Se idolatra la tragedia
Hebert Abimorad
26.11.2020
Sustituir a los dioses por divinidades artificiales no sería común en las religiones abrahámicas, según los mandamientos divinos, pero en realidad la admiración por el dinero de los jeques o empresarios, tomando ejemplos actuales, ha sido una verdad del mundo moderno.
Pero no solo el dinero se admira, existen otras figuras populares que llevan la idolatría a la reverencia de iconos religiosos. Es el caso de músicos y cantantes de rock, además de algunos deportistas. Una especie de paganismo moderno.
Que tienen en común este sin fin de personalidades, y es sin ninguna duda, su vida personal unida a un gran fervor de maravilla musical o deportiva. Tomemos los ejemplos de Elvis Presley y Diego A. Maradona. Sus vidas han sido sumida en escándalos donde la droga juega el adictivo principal. El ser producto de una subcultura, lugar de nacimiento, familia, amigos, llevan una falta de recursos intelectuales para escapar de la situación. Al no poder abandonar su hábitat y no entender las señales que le ofrecen su fama y poder; la caída moral y física es inevitable.
Otro punto en común es que los dos son patriotas, Elvis y Diego hacen el servicio militar, les envolverá la bandera por el resto de sus vidas. Representaban a países nacionalistas a ultranza, Estados Unidos y Argentina. Es por esta razón que la misma sociedad los construye para sentirse reflejada en el ídolo. Y en este juego de presiones donde los valores elementales de convivencia ética se transforman en tensiones autodestructivas, es aquí que los medios de comunicación coaccionan con una lluvia de críticas morales durante sus vidas, que en el momento de la muerte, las convierte en valores transgresores , para que el personaje sea la imagen del humano con sus cosas buenas y malas ( así lo repiten).
El circo sirve para diferentes tipos de emociones de sanación positiva. Haciendo soplar un aire catártico en sociedades que la necesitan.
Solo con el acontecimiento de una muerte prematura se reproduce la tragedia. El protagonista se ve conducido, por un entusiasmo desmedido o por una adversidad, a un desenlace funesto. En la Grecia antigua, tenía como intención un efecto purificador.
Hebert Abimorad
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias