En medio de una turbulencia, ¿Qué puede derramar el efecto derrame?

Carlos Grau Pérez

30.11.2020

Lo primero que hay que hacer para salir del pozo es dejar de cavar

 

Desde el principio de los tiempos el hombre se ha sentido fascinado por la capacidad de los pájaros para volar. Fue Leonardo Da Vinci el primero que, estudiando la anatomía de las aves diseñó prototipos que aunque nunca salieron del papel, se basaban en el concepto de que el aire era un fluido resistente. Esto resultó fundamental para el desarrollo de la aerodinámica. Fue en el año 1903 que los hermanos Wright, fabricantes de bicicletas, consiguieron realizar el primer vuelo de la historia.

Un aspecto importante de la aeronáutica son las turbulencias.  Estas son consecuencia de un movimiento desordenado de la masa de aire. Cuando el aire se agita, los aviones se mueven acorde al comportamiento de éste, ya que se sustentan en el aire y, por lo tanto, si el aire se mueve harán lo propio. Las turbulencias no afectan de igual manera a todos los aviones. 

Mientras más rápido un avión ingrese a un área de turbulencia, con mayor intensidad se va a sentir, mientras más pesado sea el avión, menor será el impacto de la turbulencia. Este también dependerá de las medidas tomadas para enfrentarlas. El piloto debe revisar el plan de vuelo previsto inicialmente y según las circunstancias tendrá que modificar la altura y/o la velocidad, es decir, deberá apartarse del plan original. Como consecuencia de estos cambios se genera un incremento en el consumo de combustible y, por lo tanto, un mayor gasto. Con esto se  reduce el riesgo de los pasajeros y se evitan posibles daños de la aeronave. Toda semejanza que pueda encontrarse con la situación económica actual es responsabilidad del lector. 

A partir del 13 de marzo el país entró en zona de turbulencias. En aviación, éstas se clasifican según su intensidad en una escala que va desde leves a extremas. Todo indica que el país está frente a una de estas últimas. Terminando el mes de noviembre dos aspectos de la realidad nacional preocupan particularmente.  Uno es la evolución de la pandemia, sobre esto existe abundante información y, por ende, no vale la pena ahondar. El otro, con menos prensa, es la dinámica de la actividad económica. Las proyecciones disponibles indican que la evolución en forma de V que se proyectaba por parte de los responsables de la política económica, finalmente, no se verificará. No era lo que se esperaba inicialmente, no obstante, no sorprende. La más sorprendente de todas las noticias previsibles es la muerte. La reactivación parece no estar a la vuelta de la esquina, como anunciaba el gobierno. Estimaciones confiables (1) indican que la caída del nivel de actividad en este año será cercana al 5%, un porcentaje de contracción sensiblemente superior al proyectado por el MEF, de 3,5% (2). Recién en el año 2022 se llegaría a los mismos niveles de actividad económica que teníamos en 2019. Sin embargo, la situación económico-social no mejorará vis a vis con el crecimiento en el nivel de actividad. El salario real y la ocupación serán menores  y aumentará la pobreza y la desigualdad. Si la vida te da limones intenta hacer limonada.

Se podría pensar que esta situación es el resultado inevitable de enfrentar el viento en contra generado por la pandemia. Es obvio que con viento de cola la realidad sería otra. Eso está fuera de discusión. Pero no es menos cierto, pero si es más importante, que la situación podría ser otra con menores costos sociales presentes y futuros, si se llevara adelante un manejo diferente de la política económica. Para muestra puedo aportar el siguiente botón. El nivel de desigualdad en Brasil en medio de la pandemia en lugar de aumentar, disminuyó. Sí disminuyó. De más está decir que esto no surgió de manera  espontánea.  Si bien la propuesta del gobierno de Jair Bolsonaro antes de la aparición del coronavirus tenía como principales objetivos de su gestión económica la reducción del déficit fiscal y el aumento de la productividad del sector privado vía la liberalización económica, tras la pandemia se implementaron programas sociales que implicaron un incremento significativo del gasto público.   

Por acción u omisión, las decisiones de política económica que se toman pueden reducir o aumentar los costos sociales generados por la pandemia en el corto y en el mediano plazo. Uno no define las circunstancias que le tocan vivir, pero si elige la forma en que las enfrenta. En definitiva, somos lo que hacemos para poder ser lo que queremos ser. 

La situación de turbulencia que enfrenta el país requiere ajustar las definiciones de política económica que fueron establecidas pre-pandemia. No parece lógico pensar que la estrategia definida en 2019 sea aplicable en este año. Apostar a que el libre funcionamiento de los mercados hará que la iniciativa privada nos saque del pozo, es pedirle peras al olmo  Para salir del pozo se requiere dejar de cavar, se requiere dejar de apostar a medidas contractivas. 

Parafraseando al ministro de Educación y Cultura, se puede decir, "es una pena que tengan una sola idea" (3). Según esta, la causa de todos los problemas económicos es el déficit fiscal, y como única solución se propone reducir el gasto público. Si la única herramienta de la que dispones es un martillo, todos tus problemas te parecerán clavos. 

El ajuste fiscal en curso es el mismo anunciado previo a la entrada en la zona de turbulencias. Esto implica desconocer lo que la teoría macroeconómica enseña acerca de la política fiscal en situaciones de crisis. Es discutible su eficiencia cuando la economía se encuentra creciendo, pero deja de serlo en un contexto en el que el nivel de actividad disminuye, existe capacidad productiva ociosa y las tasas de interés son cercanas a cero.

Podemos asimilar la evolución del PBI al desplazamiento de una persona que está caminando. Supongamos que lo viene haciendo a una determinada velocidad y que en determinado momento, por alguna razón que no viene al caso, se cae. Tras unos minutos se reincorpora y sigue caminando. Según sea la magnitud del golpe y el  proceso de recuperación, pueden suceder dos cosas. Es posible que mantenga la velocidad a la que venía caminando, o que, como consecuencia de no haberse recuperado en forma satisfactoria, siga caminando a una velocidad menor. Es decir, la caída dependiendo de su intensidad y de cómo sea la recuperación puede tener efectos permanentes. Las crisis económicas además de reducir el nivel de actividad observado, pueden dejar secuelas para el futuro, ya que pueden reducir el nivel de actividad potencial.

Esto último es lo que les pasó a muchos países que, ante la caída del nivel de actividad y la consecuente disminución de los ingresos tributarios que se observó durante la crisis económica de 2008, llevaron adelante entre 2009 y 2011 políticas fiscales contractivas. La consecuencia de estas políticas fue que el nivel tendencial de crecimiento de la economía disminuyó. La evidencia muestra que esta contracción fiscal implementada en la crisis provocó efectos permanentes negativos en la tasa de crecimiento económico (4). Esto equivale a que nuestro caminante, a causa de la dolencia que provocó la caída ya no puede caminar a la misma velocidad.

Esta reducción en la producción potencial hace más difícil alcanzar el objetivo que se busca con el ajuste fiscal, ya que aumenta la relación entre la deuda y el PBI y reduce los ingresos tributarios (5). Es decir, en una economía deprimida una rápida consolidación fiscal puede ser contraproducente, conduciendo a un aumento de la deuda expresada en puntos del PBI. El remedio resultaría peor que la enfermedad. El efecto reseñado de la crisis sobre el PBI se siente menos en los países con mayores respuestas del gasto público en el primer año (6).   

La lección a aprender es entonces que en las actuales circunstancias reaccionar rápido y protegiendo a los más vulnerables es condición necesaria para reducir daños evitables. Además, en caso de no evitarlos, en el futuro demandarán mayor gasto público. Así parece entenderlo el mundo, salvo algunas excepciones como es el caso de Uruguay. Para ilustrar esta situación aportamos algunos datos. El FMI en su última publicación de estadísticas fiscales (octubre 2020) prevé que a nivel mundial la deuda pasará de representar en 2019 el 83,0% del PBI a 98,7% en 2020, es decir, se observaría un incremento de 15,7 puntos porcentuales. 

Para América Latina se pasaría de 45,3% a 56,7%, siendo el incremento de la deuda entonces de 11,3 puntos porcentuales. Este menor crecimiento de la deuda se asocia a una menor caída en el nivel de actividad regional. Esto puede explicarse porque en la región tienen mayor peso relativo los sectores de actividad productiva que han sufrido un menor impacto de las medidas de aislamiento social (actividades agropecuarias y extractivas).  

Al interior de los países de América Latina la situación no es homogénea. El crecimiento de la relación entre deuda y PBI  en el año 2020 se estima que representará, 17,1 puntos porcentuales en Ecuador, 15,9 en Colombia, 12,4 en Perú, 11,9 en Brasil, 11,8 en México,  4,9 en Chile, 3,6 en Uruguay. Estamos gastando menos combustible a costa de poner en riesgo a los pasajeros y la integridad de la nave. Ante una turbulencia no todos los pasajeros se ven afectados de igual manera, los que se ven más afectados son los que se ubican al final del avión. 

La apuesta del gobierno para salir de la crisis puede encuadrarse en el denominado efecto derrame. La estrategia consiste en mejorar las condiciones de rentabilidad del sector privado, reduciendo costos salariales, y en algunos casos también su carga impositiva. La caída de salario real que sufrirán los trabajadores del sector privado queda explícitamente de manifiesto en las pautas presentadas por el gobierno para la octava ronda de negociación salarial. Según estas el salario real caerá el próximo año cerca del 5%. A su vez, en el proyecto de ley de presupuesto se plantean rebajas del Impuesto a la Renta de las Actividades Empresariales y del Impuesto al Patrimonio de inmuebles rurales.   

La expectativa detrás del efecto derrame es que las empresas privadas se dinamicen para que posteriormente el dinamismo se contagie, tal coronavirus, al resto de la sociedad. Se suele usar como imagen del efecto derrame que cuando sube la marea, todos los barcos se elevan simultáneamente. Lo que esta imagen no considera es que no todas las personas están encima de un barco. Es más, algunos pueden estar intentando flotar con zapatos de plomo. Cabe entonces preguntar, ¿qué derrama el efecto derrame en estos casos? 

Tropezar no es malo, encariñarse con la piedra sí.

Carlos Grau Pérez es Economista, Investigador del CINVE. Master en Economía por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica 

cgrau@cinve.org.uy)

 

  1. (1)cinve: La Coyuntura económica en tiempos de covid-19, perspectivas 2021-2022. 
  2. (2)Proyecciones macroeconómicas presentadas en el proyecto de ley presupuestal.
  3. (3)https://970universal.com/2020/11/09/da-silveira-sobre-paro-es-una-pena-que-tengan-una-sola-idea-para-expresar-sus-reclamos/ 
  4. (4)Fatás, A. Summers, L. (2016), The Permanent Effects of Fiscal Consolidations, NBER.
  5. (5)Bradforf, J., Summers, L. (2012.), Fiscal Policy in a Depressed Economy. Brookings Papers on Economic Activity
  6. (6)https://voxeu.org/article/modern-health-crises-recession-and-recovery

 

 

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2020-11-30T15:15:00

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