El nacimiento y la muerte como acto médico. Marcelo Marchese
16.08.2025
Durante millones de años los partos fueron un hecho fisiológico, hasta que le progreso los convirtió en un acto médico. Cuando el progreso convierta a la muerte en otro acto médico, habrá cerrado su cerco sobre el hombre.
¡Bienvenidos al futuro!
Para el 2022, los partos por cesárea en Uruguay ya alcanzaban el 52%. Entre las causas de esta anomalía, debemos contar con el temor de algunas madres a sufrir en el parto. Este camino a un parto antinatural ocurre más entre las mujeres de clase alta que, se sabe, están más disciplinadas, lo que significa que viven un diálogo más pobre con su cuerpo y sufren más restricciones autoimpuestas.
Pero hay otro factor determinante en el aumento de las cesáreas. Como ciertos días de guardia hay más cesáreas que en otros días de guardia (los días de guardia donde el ginecólogo de puerta fue en otra vida carnicero) como hay más partos en los días inmediatamente anteriores a las fiestas (el ginecólogo siente que tiene el derecho a pasar las navidades en paz) como es más expeditivo el acto médico quirúrgico que esperar los caprichosos tiempos de la naturaleza, y como si hago en mi guardia la cesárea, en vez de esperar los caprichosos ritmos de la naturaleza para que se encargue otro, gano mis 500 dólares, voy y hago el tajo en el vientre, aunque le arruine a la madre y a la criatura la experiencia más importante de sus vidas.
Son conocidos los riesgos de las cesáreas, pero apenas se habla de interferir en la vital experiencia del parto, donde la mujer vive algo tan poderoso, que en ocasiones cura una neurosis. En cuanto al niño, nada de lo que vivirá en su vida será más importante ¡Nada! ¡Nunca! ¡Jamás!
Resulta que el acto médico es mucho más que la cesárea, pues consideremos el destierro de la partera; la omnipresente episiotomía (un tajo entre la vagina y el ano); el hecho criminal de que el recién nacido, en vez de volver a los brazos de la madre, mientras llora y agita los brazos desesperado, es colocado en una mesa fría bajo una luz potente para ser inspeccionado por la ciencia; y consideremos a la mujer que hizo un descomunal esfuerzo en una posición ridícula, ya que (millones de años lo prueban) la posición humana es en cuclillas.
¿Pero cuándo comenzó esta práctica aberrante del parto en es posición? Fue en pleno furor inquisitorial. En 1650, en París, mediante un decreto, se estableció que no fuera la comadrona arrojada a la hoguera, sino un médico, quien debía asistir al parto. De allí esta posición de la parturienta donde no serán la parturienta y su criatura los protagonistas de la escena, sino el sacerdote de la ciencia.
Mi amigo lector se habrá preguntado mil veces cuál sería la medida primera para empezar a transformar este desastre en que se ha convertido la vida moderna. Yo no tengo la menor duda: volver al parto humano.
Luego del parto criminal, el niño crecerá y vivirá una serie de exámenes, tomará una cantidad de medicamentos y recibirá una diversidad de vacunas. Antes, nada de eso era preciso, y la humanidad, lejos de extinguirse, creció y se multiplicó.
-Pero, Marcelo, vivían menos.
Depende de qué período histórico analicemos, pero en el caso de que vivieran menos, con toda certeza vivían mejor, y sobre todo, eran mucho menos imbéciles que el hombre contemporáneo.
Luego de que pasemos por todos esos controles de la ciencia y de que hayamos pasado por las horcas caudinas de una educación diseñada por la ciencia, llegará la hora en que le digamos adiós a este mundo, cosa para la cuál, en otros tiempos, estábamos preparados, pero en este mundo moderno, no sólo no estamos preparados, sino que estamos aterrorizados.
Toneladas de culpa acumulada empujan al hombre a esta visión terrible: en una cama, sufrirá dolores inenarrables, pero inmovilizado, no podrá avisar a nadie que deben acabar piadosamente con su vida vegetal.
La culpa, y su hijo, el miedo, impiden razonar, por lo que ni siquiera recuerda el hijo del progreso que existe la morfina, y que la genial ciencia ha inventado geniales cosas para que el hombre no sufra (¿o habéis olvidado, tontuelos, que pensabais que la vida del hombre prehistórico era un dolor de muelas irremediable?) El hijo del progreso, en el colmo del sinsentido, no razona que si se convierte en un vegetal, las funciones de consciencia y sufrimiento también se encontrarán en estado vegetal.
El hombre que ha sufrido su primera experiencia en este mundo como un acto criminal, que en sus más tiernos años ha sido doblegado en la escuela, que fue obligado a soportar todo tipo de experiencias dudosas, que vive sin fe y sin esperanza bajo la bandera del "¡Es lo que hay!", y que se encuentra desnudo de los atributos que adornaron al hombre del pasado, los atributos que nos dieron a los grandes poetas, este hombre moderno, consumido por el cáncer de la culpa, no se involucra en el nacimiento ni quiere involucrarse en la muerte.
La gran pregunta es si este hombre moderno quiere involucrarse en la vida, o al menos, en algo.
Sin embargo, algunos de mis lectores quieren involucrarse en la vida, y de hecho, aún aman y paren criaturas, ya sean espirituales, ya sean de carne y hueso. Este asunto que nos convoca, incluye el negocio de la medicina y el poder de la medicina, e incluye un plan macabro que apunta a que la ciencia diseñe la vida en laboratorios y extienda y acabe la vida del hombre cuando quiera, pero antes de eso, este asunto que nos convoca refiere a la crisis del hombre.
En algún lugar erramos el camino. Antes, la mujer esperaba el parto llena de gozo, esa experiencia mágica entre las experiencias mágicas, esa magia entre todas las magias. Antes, vivíamos con valor y esperábamos a la muerte como un correr del velo.
Hoy, la República le dará a la industria de la medicina el irrestricto derecho a matar. Ni siquiera será precisa la firma del difunto. Una firma cualquiera, alcanzará, y con alegar que el difunto no podía firmar, habrá impunidad. Así lo dice la ley, y "dura es la ley, pero es la ley".
Otra batalla habremos perdido. Bajaremos otro escalón al infierno, pero la vida y la lucha no terminan, así que haré una advertencia a quienes quieren involucrarse con la vida: si al hombre lo mueven corrientes subterráneas, nada se logra soplando en la superficie. Si queremos salir de este camino de derrota, habrá que abandonar los métodos que nos llevaron invariablemente a la derrota, y para empezar, debemos encontrar aquel punto donde erramos el camino.
Considere mi amigo lector, y en especial, aquellos que perciben el horror y la maldad que impulsan esta ley disfrazada de piedad, a estas palabras como el informe de la minoría de la minoría de la minoría.
Marcelo Marchese
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias