Buquet
En memoria de Daniel Buquet
05.02.2015
MONTEVIDEO (Vadenuevo/Por Rafael Guarga, Miguel Galmés y Esteban Armellino) - Daniel Buquet Sabat fue colaborador y difusor de nuestra revista vadenuevo desde sus inicios, y publicó en ella varios artículos. El 9 de enero pasado falleció en México, su segunda patria. Se presentan tres evocaciones de diversos aspectos de su personalidad.
Dos años atrás Daniel, junto con su esposa mexicana Luz María Lavín, publicaba en México un texto extenso y muy documentado, titulado "Luces y sombras de la ciencia del siglo XX". Ese texto lucía el siguiente acápite:
"¡Siglo XX, cambalache*, problemático y febril!
Enrique Santos Discépolo**"
A pie de página se explicaba al lector mexicano que un "cambalache" era "una casa de empeño de segunda o tercera categoría donde en su vidriera puede lucir una biblia junto a un microondas (sic)"; y que "Discépolo fue el autor de varias decenas de extraordinarios tangos".
Así era Daniel. Muy culto, informado, con gran sentido del humor y entrañable rioplatense.
Si bien conocimos a Daniel en la Facultad de Ingeniería (pues era ingeniero aunque no se le notaba, como decían varios amigos comunes), su ámbito principal de actividad y de militancia fue el sindicato de los docentes de Enseñanza Secundaria (del que había sido fundador y presidente) y, en la Universidad de la República, la Facultad de Ciencias Económicas. En esta Facultad, Daniel desarrolló una brillante carrera en la docencia de matemáticas como, en nota aparte, lo destaca Miguel Galmés ex-Decano de dicha Facultad.
Luego del golpe de Estado, Daniel fue perseguido por su militancia gremial muy notoria y ello lo llevó al exilio en México. Fue allí donde, por casi una década, Daniel trabajó en la docencia universitaria y militó incansablemente en su condición de representante en México, de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT y luego PIT-CNT). Allí tuvo que establecer nexos de relación gremial y política con ámbitos, en muchos aspectos, muy distintos a los que aquí conocíamos. Su experiencia, su inteligencia y su bonhomía le permitieron, junto a otros compañeros del exilio (José Luis Blasina, Carlos Fasano, Esteban Armellino, Renato Ubriaco, Pedro Mastrángelo, entre otros) llevar adelante con éxito esa tarea, notoriamente muy importante por lo que nacional e internacionalmente significaba la organización de los trabajadores mexicanos.
En un reportaje reciente Daniel resumía así el trabajo de este equipo:
"A nosotros nos importaba mucho que la gente se enterara de lo que estaba pasando en Uruguay. En este tiempo las dictaduras más conocidas y combatidas eran la chilena y la argentina." Y ante la pregunta de si se había logrado hacer conocer la situación de represión feroz que se vivía en el Uruguay, Daniel respondió, en una suerte de balance de todos aquellos años de trabajo tenaz en el ámbito sindical y político mexicano: "Sí, razonablemente. Trabajamos con los secretarios de Relaciones Internacionales del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), con su secretario general, con el secretario general del SME, con el coordinador del Congreso del Trabajo, con Fidel Velázquez, secretario general de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), con Arturo Romo, secretario de educación de la CTM, también senador, que hizo una importante intervención en el senado sobre Uruguay, que redactamos juntos, con Francisco Hernández Juárez, secretario general entonces y ahora del sindicato de telefonistas, con los compañeros del sindicato de trabajadores universitarios (STUNAM), con otras centrales como la CROC, la COR, la CGT y otros sindicatos como el de mineros, el de petroleros, con la Universidad Obrera Vicente Lombardo Toledano, con el Instituto de Estudios Políticos y Filosóficos del mismo nombre."
La anterior respuesta muestra en qué medida el trabajo tenaz de aquel grupo de compañeros, que Daniel integraba en forma destacada, contribuyó a la lucha contra la dictadura uruguaya en el país que nos había otorgado el asilo político.
Sin embargo y a pesar de que su condición de militante sindical y político le insumía tiempo y mucha energía, el núcleo de sus inquietudes e intereses estuvo siempre radicado en los temas de enseñanza media y superior, en especial en la compleja y debatida área de la enseñanza de las matemáticas. Esta fue una constante que se manifestó en el país antes de salir al exilio, durante los años del exilio y, con mayor intensidad aun y ya de regreso al país, en los años posteriores.
Por ello, y ya de regreso del exilio en 1996, fue designado Profesor Emérito de la Facultad de Ciencias Económicas por su destacada contribución a la enseñanza en dicha Facultad y, tres años más tarde, luego de creados por primera vez en la Universidad de la República los cargos de Pro-Rector, fue el primer candidato que surgió para ocupar el cargo de Pro-Rector de Enseñanza, con todo nuestro apoyo en aquel momento.
A Daniel entonces, entrañable amigo y compañero del exilio y de la vida universitaria, vaya nuestro recuerdo y la esperanza de que, en el nuevo Uruguay que ahora se construye, su memoria y su ejemplo humano, sindical y político, inspire a quienes hoy tienen responsabilidades y compromisos en un ámbito de tanta trascendencia como lo es el ámbito educativo.
Rafael Guarga [1]
Evocar la figura del Prof Daniel Buquet, recientemente fallecido, implica para mí el recuerdo cariñoso de quien me formó en la docencia hace ya casi 50 años cuando siendo yo un joven estudiante de Ciencias Económicas me enfrentaba por primera vez a un grupo de estudiantes (casi coetáneos) en lo que entonces llamábamos "grupos prácticos" de Análisis Matemático. Buquet era entonces "encargado de la cátedra" y con una vocación y empeño admirables nos guiaba, nos enseñaba, nos aconsejaba con la autoridad que daba su sabiduría y manteniendo siempre el tono afable, la sonrisa a flor de labios y el humor que, a lo largo de los muchos años de amistad que allí se iniciaban, supimos disfrutar y valorar. Hace apenas tres meses, en lo que no imaginábamos sería nuestro último encuentro, café de por medio en el viejo Sportman, nos reímos de buena gana intercambiando chistes viejos y recordando anécdotas jocosas.
Los recuerdos se agolpan y sentimos que el dolor presente se mitiga con la dulzura de la nostalgia por una amistad lentamente construida. Amistad que se afirmó cuando la militancia en contra de la firma de la malhadada "declaración de fe democrática" que la dictadura quería imponernos como precio para continuar en la docencia en 1974; amistad que se reafirmó cuando, ya destituidos y, en el caso de Daniel luego de su pasaje por la prisión, tomó el camino del exilio y la firme determinación de la militancia antidictatorial desde el exterior que, en la medida de nuestras posibilidades acompañábamos desde "dentro". Amistad que se profundizó luego de aquella noche de 1984 cuando nos encontramos un puñado de compañeros en el Aeropuerto de Carrasco para confundirnos en un apretado abrazo con Daniel retornando del exilio y prontos a comenzar el camino de la reconstrucción de nuestra querida Universidad. La misma noche de su llegada me preguntó cuál sería el lugar para volcar la militancia por la Universidad (aún intervenida) y a los pocos días ya se había integrado a ADUR Ciencias Económicas, que se reunía por ese entonces en el local del Colegio de Contadores en la calle Colonia. Y allí comenzó un nuevo período de consolidación de nuestra amistad: consejos sobre cómo cambiar la enseñanza de la Estadística de acuerdo a su experiencia en la UNAM; ideas sobre cómo recuperar un Instituto de Estadística devastado y vacío de contenido; visitas a viejos docentes para convencerlos de acompañarnos en la tarea que nos proponíamos desde ADUR; visitas a figuras políticas para solicitar apoyo en el camino que emprendíamos. Luego, su restitución a la Cátedra de Matemática I, nuestro trabajo conjunto en la Universidad, su pasaje por el Consejo Directivo Central, el sufrimiento por el destrato que sufrió cuando los estudiantes, nada menos que los estudiantes a quienes dedicó su trabajo docente de toda la vida, junto con parte del orden docente, le negaron el voto para el justo reconocimiento que significaba su designación como Pro-Rector de Enseñanza. El reconocimiento se lo había otorgado ya la Facultad de Ciencias Económicas cuando en 1996, año de su retiro, le otorgó el título de Profesor Emérito en un acto multitudinario, emotivo y, sobre todo, alegre.
Al Profesor, al amigo ocurrente, al amante de los buenos tangos, que en sus años juveniles había trabajado en radio en un famoso programa humorístico haciendo un par de personajes que cada vez que lo recordábamos reíamos de buena gana, que nos maravillaba con el "malabarismo táctil" como le decíamos, cuando con el pulgar y el mayor de su mano derecha hacía malabares con cualquier objeto que se prestara (una tiza, una cucharita de café, su pipa) mientras hilvanaba una respuesta, pensaba la demostración de un teorema o recordaba un chiste, al querido Daniel lo llevaremos siempre en nuestro corazón.
Miguel Galmés[2]
Escribir sobre Daniel para alguien que tenga cierto oficio puede ser sencillo, pero no es mi caso.
A Daniel sin duda se le recordará por sus variadas facetas. Como matemático, como profesor o como compañero de trabajo o de militancia. En todas ellas Daniel se destacaba por la excelencia de su labor.
Recuerdo uno de los momentos en que vi a Daniel más alegre y feliz.
Fue en ocasión del pasaje por México (donde ambos compartimos el exilio) de un grupo de viaje de estudiantes de Ciencias Económicas. En dicha Facultad Daniel había enseñado matemáticas durante unos cuantos años previos a la intervención de la Universidad. Con los estudiantes, que lo recordaban con enorme cariño, y con el docente que acompañaba al grupo (que también había sido su alumno) Daniel tuvo una larga jornada de confraternidad, recordando el pasado e imaginando un futuro no lejano en un Uruguay sin dictadura.
También quiero recordar ahora a otro Daniel. Otro Daniel que tuve el privilegio de conocer y con quien milité durante los casi 10 años de exilio que compartimos.
Algunos compañeros del exilio y de militancia en el Uruguay me habían anunciado (ya en México) que iba a tomar contacto conmigo un compañero llamado Daniel.
En aquellos primeros meses de exilio en México se comenzaba a organizar la militancia y esto se hacía en el marco de una semiclandestinidad, pues nadie sabía realmente qué libertad teníamos los asilados políticos para llevar adelante, en el país que nos había concedido asilo, actividades políticas contra un gobierno (el uruguayo) con el cual el gobierno mexicano tenía relaciones diplomáticas.
Así lo conocí. Daniel era el compañero designado por la dirección de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) clandestina en el Uruguay como responsable en México.
Con su viejo Opel, que solamente él sabía manejar porque ponerle los cambios era una suerte de sortilegio matemático, me pasó a buscar por el hotel Versalles, donde el gobierno mexicano nos había alojado a los asilados políticos uruguayos.
Allí nos conocimos y fuimos hasta un barrio muy alejado del hotel (a la escala uruguaya de distancias urbanas), donde se hacía una reunión en la casa de un compañero. Ese compañero vivía en un quinto piso sin ascensor y estábamos a 2200 metros sobre el nivel del mar. Para Daniel, muy ágil mentalmente pero no tanto físicamente, fue toda una odisea llegar al quinto piso y cada tanto paraba, tomaba aire y nos decía, entre bromas: "Compañeros, hay que cambiar el lugar de reunión".
Desde ese día hasta el último, cuando nos anunció que se venía para Argentina donde había una reunión de la CNT y que, terminada la misma, entraría al país junto con otros compañeros, Daniel no cejó de militar. Militancia orientada siempre a desarrollar la solidaridad de los sindicatos mexicanos con la CNT y el pueblo uruguayo
Esa tarea, que tuvo a Daniel como cabeza más visible, pero en la que participaron decenas de compañeros del exilio, no fue sencilla, dada la verticalidad en la organización de los sindicatos, mexicanos. Por ello fue necesario reunirnos con Fidel Velázquez, que, en aquella época era el jefe máximo de la central de trabajadores mexicanos (CTM). Para lograrlo tuvimos que desarrollar una paciencia infinita. Durante un largo período debimos hacernos presentes todos los días en la secretaría de la CTM recordándole a los variados secretarios que nos atendían que los trabajadores uruguayos habían solicitado una entrevista, etcétera. Así me tocó varias veces acompañar a Daniel en esta tarea.
Luego de constatar que la entrevista se había postergado una vez más, muchos de nosotros intentábamos convencer a Daniel de que estábamos perdiendo el tiempo; y ahí Daniel nos recordaba que nuestro tiempo le pertenecía a los compañeros presos en el país. Nos decía que no había que aflojar; que teníamos que tener claro que desde exilio no íbamos tirar abajo la dictadura, pero que si conseguíamos que durara un minuto menos podíamos estar salvando la vida de un compañero.
Mil cosas podríamos contar de Daniel militando en aquel exilio compartido y a quien suelo recordar con un vaso con tres hielos en la mano, cambiando la letra del tango "Uno..." y acomodándola al lenguaje popular mexicano.
Muchos tuvimos la suerte de conocerte y militar junto contigo. Por siempre gracias, Daniel.
Esteban Armellino[3]
[1] Ex-Decano de la Facultad de Ingeniería y ex-Rector de la Universidad de la República.
[2] Ex-Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y ex-Vicerrector de la Universidad de la República.
[3] Ex-Presidente de la Cooperativa del Vidrio CODARVI.
Publicado en Vadenuevo
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias