El ciclo oculto que nadie quiere ver. Federico Rodríguez Aguiar

23.10.2025

Hay frases que no nacen en libros académicos pero contienen intuiciones profundas. Una de ellas dice: "Los buenos tiempos crean hombres débiles; los hombres débiles crean tiempos difíciles; los tiempos difíciles crean hombres fuertes; los hombres fuertes crean buenos tiempos". Más allá de la literalidad, lo que importa es la idea que sugiere: las sociedades no suelen avanzar en línea recta, sino en ciclos donde la abundancia relaja y la adversidad endurece.

La historia ofrece ejemplos de sobra. Cuando un país logra estabilidad, prosperidad e instituciones sólidas, la urgencia se diluye. Las conductas que permitieron llegar a ese nivel -esfuerzo sostenido, prudencia, autorrestricción, rigor- empiezan a verse como exageradas. Con el tiempo, el músculo cívico se afloja porque ya no hay carga que levantar. Y ahí suelen aparecer fisuras: conflictos distributivos, deterioro de la confianza pública, pérdida de disciplina fiscal, erosión de la meritocracia. Cuando la comodidad se vuelve norma, tarde o temprano algo quiebra. Y es en el momento de la crisis cuando reaparecen nuevos actores, nuevas élites, o nuevas mentalidades que devuelven dureza, propósito y reconstrucción.

El punto no es fetichizar la frase como si fuera una ley natural, sino discutir si ese péndulo es inevitable o si puede interrumpirse. Dicho de otra manera: ¿estamos condenados a aprender sólo por dolor, o es posible sostener carácter también en tiempos de bonanza?

La clave pasa por no confundir bienestar con adormecimiento. Una sociedad madura mantiene estándares altos incluso cuando nada obliga. No delega su fortaleza a la crisis. Eso exige instituciones que no se relajen cuando el escenario es favorable; sistemas educativos que no premien sólo la autoestima sino también el esfuerzo real; liderazgos que no bajen la exigencia en cuanto la presión externa cae; una cultura pública que no celebre el atajo ni la comodidad sino la competencia bien lograda y la integridad.

La adversidad forja porque empuja. Los buenos tiempos, en cambio, sólo forjan cuando se elige vivir con reglas de exigencia que no vienen impuestas desde afuera sino desde la propia convicción. Implica, por ejemplo, practicar prudencia fiscal cuando el crédito abunda; sostener calidad profesional cuando la demanda flojea; invertir en controles cuando aún no hay escándalos; cultivar temple personal cuando nada obliga.

La verdadera fortaleza social no consiste sólo en levantarse después de caer, sino en evitar la caída cuando era visible a simple vista. Y ahí aparece la pregunta incómoda que define el presente: ¿estamos educando ciudadanía capaz de resistir la tentación del confort? ¿Estamos construyendo instituciones que funcionen con rigor sin necesitar el golpe? El próximo ciclo no es un destino escrito: es la consecuencia de lo que decidimos -o dejamos de decidir- en los buenos tiempos.

 

Federico Rodríguez Aguiar. Analista en Marketing, egresado de la Universidad ORT-Uruguay, con sólida formación en estrategias comerciales y desarrollo económico. Su trayectoria académica está complementada por diversas certificaciones y cursos internacionales en áreas clave como la gestión pública, cooperación internacional, y liderazgo.

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2025-10-23T10:37:00

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