MICO

Murió Américo Roballo: nuestra compañera la muerte

16.04.2013

MONTEVIDEO (Uypress/Esteban Valenti) - La muerte debe ser el tema más tratado en la literatura y ni que hablar en el periodismo. En un control que hacemos de las palabras por las que se buscan las noticias en UYPRESS, por lejos figuran en primer lugar en todas las variantes de: murió, muerte, etc.

Tenemos un rechazo y una atracción especial por la muerte. La muerte le da a todas las cosas significados diferentes. No tengo ni la más remota pretensión de interpretar las causas. Es un dato que me llamó la atención.

Me llamó la atención relativamente, porque yo también le presto atención a las noticias que tienen la muerte como protagonista. Las grandes agencias tienen una cuota de muertos para que una  noticia figure y se distribuya en su red internacional.

La muerte nos reúne. Es una despedida, un reencuentro donde olvidamos o disimulamos distancias, olvidos, tensiones y desfilamos silenciosos frente a alguno de los nuestros, sus restos, sus familiares, amigos, compañeros, sus flores y sobre todo sus recuerdos, los recuerdos endulzados por la muerte. Al final del camino todos nos ponemos más generosos, como tributo y por un poco de piedad.

Esta semana encontraron sin vida a Américo Roballo, el “Mico”, yo lo afilié a la UJC cuando el tenía 13 años y yo 15, los dos estudiábamos en el liceo Carlos Vaz Ferrerira el No.10 de Malvín. Comenzamos organizando una agrupación gremial y luego se incorporó a la Juventud Comunista. Desde siempre fue muy enfático.

Era sobrino de Alba Roballo, su familia era de origen batllista. Desde su incorporación a la militancia en los estudiantes comunistas de secundaria fue un apasionado militante, un torrente de entusiasmos, de convicciones, de palabras. No voy a contar su historia.

No dejó nunca de militar, en el sentido más completo de la palabra. Fue detenido por primera vez en 1976 y salió en libertad en 1979. Todos lo que lo conocimos sabemos que de inmediato se incorporó nuevamente a la resistencia, sin muchos cuidados y en 1981 volvió a ser detenido y recién recuperó su libertad en 1985, luego de la recuperación democrática.

Ni siquiera tomó impulso, se dio un tiempo, comenzó nuevamente a militar de inmediato. Mico militaba en todo, en la política y también en sus trabajos, que encaraba con un entusiasmo envidiable. Por eso duele especialmente la forma de su muerte, de su dejarse morir.

Vivía en Maldonado, trabajaba en Maldonado. No importan los detalles, pero todos sabemos que se dejó morir, que buscó la muerte. Cuesta reconocerlo, es un golpe duro para todos nosotros. Mico decidió morirse. Duele más, porque aunque queramos huir, es una derrota para todos.

¿Cuántas cosas le habrán pasado a Mico para llegar a esa situación? ¿Cuántas derrotas, cuanta desesperanza? ¿Cuánto hay de secuelas de la cárcel? Esto último nunca lo sabremos a ciencia cierta, pero en todos nos quedan enormes dudas.

Américo fue un-co fundador y militante de Crisol, en varias oportunidades hablamos sobre la movilización y los temas de los ex presos políticos. Nada es mecánico, nada es simple y los razonamientos fáciles sobre las consecuencias, los resultados en cada uno de los miles de presos de aquellos años terribles, es parcial e incompleta. Pero que las heridas no se quedaron encerradas en las celdas, no hay ninguna duda.

Ser militante revolucionario tenía entre sus convocatorias románticas la muerte como una de las acompañantes, como una compañera de viaje. Mico tenía 63 años, prefirió la muerte a otras derrotas, a otras zozobras, a otros repliegues. Es, como cualquiera comprende una decisión absolutamente personal, que además tenían antecedentes recientes, pero al menos para mi es un eslabón más de la cadena de derrotas colectivas. No puedo evitarlo y escribir esto ni siquiera me consuela.

Los fuimos a despedir, contamos anécdotas, los recordamos, yo tendría una lista interminable de relatos compartidos, desde cuando éramos adolescentes demasiado serios y solemnes. Mico, como muchos de nosotros se desdibujó en la desbandada, en el repliegue, que para muchos puede ser asumido como un episodio importante, pero en definitiva como una estación más en el largo trayecto y para otros como un naufragio inexorable.

Lo recuerdo, lo escucho, lo miro en las manifestaciones, las pegatinas, las reuniones, las pasiones compartidas, en su torrencial manera de hablar, en sus entusiasmos extremos y me cuesta mucho imaginarlo sentado en un bosquecito de Maldonado dejándose morir. ¿Debía pedir ayuda? ¿Lo había hecho? ¿Podíamos ayudarlo? A esta altura todo es tarde, todo es inútil, si surgen estas preguntas con fuerza es porque está muerto, porque buscó y encontró esa compañera inexorable e inevitable que es la muerte.

La muerte es el fin del funcionamiento biológico, pero es terrible cuando antes es el fin de la otra vida.

 

Actualidad
2013-04-16T16:50:00

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias