Una sociedad que no se respeta a si misma
Carlos Santiago
13.05.2014
Vivimos en el país en qué, a nivel político, casi todas las iniciativas se trancan, en un sayo que no solo le cabe a la oposición sino también a las fuerzas frenteamplistas, incapaces de aceptar dentro de una lógica de acuerdos propuestas que haga la minoría.
Y ello sin entender que la gimnasia de los acuerdos es una de las bases necesarias de lo que podría ocurrir en el próximo período de gobierno donde, según distintas evaluaciones del estado de la opinión pública, el gobierno entrante debería recorrer sus cinco años de vigencia sin contar con mayoría parlamentaria.
Los ejemplos saltan a diario, en cada tema, sin que unos tengan en cuesta nunca las opiniones de los otros, sin que los pocos acuerdos inter partidarios concretados, como el trabajoso conseguido en torno a la enseñanza, se cumplan y para ello no haya explicaciones ni sólidas, ni siquiera vinculadas a coyunturas determinantes de necesarios cambios en el devenir de las orientaciones.
AFE y las soluciones para la puesta en vigencia de la infraestructura ferroviaria, hoy metida en un proceso que rápidamente se acerca a la desaparición de esta necesaria actividad logística, es un ejemplo dramático de todos estos vicios políticos de los uruguayos, de la cerrazón existente en el sindicato que agrupa a los trabajadores de la actividad, cada vez con menos capacidad de movilización y, seguramente, sintiéndose factores inútiles dentro de un tipo de transporte que, además de necesario para trasladar la producción del país, podría hacer por el abaratamiento de los fletes, mucho más competitiva nuestra producción agropecuaria.
En torno al tema ferroviario parecería que la cerrazón que todo lo envuelve no tiene posibilidades de despejarse. Si recorremos lo ocurrido en los últimos años en torno a esta actividad, siempre surgen los desencuentros que trancan la actividad e imposibilitan que se emprendan cualquiera sean las mejoras necesarias para que los trenes corran de nuevo a lo ancho y largo del país. Hace algún tiempo, en base a créditos externos, se mejorarían tramos intransitables de las vías a Rivera. Una actividad ferroviaria medianamente eficiente (incluso a los ridículos 30 kilómetros por hora a los que se pensaba llegar), haría que la enorme producción forestal del departamento norteño pudiera salir en masa en dirección de las dos enormes plantas elaboradoras de celulosa.
Claro, pero la máquina de trancar se puso en marcha y el sindicato de AFE se opuso a que privados, con moderno equipamiento, hicieran el tendido de las vías. La palabra privatizar fue usada a cada momento como demostración palpable que muchos dirigentes sindicales se han quedado en la época del estatismo paralizante, posterior al batllismo, en que la empresa pública se impulsó para cubrir necesidades imprescindibles en las actividades en donde los privados no manifestaban interés. Para el sindicato era necesario que el trabajo fuera concretado con cuadrillas de AFE, sin que se modernizara la tarea, que hoy en el mundo es totalmente mecanizada tanto en su ingeniería como en la confección de durmientes , para cuya construcción en masa existen diversos métodos que hacen de los mismos más durables que los que se construían de madera dura y que, con el tiempo, sirvieron como soportes en distintas taperas, en donde los gauchos qué quedan toman su mate a la sombra del un añoso ombú.
Sin embargo los desacuerdos con el sindicato de AFE enlentecieron los trámites para una tarea que nunca comenzó a realizarse. Una evaluación concretada desde el gobierno llegó a la conclusión de que los trabajadores de la empresa ferroviaria no tenían la capacidad suficiente para desarrollar esa obra en un plazo adecuado y la supina idea fue la de utilizar el apoyo de cuadrillas de soldados de las fuerzas armadas, nuevamente con el objetivo de contar con mano de obra barata. Para esto no hubo oposición por parte del sindicato, incapaz de realizar en la práctica lo que proponían para sortear los que consideran una la entrega al capital extranjero de la empresa pública.
Por ello decimos que no hay lógica en los manejos y enfrentamientos que surgen a cada paso, ante cada propuesta o plan, sin entender los actores responsables de estas parálisis la importancia que tiene para el país y también para la mejoría de la calidad de vida de sus habitantes, contar con una logística adecuada a la nueva realidad de una producción creciente, otro punto que por la incidencia de las inversiones y el traslado ostensible de agricultores extranjeros a las labores agropecuarias levanta olas de un nacionalismo ramplón y subido con un tinte de xenófobo, que objetivamente prefiere el atraso de un país con ganado lanzado al engorde en campos sin inversión, tapizado de pueblos de ratas y pequeños agricultores que doblados sobre el surco apenas producen para la auto subsistencia, a lo que ocurre hoy, momento en que con técnicas productivas de avanzada se ha logrado multiplicar en mucho la producción, con algunos niveles vertiginosos, en que la soya, antes un casi desconocido oleaginoso, se convirtiera en uno de los principales rubros de exportación.
Pero los obstáculos no surgen solo de uno de los lados de la sociedad uruguaya. El presidente Mujica, en una de las numerosas reuniones que mantiene en el marco de sus más que oscuras negociaciones, al parecer, habría logrado que una empresa china se interesara en solucionar problemas en la infraestructura ferroviaria. Entonces, como para acortar plazos y aprovechar la buena voluntad de los asiáticos, era necesario un ritmo acelerado, nuestro mandatario consultó a líderes de la oposición para acordar un negocio directo, saltándose los engorrosos llamados a precios o las licitaciones, con que la burocracia cuenta para justificar su labor de trancar por su cuenta cualquier plan te expansión. Claro, la oposición política sin valorar lo que significaría para el país ese acuerdo, masivamente se opuso a la solución que estaba a la mano. Se prefiere seguir con la parálisis ferroviaria de hoy, en que los talleres de Peñarol, peligran en convertirse en un museo de hierro acerado que no puede evitar la corrosión del tiempo, mientras pululan por allí, cuasi como añejos fantasmas de principios del siglo pasado, algunos personajes vestidos con ropa de trabajo, cuya labor esencial es calentar agua para el mate, que intentar solucionar uno de los principales problemas de nuestra infraestructura logística.
¿Se trata de concepciones ideológicas enfrentadas por valores imbricados en filosofías presentes o añejas? Parecería que no, que más bien es producto de una lucha pequeña, sin otro fin que oponerse, sin argumentos, a cualquier cosa que pueda desmovilizar a legión de empleados públicos que no tienen destino ni función en la actual situación de parálisis. Solo vegetar a la espera del fin de mes.
La oposición sin duda, busca la pequeñez de evitar cualquier cosa que pueda interpretarse como un éxito para el gobierno, cuando estamos a pocos meses de las nuevas elecciones presidenciales. Y el oficialismo, también en la pequeñez de la soberbia, creyendo que la condición de tener mayoría absoluta en el Parlamento, lo autoriza a realizar cualquier cosa ante sí y por si, haciendo que la oposición siempre muerda el polvo de su actual pequeñez. ¿Pero qué ocurrirá con esa forma de gobernar si se confirma lo que dicen algunas encuestas, sosteniendo que el ganador de la próxima elección no logrará ni siquiera la mitad más uno de los votos en las dos cámaras?
Ese divorcio uruguayo crea además hondas divisiones en la sociedad y unas muy subidas expresiones dialécticas en donde los términos derecha e izquierda son lanzados casi como un mote insultante, aunque se trate de distintas corrientes de una sociedad que se ha caracterizado por sus posiciones centristas. Es como si se quisiera imponer una separación de clases, al estilo marxista, en un país en el cual más del 95% de las empresas son PYMES, o sea pequeñas y medianas, siendo la mayoría de ellas de corte familiar. Para algunos hasta los directivos de las empresas públicas, son patrones incapaces de razonar sobre las necesidades de los esforzados y explotados trabajadores que, por otro lado, han vivido el período de los mejores incrementos salariales de la región. La pasada semana en un programa de TV en que se discutía la violenta e inaceptable agresión de una madre a una maestra, uno de los participantes del panel llamó como integrante de la patronal a un miembro de la dirección de Enseñanza Primaria. En el Uruguay, sin duda, hay que salir con lupa para encontrar a un auténtico integrante o dueño de quienes son calificados en la teoría marxista como propietario de un medio de producción y cambio
Claro, muchas de esas insólitas calificaciones, tan erradas como injustas, surgen también de la capacidad de generalización de nuestro Presidente, que en toda ocasión engloba a todos los habitantes de un barrio con expresiones hirientes y fundamentalmente denigrantes. Recordemos cuando dijo en un foro realizado fuera del país que a los uruguayos no nos gusta trabajar o calificó a los habitantes de Pocitos, como pitucos , cuando allí viven desde empleados comerciales, bancarios, mozos de bar, profesionales universitarios, periodistas y por supuesto, muchos integrantes de su gobierno. Claro, algunos podemos ostentan, a diferencia de otros (la vida no ofrece la mismas posibilidades a todos), decenas de años de aportes al BPS, aunque esto no es ningún mérito, porque quizás la cultura en que estamos formados sea producto de la influencia de nuestros mayores, quizás emigrantes que llegaron a nuestra tierra para escapar de realidades horrorosas. La cultura del trabajo como método para la realización personal en la vida. Admitimos que otros pueden ostentar otras visiones y pensar que la contemplación del horizonte es un objetivo poético con el que son felices y también se realizan como personas. Una sociedad es diversa y nunca se puede generalizar sobre ella, tampoco dividirla en dos sectores cuyos dirigentes solo agreden y denigran al adversario, convertido en una suerte de enemigo a destruir. Ahora en la izquierda europea existen visiones que tienden a la abolición del trabajo, sustituyéndolo por otras compensaciones permanentes. Por ello, decimos, que las generalizaciones hacen mal y muchas veces denigran y ridiculizan a los distintos actores. Otra generalización del mandatario es la publicada hace unos días por el semanario Busqueda; sostiene que quienes se oponen a la polémica Ley que legaliza el cultivo y establece formas de comercialización de la marihuana, son los dogmáticos, los sectarios
También recordemos que nuestro Presidente descalificó hace algún tiempo a un destacado economista, que había planteado algunas diferencias con la política oficial, como incapaz de opinar por el hecho de nunca haberse subido a un tractor Como punto final a todos estos dislates, tan pequeños como políticamente negativos, miremos la actitud corporativa de los ediles blancos y colorados que impidieron un generoso crédito del BID, por 70 millones de dólares para construir a nuevo la avenida Belloni. Otro trancazo para una labor, como la que realiza la IMM, que está llena de claros y oscuros.
Por ahora todo dicho.
Carlos Santiago
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias