Acuerdos China-EEUU. El día de la "Dependencia". Daniel Barrios
16.05.2025
El 2 de abril desde el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, Donald Trump anunció una batería de aranceles sin precedentes a prácticamente todos los productos y a todos los países, sin distinguir entre amigos y enemigos, y sin discriminar aliados y rivales, vecindades o lejanías.
Dando una ulterior prueba de megalomanía y autoritarismo proclamó ese día como "un de los más importantes en la historia de Estados Unidos", que sería recordado como el día del renacimiento de la industria de Estados Unidos y, lo equiparó a "nuestra Declaración de Independencia Económica".
Rodeado de todos sus ministros y principales asesores, de un solo golpe decretó el mayor retroceso en el libre comercio en dos siglos y medio de vida de su país y asestó un golpe en su linea de flotación al orden económico internacional (basado en los acuerdos de Bretton Woods, la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, el papel del dólar en el comercio,, al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio , luego Organización Mundial del Comercio) que nacieron de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial y que diseño su antecesor Franklin Roosevelt en 1944.
Si bien el "Armagedón arancelario" fue justificado como un freno a las prácticas comerciales desleales que los países aplican Estados Unidos, su objetivo principal, como lo fue desde su primera presidencia, sigue siendo China y el orden económico e institucional que permitieron la (re) emergencia de China, el auge del mundo en desarrollo y la expansión de la globalización.
Una constante de la política exterior estadounidense, desde el inicio de la reforma y apertura de la República Popular en 1978, ha sido la subestimación y la incomprensión del significado y los alcances del "socialismo con características chinas".
Subestimación por no haber nunca contemplado la posibilidad de que China pudiera igualar a Estados Unidos, y mucho menos superarla. Incomprensión por haber pensado que el desarrollo económico y la inserción de China en el mundo, harían que ese país desembocaran en un sistema capitalista , un sistema democrático occidental y que aceptaría las reglas y la hegemonía de Washington.
Es este orden económico e institucional que ve un protagonismo chino en todos los planos y no el deficit que ostenta en sus relaciones comerciales. la que convenció a la administración Trump de que la única solución para amortiguar los efectos del "milagro chino" era un cambio radical de la política exterior estadounidense posterior a 1945. Este es el mundo contra el que se rebela la administración Trump y su contrarrevolución que pretende de un plumazo cancelar las últimas ocho décadas.
Su razonamiento es tan simple como equivocado: cuando no se puede ganar, se construye un muro altísimo alrededor del enemigo, se aísla de él y se intenta que el resto del mundo haga lo mismo.
El Trump 1.0 fracasó en su primer intento y de regreso a la Casa Blanca puso en marcha una estrategia maximalista y mucho más agresiva, que culminó, una semana después, cuando la escalada de Trump y las represalias chinas llevaron los aranceles a niveles impracticables que, en los hechos, decretaban la suspensión del comercio con China.
Beijing, desde el inicio mantuvo una postura desafiante ante la espiral de aranceles estadounidenses y prometió que no daría marcha atrás y seguiría respondiendo con todo su arsenal económico, político y diplomático.Aludiendo a un verdadero chantaje por parte de Estados Unidos, apenas conocidas las medidas, el Ministerio de Comercio advirtió que "China nunca lo aceptará y tomará resueltamente contramedidas para salvaguardar sus propios derechos e intereses",y anunció medidas de apoyo a su propia economía... Por su parte, el Ministerio de Relaciones Exteriores publicó en las redes sociales un video sobre el conflicto comercial titulado "¡Nunca te arrodilles!", y un discurso que Mao Zedong pronunció durante la Guerra de Corea -conocida en China como la Guerra de Resistencia a la Agresión Estadounidense y Ayuda a Corea- en el que declaró: "No importa cuánto dure esta guerra, jamás cederemos".
Finalmente el 11 de mayo la tormenta tarifaria desatada por Trump comenzó a amainar.
Reunidos en la sede de la embajada de Estados Unidos en Ginebra, por solicitud de los Estados Unidos, luego de dos días de conversaciones, el Secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent y el viceprimer ministro He Lifeng anunciaron que ambas partes habían alcanzado una tregua de 90 días para negociar un entendimiento definitivo, el mismo plazo que Estados Unidos también ha "concedido" al resto del mundo.
Mientras tanto el gobierno de Trump reducirá los aranceles a los productos chinos del 145% actual al 30%, mientras que China rebajaría sus derechos de importación sobre productos estadounidenses del 125% al 10%.
Se trata de un cambio radical, una vuelta en "U" respecto a las políticas hacia China. Que ahora vuelve a ser tratado como un interlocutor más parecido a los demás, o incluso privilegiado. Bessent dijo que ninguna de las partes quiere un "desacoplamiento" o una separación forzada. Mientras que Trump, anticipando que pronto podría hablar con Xi Jinping, agregó que en materia comercial Europa es "más mezquina".
Más que una tregua, los acuerdos alcanzados son una capitulación de parte de Estados Unidos en su guerra contra China. Si para Trump el 2 de abril representaba el Día de la Independencia, el 11 de mayo debería recordarse como el día que quedó demostrada la "Dependencia" con China y con un mundo que no acepta las prácticas comerciales proteccionistas y el unilateralismo en las relaciones internacionales.
Tres fueron las razones principales que obligaron a Trump a "pasar por las horcas caudinas" donde los esperaba China.
Primero. Si bien las exportaciones chinas a Estados Unidos son mucho mayores que las de Estados Unidos a China, Washington depende mucho más de las exportaciones chinas que Beijing de las importaciones estadounidenses, para las cuales, en su mayor parte, puede encontrar sustitutos con relativa facilidad.
Un ejemplo emblemático de dependencia es el de las tierras raras de las cuales China controla más del 90 % de la capacidad mundial de refinación. Esos minerales se utilizan en baterías, productos electrónicos y otros insumos. Obtener estos mismos insumos de fuentes alternativas podría ser literalmente imposible, mientras que construir una capacidad de refinación análoga en Estados Unidos llevaría años. En cambio, la soja, uno de los principales productos que China compra a los Estados Unidos, puede obtenerse de mercados como Brasil.
Es evidente que el costo de un divorcio entre las dos economías más grandes del mundo sería enorme para todos, pero ante todo para Estados Unidos, dada su dependencia de los suministros chinos.
Segundo. La imposición universal de aranceles del 10%, despertó la reacción delos países, que resienten profundamente la forma arbitraria y dictatorial de su imposición y no aceptan una reconfiguración coercitiva del mundo en los términos de la Casa Blanca y a sus expensas.
Las semanas que siguieron demostraron la imposibilidad de Estados Unidos de conseguir apoyos en la guerra comercial contra China.
Al contrario, y como quedó demostrado en la IV Reunión Ministerial del foro China-CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) que acaba de celebrarse en Beijing, muchos son los países que buscarán cada vez más fortalecer sus relaciones comerciales y diplomáticas con la República Popular.
El comercio entre China y América Latina alcanzó por primera vez los 500.000 millones de dólares e, inaugurando la reunión, Xi Jinping prometió impulsar la presencia china en la región con una nueva línea de crédito de US$9.200 millones y nuevas inversiones en infraestructura. Y sin mencionar a Estados Unidos afirmó que "la intimidación y la coerción solo conducen al aislamiento", y que China está dispuesta a colaborar con los países latinoamericanos ante las crecientes tensiones geopolíticas, el unilateralismo y el proteccionismo.
La tercera razón de la derrota estadounidense es que China se ha estado preparando para este escenario desde que la primera administración Trump lanzó su cruzada antichina en 2017. No fue casualidad que las ventas chinas a Estados Unidos representaran el 21 % del total de las exportaciones chinas en 2016, y que en 2024 apenas supere el 13%.
Desde 2020 el gobierno chino ha impulsado lo que se conoce como "la doble circulación", en respuesta a la crisis económica provocada por la pandemia de COVID-19 y a las tensiones comerciales con Estados Unidos. Esta estrategia busca equilibrar la dependencia del comercio internacional (circulación externa) con el impulso de la demanda interna (circulación interna) , con el objetivo de lograr un crecimiento económico más sostenible y autosuficiente.
China debe "reforzar la dependencia de las cadenas de producción internacionales con respecto a nuestro país, formando una poderosa capacidad para contrarrestar y disuadir a las partes extranjeras de interrumpir artificialmente los suministros" a China, dijo Xi Jinping en su discurso ante la Comisión Central de Asuntos Financieros y Económicos en 2020. Para el presidente dominar los suministros de las cosas que el mundo necesita, es el mejor antídoto para combatir a aquellos que intenten aislar a China o castigar su comercio con medidas arancelarias desproporcionadas. Esa dependencia quedó de manifiesto con la suspensión temporal de parte de Washington de los aranceles sobre chips, routers y otros productos electrónicos chinos. Compañías como Apple, habían advertido que de continuar esta guerra comercial con China deberían aumentar los precios, reducir las inversiones y despedir trabajadores.
¿Cómo terminará la guerra comercial de Trump? Todo está por negociar, y gran parte de la incertidumbre con la que Trump intenta mantener al mundo bajo control persiste. Al mismo tiempo que celebró como "su" victoria la tregua alcanzada, amenazó que, de no llegar a un acuerdo definitivo, "no volveremos al 145%", pero desde los niveles actuales "podríamos ir mucho más arriba".
Lo más aconsejable sería que siguiera el consejo que supuestamente ofreció en 1966, el senador de Vermont, George Aiken, sobre la guerra de Vietnam. Anticipando de 7 años la derrota histórica que sufriera Estados Unidos, pidió al entonces presidente Lyndon Johnson "declarar la victoria y retirarse".
Ec. Daniel Barrios