Cataratas más lindas. José Antonio Vera Arenas
11.11.2025
Conforme hay historias que engrandecen, hay presentes que envilecen. A estos últimos, sólo puede derrotar la acción política que se pone en sintonía con el pueblo y a su servicio, alimentando tozudamente la esperanza. Desde Paraguay, para entenderlo, tenemos que volver un poco atrás.
Rafael Barret, hace 120 años, diagnosticó certeramente el mal paraguayo, el nacido de la explotación del mensú, los hacheros esclavos vencedores del quebracho cuya polvareda reseca les comía los pulmones y la vida, enriqueciendo la maldad y la indecencia que caracteriza la inmoral clase alta.
El indomable anarco, no bien pisó estas tierras cada día menos coloradas, se nutrió de los despojos que quedaban de lo que había sido la primera Nación Soberana e Independiente al sur del Rio Bravo. Sin hambrientos ni analfabetos espejo de lo que entonces pudo una revolución social auténtica.
Poblado por indígenas y campesinos, Paraguay pagó un precio muy alto a ese desafío. Inglaterra, sus empresarios y banqueros, que codiciaban el algodón de fina calidad que producía este país, pero al que Asunción ponía el pecio de venta, resultó una osadía inaceptable para un norte soberbio y fuerte, en plena transformación industrial, con la hilandería en punta.
Entonces, en 1864, Londres lanzó la Guerra de la Triple Alianza, convertida en un genocidio hasta 1870 y años más, cometido por los gobiernos colonizados de Argentina, Brasil y Uruguay, que se ocuparon del asesinato de sus hermanos y parte del saqueo. Los dos primeros, ocupan hasta hoy tierras paraguayas que suman casi la superficie total del último, que ni una hectárea pudo robar.
Barrett vino a conocer esa experiencia, escribió mucho y formó conciencia rebelde y, unos 50 años después, surgió Raúl Roa Bastos, prosiguiendo el relato del infierno de esta isla rodeada de tierra, que venía de instalarse como una de las cabezas más fanatizadas del anticomunismo regional, base ideológica de los dos grandes partidos, el Colorado y el Liberal.
Por encima de su parentesco teórico, los mezquinos intereses agudizaron el enfrentamiento discursivo, que culminó en 1947 en una Guerra Civil, con la victoria del coloradismo que se convirtió, desde entonces y sobre los cadáveres de varios miles de compatriotas, en un gobierno casi inamovible y, hasta hoy, en un poder omnipresente, que sólo respeta y obedece a los capitales transnacionales y a Estados Unidos, en un entreguismo sin pudor en su política interna hambreadora, cleptócrata, y en la externa de apoyo a Israel en su genocidio palestino y el desembarco bélico yanki en el Caribe.
LA ESPERANZA ES INDOMABLE
Ciudad del Este, llamada en su inicio Ciudad General Stroessner, su fundador, tiene por marco la esplendorosa belleza de las Cataratas de Iguazú, compartidas con Argentina y Brasil, triángulo estratégico codiciado por el Comando Sur, siempre presto a utilizarlo como centro del espionaje regional, en un proyecto que ha avanzado mucho últimamente bajo los gobiernos de ultraderecha de Argentina y Paraguay.
Otro factor de inconmensurable importancia militar y económica de la zona, son las represas hidroeléctricas de Itaipú y Yaciretá, explotadas por los tres países fronterizos, con abusivo beneficio de Brasil en la primera, de la que continúa utilizando el 80 por ciento de la energía, por complicidad de los gobiernos colorados. Pequeña excepción se produjo entre el 2008/12 durante el gobierno de Fernando Lugo, quien acordó con Lula triplicar el pago anual brasileño, pasando de 120 a 360 millones de dólares.
Más oscura aún, es la contabilidad paraguaya-argentina en Yaciretá, aunque hay fatos inocultables entre sus jerarcas que a menudo se ventilan, sin la menor atención judicial de ambos países, organismo cuya impunidad estimula la corrupción institucional.
Ciudad del Este es un renombrado centro comercial extrafronteras, donde coexiste una población heterogénea, con predominancia brasilera, mezclada con oriundos, e inversores asiáticos y de otras procedencias, animados por los estímulos que otorga una laxa fiscalidad aduanera, ciega ante los precintos rotos de los contenedores que, a menudo trasladan, para uno y otro lado, carbón, trigo, maderas, cigarrillos, harinas, con drogas y hasta con armas de guerra, parecido a las bolsas de bananas que salen de Ecuador, propiedad de la familia del Presidente Daniel Noboa.
Desde hace ocho décadas, el Partido Colorado comanda ese universo esteño de trabajadores sacrificados frente a tránsfugas de toda laya, que han hecho de la actividad política una perversidad sin límites, bajo consignas jerárquicas de que "no se apuren que todos podemos robar si no acaparamos", ética que guió la conducta de intendentes y colaboradores colorados hasta el 2021.
Miguel Prieto, outsider cercano al coloradismo, fue electo Intendente y comenzó entonces a revertir la situación al frente de una administración que dejó de mirar para arriba, como sus antecesores, e inició obras que mejoraron el transporte de pasajeros, la salud pública y la contabilidad de la comuna.
Imperdonable conducta, casi una traición, bramaron los lores del gobernante partido y del parlamento, integrado un 90 por ciento de sus dos cámaras por fieles al empresario multimillonario Horacio Cartes, cabeza de los tres poderes del Estado. Prieto, al que los corrillos le asignan capacidad para competir en las elecciones nacionales del 2028, fue expulsado de la comuna, acusado de corrupto, sin mostrar la menor prueba.
Con una falsedad similar, y la traición del Partido Liberal, el 22 de junio del 2012, había sido derrocado el Presidente Fernando Lugo. Tiempo después, electo Senador por afecto del pueblo, debió abandonar su banca por enfermedad y desapareció varios meses, alimentando toda clase de rumores negativos, desmentidos en las últimas semanas con su presencia en actos políticos a la cabeza de su organización Frente Guasu, que este domingo consiguió reunir en Asunción a unos 500 delegados de todo el país.
El mandato de Prieto debió terminar el año próximo, sustituido por dos competidores, uno de su equipo y otro del omnipresente Partido Colorado al que todos los pronósticos daban ganador. Los hechos, con sus caprichos, dieron vuelta la taba.
Daniel Pereira Mujica, aplastó al "representante de la mafia, de la corrupción de la narcopolítica, de los ladrones, de los oligarcas y los serviles de intereses extranjeros", se lee en las redes y en muchas paredes del país, revelando que ese resultado podría anticipar un vuelco en la política nacional.
Mujica, Mujica, Prieto, Pietro, fue el eslogan que encabezó la campaña de la oposición esteña y en su celebración, convertida en una fiesta nacional. Casi nadie hablaba de Pereira, el primer apellido del ganador y entonces, en plena algarabía, le pregunté el por qué a un dirigente. Su respuesta fue: "vos no sos uruguayo?". La trascendencia del Pepe había llegado a las Cataratas.
José Antonio Vera Arenas
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias