Los cambios en la prensa y las opciones en libertad

Carlos Santiago

14.08.2012

Actualmente y de acuerdo a una visión extendida, el primer poder es el económico, el segundo el mediático y el tercero el político.

Por lo tanto, los “mass media” han ido aumentando su influencia a niveles no cuantificados y, no es novedad para nadie que cuando llega la hora de resolver políticas comunicacionales adecuadas a la nueva realidad, en nuestro país, más allá de la “ruptura de vestiduras” y el “golpearse el pecho”, todo queda estático, congelado, como si el tiempo que pasa no fuera un acicate necesario para definir para cada uno, por lo menos a nivel empírico, el papel a jugar.

Por ello tenemos nuestras dudas que alguna vez, más allá de las alharacas teóricas, bastante oscurantistas y a analizar desde el punto de vista de la vigencia de la democracia, que se legisle para poner coto o cortapisas a los propietarios de empresas que siempre han tenido privilegios sustentados en un monopolio de hecho del que ni siquiera el Estado nacional obtienen algún beneficio. Las llamadas “tres familias” dueñas de los canales de televisión y por “graciosa” extensión otorgada por el Estado, de la mayoría de las extensiones de la modalidad de “cable”, nunca han corrido ni el más mínimo riesgo de perder sus privilegios millonarios, por los que, usufructúan ondas del Estado, sin tener que desembolsar ni un solo peso y, además – quizás lo más lamentable – sin realizar ningún esfuerzo para que la programación que presentan, como soporte para una profusa publicidad, tenga algún beneficio cultural, siendo discutible también lo que ocurre desde el punto de vista informativo, pues la mayoría de los canales muestra una desestimulante mediocridad a la hora de poner en el aire las noticias, repitiendo hasta el infinito lo elaborado generalmente por otros medios.

Claro está, si analizamos las formas de comunicación en particular observamos que la prensa escrita, más allá de algunos ejemplos paradigmáticos, vive también una hora muy difícil. El tiraje de los diarios se ha reducido a mínimos insólitos, han desaparecido totalmente los “vespertinos” y muchos de los matutinos están volcándose resueltamente a la difusión digital pues han comprendido, que por su inmediatez, es la fórmula más adecuada a los tiempos que se transitan. Por otra parte, más allá que el monopolio mediático que maneja la TV sigue presente, extendiendo su influencia a la TV por Cable, es más que sabido que las formas “abiertas” siguen perdiendo terreno frente a las nuevas formas de exhibición de imágenes que llegan al hogar por otros mecanismos, como el cable o vía satélite.. Fuentes de la URSEC le atribuyen también el fenómeno a la “lamentable” programación nacional de los canales de aire, elaborada con una mentalidad vinculada a los tic más lamentables de la TV porteña, que en su modalidad abierta, también se encuentra en franco retroceso.

La TV paga en 2012, según algunos entendidos que manejan informes con datos y gráficos, sigue creciendo en influencia. Se observa que entre enero de 2009 y el primer mes de este año, la audiencia de la TV abierta se redujo en un 10%, en tanto que en el mismo período la TV por cable creció en un 8%, Al parecer la informalidad de horarios y la polución de programas “chimenteros” con temática, además, centrada en un lamentable vedetismo argentino, o paneles y archivos que reciclan las mismas nimiedades de la TV vecina está provocando un éxodo masivo de televidentes hacia el cable y la gran novedad: este es un fenómeno que que no sólo se registra en las clases más pudientes. Sorprende además el altísimo “rarting” que está logrando un canal, por cable, que trasmite en exclusividad el más que magro fútbol uruguayo, programación que en ocasiones se convierte en prácticamente excluyente del resto de la programación de toda la grilla televisiva. El mismo canal tiene un éxito menor, pero significativo, en las trasmisiones de básquetbol, rubro que por años estuvo abandonado por el resto de los canales privados que nunca hicieron el esfuerzo informativo de poner al deporte en las pantallas de la TV nacional.

La televisión para abonados o televisión cable, a la que se le suma últimamente la TV satelital -como se le denomina habitualmente- tiene mayor cantidad de adeptos en el interior del país y al analizar los números globales, cuatro y pico de cada diez hogares uruguayos acceden a este servicio. Estos datos se desprenden del reporte presentado por la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones (Ursec), titulado "Evolución del Sector Telecomunicaciones en Uruguay", que analiza entre otros tópicos el comportamiento del mercado de televisión por cable en Uruguay. Los datos sobre la irrupción del fenómeno que es Direc TV no están claros, pero se entiende que esa modalidad de imagen que llega a los usuarios vía satélite y que está logrando una creciente influencia, está avanzando de manera acelerada en el país, aumentando su influencia por algunos hitos de programación más eclécticos de los tradicionales que se mantienen dentro de un esquema menos que atractivo.

De acuerdo a los datos manejados, al la cantidad de suscriptores de televisión por cable en todo el paíssupere bastante los 650.000, unos 200.000 servicios más que hace un año atrás. Mientras tanto, en Montevideo el número de suscriptores al servicio de cable se ubicó en los primeros seis meses del año en 250.000 abonados, mostrando significativamente un avance más que importante. Mientras tanto la TV abierta languidece con una programación insulsa, con programas del mismo corte y estilo en horarios similares, servicios de noticias sin inventiva y carencias de esfuerzos puramente televisivos para explotar un medio que en el mundo entero está en la delantera de la comunicación. Es que el negocio de las familias que mantienen el monopolio ( o los tres monopolios) es de tal envergadura, que ya no existen esfuerzos para ganar más adiencias ni competir dentro de un mercado demasiado rígido.

La TV abierta puede calificarse como una comunicación “anodina”, en que la programación nacional carece de nivel por falta de nivel, ya que se la “mata” en su inicio creativo al copiarse malamente los programas argentinos hechos para una realidad distinta que, además, están perdiendo peso dentro de la programación del país vecino. La llamada “tinellisación” de alguna programación de la grifa nacional es errónea, pues ya se evidencia el cortoplacismo de las propuestas, la carencia de inventiva y de esencia televisiva. Por ello paulatinamente crece la TV por cable. El televidente, que no es tonto, prefiere un buen producto informativo – inclusive argentino, como los que presentan algunos canales de cable – que las repeticiones interminables de los informativistas uruguayos, con los mismos tics, utilización de discursivos movileros y hasta horarios de tandas publicitarias aparentemente coordinadas que objetivamente hartan por la monotonía a quién trata de sintonizar un programa menos tedioso entre un canal y otro de la TV de aire.

De esta rápida descripción de lo que está ocurriendo en el mundo de la imagen que llega a los hogares en los cada vez más vistosos y sofisticados aparatos de televisión (LED, LCD, Plasma, etc.) hemos dejado fuera todo el mundo informativo que llega a los usuarios por intermedio de Internet, un sistema cada vez más sofisticado, que avanza a pasos agigantados, sustituyendo con cada paso de progreso a rubros que en el pasado reciente era coto exclusivo de otros medios de comunicación. Hoy mucha gente lee los diarios, antes de que las ediciones en papel sean distribuidas en los quioscos, en las páginas Web, en donde se puede acceder a una noticia tras otras, de distintas fuentes, recurriendo incluso a publicaciones del mundo entero, para tener un panorama global de la noticia. Cualquier persona con una simple computadora con medianas prestaciones y acceso a Internet tiene el mundo a su disposición, superando en mucho el compendio que la prensa escrita le puede otorgar. Esta se mantiene todavía, creemos, por costumbres arraigadas en la población y las particularidades publicitarias e informativas de cada región.

Es difícil que los giros idiomáticos políticos del presidente Mujica o, para irnos a otro extremo, las barbáricas andanzas de algún delincuente infanto juvenil como “El Pelón”, puedan ser tomadas por los medios de prensa de otras regiones del mundo. Por ello hablamos de “particularidades” que sostienen todavía a la prensa escrita nacional, pero no a sus ediciones en papel que cada día se reducen más.

La libertad de prensa y de expresión

Sobre todo esto es bueno reflexionar, porque la mayoría de las personas que en teoría tienen derecho a poseer una empresa de comunicación, no lo pueden hacer porque las mismas son difíciles de sostener tan solo con buena voluntad y esfuerzo por lograr una expresión libre. Por lo demás parecería que el monopolio de las “tres familias” que se mantiene en la televisión, seguirá inexpugnable. Entonces, ¿qué ocurre en este panorama? Dentro de los regímenes democrático liberales solo las empresas privadas o los organismos estatales, pueden sostener mecanismos de prensa y opinión que sean medianamente estables y que tengan, por su continuidad y vigencia técnica, la capacidad de ser verdaderos trasmisores de las informaciones.

La democracia se concibe como un mercado apolítico que no colectiviza las elecciones del público como consumidor, y será de éste que dependa la asignación de recursos y por ende el éxito o fracaso de los medios de expresión de quienes los desarrollen como inversores de riesgo, lo que incluye la creación de grandes empresas forzosamente reducidas en número.

La prensa no preexiste al capital: es un capital, considerado como producto personal, y es creado sólo con el dinero de quienes deseen convertirse en empresarios periodísticos, de forma que el uso positivo del "derecho negativo" a la libertad de prensa es accesible a cada uno sobre cada propio medio de comunicación o porción accionaria del mismo, siendo su éxito dependiente del mercado de consumidores sin otra responsabilidad que la de afrontar pérdidas por no satisfacer a su respectivo público.

El Artículo 19 de la "Declaración Universal de los Derechos Humanos", dice:"Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión." Pero, nos preguntamos, el mecanismo anterior de formación de medios de comunicación, ¿no conspira contra este derecho fundamental? ¿Cualquier persona o sector social puede expresarse a través de medios que, de manera neutra, deberían dar cabida a “todas” las opiniones”? Lamentablemente la realidad nos dice otra cosa, que en toda sociedad existen sectores sin voz y que la prensa se maneja, como en nuestro país, como un mecanismo enteramente político para tratar de imponer definiciones en la sociedad para incidir en su superestructura política.

Ignacio Ramonet en un trabajo sobre el tema sostiene que un sondeo reciente ha develado la desconfianza de los ciudadanos hacia la televisión y la prensa, mientras que la radio conserva un tanto su credibilidad. Claro, no es un análisis de opinión realizado en Uruguay, en donde los márgenes de credibilidad podrían modificarse. El director de “Le Monde Diplomatique” en su visión no ha tenido en cuenta a otros medios alternativos que van ganando importancia en la comunicación, como los blogs (bitácoras), la prensa digital que se difunde a través de Internet. etc.

Nuevos mecanismos informativos, de potencia incalculable con un crecimiento exponencial, que han ido logrando su lugar en el panorama de la comunicación, obteniendo espacios, dueños de nuevas modalidades comunicativas que aventan lejos preconceptos anteriores y que, además, ponen en ridículo valoraciones que se hacen en conferencias y aulas, con modelos estáticos que ya han desaparecido o tienden a ello. Pero nuevas formas que están solo al alcance de sectores sociales medios y altos que tienen acceso a Internet, o sea que la mayoría de los “sin voz” siguen sin tenerla.

Es justo decirlo. Para los griegos, la democracia era la mejor manera de gobernar, pero la democracia a la que se referían era en la que sólo gobernaba parte del pueblo. Por eso tienen un concepto de igualdad diferente al nuestro: para el griego no existe el concepto de igualdad social, sino el de igualdad ante la ley. La propia ideología de los griegos se basa en la desigualdad.

Por supuesto que ninguna de esas definiciones, quizás antagónicas, podrían aplicarse en nuestra realidad y la que se vive en otros países de América Latina. Ante la preeminencia del fenómeno mediático quien no quiera ver la necesidad de trabajar de manera adecuada en el frente periodístico, se equivoca, especialmente cuando utiliza como método no el nutrir a los medios con información, abriendo las puertas de par en par, sino denunciar continuas confabulaciones de los medios. Y más lo hace cuando ante la adversidad de las versiones encontradas, algunas con contenido intencional y otras por desinformación, se protesta de manera airada y se sostiene que no se hace ''juego limpio''. Afirman, además, ''que algunos no lo hacen, porque son 'opositores' y no lo dicen''.

La prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios, en el marco democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los poderes. En el Uruguay, más allá del papel denigrante por la manifiesta genuflexión ante el poder de algunos medios, la prensa también ha jugado -en alguna medida- ese papel.

La prensa que tenemos

Los tres poderes tradicionales -Legislativo, Ejecutivo y Judicial- pueden fallar, confundirse y cometer errores, por ello la prensa juega un papel fundamental. Una prensa que se encuentre continuamente en ''tensión'' con el poder, con periodistas de corte crítico, nunca complacientes, que trasmitan con objetividad y sin autocensura, sus visiones de las coyunturas. Para el argentino Joaquín Morales Solá el periodista debe ser necesariamente crítico, para merecer esa denominación.

De una crónica sobre el Forum que citamos, rescatamos una frase del ex ministro de Educación, Antonio Mercader, que reseñamos: ''El político vive siempre del secreteo, considera que hay una conspiración en su contra, cuando en realidad la prensa debe estar en tensión con el poder. En un país en que baja la tensión entre la prensa y el poder, baja la democracia''.

Mucho más frecuentemente ello ocurre, en los estados autoritarios y dictatoriales, donde el poder político es el principal responsable de todas las censuras contra las libertades. No fue lo que ocurrió durante la dictadura, en que se eliminó todo atisbo de presa opositora.

Habría que preguntarse, entonces, el porqué la prensa tiene dificultades para obtener la adecuada información de los ámbitos de decisión del gobierno, elemento - por otra parte- fundamental para que la dialéctica social no haga tan impunes a los responsables de las peores políticas. Será, porque quienes debieran informar no se sienten seguros de lo que están haciendo.

A los tres poderes que Montesquieu diferenciaba se le añadió en su momento un cuarto, la prensa, cuya función debería ser la de informar sobre el funcionamiento de los otros tres. Pero -más allá de esas definiciones- nos encontramos quienes estamos en esta función informativa con teléfonos que no contestan, con un secretismo que no tiene.  ¿Es posible que organismos de gobierno de primera importancia carezcan de oficinas especializadas para el contacto con los medios, que permitan hacer transparentes todas las acciones que se emprenden? ¿Es justo que los periodistas deban recurrir a informantes ''extraoficiales'' para reconstruir reuniones y conocer cómo un grupo de personas, con el poder que le hemos otorgado todos, deciden sobre temas que afectan a los uruguayos en su conjunto? ¿No se convierte en indigno que cuando se menciona el nombre de un órgano de prensa ante los secretarios o funcionarios de alguna repartición estatal, se cometa la inaudita acción de cortarse la comunicación?

La prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios, en el marco democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los poderes. Y ello más allá de que cada uno de los medios representen intereses distintos y que algunos de ellos -subidos a un fantástico carro alegórico- hablen de un periodismo empírico, químicamente puro, de hombres y mujeres que tienen solo el compromiso de informar, para los que no debe existir el multiempleo, la militancia política o confesional.

Claro, un periodismo de ''extraterrestres'', con el que se trata de encubrir la verdadera realidad, que es la de un medio (o más de uno), cuyo objetivo es la apariencia de imparcialidad política cuando, en realidad, no hace otra cosa que ''operar'' siempre a favor de los mismos intereses. Está en su derecho y defendemos que lo haga, pero entonces a no juzgar a los demás y a tratar de generalizar recetas de funcionamiento que, a la vuelta del razonamiento, aparecen como sórdidamente ridículas.

El ''éxito'' de una expresión periodística se basa en la trasgresión y la crítica, en abrir las siete llaves del secretismo que se intenta y que solo tiene el resultado de una información torcida, interesada y muchas veces mendaz. El nuevo concepto de información plantea la verdad ligada a la emoción: todo lo que emociona es verdad, existiendo una confusión entre ambos términos.

Para Ramonet existe un nuevo tipo de censura, mucho menos visible, que funciona apoyada en la enorme abundancia de información que se ofrece, y que realmente lo que consigue es que no podamos percibir aquello que falta. Estos grandes flujos de información son mucho más difíciles de controlar, a diferencia de cuando la información es más escasa y está siempre bajo el férreo control del poder.

Por ello decimos -basándonos en estos conceptos de Ramonet- que es sorprendente el secretismo que se practica en Uruguay, donde los sectores especializados no son más que oficinas retransmisoras de hechos sin sustancia, de fotos y textos informativos que dan cuenta de la superficie anodina de la noticia. ¿Por qué no se explican las dificultades? ¿No es hora de que los cientos de miles de uruguayos que siguen apoyando o no la opción triunfadora, tengamos elementos para redoblar nuestro esfuerzo y así apuntalar en andamiaje que, por el bien de todos, no se puede derrumbar?

Los periodistas estamos abiertos a informar, porque esa es nuestra obligación, e intentar también transformar nuestra visión con el valor agregado que es el análisis, sin duda el elemento sustancial que hace ingresar al manejo transparente de la información, en un juego de confrontación dialéctica que haga crecer a todos y, además, le permita al país encontrar sin mayores traumas los caminos más adecuados.

Y por ello es necesario que se atiendan los teléfonos, se aventen fantasmas y se entienda que no es “dar manija” informar sobre los errores de una gestión. Y, que no ocurra más -cuando un organismo considera temas trascendentes para todos- que se ordene el más absoluto silencio.

Es una lástima.

Carlos Santiago

 

Carlos Santiago
2012-08-14T13:56:00

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias