Navidad y muerte en Ecuador
Cinthia Andrade
06.01.2021
Leo con regularidad las noticias que me llegan de Uruguay. Confieso que muchas veces no las entiendo. Me parece que hablan de otro mundo o quizá otra época.
Hoy leí "Libertad restringida, aislamiento y soledad: ¿noche de paz, noche de amor?", de mi amigo José Legaspi. Lo primero que me llamó la atención es que todavía plantea la confianza (desconfianza) a los gobernantes. Tema muy válido en una democracia representativa como la que rige en Uruguay y Ecuador. Pero en Ecuador, eso ya ni se discute, si alguien lo planteara sería una especie de extraterrestre o estaría contando un cacho (chiste) y de los malos.
Me causa horror imaginar esos policías y militares uruguayos, herencia de la dictadura, reprimiendo a los ciudadanos, con venganza de "fiera desatada". Acá, en pandemia, antes que reprimir extorsionan, son un engranaje más de la corrupción estatal. Aunque, sacando cuentas, los de acá deben saber mucho menos de medidas sanitarias, derechos y restricciones que los de allá y parecerían gatitos bravos comparados con las fieras del sur.
Uruguay: 120 muertes por COVID 19. ¿En serio?
En Ecuador, 13.794 (cifras oficiales), con una población 5 veces la uruguaya. Creo que nunca sabremos el número real de muertos. Seguramente, muchas personas se han deprimido por las circunstancias, los suicidios han aumentado en todas partes pero acá lo que gana es la pobreza. La gente vive al día, si no sale a vender o trabajar, no come. Miles de comercios cerraron, el desempleo se disparó. La gente vende y compra en la calle, sin ninguna medida de seguridad. Muchos preferirían ya haber enfermado para estar más tranquilos. La muerte se ha convertido en un mal incómodo y necesario para la vida.
La migración venezolana es otro problema. Somos el país con más migrantes después de Colombia. Los primeros meses que llegaron había acogida, después fue tan abrumadora la cantidad que empezaron a dormir en calles, parques, portales. Ya no les servía limpiar parabrisas, vender caramelos o pedir caridad. La delincuencia derivó como consecuencia lógica. Con la pandemia y el confinamiento, el comercio informal se disparó y hoy se pelean a palos ecuatorianos y venezolanos por una esquina o un semáforo.
No importa contagiarte y morir, lo importante es comer. La agresividad de muchos venezolanos que andan por la calle sin mascarilla y escupiendo por todos lados, causa horror y no sólo por el posible contagio, sino por esa actitud de que ya nada importa, que si soy un apestado, ustedes a mí también me apestan.
El espejismo que tan hábilmente vendió Correa en el exterior, de poca pobreza y mejores condiciones de vida, nos ha reventado en la cara en mil pedazos. La deserción escolar superó el 50%. Más del 70% de los niños no tienen acceso a internet de forma continua y prolongada y muchos de ninguna forma. Y así la ministra habla de teleducación exitosa, aunque ya dijo que la educación está en emergencia. Retrocedemos un siglo.
Hoy, 24 de diciembre del 2020, hay toque de queda, así que muchos no tendremos cena de Navidad. Con poco o nada, había la esperanza de una reunión, de juntar la familia. Varios tal vez lo hagan y se queden en una casa hacinados durmiendo y aumentando las posibilidades de contagio.
En el Ecuador nunca ha habido tanta muerte. Este ha sido un país con muy pocas guerras (realmente muy puntuales y poco devastadoras) y no ha conocido el hambre, hasta ahora.
La muerte se siente, ha alcanzado a mucha gente cercana y a desconocidos que hoy pesan como próximos. Y la vida se impone necia, los afectos sobreviven o a lo menos es a lo que nos aferramos. No sé si se pueda celebrar Navidad en estas circunstancias. O quizás, sí se deba celebrar al sol invicto, al nacimiento de la luz, al renacer. No sabemos si lo peor ya pasó, bastantes cosas malas sí han pasado.
Quedan algunas muy buenas, la vida, la salud, la familia, los amigos, los afectos. Ojalá termine pronto este tiempo oscuro. Ojalá hayamos reflexionado sobre la vida y la muerte. Ojalá nos demos un abrazo y lo sintamos como un momento infinitamente grande y valioso.
Ojalá la vida le gane la muerte.
Cinthia Andrade se define, según sus propias palabras, "como ecuatoriana, de izquierda (si es que todavía existe), y creyente de la utopía, que es algo que no han logrado robarme".
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias