Género, equidad, androcentrismo… François Graña

23.11.2025

Vivimos una época más bien oscura. Conquistas de género que parecían definitivas son violentamente conculcadas, los discursos androcéntricos ganan una notoriedad tan insolente, que su sola formulación mete miedo (y es en definitiva lo que se busca). Ahí van algunos botones de muestra.

 

Empecemos por nuestra región. En Argentina se ha prohibido el uso de un lenguaje inclusivo en la escuela. Nayib Bukele, presidente de El Salvador, ordenó eliminar el uso del lenguaje inclusivo en todos los centros educativos públicos. En México, la Ley Estatal de Educación será reformada para eliminar el uso del lenguaje inclusivo en los espacios educativos.

Sigamos con Norteamérica. El  pasado 30 de setiembre, el secretario de Defensa estadounidense Pete Hegseth se dirigió a más de 800 generales y almirantes en Quantico para anunciar que no podrá haber más pelilargos ni "hombres de polleras" ni políticas de equidad, diversidad e inclusión, y las mujeres no podrán participar de combates. "Terminemos con los meses de la identidad -dijo- y con los hombres de polleras. Terminemos con las distracciones que nos dividen, terminemos con las ilusiones de género. Hemos terminado con todas esas estupideces".

En el resto del mundo, la regresión androcéntrica y heteronormativa avanza a tambor batiente.

En la vieja Europa, adalid de las luces de la ilustración y la democracia, las conquistas igualitarias caen en jirones. El gobierno italiano encabezado por Giorgia Meloni prohibió el uso de símbolos lingüísticos neutrales en materia de género en las escuelas. En 2021, el gobierno francés de Emmanuel Macron prohibió el uso de la escritura inclusiva bajo el argumento de que "obstaculiza el aprendizaje del idioma y la lectura".  El Ministerio de Educación y Familias alemán prohibió el uso de un lenguaje inclusivo en los centros escolares y universitarios con el argumento de «respetar las reglas tradicionales de la ortografía alemana (...)  el género forzado no refleja cómo habla la mayoría de la población». 

La Constitución húngara prohíbe el matrimonio igualitario y se han impuesto restricciones a la visibilidad pública de la homosexualidad. En marzo de este año, se prohibió en ese país el Desfile del Orgullo Gay a la espera de la aprobación de un proyecto de ley que prohibirá definitivamente estos desfiles y permitirá a las autoridades imponer multas a quienes los organicen y participen en ellos, así como utilizar software de reconocimiento facial para identificar a quienes asistan. 

Todo esto sucede en Occidente. ¿Y en el resto del mundo?

La homosexualidad está prohibida en Afganistán, Arabia Saudita, Bangladesh, Brunei, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Irán, Kuwait, Líbano, Malasia, Maldivas, Myanmar, Omán, Pakistán, Qatar, Siria, Turkmenistán y Uzbekistán. Desde 2024, la homosexualidad está criminalizada en 64 países del mundo. En 12 de estos países, la pena de muerte se aplica o es una posibilidad para las relaciones sexuales privadas y consensuadas entre personas del mismo sexo. Es el caso, entre otros, de Arabia Saudita, Irán, Yemen, Brunéi, Nigeria y Mauritania.

La homosexualidad fue despenalizada en Rusia en 1993. Sin embargo, el gobierno ha implementado varias leyes que discriminan a las personas y activistas LGBTQ+. El 5 de diciembre de 2022, Putin promulgó una ley que penaliza las representaciones públicas favorables o las menciones de temas LGBTQ+, por lo que los infractores pueden recibir multas, prisión o expulsión del país.

Hace medio siglo, los reclamos y conquistas de equidad de género sacudían a fondo las sociedades (occidentales); hace apenas diez o quince años, nadie hubiera imaginado -me parece- los actuales retrocesos protagonizados por la ultraderecha global. En ese contexto, se impone una actitud vigilante y realista destinada a consolidar las conquistas. No solo no estamos viviendo un momento de avances en equidad de género, sino que lo ya logrado aquí y en todas partes está puesto en entredicho por fuerzas oscurantistas que se manifiestan de modo cada vez más descarado. Las voces locales que empiezan a manifestarse, deberían ser objeto de atención preocupante.

Resistir a pie firme debería ser la consigna. Mostrar/demostrar que las conquistas igualitarias no constituyen únicamente un derecho sino una genuina ampliación de la democracia. Volver a recordar que pese a todos los logros, nuestra sociedad y el mundo entero siguen siendo androcéntricos.

François Graña es doctor en Ciencias Sociales.

Columnistas
2025-11-23T05:12:00

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