Ante la polarización, volver a la política. Charles Carrera Leal
19.08.2025
El Senado de la República volvió a ser protagonista de una interpelación. La reciente discusión, que se dio a raíz de la adquisición de unos campos por parte del Instituto Nacional de Colonización, fue testigo del bajo tono y de la pobreza argumental con que la derecha afronta un tema decisivo para el desarrollo nacional.
Ante la polarización, volver a la política
El Senado de la República volvió a ser protagonista de una interpelación. La reciente discusión, que se dio a raíz de la adquisición de unos campos por parte del Instituto Nacional de Colonización, fue testigo del bajo tono y de la pobreza argumental con que la derecha afronta un tema decisivo para el desarrollo nacional.
No vamos a hacer referencia al bochornoso desenlace, preferimos centrarnos en lo que está detrás de la estrategia de la derecha a nivel regional y global: la polarización como método y el desprestigio del adversario como herramienta.
La interpelación fue la muestra de que aquellas promesas de «sentarnos y ponernos de acuerdo», que tanto repitió la actual oposición durante la campaña electoral, no eran ciertas, sino apenas una pose para lograr rédito electoral.
La polarización ante todo
Lo que sucede en Uruguay no es nuevo si nos guiamos por los vecinos y los no tan vecinos. Para la derecha, la premisa es sencilla: las batallas con la izquierda no se ganan solamente con candidatos y programas de gobierno, sino con la construcción de un relato cultural que invada la vida cotidiana de las personas, su educación y los medios de comunicación que consume, y así incidir en la opinión pública.
El esfuerzo se plasma en un proceso cotidiano y coordinado, en una estrategia con un denominador común: líderes de distintos países se referencian mutuamente, se respaldan en foros internacionales y amplifican sus mensajes a través de redes digitales que operan como ecosistemas paralelos de información y propaganda.
Por este motivo, el centro político -tradicional refugio de consensos y acuerdos- aparece debilitado frente a esta estrategia. Allí, donde antes se intentaba convencer al votante indeciso, hoy se procura movilizar al convencido y fidelizarlo a través de mensajes emocionales y dicotómicos. La consecuencia es una vida política más áspera, donde el debate público pierde matices, pero gana en intensidad y violencia.
El lawfare como dispositivo de desgaste
En paralelo, el uso del lawfare se ha consolidado como un instrumento central de la estrategia global de la derecha. Bajo esta lógica, los tribunales, los medios de comunicación y ciertos aparatos del Estado se convierten en escenarios de batalla política. No se trata de impartir justicia, sino de desgastar al adversario y presentarlo ante la opinión pública como corrupto o incapaz de gobernar.
Nada que no estemos empezando a ver en nuestro país: los procesos judiciales contra dirigentes políticos suelen extenderse durante años, con filtraciones calculadas, titulares llamativos y condenas mediáticas antes de que existan sentencias firmes. El objetivo no es necesariamente obtener una sentencia judicial, sino corroer la confianza social en el adversario, atacando su rincón más preciado que es su integridad. En muchos casos, la sanción efectiva es la sospecha instalada en la conciencia colectiva.
El desafío de volver a la política
Sin embargo, la experiencia demuestra que ni la polarización permanente ni el lawfare garantizan victorias duraderas. La política va mucho más allá del Palacio Legislativo, las operaciones mediáticas o los estrados judiciales.
El desafío es conservar el contacto directo con la gente, escuchar sin intermediarios sus problemas cotidianos, elaborar diagnósticos precisos y, sobre todo, presentar soluciones claras y creíbles. La confianza no se gana con campañas globalizadas ni con guerras mediáticas, sino con la certeza de que existen propuestas capaces de mejorar la vida real de las personas.
Hay que volver a la política en toda su esencia. Volver a la polis: al contacto directo con la gente, al ofrecimiento de soluciones ante los problemas, a la construcción de un proyecto de país que sea creíble y realizable. No tengo dudas de que este camino es inmune a cualquier intento de destruir a la izquierda.
Charles Carrera Leal
Dirigente político del MPP y Frente Amplio
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias