El presidente del FA, ¿se elije o se acuerda?
Jaime Secco
03.05.2021
El Frente Amplio precisa elegir un nuevo presidente a la brevedad. En realidad, una nueva forma de conducción. No se trata meramente de votar un sustituto para seguir igual. Y la forma de hacerlo está en cuestión.
No es una mera sustitución, porque el Frente Amplio entero debe readaptarse a la situación de ser oposición. En los años anteriores hubo varios centros de conducción política efectiva y los organismos institucionales del FA no necesariamente eran quienes definían. Y los últimos dos presidentes habían asumido con el voto de la minoría mayor. Ahora la Bancada de Senadores parece haber adoptado un papel activo, pero desde el principio hay chispas.
Todos tienen la convicción de que no se puede seguir más o menos igual, pero lo que está sobre la mesa es bastante más modesto. ¿Hay que volver a elegir los presidentes en un congreso?, y "es esa la mejor manera de asegurarles el respaldo suficiente?
Un poco de historia
El Frente nació como una coalición. Acordó llevar a Líber Seregni como candidato. Y, para que no quedara por afuera, lo integró a la dirección con el cargo de presidente. Al principio no iba a ser mucho más que eso.
Fue Seregni quien dio al cargo de conducción un papel que trascendió ordenar el debate y dar la palabra por turno a ser el eje de las negociaciones internas y la conducción de la campaña electoral. Había una dirección colectiva, pero Seregni era quien hablaba por el FA hasta el mismo golpe de estado.
La estatura que adquirió hacia finales de la dictadura es historia. Entonces, Seregni no solo representaba a lo que se había consensuado, no sólo fungía como "tejedor" de consensos, sino que marcaba posiciones e insistía hasta que se aprobaran. Cuando volvió la democracia, no sólo asistía a las reuniones de bancada en el Parlamento, sino que las presidía. El Frente Hacía rato que no era una coalición ni un movimiento, sino un partido organizado, uno de corrientes internas muy estructuradas.
Quedó en minoría. Algo que no estaba previsto. Tanto que el Estatuto del FA no dedica una línea a definir las tareas del Presidente. Alberto Rosselli, protagonista de su confección, me comentó: "¿Quién le iba a decir a Seregni lo que tenía que hacer?" Pero el Presidente del Fa ahora era Tabaré Vázquez, líder de la nueva mayoría interna.
Cuando asumió la Presidencia de la República, logró que en la presidencia del FA quedara Jorge Brovetto, una persona de su confianza. En 2007 debía nombrarse a un nuevo presidente. En 2007, en el Congreso Líber Seregni, José Mujica propuso a Constanza Moreira, pero no logró la enorme mayoría que se precisa. Quedó Brovetto.
Entonces, Proyecto Miramar, un agrupamiento que no aspiraba integrarse a la estructura del FA, propuso al idea de que el presidente se eligiera pro voto de los adherentes. Nadie pareció tomarlo en serio, pero, ante la inviabilidad de otra solución, se terminó adoptando.
Como mencionamos, Mónica Xavier y Javier Miranda fueron elegidos, no ya por una mayoría como la de Tabaré, sino por una minoría y nunca contaron plenamente con el apoyo de la mayoría, incluyendo los delegados de la estructura. Tuvieron limitada, por tanto, la posibilidad de ser verdaderos conductores y hasta de ser los verdaderos articuladores reconocidos como tales.
Entretanto, la cúpula de los organismos cotidianos de dirección, la Mesa y el Secretariado, rara vez cuentan con la presencia de los principales líderes sectoriales, cuyo contacto permanente y prolongado permitiría ir formando un lenguaje común que se traduciría como una estrategia política que permitiera "jugar de memoria".
Cuando en 2016 Banderas de Líber presentó un proyecto de nuevo estatuto para mostrar que el Frente Amplio podía funcionar de otra manera sin dejar de ser lo que es, en un primer borrador -que defendí- se proponía que el presidente volviera a elegirse por consenso dentro del organismo plenario, para evitar las presidencias de minoría mayor. Finalmente se opinó que eso sería visto como un retroceso democrático.
El proyecto propone una organización que no sea un híbrido entre unos presuntos coalición y movimiento, sino el de un partido. Pero uno que reconoce la existencia de tendencias consolidadas, que son protegidas. Y también reconoce tres formas de expresión del movimiento, que son los votantes de las elecciones internas dispuestas por la Constitución; la pirámide de departamentales, coordinadoras y comités, y el conjunto de los adherentes. Las tres deben tener un papel en las definiciones del Frente Amplio.
Los agrupamientos políticos no corresponden mecánicamente a estratos sociales ni a ideologías; son realidades de la política, de la historia y hasta de trayectorias y relaciones de confianza. Lo escribí varias veces. Es inevitable que suceda, pero sólo en el Frente el organizarse como sector es una conducta premiada: si no, quedás afuera y te enterás por los diarios. Y así, la tendencia es a la fragmentación infinita. En nuestra propuesta los compañeros pueden agruparse, separarse, votar juntos en algunas cosas y no otras, según su leal saber y entender y según la vida determine. Eso no tendrá mayor consecuencia institucional.
En la realidad política, sin embargo, es obvio que un número pequeño de grandes agrupaciones tendrá más peso en el Frente. No es una injusticia. Los demás, naturalmente seremos impulsados a reagruparnos en corrientes mayores.
La solución política transitoria para la transición surgió el año pasado en base a acuerdo entre los sectores que tienen representación en el Senado y luego incorporando a delegados de la estructura. Lo que nos lleva a lo que tenemos entremanos.
El próximo presidente
Parece haber consenso en que el Frente Amplio no soportaría un nuevo presidente de minoría, que es lo que ha surgido de la elección directa de los titulares.
También parece obvio que no hay ninguna herramienta sagrada e intocable. La elección directa solucionó un problema de estancamiento y provocó otros. La elección en un Congreso ya causó un estancamiento y no necesariamente promoverá las mejores soluciones siempre.
Lo que el Frente Amplio precisa no es una mayoría más o menos anónima sino una dirección con un compromiso de apoyo política sólido de sectores que representen una amplia mayoría política real. Precisa que el nuevo presidente efectivamente articule la política, la elaboración de una estrategia y los diversos escenarios donde el Frente Amplio se Expresa. Y probablemente ese acuerdo tenga que incluir una orientación y un equipo de dirección consensuado.
Si no existe un acuerdo de ese tipo, llevar el tema al Congreso será una pérdida de tiempo.
Pero si existe, no tendría que irse a una candidatura única. A esta altura no hay espacio político para decirle a nadie que no puede presentarse. Y, en el caso de que el acuerdo recaiga sobre un varón, las integrantes de la UT de Género ya han avisado que promoverán la candidatura de una mujer, como lo han venido haciendo. Impedirlo sería un abuso desagradable y contrproducente.
Jaime Secco
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias