El tecno-feudalismo: los cambios en la sociedad capitalista. Carlos Pérez Pereira
29.05.2025
(La adaptación o muerte de la teoría marxista). En su libro El sigiloso sucesor del capitalismo, el exministro griego Yanis Varoufakis sostiene que el exponencial incremento de la tecnología ha modificado las reglas del mercado y del sistema capitalista en su conjunto, tal como lo conocíamos y estudiábamos.
Varoufakis afirma que los DATOS son la actual moneda de cambio del "tecno feudalismo", un término (discutible) que asemeja al capitalismo tardío al sistema feudal, porque hay poderosos que dominan y siervos de la gleba dominados. Ello dicho en sentido figurado, claro. El uso por millones de las plataformas digitales, acumula huellas que los algoritmos utilizan e incrementa el valor de las aplicaciones, sin ningún costo para los empresarios. Asimilados con este mecanismo ya nadie será dueño de sus preferencias, sino que ellas serán creadas y condicionadas por los propios algoritmos.
"Este nuevo mercado ha generado un nuevo tipo de capital, pues la plataforma ya no se centra en la producción sino en modificar el comportamiento de los consumidores. De ese modo, ha relegado los beneficios propios del capitalismo y ha puesto en el centro a las rentas. Al igual que en la Edad Media, estas rentas son cuotas que los siervos pagan a los señores para usar sus propiedades. En la actualidad, esto se traduce en ceder los datos personales a cambio de tener acceso a la nube y a sus plataformas digitales."
Este cambio no tiene retroceso y es un gran desafío para las nuevas generaciones, lograr que ese bombardeo de tecnología sea beneficioso para la Humanidad, o su alternativa (única) será la destrucción del planeta, previo hundimiento de millones en la miseria, el desquicio y el caos, como ya sucede en vastas áreas de la población mundial.
¿Qué está revelando esta situación antes desconocida por la especie homo-sapiens (AI incluida) en las nuevas relaciones sociales entre humanos (empresas, trabajos, profesiones, servicios), entre estados, entre espacios geográficos o políticos en esta nueva sociedad que empezamos a vivir, con una vertiginosidad jamás imaginada por los más febriles creativos de historias de ficción?
UN NUEVO PARADIGMA: LA ACELERACIÓN DE LOS CAMBIOS
Una revelación inicial y sorprendente para todos, pero más que nada para quienes razonamos con la impronta de una enseñanza abrevada en las fuentes de la Ilustración: los cambios sociales ya no se pueden prever, ni proyectar con facilidad, por lo menos a mediano y largo plazo. Cada vez más los proyectos de gobiernos y agentes de acción social se aplican en menos tiempo de lo que una generación puede prepararse para afrontar el futuro. Esto ya significa un cambio relevante, y lo podemos ver en nuestro propio Uruguay. Un ejemplo visible refiere a los problemas de nuestra Enseñanza: no se trata solamente de optar entre contenidos o capacidades (¿son excluyentes?), sino en saber para qué futuro (inmediato) educamos a nuestros niños, adolescentes y jóvenes. ¿Para qué país, qué región y qué mundo educamos? La interrelación entre países, entre espacios de poder y entre escenarios universales, amparados en una globalización ya definitiva, termina por incidir en decisiones locales como jamás ocurrió. Un gran escenario de incertidumbres condiciona a quienes elaboran planes a mediano y largo plazo, hasta el estado de confesas perplejidades. Por más que las instancias electivas logren menguarlas por un lapso breve, hasta que tengan que hacer lo que dicen, para aplicar sus prometidos e inalcanzables programas de gobierno.
Las concepciones fijistas de la Historia a la luz de estos cambios.
Carlos Marx y Federico Engels (y sus epígonos, con ciertas excepciones) pagaron tributo a los esquemas simplificadores y universalistas de la Ilustración, elaborando teorías deterministas de la historia (por más que ambos siempre argumentaron contra el determinismo economicista), sin valorar algo que, décadas después, algunos sociólogos apreciarían con bastante acierto: la historia humana está llena de contingencias que pueden afectar su rumbo y redireccionar su porvenir. Una gran contingencia es, precisamente, la llamada Revolución Tecnológica. Parafraseando al brillante paleoantropólogo estadounidense Stephan Jay Gould, diríamos: Como el planeta Tierra, la Historia humana está amenazada por la imprevisibilidad de la caída de algún meteorito, que nos golpee con fuerza suficiente como para lanzar nuestro destino por senderos jamás imaginados.
También el marxismo pagó tributo a una cultura eurocentrista -y más que nada al evolucionismo político estatista de Hegel- al estudiar las formaciones sociales, lo que condujo a la mayoría de sus teóricos a concluir que todas las sociedades transitan por etapas y fases semejantes (anarquismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo, comunismo y el anarquismo como última etapa de la historia -por lo menos de la historia de la lucha de clases- formación social donde no habrán clases sociales ni Estado, puesto que éste es producto y productor de esa lucha, como instrumento de opresión de las clases dominantes). Hegel terminó su evolución dialéctica en el estado fundado en la Ética. Su prototipo era el estado prusiano. Marx fue más allá y (parando a la dialéctica sobre sus pies, según sus propias apreciaciones) llegó hasta el anarquismo. No se aventuró a más, porque ahí se sintetizaban los términos de su dialéctica de las contradicciones en el seno de la sociedad capitalista y luego socialista.
Para Marx y el marxismo superviniente, los sistemas sociales son necesariamente sucedáneos unos de otros. Las nuevas realidades tiran por tierra, sino su método de análisis, por lo menos los resultados de su aplicación en las sociedades modernas de fines del siglo XX y de lo que va del XXI.
En la realidad, en un análisis despojado de preconceptos, los hechos sociales, imprevisibles e imprevistos, suelen ser mucho más determinantes que otros factores, manejados por los ortodoxos de la sociología, como factótum del curso de los acontecimientos. Veamos un ejemplo: En su esquema de transformaciones sociales, Marx concibió los cambios de la sociedad capitalista a la socialista como acontecimientos producidos por la acción de la clase obrera. Pero con clase obrera, no sin ella. Marx no previó (le era imposible, no era Nostradamus) sucesos tan gravitantes como, por ejemplo, la revolución técnico-científica de las últimas décadas del siglo XX. Los actuales cambios tecnológicos no son cualquier cambio: están modificando todas las bases en las que el marxismo sentó sus ideas. Están nada más y nada menos que liquidando a la misma clase obrera, porque está liquidando al trabajo manual asalariado. La mano de obra proletaria se sustituye, poco a poco, por la máquina que todo lo hace. Los funcionarios administrativos de las empresas serán enviados al seguro de desempleo debido a la eficiencia de las computadoras. Los obreros se irán de las fábricas a sus casas. Quizás a engrosar las saturadas huestes de los marginados (hoy denominados por los modernos economistas como "excedente de mano de obra útil"). O tal vez a encontrar otro tipo de trabajo diferente a aquel, pero eso lo dirá el futuro.
Y con esto se trastocan todos los términos de las relaciones sociales de producción. Es decir: se modifican los términos en que se planteaban los conflictos de clase. Sí se produce otro problema derivado de la falta de poder adquisitivo de los compradores, es harina de otro costal. No impide que aquel fenómeno se produzca. Lo interesante aquí es pensar que, en los términos de la dialéctica marxista, la dicotomía clase obrera- patrón burgués capitalista, tiene un sentido de unidad de contrarios. Uno no existe sin el otro. Cada uno de ellos vive en función del otro. Entonces: ¿qué pasará cuando desparezcan, masivamente, los obreros? ¿Qué respuesta tiene la dialéctica marxista? (gran interrogante, sobre la que trabajaron Baudrillard y Marcuse, entre otros). No creo que esta pregunta sea fácil de contestar para cualquier marxista y ni aún para quienes no lo son. Dia más día menos, año más año menos, década más década menos, las relaciones de los hombres entre sí y con respecto a los medios de producción se modificarán. Y la misma teoría del valor, principal eje de la teoría económica marxista, estará en entredicho. Pero este es otro tema.
Entonces, la "fuerza contingencial de los hechos" puede llegar a ser mucho más gravitante en la historia que las leyes del desarrollo social, al decir del olvidado sociólogo Norbert Elías. También Walter Benjamín, habló de la imprevisibilidad de los fenómenos de la historia social y su reclamo de la aceptación de lo que denominó "Historia abierta".
Todo análisis político, o todo programa de gobierno que pretenda "decir lo que se piensa y hacer lo que se dice", no podrá tomar decisiones que permitan avanzar en el desarrollo económico social de sus pueblos, si no tiene en cuenta estas variantes en las relaciones sociales, provocadas por el avance brutal de la tecnología.
Carlos Pérez Perira
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias