"Don Juan Antonio Lavalleja, Brigadier de la Nación Argentina" (Un documento escamoteable)
Marcelo Marchese
19.11.2014
En las librerías de nuevo se ejerce la dictadura de la novedad editorial y en casi todas ellas, salvo que el propietario adopte un perfil específico, encontraremos las mismas obras.
No es el caso de las librerías de viejo, donde esta dictadura se encuentra dulcificada por el tiempo y por la concurrencia de casi infinitas editoriales, muchas de ellas desaparecidas. Aquel lector interesado en practicar el "Arte de no leer" que aconsejaba Schopenhauer, "que consiste en no leer lo que preocupa momentáneamente al gran público... consagrando exclusivamente el tiempo a las obras de los grandes espíritus", tarde o temprano concurrirá, agradecido, a las librerías de viejo, donde el día menos pensado tropezará con un milagro.
Si muchas son las rarezas que encuentra el habitué, mayores son todavía las que sorprenden al librero. En años de ejercer este oficio me he topado con una carta de Julio Herrera y Obes dirigida a un Jefe Político departamental, solicitando un empleo para un sobrino suyo; un carnet de afiliación al Partido Nazi del Uruguay, propiedad de un médico de iniciales L.E.V.V, que aparentemente, según sus cartas, fue Jefe en el Hospital Militar de la dictadura; una carta de Mitre, en plena Guerra del Paraguay, tironeándole las orejas a Venancio Flores por aprovecharse del bloqueo para negociar mercaderías con los paraguayos; una dedicatoria de Torres García en "Historia de mi vida" al hermano del magnicida Avelino Arredondo; la copia carbónica de la declaración que los tupamaros le entregaron a Sir Geoffrey Jackson al liberarlo; una fotografía original del Che Guevara conversando con Haedo en un camino de pinos; y entre otras rarezas, una dedicatoria de Onetti a su hija, estampada en un libro de Marcha que reunía las críticas de eminentes eruditos acerca de su obra y que rezaba así: "A Fulanita, este libro que jamás en mi vida leería".
Mas lo curioso llama a lo curioso y el cliente de la librería de viejo guarda analogía con el material que busca, de tal manera que también es fuente de sorpresas para el librero. Por esta vía tuve en mis manos una proclama impresa el 17 de Mayo de 1826 por la Imprenta del Ejercito Nacional en el Cantón del Durazno y firmada, con letras de imprenta, por Lavalleja y Carlos Anaya. El encabezado de la proclama es el siguiente: "DON JUAN ANTONIO LAVALLEJA, BRIGADIER DE LA NACIÓN Argentina, Gobernador y Capitán General de la Provincia Oriental A SUS HAVITANTES". En este manifiesto se exalta a los pobladores de Maldonado y San Carlos, que reunidos, enfrentaron una partida que integraba cierto teniente portugués quien, como prisionero, habría dado su palabra y gozado de cierta libertad que aprovecharía para recurrir en aquello que precisamente lo había llevado a ser prisionero. La proclama prueba el respaldo del Ejército Libertador dirigido por Lavalleja. Los vecinos no acuden al Ejército Nacional en su auxilio, se reúnen y auxiliados por el Alcalde Interino, enfrentan y reducen la partida enemiga.
Al tiempo que exalta a los habitantes de Maldonado y San Carlos, Lavalleja propagandea el levantamiento y llama a los ciudadanos a defender la patria.
Mas lo llamativo de la proclama es el primer título de Lavalleja: "Brigadier de la Nación Argentina", que precede a los de "Gobernador y Capitán General de la Provincia Oriental". Los historiadores dirán sin embargo que no tiene nada de sorprendente, pues el 25 de Agosto en la Asamblea de la Florida se había votado la reincorporación a la República de las Provincias Unidas del Río de la Plata, aceptada por dicha república en su Congreso General Constituyente el 25 de Octubre del mismo año. Al recibir esta noticia, el 17 de noviembre Lavalleja lanza una proclama: "¡Pueblos! Ya están cumplidos vuestros más ardientes deseos: ya estamos incorporados a la gran Nación Argentina por medio de nuestros representantes: ya estamos arreglados y armados...Nuestro enemigo está aterrado al ver que no tiene poder para variar el augusto destino a que la Providencia nos conduce". En diciembre, el Congreso argentino da el visto bueno para que el Poder Ejecutivo nombre a Lavalleja y Rivera como brigadieres de la nación argentina.
Según los documentos, estos títulos no tienen nada sorprendente, sin embargo nos sorprenden. ¿Por qué? Por que en la escuela que disfrutamos y en la mayoría de los libros editados se nombra a Lavalleja como Capitán y Gobernador de la Provincia Oriental, o como Brigadier a secas, pero no se le enseña a los indefensos párvulos (salvo por algún maestro temerario) que nuestro héroe fuera un brigadier argentino y que como argentinos se llamaban entre sí sus compañeros, pues "pertenecemos a una respetable Nación que hoy tiene tanto crédito y a quien siempre hemos pertenecido" (Carta del 16 de noviembre de Lavalleja a Gómez, al enterarse de la resolución del Congreso reunido del otro lado del río de la patria).
En el presente año, al discutirse la verosimilitud de un testamento de Artigas donde se llamaría a sí mismo como "argentino nacido en la provincia oriental", los escépticos argumentaban que la palabra "argentina" todavía no se había generalizado. ¿En qué se basaban para decir esto? En nada más que su voluntad, que no es poca cosa la voluntad del stablishment. Ahora, si uno revisa el Archivo Artigas verá que la palabra argentina y argentino aparece en unas cuantas ocasiones y si revisa las proclamas de Lavalleja y los títulos otorgados por el Congreso y el Poder Ejecutivo argentinos, confirmará que la palabra era bastante usual, lo suficiente para que Lavalleja estampara en la cabecera de su proclama el título de Brigadier de la Nación Argentina.
Mas el lector se preguntará cómo puede ser que la vocación de Lavalleja y seguidores, y la de Artigas, fuera eminentemente argentina y sin embargo deviniéramos en un país aparte (1). En aquel tiempo, igual que ahora, obraban sobre nuestra linda tierra unos cuantos intereses no muy lindos (2) y esos intereses determinaron, a pesar nuestro, que quedáramos reducidos a estos límites geográficos y a que el Río de la Plata dejara de ser un río interior para convertirse en un río de tránsito para ingleses y brasileros. ¿Pero por qué el articulista Marchese dice "a pesar nuestro"? Porque no se han encontrado documentos que demostraran que los orientales querían ser uruguayos, esto es, no argentinos. Obviamente, post factum, los historiadores defensores del statu quo argumentarán que existió lo que no existió, pero ahí están los documentos que porfiadamente demuestran lo contrario. Se podrá alterar el documento a la hora de editarlo y entonces el historiador uruguayo estampará la palabra "reconoce" en boca de Pedro I, cuando éste "declara" a la provincia de Montevideo libre e independiente. Se podrá incluir arteramente una "y", un "-", o una "," entre dos palabras cuando Lavalleja decía: "Argentinos orientales". Se podrá argumentar en comisión del Senado, por boca del encargado de dar a luz los documentos, que si conoce "elementos que socaven a los grandes héroes que han contribuido a crear la nacionalidad... de esos elementos no doy datos aunque los conozca" (3) y una salva de aplausos patrióticos rubricarán esta loable amenaza. Se podrá hacer con los documentos cosas que no podemos probar pero que sospechamos, pero no se puede, impunemente, interpretar que un documento dice que algo es frío, blanco y lampiño cuando clara y meridianamente establece que es caliente, negro y peludo.
Si aquellos que dudaban del uso general de la palabra "argentina" a principios del siglo XIX, se hubiesen abocado a investigar el uso de la palabra "uruguayo", descubrirían que nadie la usaba porque no existía y que debían pasar unos cuantos años para que surgiera y otros muchos años para que, escuela mediante, se popularizara. Existen no una, sino innumerables pruebas de esto y si el lector desea comprobarlo, entre una vasta literatura le recomendamos como primer título "La tierra purpúrea", esa feliz novela que nos regalara Hudson, donde el protagonista del relato, culminada la Guerra Grande, recorre un país cuyos bárbaros y libres y generosos habitantes llaman "La Banda Oriental".
En cuanto al documento que origina este artículo no lo he encontrado en el tomo correspondiente al año 1826 en el Archivo Lavalleja, aunque este archivo sólo incluye cartas, a diferencia del Archivo Artigas, que incluye todo tipo de material. Lo busqué en varias publicaciones y pregunté a algunos historiadores y resultó ser que Vázquez Franco lo había leído una vez pero no recuerda dónde, si en un libro o en un legajo que alguien le habría acercado. El documento no es trascendental, pero es significativo su encabezado, lo suficiente para que se convirtiera en un documento escamoteable ¿Cuantas proclamas de Lavalleja desde que fue nombrado Brigadier de la Nación Argentina tenían este encabezado? ¿Cuantas copias se imprimieron de esta proclama concreta? ¿Qué fue de ellas? ¿Cuántas personas leyeron este ejemplar en estos 188 años previos a su caída en mis manos? ¿Cuántos y cuáles documentos quedan aún por descubrir? ¿Aguardan en archivos públicos o se encuentran en gavetas de escritorio bajo llave? No puedo hacer más que dejar estas inquietudes planteadas y manifestar que por mi parte he cumplido con mi deber para con el amable lector, ya sea él un uruguayo, ya sea como quien escribe, un argentino oriental.
(1) Y no sólo vocación. Los descendientes de Artigas y Lavalleja reclaman al gobierno argentino los pagos de los sueldos devengados como funcionarios argentinos. En 1887, la nuera de Artigas, María Josefa de Artigas, logra que se reconozcan los derechos de su hijo y el gobierno argentino accede a su requerimiento: "La comisión resuelve se liquiden los sueldos del causante don José Artigas como teniente coronel desde el 8 de marzo de 1811 hasta el 24 del mismo y como Coronel hasta el 16 de Agosto de 1816". Información debida al libro inédito de Javier Ricca "Artigas 1814. Secretos de una Revolución", que a su vez se ampara en Nelson Caula y su "Artigas Ñemoñaré". Los descendientes de Lavalleja y compañeros de gesta logran análogos reconocimientos, en plata contante y sonante, como funcionarios argentinos.
(2) "Por algo un tunante como Pedro Trápani, bien informado, le dice a Lavalleja, que desde Río de Janeiro le 'avisan que el general Lecor trajo 300.000 patacones para comprar orientales'". Guillermo Vázquez Franco: Traición a la patria, pág. 313, quien a su vez cita una larga carta de Trápani a Lavalleja en Archivo Lavalleja (1828), pág. 214.
(3) Confesión de Pivel Devoto, también en Traición a la Patria, página 13, capítulo La doctrina Pivel. Recomendamos calurosamente la lectura de este libro imprescindible.
Marcelo Marchese
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias