Portarse bien

Sergio Reyes

18.12.2020

El gobierno se ha perdido en la estrategia elegida para enfrentar el covid. Con el paso de los meses se hizo evidente que el diagnóstico del Gach no coincide con las medidas que anuncia el gobierno.

 

A su vez, la presión ejercida sobre la sociedad a partir de la hipótesis que sostiene que la actual situación se debe a que "no hacemos lo que se nos pide" es injusta, porque desconoce los problemas cotidianos de la gente común que vive una fenomenal crisis que supera el temor que puede despertar el covid-19. Paradojalmente, en esa pedagogía severa desnuda la pretensión gubernamental del control del malestar social.

Es compartible lo que sostiene el Gach sobre que la salida al problema es responsabilidad de toda la sociedad. El manejo de la pandemia es un asunto que ningún país consiguió administrar exitosamente. Muchos han tenido momentos en que la estrategia pareció ser la acertada y otros en los cuales los gobiernos cambiaron sus enfoques de intervención. Afortunadamente en nuestro país el manejo desde marzo a noviembre fue muy bueno. No hay más que interpretar los resultados obtenidos en ese período. La lectura de esos meses de "libertad responsable" puede resumirse en la expresión "mientras nos mantuvimos con miedo al virus las cosas salieron como salieron, porque nos portamos bien". Esta situación le permitió al presidente darse una vuelta por la región explicando como resolver fácilmente un problema tan complejo: nada más se trataba de manejar criteriosamente las "perillas" para controlarlo todo.

Según la lectura oficial, con el paso del tiempo bajamos nuestras defensas y le perdimos el miedo al problema. Esta interpretación facilitó una explicación que consistió en imaginar una línea que dividía las responsabilidades; cuando las cosas salieron bien la responsabilidad fue del gobierno y cuando las cosas empeoraron, la responsabilidad sería de la gente, es decir, nuestra.

¿Qué nos pasó, porqué nos portamos mal? Parece claro que al Gach le ha faltado una visión más social del problema, por eso se incorporó al equipo de científicos al sociólogo Fernando Figueira, un profesional cuyas credenciales sobran para integrar ese colectivo. Se lo convoca porque según se expresó, "la idea es armar un grupo de trabajo para analizar por qué tanto son acatadas las medidas que se recomiendan, y si no lo son, saber por qué. Para eso vamos a analizar muchas cosas, por ejemplo, la situación de la vivienda de las distintas personas, y ver si esto tiene que ver con que adopten o no lo que se les pide"; más específicamente se intenta "entender por qué parte de la gente no acata las medidas". 

El asunto es complejo, pero ya que estoy tiro algunas ideas. El desempleo trepó al 11,2%. El número de personas en seguro de paro llega a casi 200 mil. Se estima que unas 400 mil personas están en situación de pobreza y que deben resolver su vida día a día. La economía caería este año un 4,5% . El trabajo recuperó la centralidad de los problemas que nos afectan y el desempleo es el tema que más preocupa a los uruguayos. Y según mi parecer, este marco de referencia explica una parte importante de las conductas de las personas, lo que en contexto del Gach explicaría la movilidad de las personas. 

No hay más que darse una vuelta por los barrios populares de Montevideo (si fuera posible, ir en ómnibus conocer las condiciones en que se viaja hacia el norte y el oeste de Montevideo) para concluir que esas 400 mil personas si no salen a la calle no comen. Es duro, pero es así. Por eso es importante entender que cuando estas personas salen a la calle no lo hacen desafiando ningún mandato, no hay en estas conductas un ápice de rebeldía orientada a menoscabar la política de salud del gobierno: simplemente se trata de estrategias de vida.

Cuando la desigualdad es grande, las lecturas de algunos fenómenos pueden simplificarse: la mayor parte de esas personas vive en la zona metropolitana o en los barrios periféricos de cualquier ciudad del país. Viven en lamentables condiciones habitacionales. Aproximadamente unas 200.000 personas viven en asentamientos irregulares. Casi un 9% de los hogares se encuentran en condiciones de hacinamiento, dato extraído de informes de Mides al 2020; según esa misma fuente el 15% de las personas viven en esos hogares. En consecuencia, si no es posible viajar o trasladarse por esos barrios para explicarse porque mucha gente no logra mantener el distanciamiento social, puede consultar las estadísticas disponibles. De hecho, estaban allí el 13 de marzo, el día que empezó oficialmente la pandemia.

El otro lugar común de la sanción social, es la conducta de las juventudes. Los jóvenes que yo conozco: hacen lo que pueden con lo que les pasa, que es más o menos lo que hacemos los adultos. La muestra a la que accedo es sesgada, pero en su gran mayoría se trata de jóvenes que se mantuvieron encerrados durante 9 largos meses, estudiando como pudieron en esas mismas casas en las que viven más personas de las que deben, y que en muchos casos han tenido que salir a buscar trabajo por necesidad. A fin de año simplemente salen a hacer lo que todos nosotros hemos hecho a los 18 años: disfrutar de los amigos. Quizá la gurisada se equivoque, pero es la forma de abordar el problema lo que en verdad molesta: ese placer insano del rezongo adulto al que es tan afecto el Uruguay conservador. En estos días he escuchado durísimas expresiones ("lo que más me calienta es que no cuides a tu familia") que lamentablemente ignoran lo que muchos sabemos y que también se encuentra registrado en las estadísticas: muchas de las juventudes se hacen cargo sus vidas. Las juventudes son pulsión de vida, nada más. Y no será rezongándolos que cambiarán su modo actuar. 

Recuerdo nítidamente aquel 13 de marzo. Han pasado 9 meses de aquel día. El encierro ha sido largo. El invierno -como siempre- fue duro e injusto. En diciembre con el verano llega la tibieza del encuentro. Pero sobretodo llega a una sociedad cansada del encierro, con poco trabajo, sin dinero y con mucha incertidumbre.

Descargar el enojo en las personas no es el camino. Le corresponde al gobierno decidir cuál es la estrategia más adecuada. Y aunque nadie quiere ponerle nombre a la solución, como un rumor culposo circula por ciertos ambientes, que tendremos que apelar a una especie renta de emergencia que ayude a transitar este difícil momento. El camino es estimular las conductas de cuidado comprendiendo que el problema de fondo no es la desobediencia. Parece evidente que el gobierno no se quiere endeudar para resolver este tema. Es necesario ser más claro en este punto, lo que el gobierno no quiere es endeudarse con esta finalidad. Parece claro que no está en sus planes definir una política de transferencias para la gente que más lo necesita. 

Sin embargo, urge que todos nos impliquemos, es imperioso pensar estrategias para involucrar a una sociedad que parece cansada del problema. Una posibilidad puede ser que el presidente abra el juego a la oposición y a la sociedad civil. Todos podemos aportar en un problema que nos concierne directamente. Acertadamente optó por el asesoramiento de un grupo de científicos que por momentos pareció refugiarse en su torre de marfil y no fue sino con la desafortunada intervención de Ramón Méndez que mejoró la calidad de la información que recibimos. El singular ruido que generó ese episodio nos puso de frente a un escenario cuya gravedad ignorábamos o por lo pronto no había sido comunicado claramente. Y se trazó una línea entre un Uruguay responsable y apegado a los protocolos y otro díscolo e irresponsable.

A ese desencuentro que vivimos tenemos que cargarlo de sentido. Porque ese Uruguay pacato que disfruta de los protocolos no logra entender lo que pasa. Nos pasa algo más que una pandemia. Nos pasa que nos cuesta ponernos en el lugar de los demás, en el lugar de ese "otro" que duele. Sobre esa sensación de ajenidad el gobierno se para firme. Y los mira serio con la idea de que se portan mal, sospechando que hay desobediencia allí donde solamente hay estrategias de vida, un malestar que ni siquiera asume formas organizadas de resistencia política.

Ayer al presidente se lo vio confuso y nervioso. Habló de una convivencia solidaria pero no hizo mención alguna a medidas de contención económica y social para quienes han sufrido el impacto de la crisis. No parece tratarse de un descuido involuntario. En política no hay olvidos: las omisiones son elecciones. A su vez, las diferencias de enfoque con el Gach se hacen cada vez más visibles, lo que configura una circunstancia que puede profundizar la crisis. Sin embargo, otro puede ser el camino; hay que dejar de lado el enojo fácil y tratar de entender lo que ocurre. Todos podemos colaborar, alcanza con que el gobierno convoque a más actores de la sociedad, seguramente allí estaremos: actores políticos y organizaciones de la sociedad civil. Hay que apoyar las medidas del gobierno, pero también recordarle que son insuficientes. En el tratamiento del malestar social, del nivel sintomático de los asuntos, al gobierno aún en su versión más amistosa estilo coaching, se le escapa su impronta represiva.

Sergio Reyes es sociólogo. Integra la directiva de Anong (Asociación de ONG Orientadas al Desarrollo)


1 https://ladiaria.com.uy/politica/articulo/2020/12/fernando-filgueira-se-suma-al-gach-y-busca-entender-por-que-parte-de-la-gente-no-acata-las-medidas/

2 https://www.ine.gub.uy/actividad-empleo-y-desempleo

3 https://twitter.com/NicolasLussich/status/1338999342372417536

4 https://ladiaria.com.uy/economia/articulo/2020/12/aldo-lema-contexto-y-perspectivas-para-la-economia-uruguaya/

5 https://radiouruguay.uy/segun-opcion-el-desempleo-es-el-tema-que-mas-preocupa-a-los-uruguayos/

6 https://issuu.com/comtechouy/docs/informe_metodolo_gico

7 https://catalogodatos.gub.uy/dataset/mides-indicador-7706

8 https://www.subrayado.com.uy/me-calienta-pensar-que-vos-que-si-tenes-opcion-no-cuides-los-que-queres-no-cuides-ti-mismo-no-cuides-tu-familia-n699868

Columnistas
2020-12-18T13:59:00

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