"Gravemente ilesos"
Pedro Olalla
31.12.2020
Dudas razonables sobre la pandemia
Después de nueve meses "resistiendo" a la pandemia, declaro que mi estado es el de "gravemente ileso". Ileso todavía a nivel meramente inmunológico, pero afectado gravemente a todos los demás niveles. No encuentro, para expresar mi estado, otra fórmula más apropiada que este doloroso oxímoron, pero no se me oculta que, en muchas ocasiones, son las paradojas las que nos revelan algunas verdades.
Han transcurrido ya nueve meses desde que se declaró a escala universal esta pandemia, y creo que las insólitas vivencias acumuladas desde entonces deberían permitirnos tener cierta opinión sobre el asunto. En mi caso, sin embargo, más que una opinión, lo que tengo son dudas: dudas razonables -que ahora voy a tratar de formular-, inspiradas tal vez por una preocupante certeza: la de que en esta pandemia, más aún que la salud, peligran las conquistas sociales, el Estado de derecho democrático y, sobre todo, la verdad.
Mis primeras dudas surgieron ya en los momentos iniciales, allá por marzo, cuando la OMS declaró la pandemia y los líderes políticos de casi todo el mundo esgrimieron de inmediato un mismo discurso bélico, con proclamas como "¡Esto es una guerra!", "¡Luchamos contra un enemigo invisible!" y -una consigna de consenso universal- "¡La salud es lo primero!". Me extrañó su diligencia y combatividad ante este nuevo enemigo invisible, cuando tantos otros enemigos bien visibles -el hambre, el desarriago, la miseria, la desigualdad, la guerra, el inmenso poder de la economía especulativa, la pérdida de la biodiversidad, las amenazas ecológicas de causa antropogénica, o la propia integridad del planeta- han suscitado durante tanto tiempo respuestas políticas muchísimo más tibias, cuando no una disimulada indiferencia. ¿Acaso hemos visto pararse el mundo -como ahora parece que lo hace- ante alguna de estas otras lacras? ¿Acaso se ha adoptado ante alguna de ellas una estrategia tan inaplazable, coordinada y radical como la del COVID-19? ¿Por qué -ésta es mi primera duda- se ha parado entonces el mundo ante este virus?
Tal vez se nos responda que "porque la salud es lo primero"; pero cuesta creerlo cuando, según datos públicos de Oxfam (1), diez mil personas pierden la vida cada día por no poder costearse atención sanitaria o no tener acceso a los sistemas de salud. Diez mil personas al día: muchas más de las que han muerto y van a morir, víctimas de este nuevo enemigo invisible, cuya tasa de mortalidad a nivel mundial -pese a su gravedad- ronda apenas el 0,5% de los infectados. Cuesta creer que la salud es lo primero cuando la tendencia de gobierno en todo el mundo -con numerosas peticiones explícitas de la Comisión Europea a los Estados miembro- avanza claramente hacia la privatización de los sistemas sanitarios públicos, hacia los recortes en sanidad y pensiones, y hacia el potenciamiento del sector privado en la atención a las necesidades de salud y de tercera edad. En mi opinión, pues, a los gobiernos y las ideologías económicas que han permitido y han favorecido que la salud sea hoy en día un próspero terreno de enriquecimiento empresarial y de especulación financiera (2) -y que, con toda probabilidad, lo seguirán haciendo-, les falta autoridad moral y poder de convicción para imponernos restricciones y comportamientos argumentando altivamente que "la salud es lo primero". Al menos, no lo ha sido hasta ahora para ellos.
Sigamos con las dudas. ¿Cómo es posible que, en el año 2003, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos consiga que le sea otorgada una patente sobre el coronavirus que le asegure los derechos futuros sobre el microorganismo, su detección y su tratamiento terapéutico? Esto se hizo (3) -es la patente US 777652-, pero nunca se nos ha explicado por qué. Aparte de su muy cuestionable condición ética, la concesión de esa patente sobre un organismo supuestamente natural genera una paradoja legal, pues, si se trata en efecto de un organismo natural, la licencia contravendría la prohibición de otorgar patentes sobre organismos naturales, y, si se trata de un organismo fabricado en un laboratorio, se estarían violando los tratados sobre armas químicas y biológicas. La moralidad de esta patente, en todo caso, no debía de estar lo suficientemente clara, pues, cuatro años después, en 2007, el CDC solicitó a la oficina de patentes que su caso fuera clasificado como confidencial y privado. ¿Existen, pues, patentes sobre el COVID y no nos hemos enterado?
Otra duda acuciante: ¿Existe alguna relación entre lo que estamos viviendo ahora y los dos ejercicios de pandemia que la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación (GPMB) -órgano creado en 2018 por la OMS y el Banco Mundial- sugirió programar para septiembre de 2020, uno de ellos con la liberación deliberada de un patógeno respiratorio letal? (4)
En esta misma línea: ¿Existe alguna relación entre lo que estamos viviendo ahora y la reunión "Event 201", celebrada en Nueva York el 18 de octubre de 2019 -cinco meses antes de la declaración de la pandemia- para que quince líderes mundiales de negocios, gobernanza y salud pública -convocados por la Fundación Bill & Melinda Gates, el John Hopkins Center for Health Security y el World Economic Forum- reflexionaran sobre un simulacro de pandemia y sobre la necesidad de colaboración entre grandes compañías y gobiernos?
También me surge una duda sobre el perfil idóneo para un puesto de tanta trascendencia como el de Director General de la Organización Mundial de la Salud: ¿no debería ser esta persona una eminencia científica de impoluto expediente, dispuesta a arriesgar en el ejercicio de su labor el reconocido prestigio que la avalara para el cargo? Resulta llamativo, pues, que el actual Director General de la OMS, Tedros A. Ghebreyesus -respaldado en su candidatura por las Fundaciones Gates y Clinton, por el ex-director del CDC y por otros prestigiosos avalistas-, sea un controvertido biólogo y político que, mientras ejerció como Ministro de Salud y de Exteriores de Etiopía, fue acusado de encubrir con métodos oscuros varias epidemias de cólera (5,6) por Human Rights Watch y otras organizaciones de salud y derechos humanos, y que, por sus relaciones con el Frente de Liberación Popular de Tigray y con Robert Mugabe, tirano de Zimbabwe, fue también objeto de graves acusaciones y críticas. ¿Era realmente el mejor candidato para velar por la salud de la humanidad?
Todo son dudas. También me pregunto por qué una fundación privada como la de Bill & Melinda Gates tiene tanto protagonismo en todo lo que se refiere a la salud mundial: como financiadora de la OMS, como organizadora del Evento 201, como fundadora de la Alianza para la Vacunación GAVI, como participante activo en las primeras reuniones de Alemania sobre el COVID-19, y en tantos otros frentes...
También me pregunto por qué, ante el anuncio de los esperanzadores resultados de las vacunas fabricadas por Pfizer y Moderna -que hicieron dispararse en bolsa el valor de los títulos de ambas compañías-, los altos cargos de las dos farmacéuticas corrieron a vender el grueso de sus acciones (7). Supongo que la perspectiva de embolsarse millones de dólares en un sólo día -como de hecho se embolsaron los CEOs y altos directivos- venció sus escrúpulos sobre la credibilidad de sus vacunas y la reputación de sus propias compañías...
También cuesta entender que, si la salud es realmente lo primero, la Organización Mundial de Comercio -junto con la Unión Europea y muchos de los países ricos- haya impedido, hace tan sólo una semana (8), que prosperara la propuesta de India y Sudáfrica para que las patentes sobre vacunas y tratamientos de COVID quedaran suspendidas de forma excepcional, de modo que los países en desarrollo pudieran fabricar medicamentos genéricos con los que hacer frente a la pandemia. En el caso del SIDA, la simple demora de una decisión análoga provocó millones de muertos por falta de acceso a tratamiento médico... Y hay que subrayar que la mayoría de las vacunas existentes en este momento han sido fabricadas con grandes inyecciones de dinero público.
También me pregunto por qué un Premio Nobel de Fisiología o Medicina como el virólogo francés Luc Montagnier, descubridor de los virus de inmunodeficiencia humana (VIH), arriesga su prestigio afirmando sin ambages cosas tan graves como que el COVID-19 fue diseñado en un laboratorio y que se ha generado pseudo-literatura científica para negarlo (9)... O por qué los organizadores griegos del reciente congreso internacional "Ciencia y Sociedad en la Guerra de la Pandemia" -que reunió telemáticamente desde Atenas a 64 científicos de todo el mundo con opiniones discrepantes frente a la actual gestión de la crisis sanitaria- han recibido presiones del gobierno y han sido amenazados seriamente con ser expedientados por su Colegio de Médicos (10). ¿No son los dogmas precisamente lo contrario de la ciencia?
En este sentido, el epidemólogo Ioannis Ioannidis (11), una de las máximas autoridades mundiales en su campo, lleva meses argumentando en medios y en foros internacionales que la estrategia de los confinamientos -la implementada por la mayoría de los gobiernos- es una estrategia errada y peligrosa, con gravísimos efectos sanitarios y económicos que no están siendo suficientemente contemplados, y que lo acertado -desde el punto de vista científico- sería concentrar los recursos y esfuerzos en la protección y el seguimiento efectivo del 10% de la población que constituye el grupo de más alto riesgo, sin confinar al resto (12). ¿Acaso no merece ser escuchada la opinión de Ioannidis, de Montaigner o de tantos otros eminentes científicos que discrepan con los que se está haciendo? ¿No resulta alarmante para la democracia la actual tendencia a relegar, sin argumentos serios, a la denigrante condición de "terraplanista" a cualquier voz crítica con la hoja de ruta vigente? ¿No deberían ser los propios Estados quienes promovieran un verdadero debate científico, libre y transparente, sobre el mal que nos azota en estos momentos?
Y sobre la vacuna, también son razonables las dudas. Si el desarrollo de las vacunas convencionales sigue habitalmente un protocolo en el que, desde los análisis pre-clínicos hasta el comienzo de la fabricación masiva, llegan a transcurrir diez años de pruebas y estudios, ¿por qué no es razonable tener dudas acerca de la efectividad, la seguridad y la inocencia de una vacuna de nueva tecnología RNA, creada y aprobada por procedimientos de emergencia en menos de dos años? ¿Por qué tanta alegría y tanta confianza en un tratamiento tan poco contrastado y tan sujeto a fuertes intereses comerciales? ¿Por qué tan enconados ataques contra quienes expresan dudas razonables al respecto? ¿Por qué tan entusiasta defensa de medidas coercitivas y sanciones para quienes aún no se sienten suficientemente convencidos de someterse al tratamiento? Todas las dudas sobre las nuevas vacunas, al menos en esta fase, me parecen absolutamente razonables, y para disiparlas precisamos experiencias mensurables y un verdadero diálogo científico: esperamos leer y constrastar "peer-reviewed papers" y no sólo "comunicados de prensa". Quienes, en otros frentes, combaten la injusticia y la ignorancia, no deberían en éste declararse prematuramente defensores a ultranza de la vacunación obligatoria y las medidas coercitivas para los "insumisos" y los "insolidarios".
Lamentablemente, todas estas cuestiones -y muchas otras más- alimentan cada día la desconfianza y la duda. Lejos de existir -como sería lo prudente y deseable- comisiones científicas independientes, que investiguen, de forma paralela y sistemática, las causas, responsabilidades, estrategias y terapias propuestas para la solución de esta crisis global, y cuyas conclusiones sean debidamente contrastadas en la palestra de los hechos, tenemos, por desgracia, algo muy distinto: un discurso único, dictado desde instancias opacas y secundado por gobiernos desconcertados y temerosos del descrédito, que compran con millones del erario público el apoyo cotidiano de la prensa a ese discurso dominante (13). Y ya sabemos que el mayor poder no está en la verdad, sino en la posibilidad de marcar el discurso. Y por eso, porque -como la Historia nos enseña- los sistemas de poder de todo signo suelen asentarse sobre discursos interesados y falaces, buscar la verdad resulta siempre un acto subversivo.
No nos engañemos: en esta prolongada coyuntura de alarma y confusión, nuestras acciones para superar la pandemia no están regidas por la ciencia, sino por nuestra fe en el discurso dominante del momento. Un discurso único, ensombrecido por todas nuestras dudas razonables, donde lo único claro es, desgraciadamente, la oscuridad. El oscurantismo. Ojalá, con todo, el tiempo demuestre de forma inapelable que todas las dudas eran infundadas.
(1) Datos actualizados del Informe OXFAM (https://www.oxfam.org/.../cinco-datos-escandalosos-sobre...)
(2) Como dato elocuente, en EE.UU. -país que abandera el discurso neoliberal-, el sector farmacéutico es ya el más boyante de los sectores económicos y el más influyente en los grupos de presión (lobbies). Cfr. https://www.ipsnoticias.net/.../la-salud-del-mundo-manos.../
(3) https://patents.google.com/patent/US7776521B1/en
(4) Ver pág. 10 de este Informe: https://apps.who.int/.../GPMB_Annual_Report_Spanish.pdf
(5) https://qz.com/.../dr-tedros-adhanom-ghebreyesus-the-top.../
(6) https://www.washingtonpost.com/.../ethiopias-candidate.../
(7) https://markets.businessinsider.com/.../pfizer-ceo-sold... , https://insurgente.org/ladrones-de-guante-blanco-a-la.../
(8) https://www.ipsnoticias.net/.../la-salud-del-mundo-manos.../
(9) https://osf.io/tgw2d/ , https://www.europarl.europa.eu/.../E-9-2020-002429_EN.html
(10) https://www.iatropedia.gr/.../isa-peitharchika.../134724/
(11) https://en.wikipedia.org/wiki/John_Ioannidis
(12) https://www.youtube.com/watch?v=5txdE8mpH0g
(13) Para el caso de Grecia, 35 millones: https://attikiola.gr/%CE%B1%CF%81%CF%87%CE%AF%CE%B6%CE.../ , https://www.tovima.gr/.../syriza-kata-tis-kyvernisis-gia.../ , https://www.skai.gr/.../stin-dimosiotita-i-lista-me-ta... , https://www.ethnos.gr/.../111503_kke-katathetei-rythmisi...
Pedro Olalla. Español , residente en Grecia. Escritor, helenista, profesor, traductor, fotógrafo, cineasta. Embajador del Helenismo. Associate Member, Harvard University's Center for Hellenic Studies.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias