¿Cadena perpetua o cadena perpetua de fracasos?

Dr. Federico Arregui Mondada

23.11.2017

Aclaración Frente al hecho de pública notoriedad, el autor opta por republicar una columna ya publicada el pasado año en Uypress.

 

El articulo que pretendemos compartir hoy es un tema complejo y escabroso, polémico y sin verdades absolutas que puedan proclamarse. Muy por el contrario, es un tema opinable, discutible, nunca saldado. Por ello nosotros nos inclinaremos por conclusiones prácticas, pragmáticas y utilitaristas.-

El sistema político uruguayo tan elogiado, tan valorado está cayendo como en tantas partes del mundo occidental en el descrédito. Más que una evidencia empírica, esa caída, esa percepción subjetiva de la ciudadanía tiene que ver con sensaciones. Se tiene miedo a salir a la calle y ser víctima de delitos de variada índole, se tiene miedo de no encontrar trabajo, se tiene miedo de que ese salario a percibir - en el caso de los que lo tienen- no alcance para vivir dignamente, se tiene miedo a no tener una vida serena, se tiene miedo a que las ideas surgidas en las cabezas no puedan materializarse en la sociedad. Y ahí radica el fracaso de nuestro sistema político .-

La verdad es que pese a haber transcurrido casi un siglo de institucionalidad política seria ( mas allá de las crisis e interrupciones dictatoriales ) y que, como primer mojón, situamos en el primer gobierno de José Batlle y Ordóñez nuestra matriz económica ha cambiado poco. Seguimos dependiendo en gran medida de las exportaciones de carne, de commodities agrícolas. Se  ha diversificado poco la matriz económica aunque han existido inversiones trascendentes del exterior en algunas áreas. Y así no es posible que el ser humano pueda desarrollarse plenamente como acontece en otras áreas del mundo occidental desarrollado por una razón elemental: el país no produce la renta necesaria para la inversión suficiente e ineludible en investigación científica y en generación de conocimiento que luego los empresarios puedan rentabilizar en el aspecto económico en un círculo virtuoso que no pararía. México, Argentina, Brasil, Perú, Chile y los restantes países de América Latina, obviamente Uruguay, siguen jugando el rol marginal de siempre en la economía mundial. Hay evidencia contundente en tal sentido. 

Párrafos arriba hablamos del miedo a tantas vicisitudes en la vida cotidiana de la persona concreta, de carne y hueso que es, o debería ser, el centro y desvelo de todas y cada una de las medidas que nuestro sistema político toma. No es casualidad que los científicos y emprendedores uruguayos triunfen en el exterior y no aquí.  Hace poco un amigo al que había dejado de ver hace mucho y que es un gran talento me cuenta  está dando clases en la Universidad de Exeter en Inglaterra. Antes se denominaba a esto la tan mentada fuga de cerebros. ¿Es que esos cerebros no funcionan aquí ? ¿ es que esos emprendedores empresariales no pueden desarrollar su talento y su innovación en esta tierra?. Lamentablemente no hemos sido capaces como Estado, como sociedad de generar las condiciones para que eso suceda. Nuestros dogmas, nuestros prejuicios, nuestros dominadores también, han conspirado en contra de una sociedad desarrollada, talentosa, culta, y que brinde seguridad en todos los aspectos. Pero no voy a abundar más en esto y voy a ir al tema del artículo en sí.

Me voy a referir a una conducta que rescato y valoro en apoyo del sistema político uruguayo. Pese a las fuertes discrepancias existentes entre 2 modelos de país claramente definidos: uno que creó ese basamento  que criticamos en párrafos anteriores y otro que no quiere ello pero que no es capaz - hay que reconocerle que es una tarea "hercúlea" - de llevarlo a cabo, son capaces de sentarse alrededor de una mesa a hablar y trabajar sobre la inseguridad pública y las medidas a tomar.

La Inseguridad Pública

Hay dos aspectos de la inseguridad: la económica (que se siente todos los días por parte de los uruguayos comunes y corrientes para su sustento y el de sus familias) y la física.

De la económica no vamos a escribir hoy pero sí de la inseguridad pública en la acepción que todos hacemos en el Uruguay de hoy.

Primeramente quiero definir, y dejar asentado  como una verdad absoluta, que vivimos en una República semi representativa, con la ley como piedra angular del sistema y que tiene como centro de desvelo de las acciones gubernamentales y sociales a la persona concreta, al ser humano. Toda medida tomada en función de estimular el crecimiento personal, el ejercicio de sus derechos - enumerados en varios artículos de nuestra Constitución-, del goce de la vida y del estar vivo, del disfrutar el sol, el mar, el río, la compañía de otros iguales, estará en el buen sentido. Lo contrario será conspirar contra todo lo anteriormente descripto.

Cada ser humano es único e irrepetible desde el origen de los tiempos hasta el infinito. No habrá otro rostro, otro adn, otro suspiro, otro amor, otro odio, otro aporte a las ciencias, las artes, a la economía que el de ese ser humano concreto al que hacemos referencia.

El artículo 7 de la Constitución, que es nuestro contrato social, reconoce derechos preexistentes a ese contrato. Establece "  los habitantes de la República tienen derecho a ser protegidos en el goce de su vida, libertad, seguridad, trabajo y propiedad. Nadie puede ser privado de estos derechos sino conforme a las leyes que se establecen por razones de interés general ".Además de ello y en consonancia con esa norma tenemos un conjunto con los artículos 72 y 332 del cuerpo normativo citado.

El artículo 332 establece " Los preceptos de la presente Constitución  que reconocen derechos a los individuos, así como los que atribuyen facultades e imponen deberes a las autoridades públicas no dejarán de aplicarse por falta de la reglamentación respectiva....".

Breve historia de las Penas

Antes de entrar en ello una disquisición previa: el sistema político uruguayo ha venido fracasando en la Pena y su eventual combate al delito al ser, supuestamente, un efecto disuasivo en la conducta criminal. Así hemos asistido por un lado a una " inflación" de aumento de penas de delitos preexistentes y/o a la tipificación de algunos que bien podían ser - las conductas criminales- castigados por otras figuras delictivas.

Hoy estamos ante una nueva propuesta del sistema político in totum aumentando penas. 

Como bien dice el Prof. Miguel Langón en su Manual de Derecho Penal Uruguayo en el Capítulo VII LA PENA DE RECLUSIÓN en particular en el 7.1 Notas sobre la Historia de las Penas privativas de Libertad ( Ediciones del Foro, Montevideo, Uruguay, año 2006, pág. 460 "Que los que delinquen vayan a prisión nos parece tan evidente, que tendemos a creer que la cárcel como tal ha existido desde la más remota antigüedad.

Nada más inexacto sin embargo. La reclusión como pena es producto del Siglo de las Luces, de la reforma y del nacimiento del Derecho Penal contemporáneo, que ocurre con el advenimiento de las ideas de las grandes revoluciones americana y francesa, del pensamiento liberal e igualitario del Iluminismo y de la obra de la Enciclopedia, de hace apenas unos doscientos cincuenta años.

Las cárceles primitivas, como la célebre cárcel mamertina que se encontraba en el foro romano ( y cuyas ruinas se pueden visitar aún hoy día), eran simplemente depósitos de seres vivos en espera de su martirio o de su ejecución.

La historia de las penas que se dio la humanidad fue fundamentalmente la historia de los castigos infamantes, de tipo corporal ( penas de mutilación, de azotes, etc), exposición pública del condenado ( en el rollo, en la picota, en el cepo) y por supuesto sobre todas las cosas el uso extensivo y rutinario de la pena de muerte, y por añadidura de muerte con "questiones", esto es, bajo torturas, mediante todo tipo de suplicio que se pueda imaginar ( las tenazas, el hierro al rojo vivo, el potro, la rueda, el descuartizamiento en vida, la hoguera, etc ).

El aprisionamiento era entonces simplemente un lugar de espera para la pena de muerte o a lo más para la confinación o depósito del condenado a trabajos forzados en las minas, o en las galeras. O simplemente consistía en arrojarlos en los pozos, calabozos o mazmorras de fortalezas y castillos, aherrojados a veces a los muros donde los sujetos se veían consumir hasta el desfallecimiento de hambre y de sed, y la cárcel se transformaba en otra forma cruel de matar.

La prisión como pena es el resultado de la revolución del pensamiento ocurrida en el Siglo XVIII y que se plasma enla obra de los grandes reformadores como César Beccaria, Jeremías Bentham y John Howard "

Las decisiones que la realidad amerita a asumir 

 

Hoy el país asiste a una emergencia ineludible no sólo en el combate contra el narcotráfico sino contra los delitos por violencia doméstica, rapiñas, lesiones graves y gravísimas. Y yo creo, humildemente, que el sistema político está timorato y desnorteado como prueban las propuestas de los partidos políticos que se han  dado a conocer públicamente. Hay una realidad que nadie, honestamente, puede negar: las causas de la delincuencia tiene sus bases en la marginación social, en la exclusión, en el ingreso de las drogas ya no como país de paso hacia otros destinos sino como lugar para quedarse y forjar negocios ilícitos que van desde su ingreso, producción (¿?), comercialización y lavado de activos. Las respuestas han sido, desde el lugar de la represión correctas hasta el momento: Juzgados Especializados, la aplicación de un nuevo Código del Proceso Penal, más personal policial, mejor pagos, más inteligencia (con los posibles abusos que ello puede traer aparejado), más móviles,etc. Desde el lugar de las causas sociales de la exclusión siguen aplicándose políticas sociales que, pudiendo ser discutibles, apuntan a combatir la pobreza, eliminar la indigencia, educativas con escuelas de tiempo completo que buscan romper el circulo vicioso de familias enteras en la indigencia absoluta. 

Hoy tengo 43 años y nunca creí que  diría lo que voy a hacer ahora mediante la palabra escrita. Considero ineludible que aquellos compatriotas o extranjeros que estén habitando nuestro suelo en caso de suprimir el derecho a la vida deben estar privados de su libertad de modo perpetuo. Me refiero concretamente a establecer la Cadena Perpetua como castigo a aquellos que impedirán por siempre que otro ser humano, que es la víctima, respire, sueñe, camine, ame, ayude, suspire, descanse, trabaje, esté con sus hijos, sus nietos, sus amigos.

Esa es la tragedia de sesgar una vida. Nadie tiene derecho a hacerlo y todos sabemos que en la Cárcel no hay rehabilitación y si la hay, bienvenida, pero estos casos no pueden admitir otra pena. Es preferible asumir el costo de custodiar a esas personas, de alimentarlas, de ayudar a rehabilitarlas pero privados por siempre de su libertad de movimiento. Un hombre que mata una mujer, un niño, otro hombre, pucha, debemos sacar esa gente de la circulación diaria. Es un deber, como decía anteriormente, que nos marca la Constitución que los seres humanos ejerzan sus derechos pero qué pasa si a uno le quitan la vida que es el sustrato básico de todos los demás derechos: no pueden ejercer ningún otro. Pregúntele a cualquier uruguayo que haya perdido a alguien querido producto de la violencia a la que hacíamos referencia ut supra. No quieren venganza, no quieren más odio, no tienen rencor pero esa vida no se recupera y a nosotros debe importarnos que eso no quede impune no solamente desde el punto de vista legal, claro está, sino desde el punto de vista moral y de los valores. Como una vida no puede ser recuperada ( que sería la única indemnización real y efectiva ) la sociedad debe ver absolutamente reprochable que el individuo quede sin castigo y como no sabemos si la rehabilitación surtirá efectos que quede de por vida en la cárcel. El Derecho Penal tiene otros institutos que pueden aplicarse para esa persona con el tiempo tales como prisión domiciliaria, internación siquiátrica, etc. Pero debe haber un mensaje claro, duro y efectivo: la muerte no se tolera a nadie y las lesiones gravísimas tampoco. Se deja a un lado claro está los homicidios culposos.

Cuando alguien ha dicho algo así es como invocar demonios, que en realidad es invocar otros miedos y que son, básicamente, los temores a ser injustos con la pena con otro ser humano. Y eso es entendible: juzgar siempre es jugar a ser Dios pero si hay algo sagrado es la Vida de las personas. No puede haber en esto doble discurso. En este caso el ser humano al que se penaría es alguien que le quita la vida a otro. Pues es hora, compatriotas, de pensar en las víctimas que podemos ser Ud, yo, nuestros parientes, nuestros compatriotas. Lógicamente hay que reformar el Código, leyes complementarias, denunciar algún Tratado Internacional del que Uruguay es parte. Pero si queremos ser un país moderno, seguro y que podamos discutir de cualquier tema hay un primer paso básico y es que quien priva del fuego creador de la Vida a un prójimo en Uruguay fallece en la Cárcel. Si no tenemos claro que el basamento de toda la arquitectura institucional y personal es el goce del derecho a la vida no podremos discutir ningún otro aspecto posterior ni llegar a buen puerto que es nada más y nada menos: que el desarrollo de los proyectos personales y colectivos de todos nosotros.-

Dr. Federico Arregui Mondada

Columnistas
2017-11-23T19:36:00

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias