El Gobierno de izquierda y los costos políticos

Enrique Pintado

12.04.2011

En estos 40 años del FA son muchos quienes se han comprometido y sufrido en la lucha por la causa de la justicia social.

También han sido muchos y ardorosos los disensos que nos permitieron encontrar valores comunes irrenunciables desde donde tejer acuerdos políticos y estratégicos a largo plazo. También se ha sabido tener paciencia y humildad para escuchar a nuestra gente  forjando una unidad que nació en la fraternidad del comité de base.

Quizás antes de lo esperado esa misma gente y la activa militancia policlasista de todo un pueblo constructor de la utopía de cambio frenteamplista, transformó aquella colcha de retazos en el primer gobierno de izquierda del país. Hace 6 años que  el FA asumió los nuevos desafíos que entraña el gobierno y en eso estamos. Pero que el presente no desactive nuestra memoria. En momentos de repensarnos no borremos el inolvidable empuje de los fundadores liderados por Líber Seregni, uno de los mayores referentes del Frente Amplio, de la historia del Uruguay y de toda América Latina. En estas últimas décadas esos dirigentes y cada uno de los militantes transformaron la política bipartidista uruguaya que ya no podía ofrecer ni dar respuestas a las necesidades de la sociedad. La presencia del FA en la escena nacional pretendió darle al ejercicio de la política una nueva calidad restituyendo los valores libertarios y democráticos que la dictadura pretendió demoler. Con determinación y enormes sacrificios se luchó contra el autoritarismo. Pero el Frente no se quedó en eso sino que también fue factor decisivo en el posterior proceso de democratización política del Uruguay, mucho tiempo antes de conquistar la presidencia de la República. Sus movilizaciones fueron fundamentales para impedir que la ola neoliberal que se abatió sobre nuestro continente se quedase a vivir para siempre en el Uruguay. Si no hubiera sido por la lucha del Frente Amplio, la resistencia del movimiento sindical y de los movimientos sociales, el Estado uruguayo habría sido totalmente desmantelado por quienes solo escuchaban los tambores del mercado de la patria financiera que ya fue. Debemos recordar aquellos “ilustres” señores que hace no tanto tiempo lograron en gran parte de América Latina privatizar el patrimonio público, desmontar economías, cadenas productivas y de trabajo, aumentando la pobreza, generando fuerte fragmentación social, comprometiendo la soberanía nacional y potenciando exponencialmente nuestras vulnerabilidades. Aquí, felizmente, ellos no tuvieron el éxito que esperaban. No lograron legarnos un Estado raquítico incapaz de regular democráticamente la economía y promover el desarrollo. Pero la práctica activa y sostenida de esa ideología neoliberal si dejó una enorme marca cultural que hoy todavía nos pesa: el culto al individualismo y el desprecio por el bien común. En la pirámide del estatus promovían como único lugar de éxito ser el uno, de lo contrario eras basura social.  En tiempos en que procuramos restaurar valores de convivencia ciudadana, vigorizar la influencia de los colectivos que luchan por las causas comunes del vecindario y ampliar los niveles de participación; nos encontramos con que la profundización de los cambios y el desarrollo integral y sustentable siguen enfrentando obstáculos. Lo vemos a diario en la gestión de gobierno. Proyectos articulados, consensuados, participados e integrados a la comunidad chocan una y otra vez contra las dudas de intereses personales, empresariales, corporativos o sectoriales que miran todo su ombligo y nada del interés común.

La izquierda tiene un programa de gobierno que lo guía y un proyecto de desarrollo inclusivo que lo ampara. Sin embargo nos cuesta terminar de decidirnos a hacer lo que tenemos que hacer. Por ejemplo no podremos consolidarnos como polo logístico si no desarrollamos el tren de carga, que por mejor diseño que tenga su recorrido y aunque se minimicen impactos, siempre van a afectar el interés individual de alguien. Y que hacemos frente a ello? Nos bajamos del tren? lo encarecemos haciendo que las vías tengan miles de rodeos? Esperamos a iniciar las obras hasta que convenzamos al último de los intereses afectados? Y que pasa con el resto del país y su gente?  Hay tiempos de participación, hay tiempo de estudio y diseño de proyectos y tiempos de ejecución porque el futuro no nos espera. Si después de cumplirse todas las instancias previstas surgiesen nuevas dudas sobre la operativa de los proyectos, inmediatamente se puede recurrir a la conformación de comisiones técnicas integradas por especialistas de todos los organismos competentes quien en un plazo determinado acordarán las mejores soluciones de implementación. No hay crecimiento sin dolor ni cambios sin resistencias. Pero también hay que recordar que el proyecto de desarrollo nacional del FA articula rasgos identitarios de nuestro país que aspiramos sea de primera. El Uruguay natural, la agroindustria, el desarrollo tecnológico, la innovación educativa y cultural, la inversión productiva generadora de fuentes de trabajo genuinas y de calidad y la infraestructura logística para la integración regional; solo son incompatibles con la patria financiera  y los resfríos de los mercados capaces de hundir la economía de cualquier un país. Uruguay apuesta a la diversificación, al valor agregado que aporta nuestra gente, a la calidad de productos y servicios y a trabajar en base a nuestra escala. 

Sin complejos, como dijo Lula brillantemente en el aniversario del FA: “Nuestros países aprendieron a lo largo de los siglos que los importantes eran los colonizadores; cuando nos independizamos, que lo importante era Inglaterra; después era importante Estados Unidos, y no nos mirábamos a nosotros mismos. Seguramente, aquí en Uruguay mucha gente aprendió que Brasil era un país imperialista. Seguramente, a mucha gente en Brasil le gustaba decir que era imperialista. Argentina no miraba hacia Brasil, Venezuela tampoco; vivíamos de espaldas unos con otros. Hoy miro con orgullo que el intercambio comercial entre América Latina es extraordinariamente fuerte. Nuestra región cambió. Hoy existe una nueva América del Sur. Un continente que irguió su cabeza, se liberó de las tutelas internacionales y rescató su soberanía. Un continente que recuperó la autoestima y volvió a creer en sí mismo, en su capacidad de tornarse cada vez más próspero y justo. Nuestros países están demostrando en la práctica que es posible crecer de modo vigoroso. Que es perfectamente viable crecer distribuyendo los frutos de la expansión económica para toda la sociedad; crecer combatiendo la pobreza y la desigualdad. Esta es la forma más consistente y duradera de desenvolverse, la única justa y sustentable. Ustedes uruguayos y nosotros brasileros, que tanto nos opusimos a las políticas recesivas y excluyentes del pasado, tenemos mucho que conmemorar. Hoy, vivimos una nueva realidad. Podemos, sin ningún triunfalismo, festejar el éxito de nuestras economías, los extraordinarios avances sociales y la vitalidad de nuestras democracias. No celebramos apenas valores éticos y morales - que obviamente constituyen un patrimonio irrenunciable - sino también el acierto de nuestra estrategia de desarrollo y de nuestras políticas públicas emancipadoras, que están cambiando para mejor la vida de las clases populares. Todavía falta mucho por hacer. Pero las conquistas históricas de los años recientes justifican plenamente nuestra confianza en el futuro.”

Y con esa confianza es que renovamos nuestro esfuerzo por cumplir con lo que nos comprometimos a hacer sin medir costos políticos ni conveniencias de coyuntura. Recurro nuevamente a las palabras de Lula: “tanto el Frente como el PT son organizaciones plurales, profundamente democráticas. Somos capaces de combinar una indispensable unidad de acción con la valorización de la diversidad y la democracia interna. Abrigamos distintas corrientes de pensamiento progresista. Respetamos nuestras diferencias ideológicas, pero no abrimos mano, bajo ninguna circunstancia;-del compromiso con los trabajadores y el pueblo pobre de nuestros países. Sabemos que en las últimas décadas las grandes corrientes de la izquierda entraron en crisis en el mundo. Muchos quedaron huérfanos de referencias político - ideológicas. Ninguna fuerza progresista permaneció inmune frente a la crisis. Pero no por eso nos cruzamos de brazos y nos sumergimos en la perplejidad o la pasividad política.

Con nosotros fue diferente: no abandonamos nuestras convicciones de base. Para nosotros, las doctrinas tienen su importancia, pero lo principal es el compromiso de vida con el destino de los oprimidos de nuestros países. La izquierda auténtica supera sus desafíos participando cada vez más en las luchas concretas del pueblo. Nuestra brújula es la aspiración popular por una vida digna. Por eso, fuimos capaces de promover en nuestros países, en plena crisis de las ideologías, reformas sociales tan importantes. Precisamos continuar y profundizar las transformaciones en nuestros países, teniendo claro que ese es trabajo para más de una generación.”

Sepamos como dijo Lula que “la izquierda cambió pero no cambió de lado”. Hagamos lugar para todos, hagamos lo que tenemos que hacer por mandato popular, por el bien común y bien lejos del miedo a las urnas.

 

 

Enrique Pintado
2011-04-12T13:44:00

Enrique Pintado

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