"O Vietnã é muito quente para os soldados brasileiros". Michael Mansilla
13.10.2025
El presidente Lyndon B. Johnson necesitaba aliados para legitimar el conflicto en Vietnam. Busco en su patio trasero latinoamericano. Pero los dictadores de turno temían perder la cabeza, por involucrarse en uno de los conflictos más impopulares del siglo XX.
Estados Unidos necesitaba aliados en la guerra de Vietnam. En mayo de 1964, lanzó la campaña "Más Banderas" para persuadir a otros países a unirse al conflicto, con la esperanza de que su iniciativa ayudara a definir la contienda como un crisol de la Guerra Fría, desviara las acusaciones de colonialismo estadounidense en la región y justificara los crecientes sacrificios internos. Si bien "Más Banderas" podría contribuir a los resultados en el campo de batalla, Washington lo veía de forma más simbólica. Como supuestamente le dijo el presidente Lyndon Johnson al primer ministro británico Harold Wilson (laborista) al solicitar la participación de Londres: "Un pelotón de gaiteros sería suficiente"" pero no tendrán era la bandera británica". En los años 1960s el Imperio Británico había caído y la recesión plantaba cara en el Reino Unido. Lo último que necesitaba Wilson era meterse en otra guerra.
Inicialmente, Estados Unidos consideró el despliegue de "más banderas" principalmente como una forma de ofrecer asistencia económica, asesores militares y ayuda humanitaria de los países del llamado mundo libre. Pero, tras el despliegue de sus primeras tropas de combate en marzo de 1965, Washington quiso que las contribuciones de los aliados reflejaran las suyas. Esto implicó el despliegue de tropas sobre el terreno. Estados Unidos continuó cosechando éxitos en la región de Asia y el Pacífico. A lo largo de la guerra, Estados Unidos consiguió cientos de miles de soldados de Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur, Tailandia y Filipinas.
Si la historia del siglo XX sirviera de precedente, Estados Unidos también debería haber tenido éxito en Latinoamérica. Durante la Primera Guerra Mundial, la armada brasileña entró en la guerra del lado aliado, patrullando el Atlántico Sur en busca de submarinos alemanes. Durante la Segunda Guerra Mundial, Brasil envió su ejército, armada y fuerza aérea a luchar del lado aliado en Italia y en la Batalla del Atlántico, sufriendo más de mil bajas. México también se unió, enviando un escuadrón aéreo conocido como las Águilas Aztecas para combatir a Japón en Filipinas. Durante la Guerra de Corea, Colombia contribuyó con tropas a la coalición de las Naciones Unidas liderada por Estados Unidos.
Mientras Estados Unidos buscaba en la región una fuerza de combate para Vietnam, las perspectivas parecían sombrías. Latinoamérica pasaba por una época de conflictos políticos internos, golpes de estado y sobre todo la exportación de la "Revolución Cubana" hacia el resto de Hispanoamérica habían creado una multitud de guerrillas y grupos terroristas de izquierda. Ha esto surgió una contraparte de movimientos paramilitares de ultraderecha. Los años de plomo.
Falta de candidatos.
De Argentina, por ejemplo, indicaban que los líderes no estarían dispuestos a asumir el riesgo político interno. Venezuela estaba en el auge petrolero. Los embajadores estadounidenses advirtieron contra siquiera plantear el tema. Cada vez más, solo un estado parecía merecer la pena: Brasil.
Brasil.
A principios de 1965, las relaciones entre Estados Unidos y Brasil estaban en alza. El golpe de Estado del dictador militar Humberto Castelo Branco, respaldado por Estados Unidos, el año anterior alejó a Brasil de una política exterior más independiente hacia una mayor alineación con Estados Unidos. «Lo que es bueno para Estados Unidos es bueno para Brasil», afirmó el embajador brasileño en Washington, una exageración que captó el espíritu de la época. Se obtuvieron resultados militares tangibles. Esa primavera, Brasil desplegó más de 1300 soldados en apoyo de una intervención anticomunista liderada por Estados Unidos en la República Dominicana. Estados Unidos quería un compromiso similar para Vietnam.
En diciembre de 1965, altos funcionarios estadounidenses consideraron vincular un préstamo económico anual de 150 millones de dólares a Brasil con una solicitud de soldados. Cuando los funcionarios discreparon sobre la idea, el asesor de Seguridad Nacional, McGeorge Bundy, uno de los instigadores del plan, lo presentó a Johnson para que tomara una decisión final. En una reunión en la Oficina Oval, Bundy le dejó claro a Johnson que Estados Unidos no intentaba chantajear a Castelo Branco con el préstamo, sino que quería presentárselo al líder brasileño y dejar claro la necesidad estadounidense de un compromiso militar brasileño en Vietnam. En la mente de Bundy, Castelo Branco era el tipo de persona que apreciaba la compensación implícita. Johnson estuvo de acuerdo con la táctica. Rechazó cualquier quid pro quo estricto que pudiera obligar a Castelo Branco a rechazar la asistencia económica, pero quería ir hasta el fondo del barril y usar todo para convencer a Brasil de que suministrara fuerzas. Washington buscó aproximadamente mil soldados de Brasil y envió un cable al embajador estadounidense, Lincoln Gordon, para que lo hiciera realidad.
En una reunión con Castelo Branco una semana después, Gordon preguntó qué se necesitaría para que Brasil desplegara un batallón para la guerra. Castelo Branco objetó. El Congreso brasileño tendría que aprobar cualquier contribución de fuerza, explicó. Pero el congreso no estaba en funciones y sus miembros se habían exiliado, por que Brasil era una dictadura militar, propiciada por los propios Estados Unidos. ¿Seguramente Estados Unidos no quería que hiciera algo inconstitucional? Contesto sarcásticamente Castelo Branco.
Castelo Branco creía que los soldados brasileños en la República Dominicana ya constituían un sacrificio para el esfuerzo bélico, este acto ayudo a liberar fuerzas estadounidenses para combatir en el Sudeste Asiático.
La realidad: Castelo Branco recién había inaugurado su dictadura. Era la imagen de "abuelito bonachón" puesto por el generalato. No estaba afianzado, no era un generalísimo ni un líder indiscutible. Era la cara más potable de la dictadura y dependía totalmente del apoyo del círculo castrense. Enviar tropas brasileñas a Viet Nam, le podría costar la cabeza, literalmente.
Entonces, le dio largas vueltas al asunto, prometió reflexionar más a fondo sobre la dinámica nacional e internacional. Nunca más se reunió con el embajador Gordon.
Durante el año siguiente, en los círculos gobernantes brasileños se generó algún interés en una contribución militar, a cambio de algo...
La mayor iniciativa brasileña, sin embargo, provino de Manoel Pio Corrêa, el influyente Secretario General del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil. El 30 de diciembre de 1966, Pio Corrêa almorzó en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil con John Tuthill, el sustituto de Gordon como embajador estadounidense, y un alto oficial naval de cada bando. Durante la comida, Pio Corrêa se quejó del estado de la Armada brasileña. Consideraba que el deterioro de su armamento perjudicaba la moral y que un declive en su prestigio, al ser una institución conservadora fundamental, podría perturbar la estabilidad interna del país.
El brasileño entonces planteó una solicitud que llevaba tiempo considerando: dos destructores modernos bajo un programa de préstamo y arriendo. A cambio, Brasil contribuir de alguna manera-aunque indirecta -, en la guerra de Vietnam.
Brasil podría adquirir los destructores en Honolulu y llevarlos en una "travesía de prueba" junto con las fuerzas navales estadounidenses a aguas vietnamitas. Aunque no entrarían en combate.
¡Momento ¡. Los generales brasileños fueron buenos alumnos en historia militar y estrategia mientras estudiaban en la academia y luego en el exterior. No eran ningunos tontos. EE. UU. ya había hecho esa jugada para involucrar o auto involucrarse en un conflicto.
El hundimiento del Maine, en La Habana y el Lusitania, que propicio la entrada de EE. UU. en la "Gran Guerra".
Las pericias que se le realizaron décadas después al Maine demostraron que exploto desde adentro. Y los valientes marinos estadounidenses fueron afroamericanos que solo se les permitía tareas de cocina y limpieza. Unos negritos que no tenían ni siquiera el voto en ese 1898.
Ningún efectivo de raza blanca falleció, todos estaban de permiso en tierra.
El verdadero plan.
La travesía de los "destructores brasileños" y americanos se organizarían para quedar a tiro de cañón por parte Vietnam del Norte y Brasil pudiera entrar en el conflicto. Esto fue confesado por el antiguo embajador Gordon luego de retirarse del servicio diplomático y poco antes de fallecer.
Opinión pública.
La noticia se filtró rápido en la prensa y en las calles. Las protestas contra la guerra estallaron en todo el país. El boca a boca que eran las fake news de la época, hablaban de un supuesto servicio militar obligatorio para combatir en Viet Nam. La amenaza de la opinión pública era el mayor temor. Los líderes brasileños temían una "explosión pública" si el país se comprometía a luchar en Vietnam. Lo más peligroso era la soldadesca, armados con rifles y que se informaba de la misma manera que lo hacia el pueblo.
De esa época se remontaría la sarcástica frase, que les impedía a los soldados brasileños combatir en Viet Nam."O Vietnã é muito quente para os soldados brasileiros", Viet Nam es muy caluroso para los soldados brasileños"
Brasil y el resto naciones latinoamericanas se mantuvieron al margen durante todo el conflicto.
El nacionalismo brasileño también era importante. A los líderes brasileños les disgustaba que las fuerzas brasileñas en Vietnam fueran denigradas como mercenarios estadounidenses y, en ocasiones, utilizaban la abstención para obtener beneficios políticos internos. Estos factores fueron particularmente importantes para el general Artur da Costa e Silva, quien sucedió a Castelo Branco como líder de Brasil a principios de 1967.
En términos más generales, se hizo evidente que Estados Unidos tendría que reescribir su relación con Brasil para priorizarlo en las relaciones hemisféricas. Esa promesa, derivada de intervenciones conjuntas anteriores, seguía sin cumplirse y necesitaba una solución, pero la administración Johnson se mantuvo evasiva.
Por el contrario, algunos funcionarios estadounidenses pensaron que las tropas brasileñas -o de cualquier país latinoamericano- en Vietnam causarían estragos en las relaciones interamericanas.
En este 2025 se conmemora el 50.º aniversario de la caída de Saigón y el fin definitivo del esfuerzo bélico estadounidense en Vietnam. ¿Habrían influido los soldados latinoamericanos en el resultado? Casi todos los historiadores y estrategas con toda seguridad no. EE. UU los hubiera utilizado como carne de cañón y la llegada de bolsas negras con cadáveres de soldados habrían causado indignación generalizada desestabilizando la región.
Pero la lucha por lograr que Latinoamérica combata en Vietnam ilustra importantes dinámicas de poder. Plantea interrogantes sobre qué se necesita para que un aliado luche en el extranjero y sugiere la necesidad de satisfacer tanto las exigencias tácticas a corto plazo como las prioridades estratégicas a largo plazo. También subraya la amenaza que la opinión pública nacional puede representar para las dictaduras, incluso para aquellas que permanecen en el poder durante décadas.
Finalmente, este episodio es un recordatorio de los límites que pueden existir en las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica. En medio de las asimetrías de poder, ni Estados Unidos ni Latinoamérica encontraron la fórmula adecuada para actuar.
Al final, la negativa de los líderes latinoamericanos a unirse a Estados Unidos fue el mejor resultado posible. El exembajador en Brasil Gordon reflexionó más tarde sobre el esfuerzo para que las naciones latinoamericanas participaran en Vietnam: «Habría sido un desastre».
Otro efecto de esta escalada fue que Brasil tomo como política de estado el auto suministró de material bélico. Brasil fabrica casi todo su armamento, bajo licencia propia o licencias de tercero. Inclusive tiene un submarino nuclear, astilleros y sobre todo autonomía en la aviación. La aeronáutica EMBRAER fabrica sus propias versiones de aviones militares de transporte y traslado de tropas.
Pero si existió una operación que Brasil estaba dispuesta a cumplir, porque estaba en su patio trasero.
Operación "Treinta Horas" fue un plan para invadir militarmente Uruguay por parte del Ejército Brasileño -pocos años antes del golpe militar de junio de 1973 -, el cual fue preparado para ser ejecutado en diciembre de 1971, pero solo si el partido de izquierda Frente Amplio hubiese llegado a conseguir la victoria en las elecciones presidenciales uruguayas de ese año. Como esa agrupación política no obtuvo el triunfo, la acción militar jamás fue llevada a cabo, quedando solo en la fase de planificación.
Michael Mansilla
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