Las vitaminas del abuelo
Carlos Vivas; Homero Bagnulo
18.04.2018
En estos últimos días hemos visto reiterados avisos en algunos canales de televisión, promoviendo el uso de suplemento dietéticos de elevado costo, especialmente dirigidos hacia los adultos mayores.
Se promete, a través de imágenes atractivas, recuperar o mantener capacidades indemnes pese al trascurso de los años. Esto nos ha motivado a volver a leer algunos muy buenos análisis sobre el uso de estos suplementos aparecidos en los últimos meses así como también algunos datos que puedan resultar llamativos. Como es habitual, estos datos provienen de Estados Unidos, ya que ese país tiene por buena costumbre recoger información valiosa en forma sistemática. JoAnn E. Manson en una revisión sobre Vitaminas y Suplementos Minerales publicadas en JAMA (6 de marzo 2018 , pág. 859), nos relata que se gastan 30.000 millones de dólares anualmente en estos productos y que existen en ese mercado más de 90.000 productos. El 52 % de los adultos en esa nación reconocen que hacen uso de algún suplemento nutricional. De los mayores de 65 años, el 68% consume algunos de estos suplementos. Y más aún, el 29% de ellos toma 4 o más suplementos de algún tipo. Y lo más alarmante es que en general estas personas, una vez que empiezan a ingerir estos nutrientes, ya no lo abandonan.
Por tanto la pregunta que debemos hacernos es: ¿tiene esta situación algún nivel de evidencia que lo respalde?. Como veremos, en adultos mayores no hay hasta el momento evidencia alguna de beneficios, y sí se confirmaron daños por algunos de estos compuestos. Aclaramos que dejamos por fuera de este análisis a los lactantes y a las mujeres embarazadas, donde la situación es diferente. La mayor parte de los estudios clínicos sobre vitaminas y suplementos minerales no ha demostrado beneficios en la prevención de enfermedades crónicas y posiblemente algunos trabajos sugieran que estos elementos en cantidades excesivas podrían tener efectos dañinos, incluso un aumento de la mortalidad. Los médicos deben recordarles a sus pacientes que estos suplementos no sustituyen en lo más mínimo a una dieta balanceada y que cuando se cumple con esta, poco beneficio tendrán los aportes extras de vitaminas y minerales. Es muy posible que estos nutrientes resulten mejor absorbidos si se ingieren a partir de los alimentos naturales (no procesados), teniendo incluso menos efectos adversos.
Repasemos algunas revisiones publicadas últimamente en revistas médicas que son de referencia. Por ejemplo : Jia-Guo Zhao y colaboradores, publican en JAMA (2017;pág 2466) una revisión sistemática sobre la incidencia de fracturas en pacientes de más de 65 años que viven en la comunidad y que reciben suplementos de calcio y /o vitamina D como estrategias de prevención de fracturas, fundamentalmente de cadera, pero también vertebrales. Para ello analizaron 33 estudios clínicos que incluyen 51.145 participantes. No encontraron diferencias significativas en el riesgo de fracturas comparando pacientes sin tratamiento (o que recibían placebo) con quienes recibían los suplementos (únicamente calcio, únicamente vitamina D, o ambos). Su conclusión fue: No hay evidencia que apoye el uso rutinario de estos suplementos en ancianos no institucionalizados.
Otra de las recomendaciones frecuentes se vincula a la indicación de suplementos de ácidos grasos Omega 3 a los efectos de evitar riesgos de enfermedades cardiovasculares o prevenir la agravación de los mismos en caso quienes ya los presentaban. Afortunadamente también en estos días se acaba de publicar (Theingi Aung, JAMA Cardiology, 2018; marzo 21; pág 225) un excelente metaanálisis que evalúa datos de 10 ensayos que implican 77.917 individuos, con una edad media de 64 años.
Sus conclusiones: Este metaanálisis demuestra que los ácidos grasos Omega 3 no tienen una asociación significante con enfermedad coronariana fatal o no fatal, ni ningún evento mayor, por lo que no provee ningún apoyo a las recomendaciones actuales para el uso de tales suplementos en personas con una historia de enfermedad coronaria.
La aparición de esta importante bibliografía en los últimos meses ha promovido varios análisis críticos sobre el tema, alertando a la población sobre el consumo de estos nutrientes. La periodista en temas médicos Liz Szabo, ha revisado el tema en un excelente artículo del New York Times y destaca algunos hechos que también deben ser tenidos en cuenta. Quienes toman vitaminas son habitualmente personas de mejor nivel educacional, con mayores ingresos económicos y que cuidan mejor de su salud ( encuesta Gallup, 2013). Esto es lo que se reconoce como efecto del usuario saludable. Es decir, son personas educadas, con una economía solvente, que cuidan de su salud, y que por tanto habitualmente no fuman, realizan ejercicio y mantienen una dieta saludable. En estas personas cualquiera sea la estrategia que se utilice, los resultados siempre serán mejores. Es habitual que en muchos estudios clínicos esto no se tome en cuenta.
Una presunción que tal vez sea cierta, pero todavía falta comprobar, es que quienes ingieren suplementos de Omega 3, están convencidos de que el pescado debe formar parte de su dieta por sus efectos saludables, y que por tanto no requieran de ese suplemento. Pero si al evaluar este hecho se omite este dato, se corre el riesgo de promover beneficios ficiticios, tal como ocurrió recientemente en un estudio italiano, cuyo resultado no pudo ser confirmado en estudios ulteriores.
Por otra parte, ingerir dosis elevadas de vitaminas y minerales, puede también determinar eventos adversos. Por ejemplo, se ha visto en estudios bien diseñados, que los betacarotenos incrementarían la frecuencia de cáncer pulmonar y que la vitamina E, podría incrementar el riesgo de cáncer de próstata hasta en un 17%.
Periódicamente se insiste sobre este tema y sin embargo la población en la mayor parte de los países continúa comprando estos productos habiéndose incrementado su consumo en los últimos 10 años, determinando así que las familias malgasten porcentajes crecientes de sus ingresos. A nivel nacional los sistemas sanitarios utilizan recursos económicos de por sí escasos en estrategias que no aportan nada postivo y peor aun, pueden tener connotaciones negativas. Parece obvio la necesidad de que desde agencias sanitarias reconocidas se realicen campañas de desmitificación de estos suplementos nutricionales y que se regule la propaganda de los mismos por sus contenidos frecuentemente engañosos. Tambien nos preocupa el apoyo a promociones engañosas por parte de sociedades de especialidades medicas de nuestro medio No parece apropiado utilizar un supuesto prestigio a cambio de alguna forma de retribución.
La población tiene derecho a elegir si a pesar de la evidencia negativa igual desea consumirlos, pero lo mínimo que debiéramos hacer como sociedad es evitar que se difundan promesas infundadas por parte de quienes tienen intereses económicos vinculados a la comercialización de estos productos.
Dres. Homero Bagnulo; Carlos Vivas