CULTURA Y CIVILIZACIÓN (Segunda Parte)

Daniel Vidart

06.12.2012

I- Cultura material: una incongruencia No se debe biologizar la cultura, confiriéndole un ser supra orgánico según el término- y tras él la concepción macrobiologicista- de Kroeber, ni materializarla, confundiéndola con sus objetivaciones. Esa distinción entre cultura espiritual y cultura material, como a menudo se dice, aún por distinguidos antropólogos, no tiene asidero lógico alguno.

Tomemos al juego como ejemplo. El juego, en tanto que actividad lúdicra, es un componente de la cultura: no son en cambio cultura propiamente dicha ni las raquetas de tenis, ni las pelotas de fútbol, ni los naipes o los dados. Estos precipitados materiales constituyen meras prótesis o prolongaciones del cuerpo humano que objetivan, u objetualizan, dicha cultura. Tienen significado en cuanto existe un previo consenso acerca de su adecuación y funcionalidad operativas. Pero no son cultura: la cultura está del lado de quienes se sirven de dichos artefactos. Bien dice Jonson:

"La cultura es abstracta en el sentido de que se manifiesta en la conducta y en los resultados de la conducta, pero no en la conducta misma ni en sus constructos tangibles .Muchos sociólogos [y antropólogos, agrego yo ] distinguen entre cultura material y no material. En ese sentido la cultura material designa a las cosas tangibles que han sido creadas, hasta cierto punto [¡cuidado! hay animales que construyen o funcionalizan determinados objetos] por el hombre .Estas cosas a menudo son llamadas artefactos u objetos de la cultura, como las casas, los muebles de la casa, las herramientas y las obras de arte [ ....] Al igual que la conducta, los artefactos son, por supuesto, culturales, pero en tanto que objetos concretos no son parte de la cultura " ( 8 )

El autor agrega luego que no se puede " aprender un artefacto", aunque si el modo de hacerlo, de manejarlo y comprender para qué sirve. Las técnicas, los modos de hacer son cultura; pero no lo son sus productos, los artefactos, las prótesis, las prolongaciones del cuerpo humano como el martillo ,por ejemplo. Por otra parte los constructos que no son artefactos sino maquinarias enormes y complejas como un acorazado de guerra o una represa tampoco aprenden a manejarse por si solos por mas robotizados que estén. Quien los robotiza es el cerebro del ingeniero, la inteligencia del inventor, la habilidad del técnico. Estos gigantes que surcan los cielos o modifican la superficie de la tierra podrán, simbólicamente, constituir sucedáneos metafóricos del Golem, ambiental y ecológicamente considerados. Pero vistos desde la desnuda realidad son los esclavos técnicos de la humanidad, y no sus amos. Repiten lo programado, obedecen a quien, desde afuera, mecánica o electrónicamente, los pone en movimiento.

Hay un pensamiento de Rabindranath Tagore que revela el foso cualitativo que separa el objeto, absorto en su propia y congelada mismedad, y la actividad sapiente y sintiente del creador de cultura, en este caso la musical. : "Tengo sobre mi mesa una cuerda de violín. Yace en muda libertad. Refuerzo uno de sus extremos y responde. Todavía conserva su abstracta libertad. Pero no es capaz de hacer lo que supuestamente debe hacer una cuerda de violín, o sea la música. Entonces la tomo, la coloco en mi violín, la templo, la rasgo. Solo entonces es capaz de ser una cuerda de violín "( 9 )

Supongamos ahora el caso de un cuadro, un artefacto - y decir así en este caso no es irreverente - que habla a nuestros sentidos, que es visible y tangible, no importa su desamparo estético o su impactante calidad artística Es, en suma, un producto de segundo grado, constituye la creación de un pintor. Por si mismo consiste.

a) en un plano recipiente de especial naturaleza:- tela, madera, cartón, seda, de especial urdimbre; b) una superficie pintada al óleo, a la acuarela o al pastel, y todos los etcéteras que se inventen, es decir, un conjunto de sustancias tradicionales o no que la recubren con sus formas y colores; c) un marco sólido que arma y sostiene los elementos antedichos.

La ajenidad del autor, la expresión inerte de lo representado –arte figurativo, abstracto o concreto-, la expresividad del tema desarrollado por la actividad técnica y creativa del artista, no corren por cuenta suya sino que responden al trabajo del pintor. El cuadro no se generó por sí mismo. Fue concebido y fue pintado por el Otro, por el sujeto humano, por Torres García, por Bruegel, por Figari, por Goya, que lo hacía por la noche, colmando de velas encendidas el ala del sombrero y dándole duro al láudano, una alucinógena fuente de inspiración. Y así nacieron sus Caprichos, sus brujas cabalgando escobas, sus monstruos alegóricos, toda una fauna simbólica, que apuntaba a personajes reales, a figurones de su tiempo, convirtiéndolos en entes ridículos, bestiales o satánicos.

Los cuadros de un van Gogh o de un pintamonas callejero son fragmentos de cultura objetivada. Son un objeto sin alma ni vida. Son meros receptores de lo que la genialidad mental y destreza manual del pintor congelaron para siempre, sin ulterior transformación propia, sin escapatoria posible de su féretro coloreado, donde duermen para siempre el cadáver de la belleza o el espantapájaros de la frustración.. Lo que se contempla no es obra del objeto, de la materialidad semoviente y sintiente: se debe al trabajo, a veces agobiante y heroico - pensemos en el sacrificio de Miguel Angel decorando el techo de la Capilla Sixtina - de quien volcó en el receptáculo de esos materiales de por sí inexpresivos el contenido de su imaginación creadora. El cuadro, pues es una cosa y solo una cosa, no un ser cultural y si un precipitado específico, materializado, de la cultura. Esta lo muestra como un producto de su ipseidad, no como cultura propiamente dicha. Los sentimientos de repulsa o aplauso que crea en el espectador tampoco responden a una entelequia propia. Detrás y antes de la obra están la genialidad o la torpeza de quien la realiza. La cultura está del lado de los hombres y no de las cosas. Pero he aquí la dialéctica secreta, la astucia , si no de la razón, del boomerang de la superestructura que golpea en las meso y las infraestructuras de la sociedad. La cosa impacta en la persona. La cultura se nutre con cadáveres exquisitos, con los sedimentos acarreados por la corriente del pensamiento y las marejadas de la inspiración. Estas fuerzas exteriores a la materia significativa provienen de los seres cultos, de los portadores de valores, de los receptores de la tradición, de los lazarillos de lo nuevo. Son los arrecifes de la historia creada y a la vez vivida por aquellas criaturas bípedas e implumes, como decía Platón al referirse al los humanos, extraños y admirables animales que a lo dado por la Naturaleza complementaron con lo prestado – el hombre está de paso- por la convención aprendida y enseñada, distinta de pueblo a pueblo. Y tambien cambiante: con lentitud en las “sociedades frías”- la de los aborígenes selváticos- y con rapidez en las “sociedades calientes”- como la nuestra.

Para terminar con este aspecto, referente a la inexistencia de una " cultura material", someto al juicio del lector la opinión de un antropólogo español. " Definimos como cultura, sobre todo, el modo común de pensar organizado de los individuos de una sociedad en orden a producir actividades sociales coherentes, tanto de acción material como de acción espiritual" ( 7 ) La acción material, o la actuación sobre la materia, como sería mejor decir, es cosa del sujeto. La materia es de por sí pasiva e inexpresiva. Pertenece a la Gea impasible, pese a las virtudes adjudicadas por el mito; obedece a los caprichos del azar y la dictadura de la necesidad. No tiene el don de la libertad manifestada en la cultura en tanto que acto acordado en el pacto social que, gracias a las normas, convierte a la muchedumbre en sociedad consciente de sus derechos y deberes, no obstante los desmanes de los asesinos carismáticos, desde Asurbanipal a Hitler. Recibe el mandato del sujeto creador, ya sea un obrero, ya sea un científico, ya sea un artista, que al cabo todos son obreros en cuanto que realizan sus obras a partir de la obediencia de la materia y de la actividad técnica , esto es humana, cultural, que la modela.

Tejné en griego significa hacer algo, ya material, ya intangible, con la metodología correcta y, de ser posible, de satisfactoria calidad.. Hay técnicas de la materia, como fabricar una silla y técnicas del espíritu, como el arte de escribir un poema. Y las hay tambien del cuerpo, como lo estableciera Marcel Mauss.

Dicha característica - esto es, la inmaterialidad de la cultura - conduce a reflexiones que orillan lo filosófico. Si se destruyeran de pronto todos los aviones o se fueran a pique todos los barcos, las sociedades humanas pertenecientes a nuestro tiempo, el de la edad maquinista, que cuenta con ingenieros y obreros, amen de aparatos dotados con "inteligencia artificial" –otorgada por el hombre y no nacida de matriz independiente- podrían iniciar la recuperación de lo perdido. Con palabras de Marx lo reafirmo: las cosas creadas o por crear están en el cerebro y las manos de los hombres y no en la volición de las cosas creadas. Asi lo decía en el libro Tercero de El Capital :”Si se destruyeran todos los puentes del mundo podrían reconstruirse, porque ellos no son obra de la Naturaleza sino productos de la inteligencia humana, encarnada en los ingenieros”.

Repito, pues: la cultura reside en la cabeza de los hombres, no en los objetos por ellos construidos, gracias a la utilizacion de técnicas apropiadas. Dichas técnicas se almacenan, memoriosa y ordenadamente, en la mente de quienes las emplean y, por ende, constituyen parte de la cultura. Pero no son cultura los tecnofactos elaborados por los pueblos premaquinistas o por las sociedades industrializadas. Los tecnofactos - conviene decir artefactos para no utilizar un centauro lingüístico, mitad griego, mitad latino - fabricados por los hombres conforman objetos tridimensionales que surgen en sitios in door, en los talleres, o contribuyen, out door, a la estructuración paisajística - y a menudo a la destrucción ambiental - del espacio geográfico.

Esta segunda naturaleza, de carácter artificial, influye a su vez, como antes se dijo, sobre la cultura propiamente dicha. El empleo del rifle o del hacha de hierro transformó las costumbres de los pieles rojas de las praderas estadounidenses y de los indios de la Amazonía. Ambos préstamos eran productos objetivados de la cultura occidental, sin ser en sí cultura, pero con su utilización se alteraron profundamente las culturas primarias de los cazadores y plantadores aborígenes. Ello se debió a las consecuencias sociales y económicas desencadenadas por el complejo cultural de las armas de fuego y el complejo cultural de los instrumentos de metal cortante, artefactos que, considerados en si mismos, no son los autores de su temporalidad material ni de su espacialidad objetivada. Ni de sus aplicaciones preconcebidas por la mente humana. Todo lo que revelan mediante su actividad significativa fue puesto en marcha por el hombre que los fabricó y los utilizó. Son , en todo caso, recipientes transformados en agentes de segundo grado, porque el agente de primer grado, el de la creación consciente y la prospectiva programada, es el Homo sapiens, que a la vez es faber, viator, loquens, oeconomicus, religiosus , spiritualis y, sobre todo, prospector.

Existen animales capaces de fabricar objetos, y aun construcciones complejas, como las abejas o los castores, entre muchos otros, pero sus realizaciones están ordenadas por el instinto. Siempre son iguales. No se aprenden, no se enseñan: brotan de los secretos mecanismos de supervivencia almacenados en un programa fisiológico rígido e invariable.

Un viaje etimológico

Vamos a retroceder al fondo de los tiempos, en busca de la fuente lingüística indoeuropea. Veremos entonces que las voces cultura y civilización poseen fuentes a veces insospechadas. Y para comprobarlo comencemos por el rastreo de los orígenes del término cultura.

Cultura deriva de la voz latina colere, o sea cultivar. Pero es necesario, para comprender ciertas singularidades, remitirnos a la originaria raíz indoeuropea. La raíz indoeuropea K(w)el indica, en el orden de los sustantivos, algo de forma circular, y, en el de los verbos, la acción de dar vueltas, de ir en derredor de algo. De aquí provienen dos ideas generales.

Una es la del círculo o circularidad, la del desplazamiento circular, re-volucionario, esto es, de retorno al punto de partida luego de una trayectoria orbital. Un orden social se destruye para instaurar otro; un astro parte de un punto dado para volver a él. Aparecen así, al precisarse la familia de lenguas de raigambre indoeuropea, el kyclos griego y el circulus latino.

La otra idea se refiere a ocuparse de algo, al andar rondando alrededor de un asunto o un sitio, volviendo una y otra vez a esa pre - ocupación y a esa acción. En este caso se precisan las nociones gemelas de habitar y cultivar. Ambas derivan la raíz latina colo. Efectivamente, el vaivén entre la casa donde se come y duerme y el sembrado donde se trabaja y suda configura la circularidad cotidiana y aún estacional existente entre el reposo doméstico y el esfuerzo productivo en el surco, entre la cosecha a cielo abierto y la fiesta aldeana que la celebra, entre el cultivo agrícola profano y el culto religioso que lo con - sagra, que lo convierte en sagrado .De colo surge colere, voz matriz que ata en un solo haz las acciones de habitar, cultivar y rendir culto a los dioses que cuidan del hombre y sus bienes, que ayudan a nacer a los niños y alimentarlos para que mañana se conviertan en labriegos, los productores primarios cuyos trabajos mantienen a la comunidad.

El asentamiento humano donde reside el incola, el habitante, es la contrapartida y la complementación del colere, el cultivo del agro. Es también la sede familiar del cultus, que ya puede ser el ceremonial grato a a los dioses lares (cultus deorum), ya el de las actividades que perfeccionan el cuerpo y el alma ( cultus corporis, cultus animi, cultus menti) .


Digresión sobre el trabajo y el ocio

El cultivo del agro requiere esfuerzos agobiantes, a veces duros como un tormento, y de aquí, probablemente, proviene la voz trabajo, derivada de tripalium, un siniestro artefacto compuesto de tres palos a los que se amarraban los condenados a ser azotados. Tripalium es una voz que aparece en el siglo VI, cuando el viejo latín se corrompía y comenzaban a empollar las lenguas romances. Los romanos hablaban de labor cuando se referían al trabajo: ímproba labor omnia vincit, por ejemplo, significaba que un trabajo afanoso y porfiado llevaba al triunfo contra todos los obstáculos opuestos, ya por la naturaleza , ya por el hombre. "Obra de romanos" se dijo para alabar los extraordinarios esfuerzos constructivos. El mástil erigido en la cumbre del cerro de las Animas enseña, a su pie, este calificativo. Pero pasar trabajos también significó soportar penurias: " siempre pasando trabajos " decía nuestro Artigas al referirse a sus sacrificados servicios, ya al pacificar la campaña como blandengue español, ya como insurgente criollo en pos de la libertad de los " bravos orientales" junto con los demás integrantes de las Provincias Unidas, incluyendo a los guaraníes de las Misiones, “nuestros hermanos” al decir de don José.

Hay otras etimologías para esta voz, y todas son poco conocidas.. Ferrari la deriva de tribulum, tribulare, o sea oprimir o afligir, si bien, y esto es significativo, tribulum es la trilla y tribulus el abrojo, como cuenta Virgilio en sus Geórgicas. Por su lado Sylvius lo remonta a la voz de transvigilia, insomnio; Muratori lo remite italiano vaglio, tamiz, filtro, cernidor, que genera el acto de travagliare, o sea sacudir el artefacto de colar para que lo sólido quede y lo líquido corra , y , entre otros etimoloqueos, hay cabezas calenturientas que lo hacen tributario del gaélico treabh, que significa trabajo propiamente dicho.

Además de las duras faenas agrícolas de sol a sol en los veranos ardientes existen otros tipos y modalidades laborales. Quien no trabaja no come, escribió San Pablo en la Epístola Segunda a los tesalienses (cap. III, v.10), y lo mismo se decía en la legislación de la ex Unión Soviética. Cristianos y comunistas coincidían en esto de las responsabilidades y recompensas de un trabajo constante y afanoso. De maldición bíblica - "ganarás el pan con el sudor que corre por tu nariz” (y no de tu frente como poetiza una traducción infiel,) según le dijo Dios al pobre Adan al expulsarlo del paraíso Terrenal - se convirtió luego en imperativo moral del cristianismo y en el credo taylorista del capitalismo que, en su primera fase industrial británica, deshumanizante a más no poder, hablaba de hands, manos, y no de men, hombres. El denigrante oficio de bracero fue considerado por los señores que en el mundo han sido como algo indigno de su alta condición social y económica. El trabajo manual, el agobio del cuerpo, la ruin tarea del ganapan, según los teóricos del ocio noble, impide el perezoso devaneo del espíritu .Este fue siempre un artículo de fe entre las aristocracias y las oligarquías. .Cuando aparecen la polis griega y la civitas romana con ellas cobra altura y rigor la pirámide clasista. En el vértice de dicha pirámide, el desarrollo marcial del cuerpo y el pulimento del alma sustentan la exaltación de la schole - la escuela, que en griego significaba ocio, a la que concurren quienes están exentos del trabajo manual - y el otium - una inactividad grata a los dueños romanos del poder y el saber. Ese privilegiado sector social de " bien nacidos", infinitamente superiores al banausos que se gana la vida con una labor extenuante, se sabe y se siente emancipado de la rigurosa coyunda de todo esfuerzo, tendiente a parar la olla, y gracias a ello, como fruto de sus horas vacantes, surgen la elocuencia, la filosofía, la poesía, el fervor olímpico, las artes marciales.

Todas y cada una de estas dimensiones, calificadas y sentidas como ennoblecedoras del hombre ocioso, son hijas de la academia, del gimnasio, de la palestra. " Los ciudadanos no deben vivir una vida de artesano o de mercader, pues semejante vida es innoble y contraria a la virtud. Tampoco deberán ser agricultores... pues para la formación de la virtud y para la actividad política es necesaria la scholé, el ocio." Así opinaba Aristóteles, el preceptor de Alejandro Magno entre otras tantas cosas, algunas muy importantes y otras ridículas como aquello de que la mujer es un hombre mutilado e incompleto. ( 10 ) Si nos trasladamos al orbe latino, podremos comprobar que el poeta Ovidio, desde su destierro, ocioso y zumbón como siempre, escribió los siguientes versos :
Otia corpus alunt, animus quoque pacitur illis,

Inmmodicus contra carpit utrumqum labor.

Esto, en nuestro idioma, significa más o menos, lo siguiente: " el ocio no solo proporciona vigor al cuerpo sino tambien al espíritu pero el trabajo ímprobo resta fuerzas a ambos."

Y bien, nos encontramos ahora ante la figura del ocio, la no actividad manual o corporal, pero no el descanso puro ni el dolce far niente. Para Aristóteles (siglo IV a.J.C.) la felicidad es hija del ocio (eudaimonia en te schole) mientras que para Hobbes , el inglés del siglo XVII , el ocio es la madre de la filosofía ( leisure is the mother of Philosophy ). Tanto el autor de la Ética a Nicomaco como del Leviatán, tratados del que se han extractado las anteriores citas, no conocían – Aristóteles con seguridad- la antepasada fuente de la voz ocio. En sus lejanos orígenes el término otium se aplicaba a quien se hallaba calzado y vestido, mientras que nec - otius significaba estar en cueros, sin ropa. Los labradores romanos realizaban sus duras tareas desnudos, salvo las partes pudendas, como explica Virgilio, lo que suponía un negocio, una flagrante negación del ocio, una forma de ganarse la vida a fuerza de sudor y penurias corporales. El ciudadano cultivado que vestía túnica y sandalias, empero, no gastaba el tiempo en vanos charlataneos: se dedicaba a escribir, a estudiar, a conversar sobre cosas de fundamento con sus pares. El ocio pasó así a ser una actividad contemplativa o creadora del espíritu, una instancia propicia para practicar la cultura animi.

 

Daniel Vidart
2012-12-06T14:24:00

Daniel Vidart. Antropólogo, docente, investigador, ensayista y poeta.

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