"Lesotho solo ha sobrevivido tanto tiempo gracias al apartheid". Michael Mansilla

16.05.2025

Los últimos años, ha resurgido en Lesotho un debate sobre su posible integración con Sudáfrica, impulsado por factores históricos, económicos y políticos. Pero los sudafricanos ven más problemas que ventajas en una posible anexión, y los basotho no quieren perder sus tradiciones, especialmente la monarquía. Lesotho: ¿Integrarse plenamente a Sudáfrica o seguir su propio camino?

El pueblo Basuto o sotho (Mosotho singular) -cuyo idioma es el sesotho- no se limita al Reino de Lesotho, traducido como "Reino de los que hablan sesotho". Son aproximadamente 4.3 millones de personas en Sudáfrica, 7,9%, de la población total y tiene al sesotho como lengua materna. En su mayoría establecidos en las provincias cercanas y fronterizas al reino. El sesotho es el idioma principal de Lesotho, un estado soberano, enclave dentro de la Republica Sudafricana sin salida al mar.  Allí viven cerca de 2.227.548 habitantes (est. 2024) personas hablan esta lengua Bantú (1).

Miles de personas en el empobrecido reino de Lesotho, perteneciente a la Commonwealth, han pedido a Sudáfrica que anexe su estado porque este ha quedado en bancarrota. La pandemia del VIH, donde el 40% de población es portadora del virus y hasta 400.000 huérfanos a causa del Sida. La esperanza de vida ha descendido a 34 años.

Dadas estas condiciones, el pueblo basotho se pregunta si vale la pena existir como país separado o unirse a la federación sudafricana. Se han juntado firmas para plebiscitar la integración de su país a su gigantesco vecino, que lo rodea por completo. a Sudáfrica del apartheid. "Ya no hay razón para que sigamos existiendo ""Lesotho no solo carece de litoral, sino que también es un enclave dentro de Sudáfrica. Fuimos una reserva de mano de obra barata durante régimen del apartheid nación con moneda y ejército propios", declaró Vuyani Tyhali, sindicalista e impulsor del Movimiento de la Carta del Pueblo de Lesotho. Pero, en la complicada y frustrante política de Lesotho, esta consulta popular pro-unionista nunca se ha concretado.

Lesotho, a dos horas de Bloemfontein, al final de la carretera N8, es el país más alto del mundo (ninguna parte se encuentra por debajo de los 1400 m sobre el nivel del mar) y uno de los más bellos. Sus montañas y valles están salpicados de jinetes con sombreros cónicos de paja y mantas tradicionales sujetas con imperdibles gigantes. Los ríos cruzan las carreteras, y no al revés.

Pero el idilio africano enmascara duras realidades. En los últimos 30 años, se han inundado valles para construir presas que abastecen de agua a Johannesburgo, a 400 kilómetros de distancia. Sin embargo, un tercio de los pozos del país están secos. Su nueva planta de diamantes, altamente mecanizada, no ha logrado absorber a las decenas de miles de trabajadores despedidos por las minas sudafricanas. Incluso su industria textil, que en su apogeo llegó a emplear a 50.000 personas, se ha derrumbado con las nuevas tarifas a las importaciones de Donald Trump.

Los salarios son bajos. Un trabajador de fábrica en Bloemfontein gana alrededor de 2400 rands (213 libras esterlinas) al mes, frente a los 700 maloti (63 libras esterlinas) que ganan en las plantas textiles de propiedad china de Lesoto, en constante reducción de personal.

Colapso económico.

Las tierras bajas occidentales son la mayor zona agrícola. Casi el 50% de la población debe obtener sus ingresos de los cultivos o de la ganadería, cerca de dos tercios de los ingresos del país provienen del sector agrícola y ganadero.

En 1980, Lesoto producía el 80% de los cereales que consumía. Ahora importa el 70%. La legalización del cultivo y consumo del cannabis se vio como el nuevo "oro verde" que se contrabandeaba a Sudáfrica en burros. Pero la legalización y despenalización del cannabis en ese país, dejo a miles de agricultores en bancarrota.

VHI, el verdadero problema.

Hay coincidencia que la crisis en general es SIDA y los miles de huérfanos como consecuencia.

La ayuda internacional casi ha desaparecido por corrupción crónica del aparato político. Como la organización benéfica de Manyanye, Sentebale, fue fundada en 2006 por el príncipe Harry y el príncipe Seeiso. Hace unos días el mismo príncipe Harry, renuncio a su propia fundación, cuando una auditoria dio cuenta que los ingresos de la fundación terminaban en autos de lujo y en paraísos fiscales. Además del cierre de USAids, por parte de Donald Trump, han hecho que los tratamientos solo lo reciben quien pueda pagarlo. Sudáfrica no permite la utilización de recursos de salud pública para tratamiento de extranjeros y generalmente los afectados son deportados.

El mayor ingreso de Lesotho, eran las remesas de sus ciudadanos trabajando en las minas en la Sudáfrica en la era del Apartheid. Pero la "Nueva Sudáfrica" mostro su peor lado: la xenofobia. La mano de obra barata venida de países como Zimbabue, Nigeria o Mozambique "supuestamente" le quitaban el trabajo a los nacionales.

Se perdieron puestos a causa de automatización de los procesos y la falta de rentabilidad en la explotación de las minas.

Muchos basotho buscan compasión en el gobierno sudafricano. El Congreso Nacional Africano fue fundado en Lesoto en 1912 por el rey Letsie II. Durante la lucha contra el apartheid, el brazo armado del CNA organizó sus unidades guerrilleras desde el enclave.

Pero el gobierno de Pretoria tiene mala memoria.

Sudáfrica dejó otorgar visados de trabajo y de reconocer los documentos de viaje temporales que los basotho habían usado durante años para entrar y salir de Sudáfrica a trabajar. Miles de personas que realizan jornales a destajo al otro lado de la frontera se ven ahora obligadas a quedarse en Lesoto o cruzar ilegalmente y enfrentar la deportación.

Por la anexión.

Pocos basothos sienten apego por su moneda o sus fronteras, y mucho menos por su caótico parlamento de 122 escaños, que se tambalea entre elecciones controvertidas, entre intentos de asesinato y huelgas. Un estudio reciente de la Unión Africana señaló una "amenaza persistente de conflicto interno" e identificó profundos problemas de corrupción y rendición de cuentas. El informe no llegó a exigir la anexión de Lesoto, pero recomendó la integración económica con Sudáfrica.

Sekhobe Letsie, jefe de Koung Makhalaneng, afirmó que los basotho estaban apegados a su monarquía, no a sus políticos. "El maloti es una moneda sin valor. Ni siquiera la imprimimos. El Rand es el billete que se usa en efectivo. Existe un acuerdo para equiparar el valor del maloti con el rand sudafricano. Debería abolirse. Lesotho solo ha sobrevivido tanto tiempo gracias al apartheid. En aquella época teníamos y embajadas recibíamos ayuda internacional. Ahora, cuando pedimos ayuda para nuestro sistema educativo, quienes nos ayudan nos dicen que recurramos a Sudáfrica".

Afirma que el Movimiento de la Carta del Pueblo cuenta con un amplio apoyo porque no amenaza a la monarquía. "Dudo que el rey esté nervioso por esto. Los que están nerviosos son los políticos, que temen perder su poder. Nosotros conservaríamos a nuestro rey. Miren al rey de los zulúes: está muy feliz de formar parte de Sudáfrica. Lo principal que buscamos es un documento de identidad común con Sudáfrica para que todos puedan entrar y salir libremente", afirmó.

Un país de facciones.

Hay varias razones para la inestabilidad crónica de Lesotho , entre ellas las malas relaciones entre civiles y militares, reglas parlamentarias que incentivan la formación de facciones, una economía pequeña y moribunda que hace que ocupar un cargo político sea uno de los puestos más rentables del país, y una cultura de política combativa. A lo largo de los años, los actores políticos basotho han estado dispuestos a arriesgarse a la inestabilidad, incluso a la violencia, para alcanzar sus máximos cargos.

Política arriesgada y beligerancia.

En los últimos 30 años, todos los actores políticos de Lesotho, en algún momento u otro, han solicitado o participado en conductas provocativas que inducen la intervención de sus vecinos más grandes, con la esperanza de que el poder de Pretoria les ayude a prevalecer sobre sus rivales internos.

El resultado es una continua política arriesgada y beligerante. Los politólogos Timothy Crawford y Alan Kuperman describen esto como un "riesgo moral crónico". Una larga historia de intervención en un Estado perpetúa su inestabilidad.

La intervención de Sudáfrica en la política de Lesoto tiene una larga historia. A principios de la década de 1990, las transiciones democráticas tanto en Lesotho como en Sudáfrica prometían una mayor paz, tanto dentro de estos dos países como entre ellos.

En Lesoto, esa esperanza se vio inmediatamente frustrada. A principios de 1994, estalló un conflicto en el ejército del país. Los combates entre dos facciones de la fuerza de defensa se intensificaron y se produjeron intercambios de disparos en todo Maseru.

Desesperado por ayuda, el primer ministro Ntsu Mokhehle escribió al presidente sudafricano, F. W. de Klerk, pidiéndole que enviara una fuerza de mantenimiento de la paz a Maseru, con el fin de separar a los dos bandos del ejército que estaban definitivamente en curso de una sangrienta colisión...

Tras conversar con el futuro presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, De Klerk se mostró reticente. En cambio, la intensa intervención diplomática de la Comunidad de Desarrollo del África Austral (SADC) contribuyó a estabilizar temporalmente la precaria situación política de Lesoto.

En agosto de 1998, ante el aumento de las protestas por unas elecciones controvertidas, el rey Letsie III pidió a Mandela, entonces presidente de Sudáfrica, que ayudara a resolver la situación. Se organizó rápidamente una fuerte intervención militar para ayudar a Lesoto a volver a la normalidad.

La fuerza de intervención regional resultante restableció la estabilidad, pero a un alto costo. Se perdieron unas 90 vidas y Maseru, Mohale's Hoek y Mafeteng sufrieron graves daños. En agosto de 2014, tras un intento de golpe de Estado contra Thabane, este huyó a Sudáfrica. Luego pidió a Pretoria que enviara tropas para estabilizar Lesotho.

En los años siguientes, Lesotho se mantuvo en relativa paz, pero la política siguió siendo volátil, marcada por frecuentes cambios de gobierno y acusaciones de corrupción. Las elecciones se han sucedido rápidamente: 2012, 2015, 2017 y 2022, reflejando la fragmentación política del país.

Esto sentó un precedente pernicioso. Al enfrentarse a problemas internos, los actores políticos de Lesoto buscaban ayuda internacional en lugar de buscar acuerdos con sus compatriotas. Esta dinámica se ha manifestado en numerosas ocasiones desde entonces.

No a la anexión.

Porque no a la anexión. Teboho Mafereka.

Porque existen demasiadas desventajas, especialmente para la persona promedio. Por ejemplo, 1) Las tasas e impuestos en Sudáfrica son relativamente más altos y hay más tramos impositivos en comparación con solo dos en Lesoto. 2) Los precios de los terrenos y las propiedades son más altos en Sudáfrica. En Lesotho las leyes prohíben la compra de tierra a los extranjeros. Si se diera la anexión esto no tendría más vigencia. Y Lesotho posee tierras templadas y paisajes más "europeos" "alpino". Incluso nieve en las montañas Drakkenberg, inclusive una estación de estación de esquí    proyectada desde los años 70s.

Pero sobre todo recursos hídricos, de los que Sudáfrica ya no solo aprovecha, sino que abusa 3) Los basuthos y sus políticos, no quieren saber nada con el Congreso Nacional Africano, un partido cuyos gobiernos se han caracterizado por ser una cleptocracia, en extremo corruptos.4) Sudáfrica puede describirse, en términos relativos, como una versión reducida de Estados Unidos: una tierra de cualquiera que la recorra. La mezcla de culturas sin un sentido de pertenencia puede generar muchos problemas en una comunidad y despojar a una nación de su esencia de orgullo cultural. Los basotho valoran mucho ese orgullo. Opinión de Teboho Mafereka, Basuto que reside hace décadas en Ciudad del Cabo.

Posición del gobierno sudafricana.

En 2023, el primer ministro Sam Matekane propuso reformas para estabilizar el país y fortalecer las instituciones, pero el apoyo popular al Movimiento de la Carta del Pueblo siguió creciendo. A medida que la crisis económica se profundiza, más ciudadanos ven con buenos ojos la integración con Sudáfrica como una solución viable.

Sudáfrica, sin embargo, permanece reacia. Tiene sus propios desafíos internos: desempleo, violencia, criminalidad, protestas sociales y una creciente presión sobre los servicios públicos. Anexar Lesotho implicaría asumir la responsabilidad de un país con severos problemas estructurales. Aunque algunos políticos sudafricanos simpatizan con la idea de una mayor integración, la mayoría del Congreso Nacional Africano prefiere evitar compromisos de largo plazo.

Desde el punto de vista legal, una anexión requeriría referéndums en ambos países, enmiendas constitucionales y el respaldo de la Unión Africana, que ha sostenido el principio de respeto a las fronteras heredadas de la descolonización. El precedente que podría sentar una integración voluntaria podría animar a otros movimientos separatistas o unionistas en el continente.

Parece poco probable que el gobierno inicie una pelea con su vecino, pero aún no ha hecho comentarios sobre el tema. La economía de Lesotho, depende en gran medida de la de Sudáfrica, que lo rodea por completo.

La idea de una federación sudafricana ampliada, que incluya a Lesotho (e incluso a Esuatini o Botswana), no es nueva. Fue discutida en varias ocasiones en el siglo XX, pero siempre quedó relegada por razones políticas. Hoy, podría representar una alternativa realista si ambas partes encuentran beneficios mutuos claros.

Sin embargo, muchos basotho temen que su cultura y su identidad nacional se diluyan en una Sudáfrica compleja y diversa. La monarquía es vista como el símbolo último de su soberanía, y su pérdida sería difícil de aceptar para buena parte de la población.

El dilema de Lesotho -seguir su accidentado camino como nación independiente o aceptar una fusión con su vecino gigante- refleja un debate más amplio en África: entre la soberanía simbólica y la integración pragmática. Por ahora, ni la clase política local ni el gobierno de Pretoria parecen dispuestos a avanzar hacia una decisión definitiva. Pero el tiempo corre, y las presiones económicas, sociales y sanitarias siguen acumulándose. Además, la inseguridad en Lesoto se extendería a Sudáfrica. Podría provocar problemas como la proliferación de armas y un aumento de la delincuencia.

 

Lesotho contrataca.

Lesoto reclama amplios territorios en manos de Sudáfrica.

Los Basuto no eligieron vivir en las frías montañas Drakkenberg. Los basuto son un pueblo bantú dedicado a la ganadería, originarios de las verdes praderas de sureste y con clima más cálido.

En los primeros años del siglo XIX, como consecuencia directa de la huida del temible Shaka Zulú, el rey de los basuto, Moshoeshoe I (traducida como Rey barba afilada), fundó el reino en los inaccesibles Drakkenberg. Aunque al poco tiempo una serie de enfrentamientos militares con los bóeres entre 1856 y 1868, le llevaron al poco tiempo a solicitar ayuda al Reino Unido, convirtiéndose en protectorado británico en mayo de 1868. En 1871, Lesoto (entonces Basutolandia) formaba aun parte de la Provincia del Cabo, pero en 1884 fue declarado protectorado independiente de la Corona, con su propio Alto Comisionado en Maseru.

A lo largo del siglo XIX, el país fue despojado de sus áreas más fértiles que fueron incorporadas a Sudáfrica, especialmente al Estado Libre de Orange, en poder de los Boers.

Según un informe detallado de la BBC, los habitantes de Lesotho, llamados basotho, vivieron en estas zonas hasta el siglo XIX, cuando fueron ocupadas por los afrikáners, es decir, los sudafricanos blancos.

La otra voz: "Es hora nos devuelvan lo que es nuestro".

Desde el pequeño reino se alzan voces de no fusionarse con Sudáfrica, todo lo contrario: Que el gran hermano y vecino le devuelvan todos los territorios históricos de Basutolandia. Lesotho con unos 30.000 Km2, reclama unos 280 mil Km2, incluidas las minas de diamantes de Kimberly.

El reclamo se da en conformidad con la Resolución 1817 (XVII) de las Naciones Unidas, aprobada por la Asamblea General en diciembre de 1962.Con el fin del protectorado británico la O.N. U reconoció el derecho a la autodeterminación y la independencia de Basutolandia. Pero los británicos como lo hicieron la misma jugada con Belice y Guyana, que obtuvieron su independencia, sin especificar sus límites, y en medio de reclamos territoriales.

Para los legisladores los limites Basutolandia no se limitan a las fronteras del actual Lesotho, la mayoría quedaron fuera. Además, el idioma basuto es uno de los 9 idiomas oficiales de Sudáfrica

Una moción presentada por un diputado de la oposición pretende que el parlamento declare toda la provincia del Estado Libre de Sudáfrica, que limita con Lesotho, así como zonas de cuatro regiones más, como parte del pequeño reino montañoso.

La honorable cámara declaro (2023) su reclamación de los territorios históricamente, habitados por los basuto: Todo el Estado Libre (de Orange), partes el Cabo Oriental, partes el Cabo Norte, partes Mpumalanga y partes de KwaZulu-Natal, en Sudáfrica.

"Los basotho aún viven en Sudáfrica, especialmente en el Estado Libre nuestro", dijo Tshepo Lipholo, el diputado detrás de ". "Es hora de que nos devuelvan lo que la moción, al parlamento del país. La historia registra lo que le arrebataron a nuestro pueblo y las personas que murieron en el proceso. Es hora de corregirlo". En la visión del Sr. Lipholo, el Reino crecería de 30.000 kilómetros cuadrados a alrededor de 240.000 kilómetros cuadrados.

"Espero que, después del debate, nuestro país nos sea devuelto como debería haber sido hace mucho tiempo", dijo a los periodistas antes del debate el legislador Tsepo Lipholo, del Movimiento Basotho Conveniente (BCM).Lipholo es el único legislador del BCM en la Asamblea Nacional.

Intereses de Sudáfrica.

Para Sudáfrica es importante interés nacional en preservar la estabilidad en Lesotho.

El Proyecto Hídrico de las Tierras Altas de Lesoto abastece a Gauteng, el centro económico de Sudáfrica, con gran parte del agua. Para que este suministro continúe, es necesaria una relativa estabilidad en Lesoto.

Además, la inseguridad en Lesoto se extendería a Sudáfrica. Podría provocar problemas como la proliferación de armas y un aumento de la delincuencia.

La violencia y la criminalidad son muy altos Factores como la pobreza, la desigualdad y la debilidad institucional.

El pequeño reino montañoso de Lesoto tiene la sexta tasa de homicidios más alta del mundo, según un reciente informe de World Population Review. La tasa promedio mundial de homicidios es de 7 por cada 100.000 personas, según el informe, y Lesotho tuvo una tasa casi seis veces mayor. Lesoto, con una población de poco más de dos millones de personas, registra 40,6 homicidios por cada 100.000 personas, más que países en conflicto como la República Democrática del Congo (RDC) y Mozambique. La RDC tiene una tasa de homicidios de 13,55. Sudáfrica, el país vecino de Lesoto, mucho más poblado, registra 33,97 asesinatos por cada 100.000 habitantes.

Los principales objetivos son agentes de policía, decenas han sido asesinados. Violencia de género y conflictos familiares. La poco envidiable posición de Lesotho contribuyen los asesinatos sin resolver de mujeres y niños que han sacudido el país en los últimos años. Un sistema judicial deficiente, la corrupción generalizada, sumado a la ineptitud de los mandos políticos en las fuerzas de seguridad ha llevado a que algunos asesinos anden libres a pesar de que en algunos casos incluyen el descuartizamiento de la victimita.

La criminalidad y violencia en Lesotho han aumentado debido a factores estructurales como la debilidad institucional, la corrupción y la impunidad. La proliferación de armas ilegales, muchas provenientes de Sudáfrica, ha potenciado el crimen organizado y la violencia entre bandas. El crimen organizado, narcotráfico y la presencia de grupos armados ilegales que controlan algunos barrios de la capital Maseru y zonas rurales. Sobre todo, en los pasos ilegales de la frontera con Sudáfrica. También influyen el desempleo juvenil, la pobreza, la crisis en la industria minera y la inestabilidad política. La violencia de género y los conflictos familiares son comunes, en un contexto de normas patriarcales y falta de acceso a la justicia.

Lesotho dependía casi en un 40% de las remesas de sus trabajos en la minería sudafricana el cierre o reducción de operaciones ha dejado a miles de basuto sin empleo y fueron deportados a Lesotho. Una gran proporción de la población joven carece de oportunidades educativas y laborales. La mayoría de ellos huérfanos del SIDA. Esto genera frustración social y hace que los jóvenes sean vulnerables a la radicalización criminal o a ser reclutados por bandas. Estos dos colectivos recurrieron a la violencia o el crimen organizado como forma de sobrevivencia.

Sudáfrica juega un papel clave en esta dinámica a través de una frontera porosa que facilita el tráfico ilegal y la operación de redes criminales transnacionales. Hay una alta disponibilidad de armas ilegales, muchas de las cuales provienen de Sudáfrica. Estas armas han alimentado conflictos entre bandas y crímenes violentos, como asesinatos y robos a mano armada.

Grupos criminales con vínculos en Sudáfrica, controlan actividades ilegales como el tráfico de armas, el robo de automóviles y la extorsión. Hay presencia de pandillas urbanas que también reclutan jóvenes desempleados.

El colapso del negocio del cannabis dio paso al más rentable negocio de las drogas sintéticas. Pero siempre saliendo o entrando a lomo de burro, el transporte más confiable de los Drakkenberg.

Lesotho tiene instituciones policiales y judiciales frágiles, mal financiadas y a menudo infiltradas por la corrupción. La impunidad es alta, lo que desalienta la denuncia y permite que redes criminales operen sin consecuencias. Los criminales sudafricanos buscan refugio el reino. Las deportaciones hacia el vecino país son muy lentas, a menos que se aceite la maquinaria judicial.

Redes de crimen organizado transnacional.

Algunas bandas sudafricanas, como ciertas facciones vinculadas a los "taxi wars" o al narcotráfico en Gauteng y KwaZulu-Natal, tienen vínculos con actores en Lesotho. Se han documentado casos de basotho (ciudadanos de Lesotho) trabajando en redes de robo de automóviles en Sudáfrica y traficando armas de regreso a Lesotho.

El impacto social de la violencia en Lesotho incluye desplazamiento interno, trauma psicológico, debilitamiento del sistema de salud, desconfianza en las autoridades y estigmatización de los jóvenes pobres, lo que refuerza un ciclo de exclusión y violencia.

La realidad es que Sudáfrica se anexaría un gran problema, además de territorio.

¿Qué le espera a Lesotho?

Lesotho necesita salirse del control económico sudafricano, con inversores internacionales y exportando a una variedad amplia del mercado mundial. Lamentable la inestabilidad constante en la política interna no lo permite. Los sudafricanos no están muy interesados en que la situación mejore. Lesotho es la "torre de agua" del sur de África, esencial para el abastecimiento de agua potable natural como la región metropolitana de Johannesburgo.

 

Michael Mansilla.

Articulo C.C. de libre reproduccion.

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2025-05-16T10:57:00

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