Cuando la prudendencia puede defraudar. Ismael Blanco
17.07.2025
Hace días que vengo reflexionando acerca del por qué de ciertas circunstancias del quehacer político, para tratar de entender sus orígenes y motivaciones, considerando diversas perspectivas.
Observo que, si hay algo que tienen los hechos humanos, es que no son casuales, porque nunca se realizan por azar, siempre están sustentados en una intención y en una dirección que puede ser bien, o mal intencionada.
Visualizo autocomplacencia en el accionar de ciertos actores políticos, como si las acciones y las decisiones debieran ser tomadas con una suerte de resignación y ¡ante esto, me rebelo!; me viene la idea opuesta, porque si algo tiene sentido en el mundo de la transformación de la materia - en cualquier campo del pensamiento humano que se realice, sea desde lo científico, hasta en las cuestiones sociales - es la pulsión de cambio, que es incompatible con la autocomplacencia, la que cuando se presenta en este último terreno, ya que denota falta de empatía con las necesidades y preocupaciones de la gente, genera desencanto y desapego político.
La pulsión de vida, está en la esencia de la existencia, ¡es cambio! y por eso es vida ,sino sería muerte. En materia política, la pulsión de cambio y de transformación, se choca necesariamente con la complacencia, que es el statu quo, así ésta sea fundamentada en causas ajenas a la voluntad, pues siempre el obstáculo al cambio es ajeno al que tiene intención y propósito de transformar la realidad.
Muchas veces, con buena fe o en otras con cinismo - ya que se puede adaptar a un pensamiento noble y también a todo lo contrario,- el freno a la pulsión transformadora, arroja disconformismo con las circunstancias que nos rodean, y lo peor es, que ese accionar se viste con conceptos de cautela, prudencia y paciencia.
Cualquiera de estos vocablos en sí mismos son válidos, si no esconden un trasfondo tenebroso y "gatopardista" de ser utilizados para operar como un freno a los cambios y conducirnos por un camino sin salida que va desde la resignación, hasta la justificación de decisiones que avalan no avanzar en las transformaciones prometidas en un programa de gobierno, cuyas hojas con el tiempo pasan a amarillarse.
Tiempo al tiempo, pero en vista de las circunstancias, ya hay indicios y hasta pruebas - en materia de política internacional indudables - que corroboran que el accionar no es ni ardiente ni revolucionario, sino que, acomodaticio, cuando no sumiso y genuflexo.
En materia económica, ¡la expectativa de la gente tiene mas suspenso que una película de Hickock!. El que sea creyente, que agarre los rosarios, porque el ministro de economía - además de cantar loas de Milei y su política destructiva del tejido social de los sectores populares argentinos, que llevaron al 50% de la población a la absoluta pobreza- deslizó por nuestras tierras, un eufemismo que todos los uruguayos sabemos bien que quiere decir cuando habla de "consolidación fiscal".
Parece que su propósito fuera correr a los sectores de la clase media trabajadora, que apostaron por un cambio en los lineamientos económicos del gobierno de la coalición de derechas, pero ahora, ante la sorpresa de todos, nos está diciendo que no va por los "malla oro", sino por los sectores medios, porque son presas fáciles y seguras para recaudar en materia impositiva. Bajo estos lineamientos, los "malla oro" seguirán corriendo olímpicos la vuelta, con paradas que van desde Panamá, Delaware, Andorra; Caimanes , Liechtenstein, o la vieja Suiza. Lo de siempre.
Al decir de Sartre, la mala fe, es una mentira a uno mismo. Sartre define la mala fe ,como "la negación de la propia libertad al adoptar roles o justificaciones que no nos eximen de adoptar decisiones auténticas," sobre las cuales habíamos pregonado que eran las válidas, pues las premisas caen en seguridades ficticias en un mundo colapsado y desquiciado por el principal "Don Dinero Trump", haciéndonos renunciar a nuestra capacidad de transformación emancipadora.
La consigna es no hacer ruido, no chistar, arrastrarse como una babosa, como en el caso de querer justificar la presencia del presidente, en la Cumbre de los Brics - como lo expresó el canciller, con una verborragia escandalosa, más propia de un paje de una corte real que de un ministro de un gobierno de izquierda cuando dijo: " Lo que hizo el presidente en este viaje fue ahorrarse girar por el mundo y ver a todos los poderosos del sur, aquí en Río de Janeiro". La frase habla por si misma y no resiste ni el más mínimo análisis. Es vergonzoso.
Por mi parte, siempre me quedaré con la "Ardiente Paciencia" de Neruda, que llamaba a las cosas por su nombre y apretaba los dientes y el alma para resistir, porque no se resignaba en su objetivo netamente transformador.
Por esta razón, como hombre de izquierda y militante Frenteamplista de ahora y de siempre, elijo libremente no callarme, ¡No tolerar lo intolerable!, ¡ni ahora ni nunca! No nació aún quien pretenda ejercer ese poder sobre mi persona y tenga la valentía de decírmelo en la cara, porque por mi dignidad no lo permito por coherencia, respeto a mi mismo y memoria. Para algunos serán simples palabras del diccionario, para mí son valores sagrados que hacen a la ética de la izquierda sobre lo que no se transa, por respeto a tantas y tantos compañeros que, bajo la bandera del Frente Amplio, se hicieron moler a palos para ser coherentes con la causa. ¡A ellos se los debo!
Me siento en el derecho de decir, que esa otra paciencia, esa que se viste con ropajes de "prudencia", que calla cuando debe hablar, que desconoce a la fuerza política que puso al gobierno en el poder del Estado, esa prudencia rechina, porque actúa solapadamente. Ese accionar me huele a azufre, a matices grises, al de flotaciones corchosas del peligroso statu quo, que lleva a la decepción y a la derrota. Esa "prudencia" no es de izquierda.
Llegamos al gobierno con la confianza depositada por el pueblo, para cambiar la realidad de muchísimos uruguayos hartos de las mentiras de la derecha; de los escándalos en la Torre Ejecutiva; del desfile de ministros cesados por actos de corrupción; de la destrucción de documentos públicos; del contenedor de pescado congelado; del lavado de dinero legalizado en la Luc.; del dudoso manejo de pasaportes uruguayos; de casos vinculados al narcotráfico; y de un sin fin de atropellos, que destrozaron al país.
Todo esto lo denunciamos y hasta se hizo La Heroica de juntar firmas a costa de la salud humana, de ir puerta a puerta a dar cara y escuchar lo que la gente dijera justamente. Esto y tantas cosas más se hicieron y por las ideas yo volvería a hacerlo. ¡Por eso prometimos y consignamos un programa con cambios! ¡Ahora llegó el momento!
Falta aún la ley de presupuesto. Allí se desatará el nudo gordiano y se verá donde reside la conciencia moral y ética de los cambios.
Dr. Ismael Blanco