El carnaval (tercera parte). Marcelo Marchese
20.07.2025
IN ILLO TEMPORE Toda utopía creada por el hombre se ha amparado en el mito de la era dorada ¿El hombre que por miles de años sufrió la glaciación, frente al fuego, habló de un pasado mejor?
Con certeza, y luego, cuando vinieron las divisiones sociales, y la esclavitud, y las guerras de conquista, y hubo que doblar el lomo sobre la tierra pues ya no alcanzaban los frutos que regalaba Naturaleza, el hombre volvió su mirada al pasado, un pasado que no era otra cosa que su esencia.
El carnaval es el recuerdo y el revivir aquel pasado que se desea. Terminado el carnaval se vuelve a la vida, lo que da pie a que digan que el carnaval es una válvula de escape, un permitir un breve espacio a la locura para volver a esta razón, pero con esa lógica, también deberíamos condenar la risa y el amor.
Las cosas en la vida no se miden por su duración sino por su intensidad. Precisamente, es el reino de la cantidad lo que se nos quiere imponer. No importa cuánto dure el Carnaval (¿cuánto duran Shakespeare, Rabelais o Cervantes?) sino el poder ácido de la semilla.
Como el carnaval recuerda lo que fue, y como lo que fue devino en lo que es, el carnaval nos dice que lo que fue, es, y lo que es, fue, pues todo cambia y no hay más ley en la vida que el cambio, ya que nuevas aguas corren tras las aguas. Así que el carnaval no es sólo un ritual mágico por el cuál el hombre participa del cambio cósmico, cuando muere la noche y nace el día, sino que el carnaval también es un deseo de ese día ¿El carnaval es una fiesta del crepúsculo o del amanecer? En tanto haya carnaval, habrá memoria, y si hay memoria hay esperanza. Cuando en febrero del 2020 prohibieron el Carnaval de Venecia, fue evidente que una negra noche descendía sobre la tierra.
LA SÁTIRA
En vísperas del carnaval y de un nuevo siglo, un 6 de febrero de 1799, en una droguería donde se vendían pastillas para alejar toda peste y mejunjes para embellecer el rostro, inmediata al "Quartel de Inválidos", en La Calle del Desengaño, Francisco Goya daba al mundo sus ochenta grabados conocidos como "Caprichos".
No puede negarse que el lugar y la hora fueron elegidos por el maestro que de esa forma inauguraba la pintura moderna, ya que no nos encontramos frente a cuadros mitológicos o religiosos, ni ante acontecimientos históricos o retratos, sino frente a la imaginación del poeta y su crítica a todo el orden social.
Para empezar, el adusto retrato del que nada gusta de aquello que lo rodea: los cucos y los castigos a los niños; el maestro burro que enseña a los burros; el médico burro que se pregunta de qué morirá el enfermo; los tontos que elogian al pico de oro académico que no es otra cosa que un loro; las bestias que aplauden al artista vendido: un mono que toca la guitarra por el traste; los desgraciados en ese infierno llamado cárcel; la Inquisición que humilla y somete a inocentes; un ciego con orejas de burro que alimenta en los manicomios a hombres con un cerrojo en la mente; la vieja que le dice a la prostituta que la media está bien estirada; los curas que han terminado su juerga nocturna ya que nadie los ha visto; una enorme jeringa que será aplicada a la fuerza bajo la consigna "Tragala, perro"; el pueblo que carga en hombros a los gobernantes, unos asnos; el pueblo que carga en hombros al águila y el cerdo de significados evidentes; el burro de la nobleza ante su árbol genealógico de burros; el viejo adinerado y futuro cornudo que compra a una bella muchacha; el pedófilo que juega con el niño; el amaracado que pasa por vergonzoso; la supersticiosa que le arranca el diente de la buena suerte al ahorcado; el culto al Diablo; las brujas que vuelan en aquelarre; los que repulen sus garras ocultándose del pueblo; el sueño de la razón que produce monstruos y la duquesa, ese vampiro que ha estrujado el corazón del poeta, pues el carnaval, ese ritual de renovación, también da lugar al despechado.
EL TEATRO EN LA DEMOCRACIA GRIEGA
No hace mucho explotábamos el año viejo con cohetes, pero ahora, nadie mata al año viejo. En el carnaval de hace unos años, salíamos a la calle con pomos a mojar lo que fuere. Así como el carnaval primitivo fue una reelaboración de un ritual más intenso, hoy civilizamos el carnaval primero.
Hemos hablado del carnaval y Rabelais, Shakespeare, Cervantes y Las mil y una noches, por lo que el carnaval y la literatura están asociados, pero no porque una devenga del otro, sino porque comparten una misma esencia.
Aquellas representaciones del culto a Dioniso, el dios de la fertilidad y las cosechas, dieron nacimiento al teatro griego, un aspecto vital de una democracia que los frívolos defenestran, ya que dicen que no daba pie a esclavos y mujeres, pero que no diera pie en las votaciones a esclavos y mujeres, no implica que los esclavos y mujeres no participaran como todos los demás en los debates de aquella democracia que a la postre, se reflejaba en los votos de algunos, tal como sucede hoy con nuestras democracias representativas.
El genio griego construyó al pie de la montaña teatros donde el poeta presentaba ante el pueblo las cosas que la democracia debatía para construirse. Doce mil personas escuchaban, sin necesidad de micrófonos y parlantes que no transmiten lo que transmite la voz humana, la lucha de ideas esencial a toda democracia, y en la ladera de la montaña, se sentaban los que no tenían derecho a un asiento, y tras la obra, en las calles de Atenas, en sus mercados y en sus banquetes, debatían hombres, mujeres, libres y esclavos (lo que incluye a aquellos esclavos que eran maestros de los hombres libres) los argumentos esgrimidos por personajes que expresaban una idea acorde a un carácter.
Así que aquel teatro devenido de lo que sería un antecedente del carnaval y devenido de la literatura, era parte crucial de la democracia, de las ideas que una comunidad construía y donde la política y la religión se hallaban unidas, pues se trataba de reelaborar los mitos necesarios para una comunidad política y religiosa, y entonces Esquilo justifica en su Orestíada un cambio político y religioso que implicaba la retirada de las diosas del panteón divino, y entonces Sófocles erige a Edipo como un héroe de la moral sacrificado por los dioses para el beneficio de todos nosotros.
Las tensiones de aquella sociedad que en un principio se manifestaban en rituales, se reelaboran a través del arte dando lugar a la Peithó, la persuasión, y el trigo que debe morir para que nazca el fruto, y el rey que debe ser enterrado, y las máscaras, que en un principio eran cenizas aplicadas a la cara, el polvo de los muertos, dan lugar a Edipo y a Antígona que mueren, ya que el héroe debe morir para que su mensaje prevalezca.
El teatro es un plano creado en el plano de la realidad para demostrar que la realidad tiene infinitos planos, y este nuevo plano creado por la realidad y para la realidad, es otra forma de la magia, ya que abandonamos nuestras preocupaciones cotidianas para entrar a un círculo mágico de símbolos y esencias. Estaremos frente a formas nuevas de ver el mundo y a caracteres que se enfrentan a los nuevos tiempos para reivindicar la ley divina y la ley de la sangre, y eso que vivimos dentro del círculo mágico, el arte que hace el artista y el arte que hacemos nosotros, será luego parte de nuestra realidad, pues el círculo mágico es también un umbral de dos mundos.
Marcelo Marchese
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias