¿Dónde se detuvo el tren?

Esteban Valenti

09.01.2025

La pregunta se la formuló un compañero con el que compartimos varios años de exilio en Italia y se refería a una película que se exhibe actualmente en Netflix, El tren de los niños.

Es una película sobre basada en una novela de Viola Ardone, sobre hechos de la vida real de la postguerra italiana (1946), dirigida por Cristina Comencini. No pretendo ni podría hacer una crítica cinematográfica, soy un espectador más. Hacía tiempo que una película no me conmovía tanto y me llegaba tan hondo, no solo por la historia de esos niños hambrientos que viven en Nápoles y los envían al centro de Italia (Modena), para sacarlos, por un breve periodo de su miseria y darles de comer, ropa y zapatos. Los reciben familias campesinas mayoritariamente o de artesanos, que pueden incorporar otra boca a su familia. Y les dan lo más importante una familia, una escuela.

La historia es conmovedora, llena de tensiones, con unos niños de entre 8 años y 13 que se lucen actúan maravillosamente en sus difíciles personajes. En realidad voy a confesarlo, escribo por mí, por muchos como yo, que se formularon la pregunta original ¿Dónde perdimos la magia?

El traslado de los niños de los barrios más pobres de Nápoles hacia sus familias provisorias, lo organiza todo el Partido Comunista Italiano. Es una historia llena de humanidad, de solidaridad, no como palabras gastadas, sino a través de gestos, de esfuerzos humanos concretos, diarios y llenos de tensiones. Dejar atrás a sus madres, sus familias y encontrarse con gente extraña, adaptarse y todo con una campaña de los sectores conservadores, de la camorra y de la iglesia totalmente y brutalmente en contra. "Se los van a llevar a Rusia donde los engordan y se los comen". ¿Recuerdan cosas parecidas aquí?

La cantidad de escenas que tocan lo más hondo, que hacen brotar lágrimas son muchas y realmente muy bien logradas. Les recomiendo la película, tan actual en un  mundo donde hay 100 millones de refugiados, y 2.300.000 palestinos, la mitad menores de edad, recluidos por Israel en un gran campo de concentración y exterminio llamado Gaza.

Nosotros en circunstancias totalmente diferentes, también tuvimos un vuelo de niños exiliados que volvieron a su país todavía en plena dictadura. Es siempre una historia de niños que conmueve.

En  el fondo la pregunta tiene que ver con nuestras vidas, con los que fuimos comunistas, todavía más los que conocimos la solidaridad, la fraternidad de los comunistas italianos. Esos trenes cargados de niños raquíticos, sobrevivientes de la guerra y sobre todo de la miseria, llevaban sobre todo humanidad, sentido concreto de compartir las cosas, de unir a Italia recién salida de una catástrofe impuesta por el fascismo.

El Partido Comunista de Italia, el mayor partido comunista de occidente y fuera del socialismo real, que se atrevió a cuestionar con el eurocomunismo la ortodoxia vertical e indiscutible de la URSS y el PCUS, construyó su influencia en Italia, en base a su participación central en la lucha partisana, que está muy presente en la película, como heroísmo y como tragedia, pero también con gestos de humanidad y solidaridad como estos, con la luchas obreras y campesinas enfrentando a la mafia en Sicilia, con una enorme red de cooperativas sobre todo en el centro y el norte de Italia.

Y llegó a ser por un periodo de tiempo muy breve, el partido más votado de Italia. Tenía magia, para sus votantes, para miles y miles de intelectuales, de artistas, de dirigentes sindicales y campesinos, incluso para sectores de la iglesia católica y de importantes pensadores católicos.

Era magia y valentía política, cuando luego del golpe de estado en Chile, Enrico Berlinguer, su secretario general, hizo un llamado al "Compromiso Histórico" con las fuerzas democráticas y en especial con la Democracia Cristiana. Por eso asesinaron a Aldo Moro, se aproximó demasiado para el gusto de los norteamericanos y las Alianza Atlántica. Las Brigadas Rojas ofrecieron su mano miserable.

Lo fue también cuando repudiaron claramente la invasión del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia, cada día más alejada de ese socialismo real, burocrático y opresivo. Y nosotros apoyamos a los tanques y no a la gente. No lo olvidemos nunca. Nunca fuimos eurocomunistas y lo digo en primera persona.

El eurocomunismo no los salvó de una decadencia abrupta, de una red de alianzas cada días más sin límites y de duras derrotas políticas hasta llegar al actual gobierno del neofascismo.

Había magia, en el arte italiano del post guerra que tanto influyó en todos nosotros, el neorrealismo en el cine, pero en todos lados florecían gritos de rebeldía, de creatividad inteligente y valiente. Incluso en los años que yo estuve allí, 1978-1984, las relaciones con el PCI eran óptimas, pero eurocomunismo era una blasfemia para los comunistas uruguayos.

Y teníamos esa magia no porque éramos seres humanos diferentes, sino porque teníamos un proyecto de sociedad, de un mundo diferente, donde el humanismo tendría que haber sido el centro de todo, la justicia, la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y la libertad más plena. Me conmuevo no solo por esos pobres niños flacos y descalzos, sino por nosotros con nuestros horizontes disueltos, emparchados, reducidos a nuestros círculos personales a lo sumo familiares y a horizontes tan próximos.

Esa magia no se disolvió por causas sobrehumanas, sino por nosotros, porque luchando por un mundo mucho más justo, donde los niños y los mayores no tuvieran que huir en barcazas miserables, cruzar fronteras, vivir en la miseria más cruel, dejamos que la doctrina, que la rigidez impenetrable de algunas ideas nos cercaran y nos carcomieran desde adentro y que los funcionarios se adueñaran de todo.

Aprendimos muy duramente que la burocracia es incompatible con la magia. Y ahora tenemos pocas opciones: o miramos y nos conmovemos con ese pasado, de seres buenos, sensibles, valientes y nos consolamos o nos aferramos a esa magia, hoy tan lejana para seguir luchando, no por un pedazo más de pan, por una pocas rosas marchitas, sino por reconstruir las ideas, las audacias, el humanismo que existe en el mundo y que debemos multiplicar para combatir nuevamente por un horizonte sin trenes de niños desesperados.

Esteban Valenti
2025-01-09T06:54:00

Esteban Valenti.

Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias).