La mirada de los politólogos y la acción de quienes hacen política para cambiar la realidad
Carlos Pérez Pereira
03.02.2020
La frase de Liber Seregni "pensar en el día siguiente" no contiene solamente la preocupación de cómo queda el escenario político general, luego de algún acontecimiento que gravite en el futuro.
También pretende llamar a los responsables de mantener aquella costosa unidad en la diversidad, para buscar los necesarios equilibrios actuales. Si eso no ocurre, si se piensa que no solo "el gobierno está en disputa" sino que también el Frente Amplio lo está, los caminos hacia el desastre estarán siendo alfombrados, a veces con la mejor intención de no buscarlo.
Los principios permanentes que orientan el accionar de la izquierda son el de la Ética de los gobernantes en el servicio para el que los delega la ciudadanía, y el de la unidad en la diversidad de todos quienes comparten el pacto político constitutivo. Los otros principios que definen sus programas, condicionan sus alianzas y determinan sus planes de gobierno, estampados negro sobre blanco en las definiciones estratégicas, cambian según las coyunturas socio-económicas nacionales e internacionales. Ellos son el anti-imperialismo- la anti-oligarquía y el anti-patriarcado de una organización que opera dentro del marco democrático-republicano, con separación de poderes y sujeción de las minorías a las decisiones de las mayorías en los plazos constitucionales establecidos. Fuera de esos límites (que son amplios) alguien podrá decir que es frenteamplista o que está de acuerdo con sus propuestas, pero se estará autoexcluyendo en la práctica.
Una organización política debe permitir que su interna contenga las contradicciones de la propia sociedad en la que vive, si quiere ser un producto de ella y, a la vez, organizar las energías que accionan para cambiarla. En ese marco general cohabitan corrientes diversas cuyos puntos de contacto se expresan en aquellos principios expuestos anteriormente y que las sintetizan. La ausencia de esas contradicciones conduce al partido único, de pensamiento único, es decir: a las sectas separadas de las masas y del sentir de las mayorías ciudadanas. De ahí al acto de confundir deseos propios con los deseos de "los demás" hay un pasito. El no contemplar las dos patas de la dialéctica, para generar la síntesis, sigue arrojando el mismo resultado, pese al ya largo siglo de su detección: infantilismo de izquierda (o "enfermedad infantil del izquierdismo", en el lenguaje de quien descubrió esa terrible desviación en los movimientos revolucionarios).
"No avanzamos juntos porque no tenemos más remedio, sino porque nos necesitamos unos a otros", decíamos la otra vez. Esto, que es irrebatible, muchas veces sale en sendas declaraciones, más como exposición de buenos propósitos para la tribuna que para el accionar diario en la diversidad. Y no solo sucede en las cúpulas de las organizaciones integrantes del FA, sino también en sus bases militantes. A veces con tal crudeza que nos hace sospechar de la anuencia tácita de esas direcciones, porque de otro modo no se explicarían ciertas afirmaciones tan rotundas en militantes alineados con sus mandos. A menos que se estuviera produciendo el fenómeno de la rebelión de algunas "bases" contra las direcciones de sus partidos, lo cual es difícil de aceptar.
En discusiones entre compañeros de militancia (sectorizados e independientes) hemos detectado una enunciación que se está haciendo "viral" en el propio FA, que dice que "la sociedad uruguaya se está derechizando peligrosamente, y eso mismo ocurre en una gran parte del Frente Amplio". La reacción a esta esta alarma general, viene a ser que hay que "estrechar filas en la izquierda del FA para protegerla", porque "corremos el riesgo de que nos lleven hacia allá". Estos impulsos proteccionistas, seguramente pasajeros, provienen del reciente revolcón electoral y del chucho que nos ha entrado a varios, luego de ver el desquicio que está produciendo en otros países la pérdida de los gobiernos progresistas. Se explica por eso, pero no se justifica. El paso siguiente es el de definir objetivos "más profundos". Pero como se somete ese propósito al falso dilema entre profundidad y amplitud (como si no pudieran caminar juntas) no queda otro recurso que delimitar, acotar, bloquear propuestas o candidatos, evitar que se procesen discrepancias, aplastar opiniones diferentes, con votos o con estructuras blindadas. Luego a identificar y a designar enemigos internos y después, obvio, luchar contra ellos. En los círculos viciosos de las organizaciones políticas, la retroalimentación de preconceptos y presunciones es reduccionista y más. Porque, una vez designado el enemigo, se activa el pánico de la conspiración, luego el bloqueo de su accionar y, finalmente, la expulsión, la purga, la ruptura o la división. Y esto, que está en el punto de arranque en la tensión interna de toda organización, a veces y con más claridad, se explicita en los análisis académicos de la politología vernácula. Quizás porque allí está la diferencia entre el comentarista de fútbol, que analiza el partido desde la cabina, y el DT y sus futbolistas que tratan de cambiar la realidad en la cancha. Lo malo es cuando el comentarista pretende incidir en el juego, aunque en política no hay disposición moral o ética que lo pueda impedir.
Estamos mencionando aquí la opinión del politólogo que escribe en Brecha, Gabriel Delacoste (GD), sin querer endilgarle a él tales pretensiones, por más que sea discutible que coloque el mote de "liberal" a Martínez y, por tabla, a quienes lo acompañen. Al fin y al cabo, las escuelas de politología tienen sus propias categorías, a su leal saber y entender. Los demás tenemos toda la libertad y la suficiente capacidad de discernimiento para aceptarlas o no. A esas o a otras.
El politólogo, en su artículo muy manejado en los días previos al Plenario Departamental de Montevideo del FA, incursiona en estos temas con un encare muy inteligente, aunque nada novedoso. El texto, leído y replicado por gente que busca apoyo en la academia para refrendar posturas, ha sido blandido por los partidarios del Frente en Disputa con llamativos bríos, para no desaprovechar la oportunidad "histórica" de efectuar verdaderos cambios en la izquierda. Oportunidad brindada por la división sin ruptura, pero expuesta, ocurrida en el Partido Socialista, entre "ortodoxos" y "renovadores", lo que en lenguaje de quienes designan enemigos, se traduce como una pugna entre "revolucionarios" y "reformistas", o entre "socialistas" y "social-demócratas" o, si ustedes prefieren, entre derecha peligrosa e izquierda verdadera y otras dicotomías más o menos sugestivas, para algunas mentes atrapadas en esquemas de Guerra Fría. Para GL, entre izquierda y centro, que viene a ser lo mismo dicho de otro modo. Nosotros discrepamos con estas interpretaciones de los problemas internos del PS, pero no nos extenderemos en fundamentos, porque no agregan nada al propósito de este artículo y por respeto a los compañeros que están procesando sus problemas. Y obviamente no queremos acusar a GD de pretender, con su autoridad de politólogo que reconocemos, incidir en esa interna y en las definiciones del FA. En todo caso eso va de cargo a quien utiliza sus argumentos.
Los problemas internos de un sector o partido que conforma la estructura orgánica del FA, y nada menos que de un sector tan importante y gravitante como el Partido Socialista, inciden en el conjunto, qué duda cabe. Pero los demás frenteamplistas no debemos alimentar los conflictos de la diversidad (al interior de cada sector, o en el conjunto del FA) en detrimento del otro polo de la dicotomía: la unidad. Porque si lo hacemos, corremos el riesgo de robustecer a las fuerzas centrífugas que atentan contra el conjunto. No se trata de decirles "que se arreglen como puedan", se trata de no querer arreglar nosotros las cosas por ellos y, en todo caso, ayudar a que las compongan.
Estamos de acuerdo en que el problema (que venía de antes) explotó con la revisión de Daniel Martínez de su decisión de no ser candidato. Hasta podemos aceptar que estuvo desprolijo (lo cual no es novedad, puesto que el ingeniero ejecutivamente es muy aplicado, pero políticamente es de una desprolijidad solo comparable a la de José Mujica). Daniel Martínez no era solo el candidato del ala "renovadora" del PS; detrás de él se alinearon sectores de peso, con todo derecho y autoridad para exigirlo. Sectores necesarios para los equilibrios de hoy y para el mañana de Seregni. Mal haría entonces el resto del FA en tratar de incidir en esa interna socialista, con la idea de "profundizar definiciones" hacia la izquierda, porque el único mecanismo posible para ello, hoy y aquí, sería el regreso al desacierto del "candidato oficial y los no oficiales", lo que significaría el bochorno de bloquear las pretensiones de todo un sector de opinión que quiere que Martínez sea su candidato. Y lo peor: impedir que sea el pueblo montevideano que decida a quien quiere como Intendente. Otra cosa es la especulación que hace GD sobre las intenciones permanentes de Martínez de ponerse la banda presidencial. Creo que aquí la especulación no tiene en cuenta dos cosas: a) si es así, Martínez tiene tanto derecho como lo tiene cualquiera que quiera presentarse como candidato; al fin y al cabo la misma artillería pesada no se destina a Cosse ni, mucho menos, a Villar. Y b) en la práctica se ha difuminado la leyenda urbana de que quien va a la Intendencia de Montevideo tendrá que ser candidato a Presidente de los orientales por el FA. Mariano Arana, Erlich, Ana Olivera, demostraron que eso no es así necesariamente.
En cuanto a que la reversión de Martínez es un intento, punto menos que desesperado, de los sectores "de la derecha del FA" (término que no utiliza GD, pero que sobrevuela su texto), de recuperar terrenos para mantener el equilibrio de fuerzas, puede muy bien ser solo registrado por el comentarista de la cabina, pero debería ser aplaudido por los que juegan el partido, tanto de un lado como del otro. Esa es, en estas circunstancias, una apuesta franca y decisiva por la preservación de la unidad y la diversidad del FA.
La unidad del FA debe incluir y no excluir, debe unir (vaya paradoja) y no dividir, debe aumentar y no reducir, debe permitir y no bloquear. Y eso es válido para todos, incluidos los sectores con problemas internos, los que, en mayor o menor medida y escala, todos tienen. No dudamos de la enorme generosidad de militantes y dirigentes del PS, quienes, luego de intensas discusiones, pensaron con cabeza amplia en la UNIDAD del FA, de la cuál ellos son un factótum decisivo. Lo demostraron en el Plenario Departamental de Montevideo y en los Comités y Coordinadoras donde discutieron el tema. Y por eso su postura fue la de no bloquear candidaturas, ni siquiera por la vía indirecta (absurdo planteado por militantes en algunas Coordinadoras) de marcar los votos a cada candidato o candidata. También, nobleza obliga, aquella fue, mucho antes, la posición del Partido Comunista, cuyo Secretario General, antes del Plenario Departamental, declaró que su partido mantenía en alto la bandera de la candidatura única, cara a su partido, pero que en estas instancias, en aras de la unidad del FA, dejaría de lado la decisión para aceptar la candidatura múltiple. Así se hace, y así se opera llevando a la práctica las ideas de Seregni, al que mucho apelamos en estas instancias, pero que también olvidamos en otras.
Y aunque la opinión académica, muy bien manejada por la politología, salió días antes de ese Plenario Departamental, e hizo mucho ruido y pesó en el ánimo de muchos militantes y de algunos sectores, en esta instancia el frenteamplismo pudo más y el resultado, beneficioso para el FA, salió reflejado en la resolución de las tres candidaturas.
Carlos Pérez Pereira
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias