A sacudir la modorra. Selva Andreoli
26.12.2025

Se va degradando nuestra democracia; así, casi sin darnos cuenta, nos invade el hastío por los temas políticos, la indiferencia por la parcialidad de la información, la insensibilidad ante la corrupción descubierta, el poco apego a los valores que nos dieron identidad como país.
¿Por qué los uruguayos todos, comienzan a ver lo irregular como normal, lo fraudulento como trivial, y en su cabeza se instala: "los políticos, son todos iguales"?
Que nadie se llame a engaño, no es casual. Se trata de una construcción, lenta, silenciosa, pero persistente, de una nueva cultura. Ya no la "cultura líquida" de la que hablaba Bauman donde primaba el individualismo sobre el bienestar colectivo y se debilitaban los vínculos humanos; ya esa definición es incompleta. Ahora prima el individualismo, la indiferencia, el apoliticismo, el "hacé la tuya", y sobre todo no comprometerse para no complicarse la vida.
Créanme que es una nueva cultura que permite muchas cosas: que crezcan los mediocres, que se instale la corrupción com norma -la chiquita y la grande-, la neutralidad -frente a temas que tienen bandera -, la falta de solidaridad por el otro, o por temas que conmueven al mundo -como las guerras -, y por supuesto, la cobardía.
La cobardía no es sólo un acto de falta de valor, es también una forma de aislarse en ese micromundo que todos tenemos y que nos resulta cómodo; defenderse del contrataque sin opinar, sin criticar, y haciendo la vista gorda ante problemas que nos involucran a todos. ¿Pensamos acaso que lo que pasa alrededor no nos va a tocar? Fíjense por ejemplo en la seguridad, por más rejas que se pongan los atracos se hacen, las rapiñas ocurren y la vigilancia de las cámaras no detiene un arrebato, ni qué decir de un homicidio. La violencia está instalada, y pensamos a mi barrio no va a llegar.... Y llega.
Esa nueva cultura también se instala en el trabajo, en las aulas, en todas las profesiones, y si no, comparemos a la mayoría de los periodistas de hoy con los que se jugaban antaño con preguntas incómodas. Se cuentan con los dedos de una mano los comunicadores que hoy se atreven ante el poder, venga de donde venga. Frente a un tema por demás polémico, uno piensa: "va a repreguntar, no le contestaron nada, va a volver sobre el tema hasta sacar una respuesta", pero no, la tarea -incompleta-, está hecha: y el deber de informar al ciudadano ya no cuenta, ni siquiera el deber de dar a conocer otra campana sobre el mismo tema. Tampoco se destacan los temas internacionales - algo que siempre distinguió a los uruguayos-, hay que ir a bucar la noticia a cadenas internacionales, y entonces "descubrir" otras voces, otras interpretaciones sobre cómo está el mundo, como se vive la guerra, los refugiados o a discriminación sobre los migrantes.
La llamada "clase política" debería preguntarse ¿qué ejemplo estamos dando a nuestros jóvenes?: insultando, mintiendo descaradamente en el Parlamento, inoperantes y caros para el trabajo que hacen y pagamos todos los uruguayos. Sobre ellos descansa una parte del descreimiento en la política.
Imagínense que seguimos sumidos en este letargo, y pasan los años, y lo que nos sorprendía ya no nos hace reaccionar, imaginen una sociedad apática, silenciosa y egoísta, sería terrible.
Claro que no todos están en la misma "cuerda vital", hay gente que aporta su entusiasmo, su valentía en todo lo que hace, y es constructiva en sus juicios y en sus acciones, pero son pocos, lamentablemente son pocos.
Por eso cuando levantemos la copa para brindar por un nuevo año -los que tengan algo para levantar - deberíamos augurar un nuevo Uruguay, más pujante, más audaz, más creativo, y sobre todo más revolucionario en sus decisiones. Sólo cambiar, de verdad, nos salvará de la rutina y el continuismo.
Y no creo que nuestro destino sea hacer más de lo mismo, ni para los que lucharon toda una vida -y muchos la perdieron por ello - ni para los que recién asoman a la adolescencia y necesitan una épica nueva para volverse tan fermentales como deben ser los jóvenes, tan rebeldes como lo exige esa edad, cuestionadores y sensibles a la pobreza, la marginalidad, la guerra, la violencia ya instalada.
Brindemos por un año que sacuda la modorra. Por volver a agitar las banderas de los cambios profundos, de las urgencias impostergables, de la ética ineludible en un gobierno que se precie de ser progresista, de pasar de la "revolución de las cosas simples" a la revolución de las cosas complejas, las que nos cambiarán la vida a todos, para aumentar el bienestar, la justicia y la equidad en este país. Nos lo merecemos.
Lic Selva Andreoli Directora Grupo Publicitario PERFIL
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias