (Uypress / Daniel Feldman) – El próximo miércoles 13 se celebrará la primera instancia para la elección del Rector de la Universidad de la República. Conversamos con uno de los dos candidatos, el profesor Álvaro Rico, que ocupara el decanato de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación hasta el pasado 1º de julio.

 

Doctorado en Filosofía por la Universidad Lomonosov de Moscú, ex integrante del Partido Comunista, del cual se retiró hace 23 años, es, junto al también ex comunista Roberto Markarian, uno de los dos aspirantes al rectorado de la Universidad de la República, que fuera ocupado en los últimos ocho años por el Dr. Rodrigo Arocena.

Álvaro Rico tiene 61 años, dos hijos -uno de 30 años, nacido en Moscú y que vive en Chile, y otro de siete años, al cual irá a buscar a la escuela luego de finalizar la entrevista con Uypress. Había comenzado sus estudio de Filosofía en la entonces Facultad de Humanidades y Ciencias, cuando, luego de desatada la represión contra el Partido y la Juventud Comunista y después de un importante golpe contra el sector universitario de la organización juvenil, marchó al exilio. En enero de 1976 recaló en Buenos Aires, donde residía en la casa de una tía. Intentó iniciar la reválida para continuar los estudios, pero trabajaba vendiendo frazadas en el Gran Buenos Aires, para lo cual debía salir de su domicilio a las seis de la mañana y retornaba sobre las nueve de la noche, lo cual le dificultaba enormemente poder estudiar para rendir los exámenes de Geografía e Historia argentina. En marzo de ese año sobrevino el golpe de Estado en la vecina orilla, y sobre mediados de año reemprendió su camino, alejándose mucho más del país y recalando en la entonces Unión Soviética.

Retornado al país con la vuelta a la democracia, inició una extensa y prolífica carrera académica, que lo llevó en 2010 al decanato de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, el cual posiblemente se revalide en los próximos días por un nuevo período.

 

¿Cómo surge tu postulación al rectorado?

En realidad mi presentación a la carrera rectoral tiene que ver con una decisión que tomé, a último momento, frente a la perspectiva de cómo se estaba configurando el escenario electoral, que parecía determinar que hubiera solo un candidato. Algunos decanos cuyos nombres fueron manejados a través de la prensa como posibles candidatos -el de Medicina, el de Ciencias Económicas-  u otros docentes como María Simon, adelantaron que no iban a postularse. Hubo una resolución de ADUR, que salió por amplísima mayoría, que sostenía que había dos de los posibles candidatos que no cumplían con los requisitos establecidos por la Ley Orgánica, de tener un título expedido por la Universidad de la República.

Tú y Gregory Randall.

Efectivamente. En su momento se comunicaron conmigo desde ADUR para explicitarme que en el Federal se había adoptado esa iniciativa en el entendido que eran nombres que se habían hecho públicos y el gremio los quería proteger de manoseos respecto a si uno podía o no podía ser candidato y que, por lo tanto, iba a plantear en el Consejo Directivo Central (CDC) una iniciativa de constituir una comisión con participación de los órdenes  y asesoramiento jurídico para que se pudiera estudiar la situación legal de esos candidatos. Esa iniciativa, que se transformó en una moción en el CDC, finalmente no prosperó. Si bien es cierto que la iniciativa no manejaba nombres -era una propuesta genérica- me mantuve en mi situación personal en el intento de que los otros nombres que se manejaban como posibles candidatos y que estaban en la misma situación legal que yo respecto al título, no quedaran solos. Una vez que esa propuesta no tuvo andamiento, consideré que podía tomar la iniciativa personal de hacer el trámite que habían hecho Arocena y Markarian en el año 2006, en base a una ordenanza que el CDC había aprobado en 1998 y a una resolución de 2006, que era más flexible que la de 1998.

Algunos te critican que iniciaste los trámites en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, de la cual sos decano.

Los inicié ahí porque mis estudios previos habían sido en esa Facultad, en la Licenciatura en Filosofía. Una vez que concluyeron los aspectos legales que habilitaban mi candidatura, dos días después salí con la plataforma. Creo que lo que importa remarcar de todo esto, que ya es historia, es el hecho de que en esta discusión previa no fue buena, porque varios universitarios que podían ampliar la posibilidad de candidaturas, quedaron sin poder presentarse, y tampoco fue buena por la argumentación, porque en definitiva esta terminó siendo muy de procedimiento. La ordenanza y la resolución de 2006 lo que pretendían era amparar un derecho de las personas que habían sido perseguidas bajo la dictadura y al mismo tiempo reparar. En esa discusión creo que se perdió de vista que lo que yo estaba reclamando no era ser candidato a Rector, sino la reparación de un derecho violentado en el período de la dictadura, cuando por persecución política no pude continuar mis estudios y me vi obligado a exiliarme. Que esa reparación se hiciera en un momento de elecciones para Rector, no invalida la justicia del reclamo. Es válido tanto hace dos años como dentro de dos años. Y además, buscando antecedentes, el reclamo se hizo en los mismos tiempos que en otro contexto menos hostil lo solicitaron Arocena y Markarian. En el caso de uno de los candidatos en 2006, el título le fue entregado dos días antes de la elección. No obstante, algunos sectores, en artículos periodísticos, calificaron de "artimaña" esta solicitud y la consideraron una especie de atajo.

Dentro de las dos opciones que se ofrecen, tú estás identificado como el "continuismo". ¿Te sentís "continuista"?

Últimamente he manifestado que, efectivamente, el punto de partida de las dos candidaturas -aunque la del profesor Markarian arranca antes y además él tiene el antecedente de haberse postulado en 2006- es una posicionada como opositora, crítica, y la mía, de alguna manera estigmatizada como oficialista o continuista. Esto lo digo porque noto un proceso mediante el cual, la candidatura que originalmente se presentó como opositora y absolutamente crítica, ha minimizado al máximo esas críticas al proceso de transformaciones que la Universidad ha desarrollado en los últimos años, al punto tal que todas las observaciones cuestionadoras que se hicieron inicialmente -por ejemplo, sobre el desarrollo de la Universidad en el Interior- concluyen en que -esto pasó hace poco en un debate que tuvimos en la Facultad de Ciencias Económicas- se le propone al profesor Gregory Randall que sea el futuro pro-Rector del Interior. Él ha sido el presidente de la Comisión Coordinadora del Interior, la persona de la administración de Rodrigo Arocena que ha tenido bajo su conducción la organización de la Universidad en el Interior. Me pregunto entonces ¿dónde fueron a parar los enfoques críticos por parte de quien posicionó su candidatura en base a la oposición? Además, esa candidatura es apoyada por sectores que son hipercríticos con ciertas orientaciones que desarrolló la Universidad de la República en el período anterior. Aquellos aspectos críticos se han reducido a asuntos muy puntuales.

Entonces ¿Markarian no es tan opositor?

Opino que no hay una alternativa diferente, si bien es cierto que originalmente se presentó como un cambio, como un nuevo equilibrio. Existen sí algunas observaciones sobre tres o cuatro aspectos puntuales, en los cuales incluso podemos coincidir. Se han incorporado, a las iniciativas originalmente opositoras, postulados que he sostenido en estos debates.

Entonces, ¿cuál es la disyuntiva que se le plantea a los universitarios?

Es si efectivamente las críticas y las oposiciones que se presentaron al principio siguen siendo válidas o si solamente fue una especie de posicionamiento.

Vos te sentís muy identificado con el proceso que lideró Arocena en estos años.

Ahí hago alguna precisión que no implica escaparle a la pregunta. Las decisiones en la UdelaR se toman colectivamente. Yo fui decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación durante los últimos cuatro años. Integré el CDC y 14 comisiones centrales, dentro y fuera de la Universidad. Evidentemente que he llevado adelante las políticas que la UdelaR impulsó en estos últimos tiempos; no puedo convertirme en oposición de un día para el otro. Esas políticas, que yo también he impulsado en esta actividad con el CDC y otras comisiones, en lo que representan a la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, creo que han sido muy positivas. Como decano, participé de un proceso de discusión, puesta en práctica y mejoramiento de esas directivas. Entonces, yo ahora no puedo decir que soy inmune a esas políticas y presentarme como una alternativa completamente diferente. Por otro lado, quien conoce la UdelaR sabe que el tema de personalizar las políticas y las responsabilidades es algo complejo; las decisiones se adoptan en órganos colectivos y cogobernados. Te diría más: hay algunas críticas y oposiciones al interior de la UdelaR, que en los órganos centrales, cuando esos mismos temas se discutieron, fueron temas votados mayoritaria o unánimemente. El estatuto del personal docente llevó cinco años de discusión; los planes de estudio, seis años, etc. En esos procesos de discusión, las políticas se aprobaron por amplia mayoría o unanimidad. Entonces, sostener ahora que no hubo lugar para la crítica, es erróneo. Y sostener que esas políticas se identifican exclusivamente con Arocena, también es erróneo.

Volvamos al "continuismo".

Me siento un continuador de las políticas institucionales resueltas colectivamente por la Universidad de la República, en los grandes ejes estratégicos que esas políticas han tenido, en materia de investigación, enseñanza -con la reforma de los planes de estudio y la aprobación de la ordenanza de los estudios de grado- y extensión, en lo que refiere al concepto de integralidad y "curricularización" de la extensión. También esto abarca a lo que es la inserción de la UdelaR en el Interior y al vínculo con las demás instituciones del sistema terciario público. Esos ejes estratégicos de la Universidad -enseñanza, investigación, extensión, Interior, construcción del sistema terciario público- deben tener continuidad institucional, y yo lo propongo. Evidentemente, hay que evaluar, corregir y en algunos casos modificar iniciativas o experiencias que han resultado incorrectas o insuficientes. Pero eso es parte del ejercicio de la administración.

Están quienes plantean que los rectores precedentes provienen de las ciencias "duras" y llegó la hora de las "sociales". ¿Te identificás con ese planteamiento o es algo accesorio que provengas de esta rama?

Dentro de un espíritu universitario común, estructurado en base a principios que hacen a la identidad de la institución, existen muchos cruces transversales. De profesiones, de órdenes, de servicios y también de áreas de conocimiento. Esos cruces son reales, coexisten, se administran; a veces polemizan y se distancian, otras veces actúan juntos. Eso es parte de la dinámica de la UdelaR. Es cierto que represento, no desde el punto de vista de candidato a Rector sino por mi trayectoria académica y docente, al área social y artística, y particularmente a las humanidades. Que, como planteabas en la pregunta, no es la tradición de los últimos tiempos, desde Lichtensztein -que venía de Ciencias Económicas- en adelante. Incluso, si soy electo, sería la primera vez que el rectorado recayera en un decano de Humanidades.

Vaz Ferreira era de Derecho cuando fue Rector.

Sí, cuando él fue Rector la Facultad de Humanidades todavía no estaba constituida.

Entonces, esa sería una novedad.

Una novedad con respecto a los antecedentes históricos del cargo. En estos cuatro años en que fui Decano he postulado, y a veces he polemizado, en muy buenos términos, en relación al tema de que la Universidad debe tener un desarrollo equilibrado, que no quiere decir todo al mismo tiempo y en igual proporción, de sus ramas de conocimiento. En cierto sentido, la universidad es una multidiversidad, un pluralismo de disciplinas y metodologías, donde sobreimponer un área de conocimiento o una metodología científica por encima de los criterios de creación del área artística, sería, de alguna manera, ir en contra de ese pluralismo epistemológico. Eso lo he defendido públicamente, tratando de hacer más equilibrado el desarrollo de las ofertas de la UdelaR en el Interior o compensando los servicios del área social y artística con menor capacidad, por su tradición u origen reciente, de generar conocimientos. Esto no quiere decir -me estaría contradiciendo- que desde un cargo de rectorado intentara un gobierno que privilegiara las humanidades o  las ciencias sociales. También hay un dato de la realidad: si bien es cierto que Uruguay ha desarrollado un esfuerzo muy grande por el cambio de la matriz productiva y la UdelaR ha acompañado, mediante convenios, proyectos de investigación e innovación ese esfuerzo, los problemas sociales que el país enfrenta en esta contemporaneidad, también son muy agudos. La seguridad, las adicciones, el tema de la educación, la minoridad infractora. El papel de la Universidad en la reflexión y producción de conocimiento o  en la proposición de políticas en los problemas que hacen a la consistencia del tejido social, ha sido y es muy importante. Entonces, el hecho de que pueda haber un Rector que provenga del área social, humanística, también está reflejando el papel de la Universidad en los últimos años en esa área de conocimiento.

La ley orgánica se acerca a los 60 años de existencia. ¿Hay que aggiornarla, tirarla a la basura, inventar otra cosa, mantenerla? ¿Qué hay que hacer? Fue pensada para otra universidad.

Para otro país, otra época. No obstante, como tantas otras leyes, a pesar de su desactualización, conserva una riqueza muy importante en varios aspectos de su articulado. Hay cosas que tienen que ver con aspectos programáticos.

¿Por ejemplo?

El famoso artículo 2, que vincula a la Universidad con los temas de interés social y general. Más allá de los 60 años, es válido. Evidentemente, donde está más desactualizada es en lo que tiene que ver con la parte más organizativa, con la estructura. Hay Facultades que no tienen derecho a voto. No es un dato menor; te hablo de la Facultad de Ciencias, de Psicología, de Enfermería, de Ciencias Sociales; con el porte que tienen todas ellas, no pueden votar en el CDC. Nuevas Facultades, que tampoco votan. Acabamos de constituir en diciembre pasado la Facultad de Comunicación e Información; está resuelta la constitución de la Facultad de Artes; no votarían. Están los Centros Universitarios Regionales del Interior. Ha habido elecciones en marzo, tienen consejos, claustros, directores. ¿Qué organigrama los va a contener en los ámbitos centrales de decisión? Se ha avanzado en la constitución de tres áreas del conocimiento: tecnológica, ciencias de la naturaleza y el hábitat; área de la salud y área social y artística. Los servicios se agrupan y toman resoluciones que transversalizan a las Facultades. Está el Área de Posgrados, que no existía en 1958. El estudiante de posgrado no es reconocido como estudiante de la UdelaR. Hay infinidad de temas por el estilo. La integración del CDC, la proporcionalidad de los órdenes.  Hay puntos en los que existe acuerdo y otros de más difícil consenso.

Los funcionarios, ¿tendrían que integrar el cogobierno?

Esa es una discusión que hay que retomar. No soy contrario a que los funcionarios participen de los órganos de gobierno, todo lo contrario. Hemos avanzado mucho en que participen, no solo con voz, sino que también tengan voto. Hay instancias en las que ya lo tienen. En suma, propongo retomar la discusión, con acuerdos y desacuerdos, sobre la Ley Orgánica, en el intento de actualizarla, fundamentalmente en lo que tiene que ver con los aspectos de estructura. Hay que retomar esa discusión y actualizar los acuerdos que se habían logrado en 2010. Si eso no es viable, debemos seguir avanzando en una modernización de la estructura organizativa de la Universidad, dentro de la normativa vigente.

Hay otro tema que muchas veces entra en el debate, que es el gran aumento de la cantidad de estudiantes de la UdelaR. Están quienes sostienen que eso se ha producido en detrimento de la calidad de la enseñanza que se imparte. ¿Hay que seguir avanzando en la masificación de la Universidad? ¿Hay que hacerlo bajando la calidad? ¿Son compatibles cantidad y calidad?

Creo que la masividad de los estudios universitarios es un proceso que, en los hechos, va a seguir acentuándose. Hemos realizado una reforma de planes de estudio que va a facilitarlo, flexibilizando los tránsitos al interior de la UdelaR y apostando a que la desafiliación de los estudiantes de los estudios universitarios sea cero. Creo que vamos a seguir en dirección hacia generalizar la enseñanza terciaria. En otro orden, va a haber nuevas universidades públicas en el país. La UTEC es un  hecho; la UNET seguramente lo será. La UdelaR ya no se piensa sola, como único ámbito de formación universitaria. Con esto te quiero decir que se va a seguir ampliando la matrícula universitaria. Además, la Universidad tiene un desarrollo e implante en el Interior; al finalizar 2014 vamos a tener 10.000 estudiantes en el Interior. Esos estudiantes no son los pocos que tenían las condiciones de trasladarse a Montevideo, sostener su pensión o apartamento y vivir en la capital. Estamos hablando de un universo de jóvenes que ingresan a la UdelaR sin trasladarse a Montevideo. Además, la Universidad reconoce equivalencias a estudios y formaciones generadas en el ámbito laboral o en experiencias de vida; eso antes no sucedía. Hoy, la Universidad ha flexibilizado sus condiciones de ingreso, admitiendo formas equivalentes de acreditar conocimiento que no provienen estrictamente del ámbito formal. El tema de la masividad es un resultado del libre acceso de los ciudadanos a la educación superior. La gratuidad de nuestra enseñanza superior, es una de las condiciones de ese libre acceso. Acá ya nos movemos en la cuestión de los principios: si yo sostengo que la masividad es el problema, puedo llegar a borrar estos principios constitutivos. Por el contrario, yo creo que la masividad es el resultado de una política de libre acceso exitosa. Nosotros estamos por una política de libre acceso, de democratización de ese acceso a la educación superior y de ampliación de la cobertura a más estudiantes. Aunque suene genérico, creo que el desafío que se propuso la Universidad es conciliar libre acceso con calidad. Se plantean, a veces, como contradictorios. De hecho, la masividad genera algunos problemas: no es lo mismo un aula con 20 alumnos que con 200 o un laboratorio con cinco estudiantes y un docente que con veinte estudiantes y un docente. Sobre esto se han ensayado una cantidad de soluciones, de las que tendremos que evaluar sus resultados. Los grandes problemas que tiene la Universidad respecto a la masividad, se dan fundamentalmente en la generación que ingresa. Tendremos que disponer recursos y apelar a soluciones fundamentalmente dirigidos a esa generación. Creo que también debemos trabajar con la ANEP para elaborar un programa de interfase bachillerato - universidad, que empiece a atender la vocación y la problemática de los estudiantes, no el día del ingreso a la Universidad, sino antes.

No me parece que eso sea fácil.

No, no lo es. Pero está en la agenda, y estamos avanzando. Pero en resumen, yo me pronuncio por igualdad de derechos, igualdad de acceso, generalizar la educación terciaria, atendiendo de manera específica y direccionada las consecuencias no deseadas del fenómeno de libre acceso y de gratuidad de la enseñanza.

 

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2014-08-01T07:42:00

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias