Falta cultura de trabajo
Juan Manuel Sánchez Puntigliano
16.10.2021
Hay términos comodines, que significan mucho, sin, en el fondo, significar nada. Por ejemplo, el sentido común. Utilizamos la carta del sentido común en cualquier conversación y asumimos que todos estaremos de acuerdo en cómo debería actuar quien posee semejante cualidad.
Pero no, el sentido común es una suma imprecisa, de prejuicios, conocimiento empírico y sabiduría popular (no siempre acertada) transmitida de generación en generación. De hecho, buena parte del avance científico y filosófico se ha generado por cuestionar el sentido común.
Vayamos a un ejemplo más concreto, cuando mi mujer aún vivía en una residencia estudiantil, nos dejábamos de sorprendernos por la falta de sentido común de sus compañeras que cruzaban 18 de julio a mitad de cuadra y en plena tarde. Con el tiempo me di cuenta, de que había un conflicto de sentidos común. Para quienes vivimos en Montevideo, la lógica dice que si uno no quiere terminar bajo las ruedas de un auto, una avenida como 18 de julio debe cruzarla por las esquinas y de ser posible en un semáforo. Mientras que el sentido común del interior, dictamina que la forma más eficiente de trasladarse de un punto a otro es a tomando el camino más corto. Si hay que cruzar la calle a mitad de cuadra, se hace; lo que no tiene sentido es caminar de más.
Pero no es del sentido común de lo que quiero hablar hoy, sino de un término igual de elástico, la cultura de trabajo. No existe una definición clara de que es cultura de trabajo, pero aparentemente, es la razón por la cual existe un mundo desarrollado y un mundo subdesarrollado. Si uno, presta el oído escuchará fantásticas historias sobre los trabajadores que son por otras latitudes. Tanto que ante un conflicto sindical, en vez de hacer paro, producen más. Ignoran estas narraciones, que salvo algunas excepciones, el promedio de horas semanales trabajadas, suele ser mayor en el tercer mundo que en el primero. Omiten también, las condicionantes económicas que hacen, que en ciertos países y rubros, producir de más sea una medida de lucha sindical mucho más fuerte y efectiva que el paro.
Si en algún momento alguien decide realizar una definición más precisa de cultura de trabajo debería ser concebida como una moneda de dos caras. Por un lado está, por supuesto, la cultura del trabajo del trabajador. Su compromiso para cumplir con la tarea de la que es responsable y hacerlo diligentemente. Todos, en algún momento de nuestras vidas nos hemos cruzado con una persona que carece de esta cultura de trabajo. Yo mismo a finales de mi adolescencia supe tener la misma actitud. Con esto, no estoy diciendo que haya una epidemia de irresponsables en el país, ni que esta sea la causa de todos los males de nuestra sociedad. Sencillamente, que tarde o temprano vamos a toparnos con alguno.
Pero como contrapartida, debemos conceptualizar la cultura del trabajo del empleador. La cual debería basarse en dos principios, el primero es que se trabaja para vivir, no se vive para trabajar. Y el segundo que toda tarea debe ser justamente remunerada. Cuando se pagan salarios del Villa Teresa pero se exigen resultados del Real Madrid, falta cultura de trabajo. Si los horarios de trabajo y días de descanso, son cambiados arbitrariamente y con poca antelación. Si la empresa tiene la política de no pagar horas extras, pero en los hechos sus empleados están obligados a hacerlos. Si se considera problemáticos a quienes quieren hacer uso de los derechos laborales que legalmente les corresponden. Si se fantasea con conseguir un trabajador que tenga su situación económica resuelta por otro lado y esté dispuesto a realizar la tarea por una compensación simbólica. En todos estos casos, también hace falta mucha cultura de trabajo.
No termino de entender que significa cultura de trabajo y tan sólo puedo intuir los beneficios que traería para nuestro país obtenerla. Pero sin duda deberíamos entenderlo como algo mucho más complejo que la actitud de un empleado hacia el trabajo. Difícilmente alguien se sienta comprometido con un trabajo en el que no se siente respetado y justamente remunerado. Después de todo, se trata de una cuestión de sentido común.
Juan Manuel Sánchez Puntigliano es docente de UTU y Monitor de Sala en el Museo Figari.
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