MARACANAZO Y DESPUÉS

Enrique Pintado

19.07.2010

El miércoles 16 de julio se cumplieron 60 años del emblemático maracanazo. Por primera vez en mucho tiempo la noticia más no tuvo el destaque idealizado de otros aniversarios. La proeza paradigmática fue desacralizada y puesta en su lugar, ocupando el sitial tranquilizador que siempre pregonó Obdulio: un dulce y sencillo recuerdo inspirador de un triunfo logrado por hombres de carne y hueso.

Un veterano comentando una nota que escribí al respecto me escribió en un mail. “Sus pensamientos interpretan los de todos los uruguayos. No ganamos sólo en el fútbol, ganamos también en la vida del país. Ahora sabemos bien que juntos podemos. El Uruguay puede ser tan grande como lo sean los sueños y las realizaciones de los uruguayos. Yo, por mi parte, estoy contento porque ya no tengo que joder más a mis nietos contándoles lo de Maracaná. Ahora ellos tienen sus propios ídolos y sus propios sueños. Vamo'arriba, Uruguay!!!!.”

Durante el mundial de Sudáfrica el país entero se estremeció. Especialmente después de ganarle Ghana en final infartante. Con la adrenalina al mango por el manotazo salvador de Suarez como puro reflejo del instinto de sobrevivencia que lo acunó en la calle; y la incertidumbre esperanzada en el suspenso de la audaz “picada” del Loco Abreu.  El grito de ¡Uruguay nomá! sonó tan fuerte que hasta las vuvuzelas silenciaron su estridencia reverenciando el asombro y respeto mundial que generó el equipo de todos. Desde las tripas los uruguayos celebramos la “garra y calidad” de este grupo humano excepcional que nos permitió reencontrarnos con los valores de humildad, trabajo en equipo, afán de superación, sacrificio, educación, respeto y solidaridad que siempre nos han identificado. Nos reencontramos con la ilusión de poder y el orgullo de ser.

Aunque festejamos las tentaculares predicciones  del pulpo Paul, no compartimos el espíritu de la clarividencia deportiva que transforma al fútbol en timba. Los coqueteos del pobre animal sobre los cubos embanderados no interpreta en lo más mínimo la irracionalidad propia del misterio mágico existencial que caracteriza al fútbol. ¿Quién iba a pensar que Uruguay, la última selección en clasificar jugando la mayor cantidad de partidos eliminatorios (20 en total) terminaría entre los 4 mejores del mundo? El fútbol, deporte impredecible como ninguno, nos atrapa por la pasión sin lógica y por ese grado de incertidumbre presente en cualquier cancha donde 22 jugadores intentan desplegar su arte frente a la soledad de la pelota, desafiando cualquier pronóstico previo. Un gol inesperado, el fallo de un juez, la iluminada moña de un jugador que estaba apagado, el desinfle de una estrella, un penal errado, una expulsión, la lesión de un futbolista o un gol cantado que termina pegando en el palo; pueden cambiar definitivamente el curso de cualquier partido.  No hay destino marcado. Sino pregúntenle al pobre Domenech, DT de Francia, que además de no citar a varias estrellas del fútbol galo para evitar tener en el plantel muchos escorpianos, antes de cada partido estudiaba la carta astral de los jugadores para decidir a quien ponía. Ahora lo quieren matar sin recordar que fue el mismo DT que con las mismas armas llevó a Francia a la final del mundo en el 2006.

El maestro Tabárez, con la sabiduría propia de haber tenido la humildad de aprender de las experiencias propias y ajenas, interpretó a la perfección la esencia del fútbol. En 4 años de preparación y 7 partidos demostró que en el fútbol el primer objetivo es reducir a su mínima expresión la incidencia del azar.  Nos convenció de que solo es posible aumentar las probabilidades de ganar cuando se trabaja con profesionalidad tanto la calidad humana como deportiva del equipo. En la cancha de césped salimos 4º pero en la de la vida ganamos por muerte.

Los periodistas deportivos amantes de las estadísticas no se cansan de tirarnos números record de esta selección: es la tercera vez en la historia que salimos 4º; se batió el record de imbatibilidad manteniendo 338’ la valla invicta y pasamos la primera ronda después de 16 años. Por primera vez un seleccionado local perdió y quedó eliminado en primera fase; con 11 goles esta es la tercera selección más goleadora de la historia del fútbol uruguayo y hace 56 años que no ganábamos por 3 goles ni salíamos primeros en la serie. Es la primera vez que un jugador uruguayo, el Diego de todos, es el goleador, fue elegido por FIFA el mejor jugador del mundial al igual que uno de sus goles. Contra todo pronóstico Uruguay fue el equipo que recibió más fouls en este mundial. El maestro Tabárez con 11 partidos dirigiendo a la celeste en copas del mundo superó el record del inolvidable Juancito López, DT del gran  maracanazo. Pero más allá de las cifras esta selección ganó dentro y fuera de la cancha. Humildes, solidarios, autocríticos y educados lograron que el mundo hablara de Uruguay de otra manera enfatizando nuestro modo de ser en el juego y no las patadas. El “Ruso” Perez que jugó bien al fútbol además de dejar el alma en la cancha, hizo solo 16 fouls en 7 partidos (2,2 en promedio) a pesar de bailar siempre con la más fea.

Pero también hubo pequeños gestos que no deben pasar desapercibidos. Lugano juntando a todo el plantel para sacarse la última foto antes de jugar por el tercer puesto y acompañando a Blatter en su saludo previo presentándole a cada uno de los jugadores celestes; el infaltable termo y mate de Scotti entrando a reconocer la cancha minutos antes de cada partido; la humildad de Muslera que después de perder  contra Alemania en plena conferencia de prensa dijo que se había equivocado en 2 de los 3 goles y que todavía tenía mucho para aprender; y la emotiva devolución de la bandera oriental al Presidente Mujica quien en la despedida al plantel antes de partir solo les dijo que disfrutaran del mundial porque el fútbol es un hermoso juego y no una guerra.

Por primera vez después de muchos años aceptamos la derrota sin persecutas ni lloriqueos. Con orgullo por haber dejado todo pero aceptando que el fútbol sigue siendo un bello deporte mientras que la vida y la muerte se juegan en otos barrios y esquinas. Y así lo dijo con claridad Tabarez luego del partido con Holanda: “… a nadie le gusta la derrota pero si tengo que elegir una forma de perder me quedo con esta”. Los dos últimos partidos fue cuando Uruguay desplegó mejor fútbol y sin embargo perdió. Perder con dignidad no es una derrota. Y al llegar a Montevideo agregó: “…Lo que celebramos no son los resultados sino el camino. El camino es la recompensa”. Paso a paso y con hechos le dio valor y sustento al sueño de largo aliento de volver a figurar entre los mejores a nivel mundial. Sin exitismos ni falsas expectativas. No somos más ni menos que nadie pero necesitamos recordar día a día todo lo que si podemos hacer. Con su forma de trabajo, su comunicación con la gente, las ganas de disfrutar del juego, la serena humildad sin derrotismo y la restauración de la garra charrúa plena de inteligencia,  sacrificio y calidad; este grupo humano nos contagió a todos.

Esta celeste despertó sentimientos colectivos que trascienden al fútbol. Y aún cuando en la semifinal mi corazón palpitó la ilusión de ver a Uruguay salir campeón mundial, sigo pensando que mucho más importante que eso es el legado que pueda dejar el proceso realizado. Trabajemos juntos para que el envión que nos dio este seleccionado tenga repercusiones duraderas en la sociedad y también, por que no, en la forma de hacer política. Ojalá podamos sostener este cambio de mentalidad que debería primar en el Uruguay. Una filosofía de vida donde los objetivos colectivos, el trabajo solidario y la disposición al cambio sean más importantes que la necedad de repetir los mismos errores una y mil veces alentados por la efímera vanidad personal de creer que siempre tenemos razón mientras los demás no cuentan.

Pero la mirada de lo sucedido quedaría renga si no nos preguntamos porque este grupo despertó tanta adhesión popular. El martes del regreso, y a pesar del frío polar, una multitud de hombres y mujeres de todas las generaciones y provenientes de cada rincón del país coparon las calles para sumarse a la caravana del seleccionado, agradecerles y festejar juntos. No pasó lo mismo en el 70 cuando también salimos cuartos. Obviamente eran otros tiempos y vivíamos en un contexto político, económico y social muy diferente.

Sin embargo bien vale abrir bien las orejas para saber qué mensaje nos dio la gente con su incondicional demostración de afecto. Más allá de las hipótesis que vendrán, creo que sucedió algo muy sencillo. Los uruguayos necesitábamos un motivo para ganar el partido de la frustración que hace años venimos perdiendo contra nosotros mismos. La irrepetible gesta de Maracaná y el paso del tiempo fueron transformando los éxitos del pasado en un nostálgico recuerdo de lo imposible. Nos hundimos en el lamento pensando que supimos ser los mejores pero que jamás volveríamos a serlo. El no se puede nos ganó por goleada.

Hoy reafirmamos la apertura de la esperanza. Niños y jóvenes construyendo y viviendo en carne propia su historia. Nuevos ídolos rescatando valores de calidad,  autoestima, solidaridad y unidad. Ser buena gente enriquece. Juntos se puede. 2 son más que la suma de unos. Esta generación nos ayudó a empezar otro partido. Y todos debemos asumir con alegría el reto de no pasar de lo sublime a lo infame en 90’. Como persona y en mi rol de funcionario del gobierno al servicio del pueblo me comprometo a aprender y sostener esta enorme lección de vida que nos dieron el seleccionado y la gente. De nosotros depende que este profundo orgullo nacional que sentimos todos no se apague junto al último tronar de las vuvuzelas sudafricanas. Demos paso a la alegrìa y la recompensa del camino como dice el Maestro más, sepamos que  Uruguay como en el mundial tiene sabor a más.

Enrique Pintado
2010-07-19T07:08:00

Enrique Pintado

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias