Ciudadanía Activa. Federico Rodríguez Aguiar

25.09.2025

Cómo acercar las decisiones del Estado a la vida cotidiana de las personas. La descentralización se plantea como una vía para lograrlo: transferir competencias y recursos desde los niveles centrales hacia los gobiernos locales, con el propósito de que las políticas públicas respondan de manera más directa y oportuna a las necesidades de cada territorio.

Más que un simple reparto de funciones, este proceso supone un cambio cultural en la forma de concebir la gestión pública. Otorgar autonomía a municipios o regiones abre la posibilidad de diseñar políticas adaptadas a las realidades locales, pero también implica mayores responsabilidades. La cercanía con la ciudadanía permite comprender mejor sus demandas, aunque exige fortalecer las capacidades técnicas e institucionales de los gobiernos subnacionales y asegurar mecanismos de transparencia que eviten la duplicación de esfuerzos o el uso ineficiente de los recursos.

En este camino, la participación ciudadana se convierte en un aliado indispensable. Experiencias como los presupuestos participativos, los consejos barriales o las consultas públicas demuestran que cuando las comunidades tienen un rol activo en la definición de prioridades, las políticas ganan legitimidad y aumentan las probabilidades de éxito. No se trata solo de abrir espacios de diálogo, sino de construir una cultura de corresponsabilidad donde la población asuma que las decisiones colectivas también requieren compromiso ciudadano en su implementación.

La irrupción de las nuevas tecnologías ha multiplicado las posibilidades de participación. Hoy es posible votar proyectos a través de una aplicación, reportar problemas urbanos en tiempo real o responder encuestas digitales que orientan decisiones municipales. Sin embargo, estas herramientas no pueden sustituir los encuentros presenciales, especialmente en comunidades rurales o sectores donde la brecha digital aún persiste. La clave está en combinar la innovación tecnológica con los espacios tradicionales de deliberación para no dejar a nadie afuera.

Un proceso de descentralización exitoso también demanda coordinación nacional. Las diferencias en recursos humanos, financieros y técnicos entre los gobiernos locales son notorias, y si no se cuenta con una estrategia de acompañamiento, el riesgo es profundizar las desigualdades en lugar de reducirlas. En este sentido, los programas de capacitación, la transferencia equitativa de fondos y la creación de redes de cooperación entre municipios son medidas que pueden equilibrar el terreno.

La descentralización y la participación ciudadana conforman, en definitiva, un binomio inseparable para fortalecer la democracia desde lo local. El reto es lograr que el poder de decisión no solo se acerque a las personas, sino que también las convierta en protagonistas de la gestión pública. Ese camino requiere instituciones sólidas, ciudadanos comprometidos y un Estado capaz de coordinar sin centralizar.

Al final, la construcción de Estados más legítimos, inclusivos y eficientes no depende únicamente de las estructuras formales, sino de la convicción de que las soluciones a los grandes problemas colectivos comienzan en los espacios más cercanos a la vida diaria: el barrio, la comunidad y el municipio. Allí donde la política deja de ser una abstracción y se transforma en un hecho concreto que mejora la vida de las personas.

 

Federico Rodríguez Aguiar. Analista en Marketing, egresado de la Universidad ORT-Uruguay, con sólida formación en estrategias comerciales y desarrollo económico. Su trayectoria académica está complementada por diversas certificaciones y cursos internacionales en áreas clave como la gestión pública, cooperación internacional, y liderazgo.

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2025-09-25T12:58:00

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