El contacto directo con la tierra, un formidable antiinflamatorio natural y gratuito. François Graña

06.11.2025

La práctica de caminar descalzo sobre la tierra, el pasto o la playa, funciona como una “antena vertical” (James Oshman, biofisiólogo); todos los sistemas fisiológicos se reequilibran con la conexión a tierra. Nuestro planeta está cargado de electrones que son absorbidos por los pies descalzos: “es como consumir un puñado de antioxidantes”, asegura el cardiólogo Stephen Sinatra.

 

Clint Ober (1950)  fue el iniciador del llamado Movimiento Tierra. Nació y creció en Montana, EE.UU., en contacto con poblaciones de indígenas Cheyennes y Cuervos. Cuando era pequeño, su hermana enfermó de escarlatina; los médicos no conseguían que se recuperara. Un anciano cavó un hoyo en la tierra, lo cubrió de paja, encendió un fuego y se sentó al lado junto con la hermana de Clint. La niña mejoró, y en pocos días sus síntomas desaparecieron. 

Al no estar conectados eléctricamente a la tierra, absorbemos enormes cantidades de radiación electromagnética proveniente de los innumerables dispositivos modernos con los que estamos en contacto en la vida cotidiana en la ciudad: la red de cables de nuestras casas, el wi fi, los aparatos electrodomésticos entre otros. El Movimiento Tierra pregona una reconexión con la tierra que la modernidad ha cancelado: con la invención de los sintéticos en los años '60, una de sus primeras aplicaciones fueron las suelas de los zapatos. La desconexión de la tierra es responsable de procesos inflamatorios; el connotado cardiólogo Stephen Sinatra (1946-2022) sostuvo que la mayor parte de las enfermedades cardíacas se han originado en procesos inflamatorios.

Nuestro organismo se carga eléctricamente, lo cual ha sido medido; podemos llegar a tener hasta 20 voltios de electricidad en el cuerpo: "vivimos dentro de una batería sin saberlo" (Gaetan Chevalier, físico ingeniero, investigador). El sol proyecta electrones que llegan a la tierra, golpean la ionosfera y se descargan en forma de rayos. Esas cargas negativas se transfieren a la superficie terrestre. Dondequiera que estemos descalzos en contacto con la tierra, recolectamos electrones procedentes del sol; esta conexión es tan necesaria como el aire y el sol.

El colágeno, sustancia muy abundante en nuestro organismo, se encuentra inmerso en un gel que absorbe electrones; estos son liberados cuando se produce una lesión. Cuando esto ocurre, una intervención masiva de glóbulos blancos encapsula las células afectadas, les arranca electrones y las destruye. Esta intervención libera moléculas inestables que han perdido electrones: los radicales libres. Estos cumplen una importante función: se encargan de engullir patógenos, bacterias y células muertas. Por lo general, en el proceso se produce un exceso de radicales libres; si estamos en contacto directo con la tierra, estos se estabilizan recuperando los electrones faltantes, lo que los vuelve inofensivos. Pero en ausencia de ese contacto, los radicales libres "sobrantes" se filtran en los tejidos circundantes de la zona inflamada. Y en la medida en que no disponen de su fuente natural de electrones que es la tierra, "robarán" electrones de células sanas; el daño provocado en estas distorsiona su metabolismo normal.

Cuando el mensaje de tales eventos dañinos llega al sistema inmunológico, este libera nuevos ejércitos de glóbulos blancos para eliminar las células dañadas provocando una reacción en cadena. El resultado puede desembocar en inflamaciones crónicas para las que la medicina tradicional no encuentra explicación. A menudo, tal inflamación es silenciosa, la padecemos por años sin saberlo. Y lo que está en la base del Alzheimer, del cáncer, de las enfermedades cardíacas, de la diabetes y de tantas otras patologías, no es otra cosa que la inflamación crónica. La conexión a tierra neutraliza y previene estos procesos inflamatorios: literalmente, apaga los incendios.

Permanecer unos cuantos minutos diarios en contacto directo con la tierra recarga las reservas de electrones, lo que constituye un formidable antídoto contra la inflamación. Richard Kotz, investigador de la FDA estadounidense (Food & Drogs Administration), asegura que jamás había visto un dispositivo médico que funcionara con la rapidez y eficacia con que lo hace la conexión a tierra: "es el mejor desarrollo que he visto a lo largo de cinco décadas de salud pública, y tres de ellas en el campo de los ensayos clínicos de dispositivos médicos".

Pero entonces, ¿por qué no se ha generalizado esta práctica, por qué no nos la aconsejan los responsables de nuestra salud? La razón es muy simple: esta práctica eficaz y gratuita, sabotea los márgenes de ganancia de la Bigh Pharma. Estas corporaciones no están interesadas en nuestra salud sino en vendernos fármacos de por vida; necesitan una población endémicamente enferma, la salud es su enemigo natural.

Lamentablemente, la "piqueta fatal del progreso" ha hecho todo para aislarnos de la tierra. Las suelas de nuestro calzado son sintéticas, las ciudades reposan sobre gruesas capas de cemento, bitumen, pedregullo y plástico, en los vistosos canteros públicos está prohibido pisar el césped. Pero para quienes no tienen jardín propio aún quedan, por suerte, plazas y parques donde descalzarnos y permanecer en contacto con la Pachamama por diez o quince minutos, tiempo suficiente para reequilibrar la carga eléctrica acumulada en nuestros cuerpos. 

François Graña es doctor en Ciencias Sociales.

Fuentes: 

(1) Documental "The Earthing movie". Dirigido por Josh y Rebecca Tickell. Copyright 2019 Green Planet Productions (disponible en YouTube).

(2) "Los beneficios de conexión a tierra: Joovin' con Clint Ober"

(3) C.Ober, S.Sinatra y M.Zucker (2013): "Earthing con los pies descalzos", Editorial Sirio.

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2025-11-06T04:53:00

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