“Libertad, libertad, sin ira libertad”
Carlos Pérez Pereira
30.10.2020
ACERCA DE LA PROPUESTA DEL SENADOR OPE PASQUET CONTRA EL LENGUAJE INCLUSIVO.
Cuentan que un General romano, conquistador a punta de espada de un pueblo escondido entre los montes de la Hispania, pidió consejos al Gobernador General de Iberia para saber qué hacer con el pueblo conquistado. La escueta misiva, decía: "Cobramos tierras, cosechas, animales, mujeres, niños. Mayoría guerreros trabajan encadenados. Los haremos romanos, pero nos cuesta hacerlos hablar en latín. Cuando lo intentan, lo hacen en forma incorrecta. Aguardamos instrucciones."
La respuesta del Gobernador fue más sintética todavía: "Insista con el latín. Si no se logra, como sea suprima lengua. Envíe resultados inmediatos".
Dos semanas después el General contestó: "Órdenes cumplidas. Suprimimos lenguas mayores de un año. Antes del año no hablan". El mensajero traía también 4 bolsas que contenían 8000 lenguas humanas extirpadas.
La historia de la civilización muestra que aquellos pueblos que impusieron su dominio a otros, además de arrebatar sus tierras y bienes, también quisieron borrar la cultura, las costumbres, las religiones y hasta los idiomas o dialectos, mantenidos desde tiempos inmemoriales. O los reglamentaron para que incidieran lo menos posible. En lo referente a las lenguas de los perdedores o sometidos, los ejemplos de intentos para "extirparlas" a fuerza de leyes, decretos, ukases, y un sinfín de "golpes civilizatorios", abundan. Otras veces la imposición de lenguas de conquistadores se hacía a sablazos y/o cañonazos. Aunque con éstos últimos, en general no solo se hacía desaparecer lenguas, sino también a los humanos hablantes, para cortar por lo sano. En lenguaje jurídico moderno, después de los juicios de Núremberg, a eso se le denominó genocidio.
La imposición a palos o con sangre, de hablar una lengua diferente nunca fue fácil. Las lenguas nativas se constituyen en un factor identitario de los pueblos y oponen una colectiva -y a veces silenciosa- resistencia a la opresión. "Callan ante la presencia de una autoridad, pero luego hablan a su espalda y a sus anchas", se quejaba un sincero personero de explotadores en México colonial. Se dice también que aquella bestial medida del General romano piedeletrista, obligó a los emperadores a cambiar la estrategia con los pueblos sometidos. Más avivados, dieron órdenes a sus delegados en territorio para que redactaran los decretos y sentencias en lenguas locales. De ese modo la gente comprendió mejor las órdenes y la sumisión se hizo sin tantas pérdidas ni sacrificio al cuete de mano de obra esclava. La mezcla del viejo latín con los dialectos locales dio origen a las lenguas romances (por Roma), entre las cuales están el castellano, el portugués, el catalán, el francés y otras. Los emperadores y dirigentes romanos eran pragmáticos, por eso su Imperio duró siglos.
Y no hay que ir tan lejos en el pasado para encontrar ejemplos, cuyos efectos aún perduran. En México, Centro y Sud América, las lenguas de los nativos no solo sobrevivieron a la embestida baguala de los conquistadores, sino que transmitieron su influencia al castellano y al portugués implantados en el sub-continente. Fue una pequeña revancha de los sojuzgados: me dominarás, pero yo hablo como quiero y no como quieras vos. Esa resistencia secular aun se sostiene para bronca de los genocidas por convicción filosófica. Biblias en ristre y lenguaje punitivo de discursos pre-conciliares, los aniquiladores claman por ajuste de cuentas con quienes consideran extranjeros en sus propias tierras. Quienes sostienen que matando al idioma matan la manera de pensar y de ser, porque matan la identidad de los pueblos, si ven frustrados sus intentos, apelan a extirpar lenguas con cabeza y todo de sus portadores. No aprovecharon la mala experiencia de aquel General romano.
Más cerca en la historia hay otros ejemplos: El franquismo victorioso en la Guerra Española quiso extirpar la lengua de las provincias que más se opusieron a la violencia anti-democrática y anti-republicana del fascismo español. En Catalunya, Países Vascos, Andalucía y otros, se quiso hacer desaparecer el idioma original o el local, para imponer el español como único idioma en centros de Enseñanza y en el habla de la gente en las calles y en sus casas. No pudieron; hubo que echar marcha atrás y aceptar el bilingüismo. Y al final se convencieron los ortodoxos de la lengua, que quien habla diferente el español, no es porque lo habla mal, sino porque habla -precisamente- diferente. Quizás, desde el punto de vista filosófico, quien realmente habla mal es este tipo de ortodoxos de la lengua, inaceptable hasta para la Real Academia Española (RAE).
El habla del homo, esa formidable fase en la transformación de las especies animales, que significó pasar del pre-homínido al homínido, tal como es ahora, es un instrumento para que la gente se entienda, y no una disposición dogmática que se pueda decretar con reglas inmutables. Porque, de ser así, estaríamos congelando por la fuerza una estructura que es esencialmente transformable, gracias a la cual las lenguas son tan ricas.
El Senador Ope Pasquet presenta un proyecto de Ley para establecer, como idioma oficial de la República Oriental del Uruguay, al idioma español, y hasta ahí todo bien. Pero una cosa es establecer como oficial una lengua, y muy otra es imponer normas para hablar o escribir. Podríamos presumir que el propósito se reduce a los documentos oficiales, provenientes de oficinas de los tres poderes del estado o municipales, pero no. Primero porque eso siempre se hizo y se hace, y segundo porque entre los argumentos del proponente, insumos de lo que los juristas denominan "el espíritu de la ley", está esto: "La libertad de cátedra no exonera del deber de cumplir con lo dispuesto por la presente ley", lo cual supone establecer reglas para la enseñanza (pública y privada). Porque, hasta donde sabemos, es allí donde se puede ejercer la tal "libertad de cátedra". Seguramente luego, en la reglamentación (que deberá decretarse para que no sea una ley inaplicable), vendrán las sanciones a quienes incumplan. No se sabe todavía, pero sin las sanciones, las leyes se vuelven inaplicables.
El Senador proponente no debe compartir la afirmación del Señor Presidente, quien anunció que querría terminar su mandato, sabiendo que en su presidencia logró hacer más libres a los uruguayos. Está bueno eso, pero entonces ni hablemos de los recortes, restricciones, retaceos, ninguneos, y todo lo que significa achiques a la vida, a la economía, a los derechos, etc. etc., que vienen en la Ley de Presupuesto y en la LUC, porque ahí ya no solo no se propician o amplían libertades, sino que las recortan a cara de perro. Tras cartón, uno de sus legisladores ataca el tema del idioma con espíritu restrictivo, reduccionista y reglamentarista. Y extirpador también, porque aunque no sugiere cortar las lenguas de quienes no hablen o no logren hacer hablar según las reglas, propone más cortes y más restricciones. O sea: ¿libertad de quién y para qué cosa? Por confesión de parte ya la Libertad de Cátedra no sale beneficiada y será un derecho menos, si el engendro se perpetra como ley.
El doctor Ope Pasquet "considera que el Estado debe tomar partido en el asunto del lenguaje inclusivo, que desde su perspectiva es simplemente una forma incorrecta de usar el español" (según informa el Portal del Partido Colorado).
¿Qué autoridad tiene el señor Senador para imponer su perspectiva como válida? Ni la RAE se erige como una entidad que impone una lengua coactivamente, sino que se remite a registrar el idioma en uso y a atender todos los cambios que en él se producen, aceptando usos y costumbres lingüísticas locales y regionales. ¿Puede pretender un legislador, por más credenciales que tenga como tal, determinar qué es lo correcto o incorrecto en el habla de les uruguayes? (esto último lo puse ex profeso).
Espero que no le sigan el apunte, y me niego a pensar que su recurso de apelar a la Academia Nacional de Letras, entre quienes hay versados conocedores de estos asuntos lingüísticos, encuentre eco en esa Institución. Sería un lamentable despropósito.
Carlos Pérez Pereira
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias