Demasiada libertad (para matar). Fernando Gil Díaz

06.10.2025

Últimamente estamos asistiendo a una invasión libertaria al influjo de los dislates del ejemplo rioplatense de Javier Milei, envalentonado -sin dudas- por el gobierno estadounidense de Donald Trump. Ese afán libertario ha desembarcado en tierras orientales recientemente con la aprobación, por la Corte Electoral, de los fundadores uruguayos del partido homónimo del argento.

Semejante libertad puede darse la mano con la ola de homicidios que siguen creciendo al amparo de una desenfrenada libertad para matar que ostentan los sicarios orientales. Asesinatos que, en un altísimo porcentaje, tienen a las drogas como detonante.

Siguiendo el libreto de los defensores de "la libertad a ultranza", va llegando el momento de ensayar alguna alternativa para parar esta ola asesina. Una forma puede ser empezar a transitar el camino de la liberalización de TODAS las drogas, y que sea el mercado el que regule semejante problema. Al fin de cuentas, si dejamos que compita libremente en base a oferta y demanda quizás no tengamos que seguir gastando recursos que nunca alcanzan y sea el libre mercado el encargado de frenar esta escalada. El ejemplo de la regulación del alcohol es la prueba irrefutable de cómo se pudo frenar una ola violenta como la que vivieron los Estados Unidos en la década del 20. No fue sino hasta su regulación y legalización que pudo ponerse fin a tanto derramamiento de sangre.

Uruguay inició un camino con la regulación y control del cannabis, pero su gesta no puede ser en solitario. Se requiere de mayor consenso mundial para emprender la regulación de todas las drogas y que el negocio ilegal deje de serlo. No solo se eliminarían los riesgos de la acción criminal y se reduciría la violencia asociada, sino que se empezaría a contar con un control sanitario sobre las sustancias reguladas. Es una cuestión hasta de salud pública.

Claro que no estoy inventando nada, y que hay otros intereses en el asunto, lo que requiere de voluntad política internacional. Por supuesto que no es fácil ponerse de acuerdo cuando entra en juego don dinero y la industria armamentista juega fuerte. Pero, el mundo se desangra con guerras inadmisibles. Así como el concierto internacional condena el genocidio en Gaza como un acto repudiable del gobierno israelí que se cobró más de 60 mil vidas y dejó tierra arrasada, no pasará mucho tiempo en que también empiece a condenar esta inaudita guerra contra las drogas que lleva décadas y millones de vidas perdidas en todo el mundo.

Donnángelo tenía razón
A pesar de lo que afirmara el criminólogo Emiliano Rojido, (actual asesor del Ministerio del Interior), sobre las causas principales de los homicidios, en un informe difundido para el anterior gobierno multicolor, hay un muy fundamentado análisis del Sociólogo Javier Donnángelo siendo director del Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior, que rechazó fundamentadamente la conclusión de aquel sobre la razón o causa principal de los homicidios que se producen en el país. 

Rojido llegó a la conclusión que, del total de los homicidios producidos en el Uruguay, solo un 11% eran derivados del tráfico de drogas y de ese porcentaje, tan solo el 2% serían debidos a enfrentamientos entre grupos de traficantes. El restante 9% respondería a conflictos por drogas que no involucraría a grupos criminales.

Basó su afirmación en el estudio de un solo año (2019) y sobre la base de 364 casos de los que resultaron 374 víctimas. Sin embargo, ese año culminó con 394 homicidios según las cifras oficiales del Ministerio del Interior (20 más que los reportados por el informe Rojido).

Por estos días hemos soportado una escalada de violencia con múltiples homicidios por día, llegando a los 44 homicidios en setiembre (que pueden aumentar según evolucionen varios de los heridos graves que dejó ese mes). Y octubre no le va en saga, ya que la escalada de violencia no cesa (tuvimos un triple homicidio en Casabó que eleva la cifra de este mes a 10 en los primeros 6 días del mes). En lo que va del año se acumulan 286 homicidios, cifra similar a la del año 2024, a esta fecha.

En su mayoría, no hay dos opiniones en cuanto al origen de los mismos y las drogas estarían conectadas de alguna manera. Si algo no se le puede negar a Donnángelo es su experiencia y la profundidad de sus análisis estadísticos. Los mismos tienen un caudal de información que le agregan una certeza mayúscula. Desde siempre se manifestó con cautela para hacer sus investigaciones y manifestó la necesidad de no aventurar cifras sin antes esperar un tiempo prudencial para que los datos se asienten y representen lo más fielmente posible a esa realidad analizada. Siempre expresó que la base de denuncias que trabaja el Ministerio del Interior es una "base viva" que sufre los avatares de la evolución de las víctimas y que para reflejar la realidad de un delito como los homicidios, (indicador estandarizado con el que se mide el grado de seguridad de un país), es menester esperar un tiempo prudencial (6 meses) para que los datos contemplen la evolución de los heridos. De allí que los reportes se dieran con ese intervalo mínimo de tiempo para que las cifras reflejaran la realidad y no  fueran un mero espejismo cerrando datos a fin de mes, sin respetar los tiempos de evolución de las víctimas heridas de gravedad.

Y si ese detalle no bastara, la relación de antecedentes con que analizaba cada caso lo llevan a un nivel de excelencia pocas veces visto pues no reducía sus enfoques a períodos cortos sino todo lo contrario. Tejiendo las intrincadas redes de la genealogía criminal, podía concluir -con extremada certeza- la relación que unía a las víctimas con el tráfico de drogas o actividades asociadas, aunque hubiera pasado un tiempo más que prudencial entre los casos. Y eso por la simple razón de que el narco nunca olvida. Basta recordar la icónica escena de Pablo Escobar anotando nombres de víctimas en su libreta.

Este escenario viene a cuento -incluso- con el reciente atentado sufrido por la fiscal Mónica Ferrero, quien subroga desde hace ya un tiempo al Fiscal General, pero que sigue siendo referencia para los narcos por su actividad como fiscal de drogas con varios operativos exitosos en su haber. El narco no olvida.
Entonces, ¿cómo puede concluirse que las drogas y el narcotráfico tan solo representan un exiguo porcentaje del total de muertes violentas en el Uruguay de hoy? Parece un contrasentido que se da de frente con la agenda mediática que reporta esta escalada de asesinatos mayormente vinculados al enfrentamiento entre bandas de narcotraficantes que se disputan mercados y territorios, ya no solo de la zona metropolitana sino a lo largo y ancho del país.

Libre mercado
Uruguay dio un primer paso con la regulación de la marihuana, que bien podría significar el mismo que dio Neil Amstrong cuando pisó la luna. Sin embargo, se necesitan muchos pasos de otros países que acompañen la iniciativa para que el mundo comprenda de una vez por todas que la guerra contra el narcotráfico es una guerra perdida, como expresó el ministro Negro. Claro que no es políticamente correcto decirlo, aunque sea de una franqueza absoluta.

Eliot Ness no pudo atrapar a Al Capone en su frontal combate contra su banda de criminales en aplicación de la Ley Seca de los años 20, y el problema se terminó cuando se reguló el comercio del alcohol y aquel mafioso terminó preso por evasión de impuestos, no por los asesinatos que cometió en aquella guerra. Una guerra que se perdió con las armas y se ganó regulando un mercado para convertirlo en legal.

Con las drogas pasará lo mismo, cuando el negocio de la guerra -que nos llevará al exterminio si no se detiene- sea sustituido por el libre mercado y que las drogas dejen de ser ilegales para convertirse en un producto más de la balanza comercial y que las consuma quien quiera, pero con la garantía de una regulación estatal que termine con los circuitos de la criminalidad al tiempo de construir una política de salud mundial con drogas reguladas y controladas por las autoridades sanitarias.

Es cierto que falta mucho para que eso ocurra, pero ante tanto aire libertario que anda por la vuelta, sería una buena razón para hacer uso de esa libertad que todos queremos disfrutar.
¡Viva la libertad, carajo! 

 

el hombre quería ser libre,

el perro no quería más entierros...

Fernando Gil Díaz
2025-10-06T12:41:00

Fernando Gil Díaz