Cuentos para el fin de semana
Cuentos para el fin de semana
27.03.2015
Todos los lectores podrán hacer llegar sus cuentos hasta los días jueves a: cuentos.uypress@gmail.com
Los cuentos de este viernes son:
Solo mío, de Yetty Blum
Nelda y su triciclo, de Sonia Cuello
Manías, de Miguel Ávalos
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Solo mío
De Yetty Blum
En la mañana gris, empapada de lluvia, estalla un trueno prepotente. De inmediato se descuelga un chaparrón, azotando ferozmente las calles. Las gotas pesadas caen con tal fuerza que rebotan en las baldosas y el pavimento; pronto forman corrientes sobre la calzada.
Pasan unos minutos. Poco a poco el chaparrón se atenúa, queda un velo de lluvia fina que se va calmando, se disipan los nubarrones. Asoman jirones de cielo azul y algunas nubes blancas. El aire se ha vuelto más limpio, frío y transparente, la mañana se ilumina, los contornos y los colores lucen más nítidos.
Unos pasos más adelante algo resalta sobre la vereda. Es un charco de regular tamaño que refleja el cielo. Repentinamente un destello me obliga a entornar los ojos. El sol se ha asomado y brilla en medio del azul del agua. A un costado, una nube dibuja una pequeña mancha blanca.
Quedo en éxtasis ante mi espejo-charco. De tanto en tanto el viento riza su superficie y diminutas olas recorren esa mágica reproducción del firmamento. La mancha blanca se esfuma. El viento ha barrido la nube y la ha borrado de mi cuadro. Lo siento; me fascinaban esas flotantes pinceladas blancas.
Espero junto al espejo de agua y para mi regocijo aparece una nueva nube. Desearía que el charco permaneciera para siempre en ese lugar y poder volver a mi antojo a admirar esa pequeña masa líquida, tan fresca, tan movediza, que pone a mis pies el cielo, el sol, y las nubes.
Recapacito, compruebo que no podré quedarme allí indefinidamente y me esfuerzo en fijar en mi mente la imagen que me ha cautivado. La observo con detenimiento, trato de retenerla como en una película. La intensidad de los colores, la luminosidad, el mínimo movimiento que produce el viento.
Me concentro con esmero en la imagen. Ahora sé que me he adueñado de ella. En mi tesoro de recuerdos hermosos, a partir de hoy, tengo un charco… Un charco mágico con cielo, sol y nube… que es solo mío.
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Nelda y su triciclo
De Sonia Cuello
Un personaje que no quisiera se perdiera en el tiempo sin señalarla, es mi amiga NELDA.
Recorre en su triciclo rojo, la Ciudad día a día en su servicio a los demás. Como empleada de ocho horas, desde que se jubiló sale a la mañana, regresa a su casa a nutrirse de las noticias locales del día; almuerza , descansa y dos horas después está en la calle cumpliendo su ajetreada agenda de los muchos grupos sociales a los que pertenece.
Desde 1986 en grupo de "Mujeres" dirige el espacio "Mujer Hoy", pertenece hace años a Cruz Roja Florida, fue pieza fundamental en la creación de varios coros de adultos mayores, etcétera.
Es figura presente en casi todas las actividades culturales ya sea en casa de la cultura o Teatro 25 de Agosto para alentar, aplaudir y acompañar al expositor o al artista.
Si bien no tuvo hijos, ha adoptado a muchos con su corazón.
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Manías
De Miguel Ávalos
Creo que todos los seres humanos tenemos nuestras manías –por llamarlas de alguna forma– que en el correr de los años van en aumento hasta que se convierten en algo casi patológico. Por ejemplo cuando después de cerrar la puerta –desde afuera cuando se sale o desde adentro para irse a dormir– se verifica en más de una oportunidad si quedó bien cerrada, tratando de disipar la duda de haberla dejado abierta.
Fue el caso de Andrés Peralta, que ese verano se iba de vacaciones con su mujer. Ya llevaba recorridos ochenta kilómetros rumbo al Este –concentrado en el tránsito de la ruta y con la mirada atenta a la raya blanca que divide la carretera en dos– cuando empezó a repasar mentalmente si había dejado las cosas en orden en la casa vacía. Cada vez que se iban por muchos días, la preocupación por dejar todo en condiciones lo ponía muy nervioso.
Pensó en la llave general del agua; una avería en la cañería de entrada podía provocar una inundación, ¿la había cerrado? "¡Claro que sí! –le dijo su otro yo– te arañaste la mano derecha con las espinas del rosal que cubre el contador". Andrés se miró el rasguño complacido, le comprobaba el cierre de la llave.
¿Había bajado las persianas? Sí. Una de ellas se le trabó y tuvo que hacer fuerza, apretándose un dedo que todavía estaba hinchado. ¡No había duda! Ahora su mente fue al contador de la luz, que estaba en una parte alta. Usó la escalera chica, estiró el brazo para apagar la llave y se golpeó el hombro contra la pared. Aún le dolía… eso también estaba bien.
Ahora trataba de recordar el momento en que había cerrado la llave del gas. Febrilmente, buscaba un indicio que lo llevara a la total seguridad de haberlo hecho. No iba a suceder nada pero, un pequeño escape podía convertirse en un peligro… imaginó la casa explotando en mil pedazos.
Estaba en plena ruta, en medio de un tránsito intenso y rápido. Trató de serenarse… sin lograrlo. Dos minutos después, dándose cuenta que su inquietud iba en aumento, detuvo el auto en uno de los descansos de la carretera.
–¿Qué pasa? –preguntó su mujer–.
–Creo escuchar un ruido en la parte de atrás –mintió–.
Miró las ruedas y abrió la valija del coche. Respiró profundo tratando de calmarse y poder continuar el viaje en paz consigo mismo. Su otro yo –que a esa altura se había convertido en un irónico indeseable–, le decía: "Sos un idiota, tanto cuidado y no cerraste la llave del gas, ¡es para no creer!, justo vos que sos tan cuidadoso".
Volvió al volante y le dijo a su mujer que el ruido era un bolso que estaba mal puesto. No lograba equilibrarse. Tomó la decisión que le revoloteaba la mente y preguntó:
–¿Vos cerraste la llave del gas?
–No. Nunca lo hago, siempre te ocupás vos. ¿Te olvidaste?
–No, no. Todo está bien.
Un momento después –a cien kilómetros por hora– se incrustaba en la parte trasera de un semirremolque.
Cuando despertó ya no estaba en este mundo. Observando "desde fuera", se tocó la frente y se encontró un pequeño chichón… ¡El golpe contra la pileta cuando cerró la llave del gas…! ¡Ah! ¡En la casa todo quedó en perfectas condiciones como para estar tranquilo! Ahora lo único que lamentaba era el accidente.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias