Formación para el trabajo, transformando vidas. Federico Rodríguez Aguiar

12.06.2025

En América Latina, donde los desafíos del desempleo juvenil, la informalidad laboral y el acceso desigual a la educación siguen siendo una constante, la formación técnica y profesional emerge como una solución concreta para cerrar brechas y generar oportunidades.

En este escenario, el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) de Colombia es un modelo a seguir en toda la región.

Creado en 1957, este organismo es una entidad pública adscrita al Ministerio del Trabajo colombiano. Su misión es formar talento humano pertinente, de calidad y gratuito, con el objetivo de impulsar el desarrollo económico y social. A diferencia de muchas instituciones tradicionales, el SENA tiene la particularidad de estar presente en todos los rincones del país. Cuenta con más de 100 centros de formación en las regiones, y una plataforma virtual que permite acceder a cursos desde cualquier lugar.

Esta capilaridad territorial convierte al SENA no solo en un centro educativo, sino en un verdadero agente de transformación local. En zonas rurales, barrios periféricos o regiones históricamente excluidas, el acceso a la formación técnica gratuita representa una oportunidad concreta de cambio de vida.

Su actividad no se limita a enseñar oficios. Su oferta va mucho más allá ya que certifica competencias laborales de trabajadores con experiencia, conecta empleadores y buscadores de empleo a través de la Agencia Pública de Empleo y apoya la creación de nuevos negocios mediante el Fondo Emprender, que otorga capital semilla a proyectos con potencial.

Este enfoque integral ha llevado al SENA a ser reconocido por organizaciones como la OIT, la UNESCO y el BID como un ejemplo de política pública efectiva en formación para el trabajo.

Colombia no está sola en esta línea de trabajo. En Brasil, el sistema SENAI/SENAC ha formado técnicos con fuerte vinculación al sector productivo. En México, el CONALEP ofrece formación técnico-profesional articulada con el bachillerato mientras que en Argentina, el INET coordina la educación técnica y tecnológica en todo el país.

En todos los casos, estas instituciones comparten una visión común: brindar educación accesible y adaptada al contexto local. Son respuestas concretas a las necesidades de jóvenes que no acceden a la universidad, trabajadores que buscan reconvertirse y comunidades que requieren soluciones urgentes.

Uno de los mayores valores de estas instituciones es que no se concentran en las grandes ciudades. Llegan a zonas de frontera, comunidades indígenas, pequeños municipios y regiones rurales. Allí donde muchas veces no llega la universidad ni otros servicios del Estado, estas instituciones llevan capacitación, herramientas y esperanza.

También generan impacto económico, ya que mejoran la empleabilidad, fortalecen el tejido productivo y estimulan el emprendimiento. Pero sobre todo, tienen un profundo impacto social: ayudan a reducir desigualdades, empoderan a las personas y promueven una cultura de superación.

En un mundo en constante transformación, con nuevas tecnologías y cambios en el mundo del trabajo, fortalecer estas instituciones es clave. Impulsar la cooperación entre países, compartir buenas prácticas y asegurar financiamiento sostenido puede potenciar aún más su impacto.

El caso del SENA demuestra que cuando la educación técnica se convierte en política de Estado, los resultados son tangibles. Porque formar para el trabajo no es solo una estrategia de desarrollo: es una apuesta por la dignidad, la inclusión y el futuro.

 

Federico Rodríguez Aguiar. Analista en Marketing, egresado de la Universidad ORT-Uruguay, con sólida formación en estrategias comerciales y desarrollo económico. Su trayectoria académica está complementada por diversas certificaciones y cursos internacionales en áreas clave como la gestión pública, cooperación internacional, y liderazgo.

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2025-06-12T15:55:00

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