¡Con libreta es otra cosa! El estado civil como variable de riesgo

Dres. Carlos Vivas; Homero Bagnulo

31.10.2019

Para Selva y Esteban

Nuestras columnas frecuentemente hacen hincapié en datos provenientes de los EE.UU. De ese país provienen datos estadísticos y análisis que aportan elementos en lo que se refiere a la sobrevida de las personas y a su calidad de vida que resultan del mayor interés para conocer los riesgos y beneficios que se derivan de diversos factores sociales.

Así, en este mes de octubre, el Centro Nacional de Estadísticas en Salud acaba de publicar un análisis de la mortalidad de la población adulta mayor de 25 años correlacionándola con su estado civil, analizando  el período, 2010-2017.

Las Dras. Sally Curtin y Betzaida Tejada-Vera, de la División de Estadísticas Vitales, han publicado datos sobre mortalidad ajustada a la edad para personas de ambos sexos. Ya estudios previos habían mostrado que los casados tienen una menor mortalidad que aquellos que no lo están, pero los hallazgos de este último estudio tienen una mayor relevancia. La mortalidad ajustada a la edad para las personas casadas mayores de 25  años ha disminuido un 7 %  entre 2010 (840 por cada 100 mil habitantes en ese país)  y 2017 (780 por cada 100.000). Mientras tanto,  la frecuencia para aquellos solteros que nunca se casaron también declinó, aunque  estadísticamente menos ( de 1.466 a 1.444, o sea un 2%). En el caso de las personas viudas, por el contrario se apreció un incremento del 6% durante el período, siendo el grupo en que más se incrementó la mortalidad (de 1.567 en 2010 a 1.657 en 2017). La mortalidad en el caso de las personas divorciadas de  más de 25 años, se mantuvo estable durante el período  y fue de 1.369.

Como veremos no hubo mayores diferencias por el sexo y las cifras fueron similares. Así en el caso de los hombres casados fue donde  la disminución de mortalidad fue mayor, de 1012 a 943, mientras que en  los viudos  se apreció el mayor aumento de mortalidad  (2155 a 2239). En tanto los hombres divorciados no mostraron cambios esenciales entre el 2010 (1765 ) y 2017 (1773). Parecida fue la situación en aquellos que permanecieron solteros (1754 en el 2010) y (1735 en 2017).

En el caso de las mujeres mayores de 25 años, también disminuyeron su mortalidad aproximadamente en un 7% ( de 612 a 569). Las viudas también tuvieron un notorio incremento de la mortalidad, aproximadamente 5% (1405 a 1482). Las que permanecieron solteras tuvieron una disminución de  la mortalidad de un 3% (de 1206 a 1166). La mortalidad en el caso de las divorciadas permaneció  casi incambiada (de 1103 a 1096).

Las autoras atribuyen la menor mortalidad en las personas casadas a dos factores, ya sea aisladamente o posiblemente, en combinación. Los mismo serían: 1) la selectividad al contraer matrimonio: las  personas más sanas, posiblemente se casen más o 2) un efecto protector del matrimonio en la salud, ya que  se le atribuye a  este estado civil conductas posiblemente más saludables.

En años recientes,  fundamentalmente a partir de trabajos de fines de los 80,  se ha insistido en los efectos protectores sobre la salud de  las redes de apoyo social. Esto fue estudiado principalmente en los ancianos y en aquellas personas con enfermedades crónicas. El matrimonio estaría aportando una forma de apoyo de por lo menos una persona, pero  más frecuentemente de varios integrantes de la familia ampliada ( hijos, cuñados, sobrinos, etc) . Por el contrario, lamentablemente se han impuesto cambios culturales que han alejado ciertos apoyos sociales y  se han exacerbado actividades en solitarios, en particular el aumento de las horas dedicadas a la televisión , internet, o sea fundamentalmente el uso de pantallas. Estas han contribuido en forma notoria al aislamiento de los individuos. Es innegable que estos dispositivos aumentan el acceso a diversos datos (muchas veces vendidos como "información") y a intercambiar opiniones en foros virtuales, pero a costo del no ejercicio de habilidades comunicacionales. Como señalara la inefable Mafalda, "la única forma de poder pensar frente a un televisor ¡es cuando está apagado!"

Otro factor que posiblemente favorezca la disminución de la mortalidad apreciada en la vida en pareja,  está vinculado a los beneficios financieros que derivan de  aportes económicos provenientes de ambos integrantes, ya que no hay duda de que los factores socio-económicos inciden en la salud. Una deuda del análisis que reseñamos, es la ausencia de datos sobre  estos factores socio-económicos. De todas formas, al menos en la sociedades de países capitalistas, las políticas empresariales tienen como recurso financiero aumentar los días-cliente y los días-trabajador, con lo que resulta imprescindible que la pareja pueda confiar en la alternancia de quién sea el que aporte el dinero. La aceptación del dinamismo de roles jefe/jefa de hogar respecto a los ingresos familiares mensuales es un presupuesto esencial.

Una  excelente  revisión sobre las relaciones sociales y la mortalidad, se publicó  por Julianne Holt- Lunstad en PLOS Medicine, julio 2010. Dicho artículo basa sus datos en un metaanálisis de 148 publicaciones que incluyen 309 mil participantes (51% de EE.UU; 37% de Europa; 11% de Asia). La edad media de los participantes fue de 64 años, ambos sexos estaban igualmente representados y  fueron seguidos promedialmente  durante 7 años y medio. El 29% de los participantes falleció en dicho período de seguimiento y todos ellos tenían al ingreso alguna enfermedad crónica. Las  variables que  se utilizaron para evaluar las relaciones sociales en este ultimo artículo fueron: 1) Funcionales: si recibían apoyo, si tenían percepción de apoyo social y la percepción de soledad. 2) Estructurales: estado civil, redes sociales, integración social, si vivían solos, noción de aislamiento social o 3) Combinación de elementos funcionales y estructurales.

Los resultados que este meta-análisis  aportaron a esta discusión fueron impactantes:  las relaciones sociales ejercen una influencia sobre el riesgo de mortalidad comparable con otros factores  de riesgo  claramente establecidos en la medicina. El efecto global de  factores sociales positivos, implicó un incremento del 50% en la  posibilidad de sobrevida en relación a los grupos en que esos apoyos sociales no estaban presentes. Los resultados fueron consistentes y se mantuvieron en relación a edad, sexo, estado sanitario inicial, periodo de seguimiento y causa de muerte, o sea que la asociación entre el relacionamiento social y la mortalidad puede generalizarse a todas las poblaciones consideradas. Es importante destacar que la presencia de enfermedad al inicio del seguimiento no alteró el efecto analizado. Si bien sabemos que los individuos  enfermos pueden quedar aislados socialmente en comparación con las personas saludables, el estudio muestra que si esos enfermos disponen de relaciones sociales fuertes, permanecerán vivos  mucho más tiempo que individuos en similar situación con un pobre relacionamiento social. Todo indica que justamente el matrimonio incide muy favorablemente en esta situación.  

Es de  destacar del metaanálisis de la Dra. Holt -Lunstad y col   cómo una  red de apoyo social brinda similares beneficios que  la cesación del tabaquismo, medida que indiscutiblemente ha demostrado su efectividad en la prolongación de la vida de las personas. También merecen señalarse  que  los beneficios de la integración social no se reducen solamente a ciertos sub grupos (ancianos, enfermedades crónicas). Si bien estos son notorios beneficiarios,  también se ha visto el beneficio  tanto en niños como en personas jóvenes.

Desde la  sociología de la medicina se insiste en el concepto de capital social de una persona, considerado como aquel recurso intangible y dinámico que abarca la confianza, la participación y la reciprocidad. Tanto en su componente cognitivo (valores) como estructural (conductas sociales observables) el capital social contribuye decididamente a la salud de la población. Es cierto que  en general ha faltado en los análisis de las relaciones sociales y  las variables sanitarias el efecto que las relaciones sociales negativas, conflictivas, podrían tener también en las personas, el llamado lado oscuro del capital social.

Habría múltiples mecanismos biológicos involucrados en cómo se ejerce la influencia de los factores sociales sobre la enfermedad. De ellos los más estudiados están vinculados a un  mejor  funcionamiento inmune y a una disminución en los procesos inflamatorios del organismo.

Se  ha establecido firmemente  en los últimos 30 años  la importancia de las relaciones sociales en la calidad de vida y la sobrevida de las poblaciones.  Los integrantes de los equipos médicos asistenciales deben tener muy especialmente en cuenta estas variables, interrogar sobre los mismos y evaluar formas de apoyo a aquellos pacientes que presenten criterios de aislamiento social. Y fundamentalmente las políticas sanitarias deben  actuar coordinadas con políticas que robustezcan la seguridad jurídica, económica y social, reconociendo la importancia de estos factores y buscarle soluciones adaptadas a las distintas realidades.

Homero Bagnulo y Carlos Vivas
2019-10-31T07:50:00

Dres. Homero Bagnulo; Carlos Vivas