¿Por el camino de la socialdemocracia? Llamale hache. Carlos Pérez Pereira

18.08.2025

Informa la Diaria que, "la OPP busca construir una 'estrategia nacional de desarrollo': se reunió con el PIT-CNT y cámaras empresariales para fijar una hoja de ruta."

Esta importante noticia, del 16 de agosto pasado, extrañamente, no ha sido comentada (que sepamos) por politólogos, sociólogos y analistas, siempre tan atentos a los vaivenes de la política en todos sus ámbitos. Entendemos que se trata de una de las noticias más trascendentes de los últimos tiempos. Claro está que dependerá de que las buenas intenciones no apisonen el camino al infierno.

Hay un acuerdo generalizado de que la economía de nuestro país, a la par de otros países de la región, padece un larguísimo período de bloqueo al desarrollo de sus fuerzas productivas. Luego de la segunda guerra mundial, el mundo se dividió en "zonas de influencia" de dos grandes potencias vencedoras: los EEUU y sus aliados, por un lado, y la URSS y sus países dependientes, por otro. Ello condujo a la "división internacional del trabajo": los países subdesarrollados pasaron a regirse por lo que se conoció como el "estatuto de la dependencia", o "estatuto de la guerra fría". En un lado de la cortina (llamado "mundo libre") los países, entre los cuáles estuvo y está el Uruguay, debieron cumplir reglas impuestas por los poderosos del mundo. Pasaron a ser proveedores de materias primas de sus economías y receptores de productos industrializados y elaborados con esas mismas materias primas. Al contrario de África, donde la conquista de insumos de industrialización se hizo a garrote limpio, en América Latina, ejercieron un dominio más relativizado. En varios países (Brasil, Argentina, Colombia) surgieron tímidos empresariados nacionales que intentaron superar las reglas impuestas y mejorar la situación social de sus poblaciones. Los partidos liberales y de izquierda, intentaron infructuosamente, mediante alianzas, llevar adelante estrategias de liberación. Pero nunca Latinoamérica logró alternativas seguras para desarrollar su propia industria "pesada", para sostener las "industrias livianas". Se producen telas y carne enlatada, pero las maquinarias de elaboración y envases del producto, deben venir de otros países. Y ello pese a que estos países son ricos en todo tipo de metales y de materiales apropiados para la producción de maquinarias. Se decía que no teníamos "altos hornos", para el templado del acero, y que no los podríamos tener jamás sin la "cooperación" de los países "evolucionados". Así sucedía con el petróleo y la energía. En Brasil se formó una importante clase empresarial industrial, con mentalidad desarrollista, que se propuso agregar valor a sus materias primas para competir con las empresas de los países más avanzados. Presidentes que los apoyaron, como Getulio Vargas, Janio Quadros y Jango Gularte, terminaron mal sus intentos de salirse del redil. En Bolivia, con "reformistas" como Paz Estenssoro, en Argentina con Perón, en Perú con Haya de la Torre, en Chile con Salvador Allende, en Uruguay con Luis Batlle, hubo, en diferentes épocas, intentos de despegues que siempre se toparon con el horcón del medio de fuerzas extranjeras (aliadas a entreguistas nacionales) que impidieron, mediante políticas regresivas y adscritas al estatuto global, al ritmo de golpes de estado y palo y palo a quienes rebasaban los límites impuestos.

Hubo siempre una gran dificultad para la aplicación de proyectos de cuño marxista, con pretensión de orientar a las masas hacia una alternativa socialista, de producción colectiva y apropiación también colectiva del PBI, mediante el manejo estatal de las economías. La debilidad de los sectores capitalistas nacionales, nunca propició la creación, en las sociedades de relativo desarrollo, de clases obreras capaces de liderar alianzas, con volumen y energía suficientes, para proponer proyectos socialistas. Hubo intentos aislados, como el de Cuba, que aún sobrevive al borde de la inanición debido a su aislamiento, y el de Allende en Chile, rápidamente neutralizado por fuerzas siempre atentas a impedir la contaminación del mundo libre. Una Cuba, vaya y pase, advirtieron, pero más de una, jamás. Y así impidieron cualquier intento de liberación, con golpes militares, asfixia económica, deterioro de los términos de intercambio, amparo a partidos, sectores militares y candidatos de derecha que aseguraran gobiernos genuflexos, proclives a aceptar la sumisión de por vida. En algunos otros intentos, se trató de suplir la falta de una clase obrera que liderara proceso de liberación nacional, con sectores militares (Velazco Alvarado en Perú, Chaves en Venezuela) dispuestos a rebelarse contra el yugo estadounidense, pero siempre con limitaciones y derivas nada favorables a los pueblos. En otros casos se intentó por la vía más corta aplicar estrategias de focos guerrilleros que "hicieran de los Andes la Sierra Maestra de América Latina". Otros intentos fallidos que bien conocemos. En todos los casos, nunca hubo clase obrera con capacidad de sustentar proyectos de cambios profundos, sin apelar a una ampliación de sus políticas de alianzas a otros sectores de la sociedad. Y como toda política de alianzas se requiere hacer concesiones, las más de las veces de imprevisibles consecuencias.

Todo intento de búsqueda de una sociedad que trascienda al capitalismo con poder imperial, se topa con resistencias muy duras, imposibles de sortear. Más que nada porque no existe una base social sólida (fuerte y numerosa), capaz de sostener una ideología colectivista informada en los principios del marxismo. En estas sociedades dependientes, lo que crece son los espacios sociales marginales y las clases medias, urbanas y campesinas, proclives siempre a propuestas basadas en el individualismo, el egoísmo social, el anti colectivismo y la negación a todo lo que sea "asistencialismo". A menos que tal actitud (proveniente del Estado) sea para ayudarlos a salir de las crisis económicas, climáticas, ecológicas o de la simple aplicación de las reglas de mercado, a las que veneran cuando les son favorables, pero vituperan si les ocasiona perjuicios.

En muchos países, la izquierda ha tomado debida nota de sus debilidades y procura caminos que conduzcan a mejorar la vida de los pueblos. Por supuesto que no es fácil aceptar, cuando ha sido muy fuerte la impronta de las ideologías marxistas y las luchas intensas por el socialismo, la idea del fracaso, o de la impotencia. Plantear hoy, en el marco del dominio imperialista, propuestas de ese tipo, solo puede conducir a nuevas derrotas, como ya ha quedado demostrado a lo largo de las últimas décadas. Se necesita mucho más que tomos de teorías de la revolución y programas de 80 páginas; se necesita la visión estratégica para conectar los puntos de acuerdo entre diferentes sectores sociales, que permitan conformar planes de desarrollo favorables al país y a su gente.

Es lo que nos está informando La Diaria, que agrega: "Con el foco en la construcción de 'políticas públicas concretas', representantes empresariales y sindicales elaborarán aportes para el diseño del plan de trabajo que terminará de ser confeccionado luego de que se presente el presupuesto quinquenal."

Si no se quiere hablar de "social-democracia", no hablemos. Hablemos de "democracia avanzada" o cualquier otra denominación que nos resulte potable, o menos "vergonzante". Hablemos de "progresismo", de "aproximación al socialismo", hablemos de lo que quieran, pero con ideas que puedan ser comprendidas -y asumidas- por una mayoría (masa crítica) de población, capaz de entender y sustentar un programa de gobierno. Ningún proyecto vale, si no tiene gente detrás que apoye, que presione, que luche por aplicarlo en la realidad que vivimos y viviremos.

En buena medida, la social democracia, en países desarrollados, con toda una infraestructura consistente, el abandono de propuestas para trascender al sistema capitalista, opresor, explotador de economías de otros pueblos, se transforma en un bloqueo al desarrollo económico-social imprescindible para el bien de la Humanidad.

Ciertas propuestas, aplicadas a estos países, no deberían ser tildados de "reformistas" por cierta ortodoxia, poco actualizada, nostálgica de pasadas glorias y muy decidida al calificativo esquemático ligero. Son intentos que, en la búsqueda de destrabar el desarrollo y liberar nuestra economía de la dependencia, pasan a ser revolucionarios y hay que darles el debido apoyo.

Por eso, entendemos, el camino propiciado por el PIT-CNT la Oficina de Planeamiento y Presupuesto y los empresarios dispuestos a la elaboración de un plan de desarrollo para el país, viene bien encaminado.

 

Carlos Pérez Pereira

 

Columnistas
2025-08-18T12:55:00

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