Edadismo: en Uruguay también (Parte 1). Homero Bagnulo, Carlos Vivas
20.11.2025
El edadismo (o ageism) constituye un desafío global para la salud pública y los derechos humanos, cuya relevancia se ha acentuado debido al rápido envejecimiento demográfico mundial.
Este fenómeno, impulsado por el aumento porcentual de la población mayor y las actitudes reactivas de otros grupos etarios, hace imprescindible abordar los conflictos de discriminación por edad que surgen en diversos ámbitos sociales (Bae y Choi, 2022). A esta problemática se suma el hecho de que la discriminación etaria suele coexistir y entrelazarse con otras formas de exclusión -como el racismo, el sexismo o la discriminación por discapacidad, lo que agrava el daño y la desigualdad que experimentan las personas afectadas.
El término "edadismo" fue formalmente acuñado por el gerontólogo y psiquiatra estadounidense Robert Butler en 1969, quien señaló que el prejuicio contra la edad es, fundamentalmente, un prejuicio contra el futuro de todas las personas.
Comprender la disminución en la valoración social de los adultos mayores requiere reconocer que el envejecimiento, si bien tiene bases biológicas, está mediado por una construcción social y cultural que modela la percepción que la sociedad tiene sobre su papel. La sociología ha intentado explicar este fenómeno a través de varios modelos, siendo la teoría de la modernización la que goza de mayor predominio en el momento actual. La misma sostiene que el estatus de las personas mayores tiende a ser inversamente proporcional al grado de modernización de una sociedad. Quienes apoyan esta teoría identifican a la industrialización como el factor disparador de la pérdida del valor social del adulto mayor. El paso desde una sociedad agrícola a una sociedad urbanizada y centrada en el aumento de la producción económica llevó a cambios radicales en el mercado laboral y en el campo del conocimiento. La necesidad de ser eficiente en la producción requirió que la industria prefiriera emplear hombres jóvenes, dotados de mayor fuerza y velocidad física. Del mismo modo, pronto se hizo evidente la necesidad de sustituir al conocimiento tradicional, patrimonio del adulto mayor, por el desarrollo del pensamiento científico aplicado a las necesidades de una industria en rápida expansión. Así fue avanzando la devaluación social del anciano identificándolo como un individuo improductivo e hiperconsumidor de los recursos colectivos.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) "el edadismo es un fenómeno multidimensional que se estructura en una tríada de pensamiento, sentimiento y acción, con respecto a los demás o a uno mismo por razón de la edad". (OMS, 2021). Por "pensamiento" se hace referencia a las creencias generalizadas respecto a las capacidades que poseen los individuos de un determinado grupo de edad. En el ámbito laboral el edadismo sostiene que los empleados mayores son menos productivos, más resistentes al cambio, menos aptos para el aprendizaje y más costosos. (Pak, 2022). Respecto a los sentimientos que definen al edadismo, la OMS lo identifica como aquellas respuestas afectivas que se experimentan hacia los individuos de un grupo de edad. Estas pueden manifestarse como antipatía, o, de forma más sutil y dañina, como la lástima excesiva o la desvalorización emocional hacia una persona. Estos sentimientos pueden dar paso a acciones concretas, en particular conductas y/o juicios discriminatorios hacia un individuo o grupo social basándose únicamente en su edad.
La sociología atribuye la persistencia de esta discriminación a la perpetuación de narrativas culturales dominantes sobre el envejecimiento. Estas narrativas, compartidas y normalizadas socialmente, no solo imponen una imagen negativa sobre los adultos mayores, sino que cumplen una función específica: justificar su marginación por parte de los grupos más jóvenes. Además, estas representaciones actúan sobre la esfera individual, condicionando la autopercepción. Cuando la cultura propone que el envejecimiento es sinónimo de fragilidad y declive, el individuo hace suya esta visión, lo que facilita el desarrollo de actitudes negativas hacia su propio proceso de envejecimiento (Gendron, 2018). Una dimensión de gran relevancia en el edadismo, junto a las relaciones interpersonales y el ageism autoinfligido, es el conjunto de juicios y acciones institucionales que profundizan la inequidad hacia este grupo social. Tanto las normas como las reglas de convivencia que una sociedad se da pueden favorecer sistemáticamente a un grupo de edad en detrimento de otro. A menudo, este tipo de discriminación está tan profundamente incrustado en las instituciones que puede resultar difícil de identificar. Los ejemplos más evidentes de discriminación institucional se ven en el mercado laboral, en la investigación biomédica y en el derecho a una vivienda digna. Las políticas que insisten en la jubilación forzosa a una edad determinada, independientemente de la capacidad o el deseo del trabajador, tienen una repercusión negativa en la seguridad económica y en la autovaloración del adulto mayor. Por otra parte, tanto en los estudios biomédicos como en los clínicos, los adultos mayores están habitualmente subrepresentados, lo cual limita significativamente el conocimiento médico sobre las condiciones que afectan a esta población y conduce a una atención incompleta. Por último, en lo que refiere a la vivienda, la discriminación se manifiesta por la falta de inversión en políticas públicas que contemplen las necesidades habitacionales de las personas mayores.
Como señala el informe de la OMS ya citado, la incidencia del edadismo es muy elevada. Una encuesta incluida en dicho informe, que incluyó a 83,034 personas en 57 países, concluyó que una de cada dos personas a nivel mundial sostiene actitudes moderada o altamente edadistas. Este hallazgo demuestra que el sesgo por edad es una característica cultural generalizada que afecta la forma de pensar de la mitad de la población mundial. Europa es la única región de la cual se dispone de datos consolidados para todos los grupos etarios. Las estadísticas publicadas por la OMS señalan que una de cada tres personas afirma haber experimentado el edadismo. En el estudio de Pak, se encontró que en el sector laboral el rango de adultos mayores que reportan haber sufrido discriminación es significativo, con estudios que cifran la incidencia entre el 48% y el 91% de las personas encuestadas. La discrepancia que existe entre las actitudes edadistas (50% global) y la incidencia reportada de discriminación (33% en Europa) indica que la discriminación por edad a menudo está siendo normalizada, lo que sugiere un subregistro significativo. Si bien no hay datos oficiales específicos para Uruguay y la región, aunque sí hay un reconocimiento implícito de la importancia del tema, nuestra percepción profesional y personal es que este fenómeno es frecuente. No obstante, al ser ambos mayores de 65 años, es posible que tengamos un conflicto de interés ideológico.
En la actualidad la tecnología puso en manos de la sociedad diversas opciones para compartir sus opiniones. Además de las redes sociales, que actúan amplificando las narrativas dominantes, se debe tener en cuenta la influencia de los medios de comunicación informativos y publicitarios. Estos cumplen una función determinante al reflejar y, además, moldear las narrativas culturales sobre el envejecimiento. Los titulares a menudo refuerzan los estereotipos edadistas, centrándose exclusivamente en la fragilidad y el declive. Un indicador clave de la discriminación mediática es la subrepresentación demográfica.
Las tres razones que se invocan para sostener la devaluación social en la actualidad forman un ciclo de refuerzo mutuo: justificación económica, justificación biológica y la narrativa sociocultural, por tanto, la lucha contra el edadismo no puede limitarse a la buena voluntad individual, sino que debe centrarse en una reforma legislativa para erradicar la discriminación social. El edadismo no es solo un fracaso ético, sino una ineficiencia social que deteriora la calidad de vida y consolida las desigualdades socioeconómicas. El objetivo final es cambiar las narrativas culturales promoviendo una cultura de respeto y dignidad hacia todos los grupos de edad .
- Bae S, Choi M. Age and Workplace Ageism: A Systematic Review and Meta-Analysis. J Gerontol Soc Work. 2022;66(6):724-738. doi: 10.1080/01634372.2022.2161685.
- Organización Mundial de la Salud. Informe mundial sobre el edadismo. Ginebra; 2021.
- Pak K, Furunes T, De Lange AH. Age Discrimination and Employability in Healthcare Work: A Double-Edged Sword for Older Workers? Sustainability. 2022;14(9):5385. doi: 10.3390/su14095385.
- Gendron TL, Inker J, Welleford EA. A Theory of Relational Ageism: A Discourse Analysis of the 2015 White House Conference on Aging. Gerontologist. 2018;58(2):242-250. doi: 10.1093/geront/gnw155.
- Teaster PB, Giwa O. Ageism as a Source of Global Mental Health Inequity. AMA J Ethics. 2023;25(10):E765-770. doi: 10.1001/amajethics.2023.765.
Dres. Homero Bagnulo; Carlos Vivas