SIN LUGAR A DUDAS: IN DUBIO PRO FRENTE AMPLIO

Ismael Blanco

10.10.2014

La duda es tan antigua como la humanidad y forma parte del componente humano. Se duda cuando se está ante opciones o alternativas opuestas. Se duda cuando se está ante un dilema.

La disyuntiva de cómo posicionarse ante algo o alguien, en creer o no creer ante  hechos o ideas es inherente a lo humano, tanto que recuerdo un pasaje de la Biblia donde Santo Tomás duda de que Jesús haya resucitado. Este suceso recreado maravillosamente en el cuadro de Caravaggio, donde Cristo le toma la mano para que Tomás meta sus dedos en la herida de la crucifixión, en sus propias costillas. Con esa prueba física Tomás deja de ser incrédulo ante los hechos rotundos.

Si Tomás, que era un  hombre de profunda fe dudó, a diferencia del resto de los discípulos, puedo entender que hombres también de buena fe en el Uruguay de hoy, puedan dudar.

Hay ciertas circunstancias en la vida en las que se debe hablar claramente y con absoluta sinceridad, parafraseando al presidente sueco asesinado, Olof Palme:  "Hablar claro en cuestiones importantes crea más confianza que el silencio" y si hay algo que me resulta insoportable es el silencio que elude el discusión sobre asuntos donde se juega el futuro de la sociedad uruguaya.

Yo no voy a ocultar, nunca lo he hecho, desde donde me paro para analizar la realidad ni la opción política que profeso. Soy un hombre de izquierda que está convencido que el gobierno del Frente Amplio en esta década ha cambiado a la sociedad uruguaya y lo ha hecho con políticas progresistas y progresivas.

Si hay algo que caracterizó a los gobiernos frenteamplistas, es que su dirección nunca fue ni aventurera ni improvisada, y que además siempre lo hizo asumiendo la globalidad de los problemas y a la vez atendiendo como prioridad a los más alejados del poder y a los más humildes.

Esto no significa que yo esté absolutamente conforme con todo lo realizado, entre otras cuestiones porque iría contra la esencia de mi ideología de hombre de izquierda.

Aclaro también que pueden haber otros ciudadanos con una visión más crítica  o con una crítica diferente a la mía y que hoy "dudan" en su voluntad de apoyar un tercer gobierno frenteamplista.

La duda debe ser siempre un estado transitorio que hay que resolver desde la conciencia. La duda razonable diría yo, siempre debe ser un estado del que se debe salir reflexivamente, pero que no puede convertirse en una situación permanente, porque si uno permanece en la misma, caería  en la inacción y en lo que se refiere a los asuntos de una sociedad, se pecaría  de  omisión. Quien no decide por sí y no ocupa su lugar como protagonista, deja el espacio libre para que otros decidan por él,  y no necesariamente en la dirección y en la defensa de los intereses de las mayorías.

Hace ya algún tiempo que  se me ha hecho patente, pues lo he podido comprobar y por tanto convencerme,  que cuando escribo estas  líneas existen receptores, y que los mismos de diversas formas realizan una devolución.  Algo tranquilizador, pues me satisface el hecho que uno no esté lanzando un mensaje en una botella a la viaja usanza, para que el azar le permita obtener algún destinatario casual. Soy consciente que lo que escribo, lo hago no solo para dar una opinión. En mi caso también lo hago para provocar, para incitar y también para remover;  en muchos casos para poner a prueba la tolerancia de los otros y en ocasiones lo hago para intentar decir lo que percibo que muchos piensan y que junto a ellos me reconozco.

Las razones son varias, van desde el hecho de ser uno tan pretencioso de querer construir ideas, conceptos o juicios que puedan servir para algo,  aún corriendo el riesgo de ser injuriado, cosa que no me importa o que el fastidio que se provoque  levante  ira en algún que otro poderoso o acomodado que ande por ahí... les admito que eso me satisface plenamente.

Lo que más me moviliza, es que al menos un vocablo de estas líneas sirva para salir a defender lo que cada uno de nosotros ha construido con su sacrificio, con su empeño y energía para un mejor país, en la última década.

Pueden decirme y con sobradas razones, que están saturados de lo que defino como una aversión a la palabrería excesiva y la compostura burocrática de personas que dicen representar las ideas del progresismo y de la izquierda.  Pueden decirme además, que su nivel de calentura tiene variados niveles y que para algunos es alto o muy alto.  Repito los entiendo, me molesta lo mismo y en igual grado que a ustedes y me genera también rechazo. No me duelen prendas y no tengo inconveniente en aceptar reproches.  No tengo reparos y para empezar ofrezco a que se empiece conmigo,  sólo pido y creo que no es mucho pedir, es que se tenga la misma reciprocidad.

Todo esto lo digo porque desde que el mundo es mundo, como dice el dicho,  a las personas nos viene la necesidad del reproche con bronca,  y yo soy partidario de sacarse todo y quedarse lo más liviano posible, sobre todo si  genera inflamaciones en las partes más sensibles de nuestra humanidad. Pues lo que se contiene nos hace daño y del peor.

Debemos asumir que  nuestra individualidad no está fuera de la suerte de lo colectivo, y que por tanto hay que seguir día a día luchando por un mundo y una sociedad mejor, que sólo será posible con individuos que vayamos superando nuestras imperfecciones, egoísmos  y perversiones. La ciencia, aún la más avanzada,  no ha encontrado cura para tan complejo problema humano.

Toda esta cavilación tiene origen como ya habrán advertido en preocupaciones políticas,  porque me consta, no soy distraído,  más allá que alguno lo crea, que existe un porcentaje importante de nuestra ciudadanía que nos acompañó, al progresismo y a la izquierda en los últimos años y que  hoy duda o al menos no tiene la misma convicción y decisión para repetir su apoyo a un tercer gobierno frenteamplista. Y cuando digo esto no me estoy refiriendo a sectores de ciudadanos indiferentes o que en una de esas se traten de irresponsables e inescrupulosos individualistas,  que les da lo mismo la suerte del Uruguay.

Se trata de hombres y mujeres, que quieren tanto como yo lo mejor para sus hijos y sus compatriotas, son ciudadanos que entienden que se han hecho cosas notables y buenas,  pero que  tienen cierto desencanto.

Si es así yo quiero discutirlo de la manera que sea, quiero intercambiar,  porque siento que alguien que sea parte del pueblo uruguayo  nunca podrá ser otro que una mujer trabajadora, o un padre trabajador, o un joven que no tiene porque apaciguar su rebeldía y aceptar las cosas porque sí,  o puede tratarse de  ciudadanos con otras historias o tradiciones a las que tengo y aún pensando  distinto nos dieron  su consentimiento y nos apoyaron,  pero ahora no están tan convencidos y dudan en renovar su voto al Frente Amplio.

Por todas estas razones quiero que intercambiemos sobre estas cuestiones, que reflexionemos juntos y objetivamente analicemos hechos. No lo  voy a hacer como un economista, dando cifras macro, resultados o porcentajes, no porque eso no pueda ayudarnos,  sino porque  quiero hacerlo más llano, mirándonos a las caras y siendo sinceros con lo que tenemos.

Considero que debemos  recurrir a los mismos elementos al que apelamos hace 10 años:  a la memoria, a la solidaridad y el amor a nuestra patria.

Nunca se mintió, nunca se dijo que las cosas se resolverían por arte de magia. El desastre del Uruguay del neoliberalismo económico de los '90 que tuvo como colofón la peor crisis de la historia moderna uruguaya, dio como resultados palpables a una sociedad con los mismos daños y repercusiones que los que se producen en un conflicto bélico  de magnitud a diferencia que aquí no hubo un plan "Marshall" o ayudas económicas y financieras para que saliéramos del problema. Fuimos nosotros, usted y yo quienes hicimos posible con nuestro esfuerzo la nueva realidad del Uruguay, viable y con autoestima. Pero necesariamente ha habido dos gobiernos que sentaron las condiciones para que nuestro esfuerzo e ilusión no se desvaneciera.

Por estas razones vale la pena dar apoyo a un nuevo  gobierno frenteamplista, más allá de los humores que se puedan tener y la molestias que puedan sentir. Debemos apostar al proyecto de país que sólo la izquierda ha demostrado que puede garantizar.

Yo acepto todas las críticas políticas y cuando digo todas, digo todas. Asumo nuestra historia completa de la A a la Z, con todos los aciertos y con todas las  contradicciones que pueda significar. Hace rato que comprendí que a la política y al hacer de gobernar no se lo puede analizar o juzgar desde la asepsia. Usted podrá  criticar a los gobiernos frenteamplistas y puede evaluarnos y compararnos. Eso es así, pero no concibo,  y lo digo con la misma honestidad que todo lo  que expongo en las líneas anteriores,  que su opción, sea por los que dicen "somos presente, somos ahora",  por quienes no asumen ninguna historia, hecho éste que no es pura casualidad, ya que no lo hacen porque no quieren ser evaluados, ni revisados,  reniegan de su historia... y quienes reniegan de su historia engañan y quien engaña no vale la pena. La izquierda y el progresismo es ante todo memoria.

Si después de todo lo dicho aún duda, al igual que Tomás recuerde "nuestras heridas" y piense en todo lo que  usted y yo hemos conquistado: un país de reencuentros y no de despedidas, un país de trabajo, producción, mejores salarios  y bienestar; un país con niños que ya no están  en la pobreza, que  ya no los vemos pidiendo en las calles; un país con más escuelas de tiempo completo y de  ceibalitas; un país de salud amplia e irrestricta; un país con paisanos que trabajan 8 horas y trabajadoras domésticas con iguales derechos; un país donde nuestros viejos son más contenidos. Un país con más libertades y menos prejuicios, con más derechos, más confianza y más autoestima. Un país que da refugio. Un país con gente que tiene consciencia de los sueños que aún no alcanzado. Un país que ha recuperado la alegría. Un país con memoria, presente y futuro.

 

Ismael Blanco
2014-10-10T13:47:00

Dr. Ismael Blanco