EPITAFIOS: El hemeródromo olvidado

Daniel Feldman

06.09.2021

Los hemeródromos eran corredores muy bien entrenados y con excelente estado físico que cumplían la función de llevar mensajes entre las polis griegas de la antigüedad. Una especie de courier, urgente e individual, para explicarlo con nuestro paradigma contemporáneo.

El término "hemeródromo" tiene varias definiciones, dependiendo del autor o traductor: "corredor de día", "heraldo", "mensajero"; incluso "corredor mensajero profesional". Todas apuntan en la misma dirección: el transporte de mensajes en forma urgente.

Cuenta algún cronista de la época que solo podían valerse de su capacidad de marcha, ya que les estaba vedado el uso de caballos. La razón era que, montados arriba de estos eran más fácilmente divisables por los enemigos, y además debían atravesar lugares por los que no había caminería, circunstancia en las que el hombre a pie era más ágil que montado en una bestia.

Eirene Papageorgiou, hija de griegos nacida en Finlandia, tenía apenas siete años en 1952 cuando los Juegos de la XV Olimpíada sí pudieron llevarse a cabo en Helsinki, luego de la fracasada disputa de 1940 por causa de la guerra.

Un solo instante le insumió maravillarse con el checoslovaco Emil Zátopek, al verlo entrar primero en la maratón, con la fama que ya lo precedía al haber conquistado el oro también en las pruebas de 5.000 y 10.000 metros.

Puede decirse que, además de su doctorado en economía, que ejerce en su país natal, Eirene es una de las principales especialistas a nivel mundial en la historia de la maratón, lo que la llevó numerosas veces a las tierras de sus ancestros.

Un tema que la desveló y no ha logrado resolver, es la distancia exacta entre Maratón y Atenas, que hipotéticamente sirve para marcar la que deben recorrer los competidores en la prueba de cierre de los juegos olímpicos.

Desde el comienzo de los juegos de la era moderna, en 1896, y a instancias de Michel Bréal, un  filólogo francés que convenció al barón Pierre de Coubertin de celebrar la carrera que conmemorara la mítica proeza, la carrera era de 40 quilómetros, la distancia estimada entre Maratón, donde en el 490 a.C. tuvo lugar la histórica batalla entre atenienses y persas, y la actual capital de Grecia. Esa primera maratón, disputada el 10 de abril de 1896, tuvo como ganador al griego Spyridon Louis, que completó el recorrido en 2 horas 58minutos 50 segundos.

Sin embargo, al presente, con flemático orgullo, solemos afirmar que la carrera cubre una distancia de 42,195 quilómetros, convencidos de que algún galáctico agrimensor llegó a la exactitud con absoluta precisión.

Pero no, la modificación de la distancia es mucho más trivial, pero no baladí.

Retengamos este nombre: Alejandra Carolina María Carlota Luisa Julia de Dinamarca. Alejandra, o Alex para los íntimos. Nada más y nada menos que la reina consorte de Inglaterra. Los Juegos de la IV Olimpíada se disputaron en Londres entre el 27 de abril y el  31 de octubre de 1908. La maratón tuvo lugar el 24 de julio, pero Alejandra, en un arranque de pereza, manifestó que no tenía voluntad de desplazarse. Como sus deseos eran órdenes, y quería presenciar la largada de la competencia, esta se desplazó 2.195 metros y la largada se fijó frente a su balcón en el castillo de Windsor. Prebendas de la realeza.

Sin embargo, no fue ese el tema por el que Eirene Papageorgiou alcanzaría renombre. Su opúsculo Philippides or Tersipus: the false starting point and the forgotten hemerodrome (traducido como Filípides o Tersipo, el bastardo punto de partida y el hemeródromo olvidado), publicado originalmente en Olympic Games, History & Records (Vol. VII, 11:522-529, 1987), plantea la presencia de un tercer hombre en pugna.

Ubiquémonos en época: Maratón, setiembre del año 490 antes de nuestra era. En un acto de osadía, Milcíades, el comandante de las tropas atenienses, en lugar de adoptar una posición defensiva ordenó atacar a las tropas persas invasoras, provocando sorpresa y pánico, al tiempo que dispersión.

Más allá de su victoria y de haberse apropiado de algunas naves, no pudo impedir el reagrupamiento de los persas, que a la voz de mando de Artafernes comenzaron su marcha hacia Atenas, esperando encontrarla desguarnecida.

Dice Heródoto que Filípides no corrió de Maratón a Atenas, como habitualmente se ha escuchado, sino que, previamente fue enviado de esta última a Esparta para solicitar ayuda, cubriendo la distancia de cerca de 250 quilómetros en dos días.

"Hombres de Esparta -empezaba su mensaje- los atenienses os piden ayuda, y os ruegan que no permanezcáis de brazos cruzados mientras la ciudad más antigua de Grecia es aplastada y sometida por un invasor extranjero...". Palabra más, palabra menos, fueron las expresiones de Filípides, que dicen no era muy afecto a hablar. Como anotación al margen, los espartanos no pudieron complacer el ruego, ya que sus leyes les impedían combatir hasta que se hiciera la luna llena, y para eso faltaban unos cuantos días.

Heródoto, el historiador -si es historia es verdad- no cuenta de una carrera sino de la rápida marcha del ejército vencedor, desde Maratón a Atenas, para proteger del embate persa a la polis.

Plutarco, otro historiador -también conocido como Plutarco de Queronea o Lucio Mestrio Plutarco, tras serle concedida la ciudadanía romana- habla sí de una carrera de Maratón a Atenas para dar cuenta de la victoria, pero la atribuye al hemeródromo Tersipo. Lo de Plutarco fue varios siglos después del hecho; vivió entre los años 46 y 120 de nuestra era. Entonces, resulta que tenemos dos historiadores, dos historias, dos hemeródromos.

Así venía razonando Eirene.

El escritor sirio Luciano de Samósata, un siglo después de Plutarco, atribuye a Filípedes la carrera de los cuarenta quilómetros de Maratón a Atenas. "¡Alegraos, vencimos! Y al decir esto, murió, exhalando su último suspiro junto con la noticia y el saludo", nos relata.

Hasta ahora, tres versiones, dos individuos. Y aquí es donde entra el trabajo de Eirene, que no conforme con lo que nos cuentan, inició sus investigaciones, que a través de un viejo y muy desgastado manuscrito hallado en un anaquel del Museo Británico, la llevaron a una diminuta aldea griega -que, extraña y paradójicamente para los cánones académicos se excusa de mencionar en su publicación-, que por centurias ha mantenido la tradición oral, al estilo de los viejos aedos como Homero.

Entre las rapsodias contadas, una en especial llamó la atención de Papageorgiou, y nos dice que hace mención a que, una vez constatada la victoria en Maratón, fueron tres los mensajeros enviados por Milcíades: nuestros ya conocidos Filípides y Tersipo, y Diákonos, un impetuoso y ambicioso pero también honorable joven, que parecía destinado a convertirse en el preferido. Las órdenes fueron que partieran por diferentes caminos, para evitar ser emboscadas y lograr que por lo menos uno llegara a dar la noticia.

Diákonos fue el primero en arribar a las afueras de la Acrópolis, pero decidió esperar a sus colegas.

Poco tiempo tuvo que aguardar. Ni Filípides ni Tersipo pudieron disimular la sorpresa de ver que su novel colega se les había adelantado.

Las palabras de un Diákonos emocionado y aún faltándole el aliento salieron atropelladamente de su garganta: entrar los tres juntos, del brazo, como del brazo deberán estar todos los atenienses para enfrentar al invasor: "compartamos el honor de proclamar la gloria", les dijo.

No queda claro en el canto recogido por Eirene Papageorgiou quién fue el responsable. ¿Fue Filípides, o tal vez Tersipo el que veloz como el rayo sacó su afilado cuchillo y atravesó de este a oeste la garganta de Diákonos?

A los habitantes de la aldea poco les importa: uno por asesino y otro por cómplice comparten el podio de la afrenta.

Solo para el hemeródromo olvidado -de quien no hay tumba ni epitafio- hay palabras dulces, y cada vez que a un niño que nace se le adjudica el nombre Diakonos, todo el pueblo, en procesión, repite "por el honor y la gloria".

 

Imagen: British Museum Trustees

 

"EPITAFIOS" es una serie de narraciones históricas reimaginadas por el autor.

Ver anteriores


Daniel Feldman
2021-09-06T00:11:00

Daniel Feldman | Periodista