Otro 20 de mayo… y me quedo con las sonrisas
Daniel Feldman
27.05.2024
Como desde siempre, fui el pasado lunes a una nueva Marcha del Silencio. Debe ser la única manifestación a la que concurro de unos años a esta parte. Será por eso de que es una herida aún abierta en la sociedad, será porque conocí a varios de los desaparecidos; a algunos bastante directamente, a otros a través de relatos muy vívidos de sus familiares.
Unos días después, leo el poema de Gerardo Bleier dedicado a su padre Eduardo, por la aparición de sus restos.
¿Cómo no iba a reír en el poster situado por encima de la multitud acongojada?
Él reía allí aunque no habría vida nueva en sus huesos
más
o menos
humanamente
organizados.
Y me acuerdo de Eduardo, de aquella fría tarde/noche de un lejano agosto, ya en dictadura. En casa se iba a realizar una importante y nutrida reunión del comité central del PCU. Durante dos días iba a estar entrando gente, que estaría reunida por un día, y después durante otros dos estarían saliendo. Sin embargo, antes de lo previsto, suena el timbre. Desconcierto, miradas interrogativas; finalmente, mi madre acude a abrir. Y ahí estaba la sonrisa de Eduardo. "Hola Mina", le dice a mi madre. "Sé que estoy violando todas las normas de seguridad, pero hace como tres horas que estoy caminando por ahí, se hace de noche y estoy cagado de frío. Por los detalles supuse que era la casa de ustedes, así que me animé".
Fue la única vez que lo vi, pero me quedó la sonrisa, esa misma del poster.
Antes de que desaparecieran a Eduardo mi hermano Raúl fue asesinado en Buenos Aires, en una especie de preanuncio de lo que sería el plan Cóndor. En los bordes de mi adolescencia, fui a reconocer el cuerpo. Durante años estuve convencido que en su humanidad ya exánime pude adivinar una sonrisa. Con el tiempo, pensé que debía haber sido una mueca ante lo inevitable. Más adelante, preferí quedarme con la sonrisa.
El lunes 20 esperaba el paso de la marcha casi frente a la Universidad. Detrás de mí, una madre con un niño en brazos, supongo que de no más de cuatro años.
Comienzan a aparecer los posters con los rostros y el niño, con énfasis en su voz, le dice: "Yo voto por ese desaparecido".
Su madre le explica que no puede votar por él, justamente porque está desaparecido, porque los secuestraron y nunca los encontraron ni nadie aportó datos.
"Ah, ¡qué triste!", es la lacónica respuesta del infante.
"¡Pero ese está sonriendo!", retruca casi inmediatamente, como escudo para alejar la tristeza, señalando otro de los retratos.
Como prefigurando estas líneas, fue suficiente para mí, y me alejé del lugar.
Y así, con Eduardo, con mi hermano y con el niño a mis espaldas, pasó otro 20 de mayo, y me quedé con las sonrisas... y con la memoria, que ni la falta de verdad ni de justicia nos la podrá quitar.
Daniel Feldman | Periodista