"A estos bichos hay que matarlos cuando son chiquitos". Carlos Pérez Pereira

20.07.2025

Esta frase es sacada del cuento del gaucho que, en sus años de adolescente, fue atropellado por un tren. Años después, cuando llegó por primera vez a la ciudad, destrozó a una máquina de tostar maníes (parecida a un tren en miniatura), mientras explicaba el acto con esos dichos.

El hombre argumentó que tales aparatos eran herederos de maldades y había que liquidarlos mientras no se pudieran defender. Cualquier parecido con la realidad que comentaremos a continuación, no parecen ser meras coincidencias.

He escuchado palabras duras, referidas a los ataques israelíes a la población de Gaza, con las que se expresa la intención de "liquidar" con la organización armada Hamas, que atacó y secuestró a ciudadanos israelíes. Muchos secuestrados fueron liberados en negociaciones, pero Hamas aún mantiene a otros en cautiverio. La tregua fue precaria y violada por alguno de los contendores, con mutuas acusaciones. Por cierto, quienes apoyan esa cruzada punitiva contra Hamás, justifican la matanza de civiles como inevitables, para poder lograr el objetivo final.

La empresa (se dice) es contra el grupo Hamas, y las muertes de civiles cercanos se califica como "daños colaterales", como se ve en las películas hollywoodenses, pero también en algunas llamadas "guerras preventivas" aplicadas por las grandes potencias. Es cierto que luego de algún ataque donde gente que nada tiene que ver en el conflicto, se pide perdón, pero las acciones no paran y los muertos ascienden ya a decenas de miles. La motivación del gobierno israelí es básica: Israel está rodeada de enemigos y necesita su espacio vital para sobrevivir en un escenario hostil. Evitamos cualquier reminiscencia provocada por estas expresiones, para eludir similitudes históricas. No es nuestro propósito y, personalmente, entiendo que no son comparables.  

La población total de Gaza es de 2 millones y medio de habitantes. Viven aglomerados en un espacio geográfico, que hoy es menos de la mitad de lo que era antes de las ocupaciones israelíes para construir "asentamientos" de sus paisanos. Acciones rechazadas por las NNUU y por la mayoría de países del planeta, menos algunos pocos, que jamás aceptaron las recomendaciones del organismo y permitieron que Israel siguiera su avance sobre tierras palestinas. Estas "reconquistas" se hicieron expulsando a los pobladores gazatíes, sin miramientos y a la vista de Dios, del Diablo y del resto del mundo, que asistía (sorprendido pero indolente) al asalto a la dignidad y a las vidas humanas. Esta historia es larga y no vamos a justificar la existencia de grupos armados y sus acciones terroristas, como reacción a la operativa de ocupación de territorios. Pensamos que se pudo y se debió buscar otros mecanismos de negociación (largos y costosos), pero nunca a desatar la violencia que a escarpados caminos puede conducir. Y a la vista está. Una vez que se entra en la dinámica del ataque/contraataque, se bloquea cualquier intento de razonamiento y de atribución de responsabilidades. Con los primeros disparos y las primeras muertes, la verdad salta por los aires hecha añicos. De ahí en más, todo es tomar partido por uno o por otro.

Hagamos una proyección numérica aproximada, en base a estimaciones de analistas del tema. De la población gazatí total, ¿cuántos pueden integrar la organización Hamas? Entre integrantes y apoyo directo, pensemos en unas 20 mil personas. Agreguemos a gente simpatizante, auxiliares de propaganda e infraestructura, etc. hasta llegar a las 100 mil personas. O un poco más: 200 mil, para ser generosos. Todos mayores de edad, o por lo menos a partir de una edad más o menos aceptable, digamos: 12 a 13 años, cuando adquieren una elemental capacidad para razonar y tomar decisiones. Aceptemos que sea así; seamos generosos.  

En esa población hay cientos de miles de niños. Hablo de infantes, desde pocos días de vida hasta los 10 u 11 años. Puedo aceptar que muchos de ellos sean hijos de activistas o pro Hamás, lo cual es obvio. Aceptemos también (aunque no deja de ser un prejuicio) que serán todos adiestrados como futuros activistas de las organizaciones armadas, con alguna tarea para el grupo, porque, por cierto, el adoctrinamiento existe, es natural, nadie lo puede negar.  

¿Y qué hay de los otros niños, los hijos de quienes nada tienen que ver con Hamas? ¿Los metemos a todos en la misma bolsa, sujetos del mismo prejuicio, solo por vivir allí? Voy más allá, e incluyo a los mismos hijos de activistas: ¿pueden niños de pocos años ser acusados de terroristas potenciales, pasibles de represalias, simplemente porque fueron engendrados por padres guerrilleros, sin opciones?  Y todo ello, aunque no haya pruebas y lo único que se puede aducir para desatar la represión, sea el mero odio punitivo, como motor del afán de exterminio de una población designada como enemigo irreconciliable.

Hasta puedo aceptar que, siendo mayores, y aún sin ser activistas, sean "cómplices pasivos", porque "dejan" actuar a la organización armada en su sociedad. Y esta complicidad se extiende a todos los familiares, descendientes y, finalmente, a toda la población de Gaza.

Estas ideas son brutales, las esgrimieron las dictaduras latinoamericanas de los años sesenta y setenta y los uruguayos las padecimos. Secuestraban o mataban a los niños, simplemente porque eran hijos de subversivos. Son ideas que coliden no solo con los sentimientos humanos, sino también con principios de derecho internacional, por lo menos desde 1949 (Juicios a los nazis en Nuremberg) aceptados por la casi toda la Humanidad. Entre quienes no coinciden con esos principios, hay, lamentablemente, descendientes judíos de víctimas directas del Holocausto, aceptados por el mundo como un pueblo perseguido y acosado por ideas e intentos aterradores de exterminio de pueblos. Aunque estamos seguros que es una minoría, no deja de ser muy triste y patético. La historia se repite, pero la segunda vez ya no es una tragedia, y no quiero calificarla, por respeto a las víctimas del Holocausto, y de los muertos en la Franja de Gaza. Pero también me niego a someter la comparación de un caso con otro a una cuestión de escala.  

Sigamos el hilo del razonamiento: ¿Qué tal si en Uruguay, o en países donde hubo terrorismo de estado, y se reprimió masivamente a la población, empezáramos a pasar factura a hijos y nietos de los delincuentes, solamente por vivir con ellos y usufructuar de beneficios que sus padres y abuelos lograron siendo criminales de lesa humanidad y/o violar la Constitución? Por supuesto que sería injusto (opinión que todos sabemos que no fue recíproca). No todo el mundo acepta este criterio, pero démoslo por bueno. ¿Por qué entonces aplicamos una culpabilidad por herencia a los niños de Gaza que son destripados, indiscriminadamente, por bombas arrojadas desde Israel? Doble discurso, si los hay.

UNA AFIRMACIÓN CRUEL Y GRAVE.

Un conocido comunicador uruguayo, con mucha audiencia, sobre todo en los ómnibus del pasaje capitalino, Orlando Petinatti, afirmó en un programa televisivo, con vehemencia, que "EN GAZA NO HAY INOCENTES", refiriéndose al asesinato masivo de miles de niños. Esto es algo que rebasa todo límite humano elemental, y no quisiéramos haberlo escuchado nunca de un uruguayo, ni de ningún ser humano. Ya no hablo de Ética o de Moral, ni siquiera de Derechos, hablo de HUMANIDAD. Petinatti quiso decir: en Gaza está bien matar a los niños, porque a ellos se les enseña desde pequeños a matar a judíos.

Jamás había oído una expresión tan inhumana. Por lo menos de labios de una persona que tiene una gran audiencia y es bien considerado en los medios de comunicación. Ni siquiera lo escuché de confesos exponentes de teorías racistas, supremacistas y fachas que han vuelto a poner sobre la mesa de debate, la reivindicación de dictaduras genocidas, con la justificación del exterminio de miles de seres humanos mediante "acciones preventivas" como, por ejemplo, las llevadas adelante con Libia, luego con Irak y ahora con Gaza e Irán. Quisiera sinceramente que el mismo protagonista de esta barbaridad se desdijera, confesara un error y pidiera disculpas. (Si ya lo hizo, quien pide disculpas soy yo).

Casi que lo estoy pidiendo como un acto de caridad (aunque no soy religioso), o de simple consideración a seres desvalidos. De lo contrario, confieso que no entiendo cómo se puede dejar pasar tan impunemente una expresión de tanta crueldad, un llamado liso y llano a matar niños (apología de delitos de lesa Humanidad), sin que alguien tan siquiera haga algún comentario en los medios. Una declaración que nos llena de preocupación por el futuro, y mucha vergüenza en el presente.  

 

Carlos Pérez Pereira

 

Columnistas
2025-07-20T13:37:00

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