Una foto y una reflexión

Carmen Blanco Catenaccio

25.06.2021

Una pequeña niña con un conejito en su mano, inseparable compañero de juegos y quizá interlocutor válido para su corta edad, mira a través de los vidrios de una ventana un cielo con nubes pero esplendoroso que invita a salir. Hay una contrastante magnificencia entre ese celeste y blanco tan vívidos, con la serena nostalgia que provoca la niña que mira, como resignada.

 

Esa niña vive su tercer año de existencia en tiempos de pandemia. Es muy poco lo que se ha relacionado con otros niños y no sabe lo que es jugar libre en un parque o en una playa interactuando con sus pares, Sus padres la cuidan, y para eso tienen que cuidarse a sí mismos. La han llevado de vacaciones a un precioso lugar del interior de nuestro país donde pasarán unos días fuera de su casa. Caminarán por el aire libre, jugarán con ella y tratarán de hacerla sentir cuán maravillosa es la naturaleza, los animales del lugar, lo novedoso fuera de su casa y del pequeño mundo que conoce. No es la primera vez que conoce destinos de este tipo, siempre con mamá y papá.

Ella es una niña feliz, tiene el amor y mucho tiempo de sus padres, y de su familia más cercana. Pero hasta ahora, es la única niña entre adultos. Ella ríe, ella juega, ella sabe dar y recibir afecto, imita las acciones de los grandes, y en su candidez, no entiende nada de lo que pasa a su alrededor.O tal vez, sin saber, entiende todo.

No sabe del peligro, de vacunas, de muertes. Pero sí sabe que no es totalmente libre. Que hay muchas cosas que no puede hacer. Que las pocas veces que su familia incluye abuelos y tíos en una reunión, todos llevan máscaras. Y que sus padres y toda la gente grande anda por ahí con esas raras prendas en la cara que tapan las sonrisas. Y así ya va pasando la mitad de su vida. Un año y medio que serían treinta para mí, que soy su abuela. ¡Demasiado tiempo! Aún para una niña que tiene todos los privilegios por ser una niña amada y cuidada.

¿Cómo recordará este tiempo cuando sea un poco mayor? ¿Qué sentirá cuando tenga que empezar la escuela y dejar a sus padres de los que no se ha separado nunca? Y, ¿qué recordará cuando sea adolescente? O tal vez, ¿qué sentimientos evocará de su infancia al llegar a la madurez?

Me pregunto: ¿qué pasa con los niños que a esta situación agregan malas condiciones de vida, económicas, sanitarias, de vivienda, familiares...? ¿qué secuelas quedarán en ellos, desprotegidos en un mundo hostil y peligroso?

Seguramente de eso hablarán los especialistas, y ya lo están haciendo. Pero yo siento que cuando se piensa en tomar decisiones que permiten la libre circulación de quienes toman su libertad como bandera para la irresponsabilidad que nos atrasa a todos, y nos mantiene en este pantano, seguramente no se piensa en los años de niñez robada, de juegos compartidos con pares, de la tan necesaria sociabilización con el amigo, ese que es tu reflejo, tu alegría, tu novedad, y tu vehículo para ir convirtiéndote en un ser en sociedad

.Es cierto que uno es con sus circunstancias, pero con mayor inteligencia, algunas circunstancias podrían ser más breves y causar menos dolor. Los niños merecen el esfuerzo.

Carmen Blanco Catenaccio es Prof. de Literatura, Lic. en Educación, Post grado en Gestión de Centros Educativos. 

Foto: @mario_marottajr

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2021-06-25T07:35:00

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